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domingo, 17 de diciembre de 2023

PINITO

Como en algunas ocasiones anteriores en los últimos meses del año, un pequeño pinito literario —en una única entrega— para cambiar un poco el tono del blog. Anteriores publicados en este blog fueron «ARRINCONADO-1», «ARRINCONADO-2», «LA LLAVE-1» y «LA LLAVE-2».

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La melodía olvidada

 

Estaba destinada a unos tímpanos que nunca llegarían a disfrutarla.

En un valle perdido en las montañas cántabras existía un pueblo muy pequeño, con pocos vecinos, todos ellos ya muy mayores. En las afueras del pueblo, casi metida en el bosque, una casita había sido desde siempre la morada de Luis. Entrado en la ancianidad, siempre había sido una persona solitaria, quizá algo huraña, que no se prodigaba en contactos con sus vecinos más allá de lo imprescindible. Luis escuchaba a diario con deleite los sonidos del viento mientras alimentaba una pasión que mantenía muy viva desde niño: la música.

Nadie sabía que desde niño había aprendido a tocar un viejo piano que había pertenecido a su abuelo. Lo hacía con verdadera maestría y pasión a pesar de ser autodidacta. Entre todas sus partituras, una melodía especial anidaba en su corazón: la había compuesto él mismo en su época juvenil quizá pensando en algún día poder ofrecérsela al amor de su vida. Un amor que nunca se materializó, por lo que la melodía era desconocida por todo el mundo: era suya y solo suya.

Nadie del pueblo se acercaba nunca a su casa. Pero siempre hay jóvenes ávidos de emociones que hacen excursiones por sitios inhóspitos buscando alimentar su curiosidad. Mateo, persona solitaria también, pasó en su deambular cerca de la casa de Luis. Era primavera, las ventanas estaban abiertas y el joven se paró prendido por la melodía que escuchaba y que despertó en él asombro y admiración. Intrigado, Mateo decidió acercarse a la casa y dio unos golpes en la aldaba de la puerta para conocer al pianista que estaba interpretando esa canción tan dulce y atractiva.

Algo debió despertarse en las entrañas de Luis que, tras una sonrisa arrugada de pocos amigos, al ver que no se trataba de un paisano del pueblo, le recibió en su casa con amabilidad. Cuando Mateo pidió al anciano detalles de la melodía, Luis relajó su inquietud y, con ojos acuosos por la emoción, se avino a relatarle una historia que parecía increíble.

De joven, Luis había amado profundamente a una chica de un pueblo más grande situado a una hora de camino donde Luis llevaba a diario la leche del rebaño familiar de cabras. La joven recibía a diario su leche, pero Luis era muy parco en palabras, por lo que tenía cortas conversaciones con Isabel a la vez que crecía en su interior un amor por ella. Luis compuso esa hermosa melodía para ofrecérsela a Isabel en una primera declaración de amor que nunca llegó a producirse. Isabel enfermó repentinamente y uno de los días que llegó con su partida de leche, su amada no estaba para recibirle. Su madre, apesadumbrada, informó a Luis del luctuoso suceso.

Desconsolado, apesadumbrado en extremo, Luis casi abandonó su pasión por la música e intensificó su aislamiento, teniendo en todo momento pensamientos para su amada. El himno de amor que pensaba iba a servir para iniciar su relación con Isabel se convirtió en un recordatorio muy doloroso de su ausencia para siempre.

Aunque aficionado, Mateo había realizado cursos de solfeo y piano en el conservatorio de la capital donde residía y daba sus pasitos en un cuarteto con otros músicos. Sintió una conexión especial con la melodía al conocer la historia y se ofreció a visitar a Luis con la asiduidad que su trabajo le permitiera y ayudarle a convertir ese recordatorio doloroso en un cauterizador de las heridas del pasado. Un conocido amigo suyo, restaurador, y que le acompañó en una ocasión, quedó prendado de aquel piano vetusto y dedicó varias jornadas a restaurarlo y afinarlo de forma desinteresada.

Luis seguía alejado de sus vecinos, pero henchido de gozo con las visitas de Mateo y las nuevas experiencias que aportaba a su vida. Pasaron semanas en las que el anciano recobró una energía dormida y la alegría de interpretar a las teclas de su flamante piano inundaba su casa de música varias horas al día. Una música que solo Luis disfrutaba, pero también Mateo en sus visitas.

En un pueblo pequeño como aquel, las frecuentes visitas de Mateo a la morada de Luis no pasaron desapercibidas y la presión popular fue in crescendo para conocer que ocurría en aquella casa que siempre había sido solitaria. Mateo iba día a día reduciendo la hurañez de un Luis que escondía en su interior un ser puro, llegando un día a proponer al anciano la organización de un concierto en el exterior de la casa para sus vecinos. Entre otras piezas interpretadas por el anciano, «La melodía olvidada» atronó entre árboles y montañas llevando sus notas allá donde quiera que estuviera su Isabel amada. Los enfervorecidos aplausos de sus paisanos dejaron atrás ese recuerdo doloroso transformándolo en un símbolo de esperanza.

Mateo había permanecido en un segundo plano durante el concierto, soportando estoicamente las muchas miradas de los vecinos que conocían su participación en la transformación de Luis. Durante los aplausos ensordecedores tras una tercera interpretación de la melodía, Luis se levantó con los ojos llenos de lágrimas de gratitud y dio un abrazo sentido y prolongado a Mateo; los asistentes redoblaron sus aplausos ante una escena tan emotiva.

Compartiendo su historia de amor por medio de la música se había abierto al mundo y los pocos días que le quedaran de vida rebosarían de alegría. La música, hablando directamente a los corazones, había sido la medicina que Luis necesitaba para sanar sus penas y compartir su historia con el mundo, aunque fuera un mundo muy pequeñito y olvidado entre aquellas montañas.

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Por cierto y como es costumbre, el vocablo «pinito» puede referirse a un pino pequeño pero también tiene una acepción en el diccionario que reza como …«primeros pasos que se dan en algún arte o ciencia». No sé si esto de escribir es un arte y tampoco es lo primero que escribo, pero me ha parecido bien escoger este título en una sola palabra.