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domingo, 8 de enero de 2023

PRESENTISMO

 

 

Presentismo e Historia son dos vocablos tranquilos cuando dormitan en las páginas del diccionario. Pero cuando se activan de forma conjunta suelen estar peleados, en batalla encarnizada, especialmente cuando son utilizados de forma interesada por conocedores de la Historia —o torticera por desconocedores—, como bien sabe mi buen amigo y maestro Eduardo Juárez Valero, del que tanto he aprendido sobre este asunto en estos últimos tiempos.

Cuando es posible por encontrarse abierto, suelo encaminar muchos de mis paseos al conocido como Jardín de los Frailes, a la vera de las fachadas sur y este del Monasterio de San Lorenzo el Real de el Escorial. Sitio agradable, llano, con hermosas vistas que permite una agradable conversación si voy acompañado y profunda meditación cuando lo hago solo. Ya lo hicieron antes que yo otras muchas gentes, algunas de ellas tan ilustres como su creador el rey Felipe II, Unamuno o Manuel Azaña, que cuenta sus vivencias en el Real Colegio Alfonso XII en su libro titulado, precisamente, «El jardín de los frailes», con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926.

Por aquello de hacer el recorrido más amplio, suelo ir por la parte externa del jardín, con mejores vistas sobre la huerta, la Herrería y las montañas del circo escurialense. Pero de vez en cuando es mejor alterar el recorrido y así lo hice hace unos días, yendo por el interior al abrigo del muro, encontrándome con sorpresa la imagen que puede verse en el encabezado de esta entrada: una lápida límpida encerrada tras unas rejas que no son tales pues sirven de soporte a los rosales trepadores a todo lo largo de la fachada. Quizá en anteriores ocasiones, flores y hojas ocultaban a mi vista la lápida.

Mi memoria me retrotrajo a unas imágenes de 1984 —no estoy seguro, pero más o menos— en las que la escolanía de niños cantores del monasterio rememoraba con un concierto el 400 aniversario de la finalización de las obras del monasterio, precisamente delante de esa lápida que resaltaba mucho más en la fachada y que contaba con una inscripción.

Rebuscando en mi archivo fotográfico, hallé las imágenes que corroboraban que mi memoria no fallaba y la lápida mostraba otro aspecto hacia 1984 como puede verse en la magen insertada a continuación. Por encima de las cabezas de los niños se pueden leer inscritas en el granito las palabras «Aquí, en este lugar, Felipe II, Rey de las Españas…»

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Como puede apreciarse en la imagen, la lápida aludida presentaba otro aspecto, mucho más destacado, con la reja portarosales interrumpida en un buen trecho de muro e incluso con unos bancos y una zona empedrada. ¿En qué momento se revirtió todo ello para dejarlo en el estado actual? ¿Con qué motivo?

El mundo de internet y de las hemerotecas es maravilloso. Aunque yo no he sido capaz de encontrarlo en mis búsquedas en la red durante un buen rato, he recurrido a mi amigo y profesor José Luis Vega Loeches, experto donde los haya en temas escurialenses, que me ha remitido un artículo de ABC donde se habla de ello. El texto completo que figuraba en la lápida hasta su limpieza era:

AQUÍ, EN ESTE LUGAR, FELIPE II, REY DE LAS ESPAÑAS, MANDÓ COLOCAR LA PRIMERA PIEDRA DEL MONASTERIO EL XXIII DE ABRIL DE MDLXIII EN PRESENCIA DE LA COMUNIDAD DE LA ORDEN DE SAN JERÓNIMO Y DE LOS MAESTROS Y OPERARIOS. EL XXIII DE ABRIL DE MCMLXIII, FRANCISCO FRANCO, CAUDILLO DE ESPAÑA, HABIÉNDOLO RESTAURADO, MANDÓ COLOCAR ESTA LÁPIDA CONMEMORATIVA.

Desde 1963, conmemoración de los 400 años del inicio de las obras del monasterio, estuvo colocada esa lápida con su inscripción, hasta por lo menos 1984 y supongo que algunos años más.

La única explicación que se me ocurre para este hecho es el presentismo que nos invade por doquier. En una reunión de un club de lectura celebrado hace unas semanas, se comentaba el libro «Dientes de leche» de Ignacio Martínez de Pisón, una historia familiar que comienza brevemente con ciertos retazos de los años 80 para retrotraerse a la Guerra Civil Española… La vida de las mujeres era realmente dura en esa época y pronto surgieron los comentarios entre las asistentes de machismo y similares. Juzgando con planteamientos actuales contextos del pasado…

Supongo que lo que se hizo en la lápida objeto de estos comentarios es erradicar el nombre del caudillo, acción con la que manifiesto mi desacuerdo. O por lo menos, podían haber dejado el grueso del mensaje conmemorativo, que no tenía nada que ver con el nombre en cuestión. Lo que pasó… pasó y lo que estuvo debería seguir estando. Borrar nombres, tirar estatuas, cambiar el nombre de las calles o edificios no conduce a nada positivo para la Historia, escrita con mayúscula y de la que parece que no aprendemos nada.

Pero esto no es de ahora. Vean si no la barbarie de la siguiente imagen de las fachadas de los deambulatorios del templo egipcio de Edfu…

… en la que pueden apreciarse las caras, extremidades y símbolos religiosos machacados a martillazos para hacerlas desaparecer. Relativamente moderno en la historia de Egipto, fue construido hacia el siglo II a.C., pero cinco siglos después se estableció en el país de los faraones el culto de una determinada religión a la que no le gustaban los símbolos de la anterior. Al que le interese que busque a los protagonistas de estos hechos. Yo lo sé, pero me da igual, son hechos inaceptables y punto, vengan de quién vengan y por el motivo que sea, pues dañan gravemente la cultura y la historia. Y… seguimos igual. Y, lo peor… es que seguiremos igual, por los siglos de los siglos. Esto no tiene signos de enmendarse con el tiempo, todo lo contrario, se va agravando.

Presentismo es definido por la RAE como «proyección de los valores del presente en el pasado». Hoy en día en el siglo XXI nos parece atroz y completamente inaceptable que los espartanos, hace miles de años, tiraran a sus hijos recién nacidos —pudiera ser un mito extendido por Plutarco—por los barrancos del monte Taigeto por el mero hecho de ser niñas o presentar algún defecto y que los sometieran a una educación que ha tomado su propio nombre, espartana y que el diccionario define suavemente como «austera, sobria, firme, severa» cuando en realidad era muy intensa para convertirlos en aguerridos guerreros. A menudo se olvida que ... «se debe conocer todo el proceso histórico, desde la Antigüedad hasta nuestros días, pues, de lo contrario, no puede entenderse (bien) el presente».

Remato esta entrada con unos textos del aludido profesor Eduardo Juárez Valero: «Presa que somos del presentismo, tendemos a no mirar más allá, como si no existiera mundo antes de la actualidad, de lo contemporáneo… no nos damos cuenta de que la historia es una acumulación de experiencias humanas» y «El ayer nos grita su sordo saber sin que encuentre respuesta en las mentes corroídas por el presentismo más falaz».