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domingo, 6 de febrero de 2022

CONSTITUCIONES

Produce una sensación placentera el conocer con bastante detalle unos hechos ocurridos hace quinientos años, siempre claro está que estés interesado en la Historia, como es mi caso desde algún tiempo. Hace unos meses era un ignorante por completo de este asunto y ahora sé un poco más sobre la Guerra de las Comunidades, aquella de la que solo se estudiaba el ajusticiamiento por parte del rey Carlos I de los cabecillas Bravo, Padilla y Maldonado. Pero hay mucho más sobre este asunto que, como otros tantos, se quiso borrar para siempre.

Volviendo al título de esta entrada, un asunto delicado este de las Constituciones, concretadas en la acepción cuarta del diccionario que dice que se trata de una «Ley fundamental de un Estado, con rango superior al resto de las leyes, que define el régimen de los derechos y libertades de los ciudadanos y delimita los poderes e instituciones de la organización política». En España hemos tenido unas cuantas «constituciones» desde que se pusieran de moda allá por los finales del siglo XVIII. Enseguida nos viene a la memoria la francesa de 1791 pero por mencionar una anterior está la de Estados Unidos de 1787 que curiosamente reconoce expresamente estar basada en una española de doscientos cincuenta años anterior absolutamente desconocida: La Ley Perpetua de 1520.

En España nos suena a todos la Constitución de Cádiz de 1812 conocida como «La Pepa», que fue la primera promulgada, aunque de corto y escaso alcance. Los españoles seguimos teniendo pendiente nuestra revolución porque, después de muchas alharacas, levantamientos y pronunciamientos, nos contentamos con pequeñas reformitas que den gusto a todos y así vamos, renqueando siglo tras siglo. Viene a colación una frase, que se me ha quedado grabada a fuego, pronunciada por el profesor Eduardo Juárez Valero en la última clase impartida ex aequo con Joaquín González-Herrero —que tuvo lugar el pasado lunes 31 de enero de 2022— del formidable curso monográfico de la Universidad Carlos III de Madrid titulado «V Centenario de la Guerra de las Comunidades». La construcción del poder legislativo». La frase es la siguiente, que pongo en negrita para que resalte: «Llegamos tarde a todo porque no sabemos consolidar lo que hacemos antes que nadie».

Aparte de los muy interesantes hechos, con sus antecedentes, de la Guerra de las Comunidades, las dos últimas clases del monográfico han estado centradas en una pieza tan importante como desconocida: La Ley Perpetua. En la penúltima clase el profesor Eduardo Juárez Valero y el mismo en la última en comandita con el autor del libro cuya portada ilustra esta entrada, Joaquín González-Herrero, han puesto ante los ojos de unos pocos atónitos estudiantes el contenido de unos principios elaborados por unos «desharrapados pueblerinos» de la todavía no España de los albores del siglo XVI que, hartos de sufrir atropellos por parte de reyes, nobleza y clero, se levantaron en armas y propusieron esta ley no contra el rey, no contra nadie, sino a favor de todos, como estrategia de un futuro mejor.

En palabras contenidas en el libro aludido… «La dramática derrota de Villalar de 23 de abril de 1521 es uno de los acontecimientos más tristes de la Historia de España. Supuso el final de un sueño, la temprana utopía de pretender someter el poder real a la ley, a la razón y a la justicia. Traza sin duda la frontera entre el ayer medieval y el mañana de la modernidad que no fue». También, en otro párrafo… «La Guerra de las Comunidades, como primera revolución burguesa moderna en Europa, tuvo una dimensión nacional. Sus consecuencias afectarán de manera inevitable a los reinos de España. Y la sombra de la derrota, densa y alargada, se llegará hasta nuestros días».

se llegará hasta nuestros días… Y bien que ha llegado porque al final los vencedores, el rey y sus acólitos, se afanaron en borrar cualquier atisbo de modernidad y en seguir a lo suyo que les era tan productivo, mientras que el pueblo llano siguiera pechando, por emplear un vocablo de la época. Los planteamientos que hoy calificaríamos progresistas de aquellos que todavía no eran españoles quedaron en el olvido para siempre…y ahí siguen.

Merece muy mucho la pena leer los capítulos de esa Ley Perpetua. Un texto accesible en la red puede obtenerse en este enlace. Perpetua significa «Que dura y permanece para siempre» y por ello hoy seguiría siendo muy válido y productivo hacerla caso, aunque lo de observar leyes y constituciones no parece que sea hogaño un deporte muy consolidado entre nosotros. Vericuetos y caminos alternativos son utilizados para burlar a la justicia, una justicia que no actúa, o cuando lo hace es tarde y mal, para que los de siempre sigan pechando mientras unos cuantos se mantienen en el machito a costa del esfuerzo de los demás. Lo de siempre, más y más de lo mismo.

Estas dos semanas pasadas unos cuantos alumnos interesados hemos tenido un acercamiento profundo a la esencia de estos párrafos redactados por unos revolucionarios que no querían apartar a su rey, sino reconvenir la convivencia entre todos de cara al futuro. La vida en sociedad es un esfuerzo continuo por entenderse entre todos, pactar unas reglas de convivencia y, lo más importante, asumirlas a continuación hasta que surjan nuevas formas de relación que justifiquen el cambiarlas. ¿Les suena a nuestros políticos esto de que están convenidos a entenderse? Me temo que no, a tenor de sus últimas actuaciones donde lo que prima es el enfrentamiento enconado de sus particulares puntos de vista que me temo están muy lejanos de lo que piensa el común de la ciudadanía.

Ya sé que es mucho pedir en estos tiempos que corren asomarse a un texto de algo menos de treinta páginas y además escrito hace quinientos años y que no llegó a nada. Pero quizá nuestros representantes públicos, como parte de su trabajo, podrían por lo menos asomarse al apartado «En lo que toca a los procuradores de cortes y sus servicios» y tomar buena nota de lo que allí se propone.

«Agua pasada no mueve molino», pero en temas históricos debería hacerlo, al menos en conocimiento para no repetir machaconamente una y otra vez ciertos hechos y actitudes. Pero me temo que es un asunto perdido. Cuando acababa de redactar este escrito, un trino de ahora mismo de Arturo Pérez Reverte nos dice que «Toda España es una broma perpetua. Por eso nuestra historia termina tan a menudo en tragedia». Sigamos, empecinados, instalados perpetuamente en el mundo de la broma.