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domingo, 15 de junio de 2025

INSCRIPCIONES

Muchas de las cuestiones con las que tenemos que lidiar a diario se han desmadrado o están en vías de ello. La informatización de todo está llegando a unos niveles preocupantes que derivan en muchas ocasiones en una indefensión completa ante lo que «digan» las máquinas. Mencionaré aquí, como base de esta entrada, que todo lo que es electrónico es susceptible de ser modificado: no creo que tengamos duda alguna en estos momentos en los que la Inteligencia Artificial modula nuestras vidas.

Llevo en contacto con los programas Senior de la Universidad Carlos III de Madrid desde 2011. Aparte de cursos regulares anuales, tengo en mis archivos las notas y apuntes de más de cuarenta cursos realizados, entre monográficos, seminarios, interuniversitarios y similares. A lo largo de los años los sistemas de inscripción —matriculación— han ido variando hasta llegar al esperpento —en mi opinión— actual.

Haciendo memoria me retrotraigo a los años 60 del siglo pasado. La primera que vez que me tocó acudir a un centro de inscripción fue a solicitar las antiguas Becas del denominado en aquella época «Principio de Igualdad de Oportunidades». Contaba doce años, pero eran otros tiempos. Bajar a Madrid, ir a la calle Amaniel, esperar una generosa cola con mi instancia rellena, hasta llegar al mostrador donde un funcionario del Ministerio de Educación la sellaba y te daba un resguardo del Registro con la fecha y la hora de la presentación y aceptación. ¿Sería posible este sistema hogaño? Parece impensable y por otro lado hasta poco recomendable a la luz de los avances tecnológicos.

A lo largo de estos años, las inscripciones telemáticas a través de internet se han generalizado. Cada academia o en este caso universidad utiliza las suyas, que no voy a comentar aquí, y que serán mejores o peores en función de las características. Si voy a comentar mi visión de las actualmente utilizadas por la Universidad Carlos III de Madrid para los monográficos de su programa senior.

Dos veces por año, junio y enero, la UC3M oferta una variedad de cursos monográficos destinados a público en general pero que, por sus horarios y características, están enfocados a público senior, vamos, mayor, con disponibilidades horarias y ganas de aprender. Las anunciadas en estas fechas para el cuatrimestre sep-2025 a ene-2026 se pueden ver (en estos momentos) en este enlace. Una oferta variada e interesante en donde predominan las clases presenciales que son las más valoradas por los alumnos, insisto y repito, generalmente mayores o muy mayores. El hecho de ser presenciales en diferentes campus de esta universidad, implica un número finito de plazas en función del aula en que se impartan las clases.

A lo largo de los años, los alumnos mayores han ido decantándose no solo por el atractivo de los cursos ofertados sino por los profesores que los imparten. Lo que voy a mencionar a continuación es una opinión estrictamente personal y que no menosprecia ni descuida a nadie. Hay profesores a los que el seguimiento de alumnos es masivo, hablen de lo que hablen y oferten el curso que oferten. A modo de ejemplo y advirtiendo que hay muchos más, mencionaré a dos: Ángel Bahamonde Magro y Eduardo Juárez Valero. Insisto, hay más profesores, pero estos dos tienen el marchamo previo de que sus cursos se van a llenar y las plazas ofertadas van a ser insuficientes, especialmente en el campus de Getafe, pero también en el de Colmenarejo o en el de Puerta de Toledo. Y sobre esta base viene el comentario o crítica de esta entrada.

El sistema ideado por la universidad para la inscripción en estos cursos es bellaco. Hay que hacerlo a través de la página web. Lo del año pasado reventó la web y yo en mi caso me quedé sin un curso que había solicitado por que Google, san Google, no registró debidamente mi petición. Este año, al parecer por campus, han habilitado un día y una hora en que «se pone disponible» un formulario Google de inscripción. El miércoles de esta semana de junio de 2025 había que estar a las 13:00 horas ante el ordenador, refrescando la página, hasta que en la misma apareciera habilitado el enlace para poder rellenar el formulario de inscripción. Y hacerlo rapidito, por aquello de la aplicación de «mar… el último» no vaya a ser que dado el número de plazas te quedes a verlas venir.

Yo tuve la suerte de tener ese día y hora libre para poder ponerme en modo estrés y cumplimentar el formulario. Como yo, y lo sé porque estábamos en contacto a la vez por wasap, otros compañeros. El formulario tardó en aparecer varios minutos, todos nerviosos, a la espera de poder rellenar… ¿Y si a esa hora tenías una consulta médica o estabas en un sitio sin posibilidades de internet? ¿Le encargabas a alguien que lo hiciera por ti?

Al final, esta operación estresante acaba en teoría, si todo va bien, no se cuelga internet o se te va la luz en casa, en un registro con fecha y hora que (san) Google va construyendo y que será el utilizado por los servicios administrativos de la universidad para asignar las plazas, eso sí, «en riguroso orden de inscripción» que está garantizado por… jajaja, el todopoderos y omnisciente (san) Google. Los servicios administrativos de la universidad no quieren o no pueden hacer nada, lo que diga Google va a misa y todos tan felices, aquí paz y después gloria.

Un proceso cuando menos opaco y oscuro a los solicitantes de plaza. La lista generada por (san) Google se puede modificar, alterando la hora para favorecer a un determinado alumno a instancias de alguna «autoridad». Ojo, no digo que esto se haga, pero se puede hacer y además de forma impune y sin control.

No es de recibo la tensión a la que se somete al futuro alumno, por lo general mayor y con pocas habilidades en los mundos electrónicos y no es de recibo, en suma, el «sistemita» empleado. No es cuestión de proponer alternativas aquí, que las hay y de hecho esta misma universidad, en el pasado, utilizó otros mecanismos mucho más claros y sin posibilidad de trueques. Pero claro, hay que mojarse, hacer las cosas bien y de esta forma actual todo es rápido y sin preocupaciones: lo que diga (san) Google, directamente o modificando lo que haga falta. ¿Quién controla? Desde luego el alumno solicitante no.

En este caso, yo he tenido suerte. Estaba preparado, con los datos que me iban a pedir cargados en el ratón del ordenador para copiar-pegar e ir más deprisa en el envío de los dos formularios para los dos cursos en los que estaba interesado. Ha habido suerte y he conseguido plaza en ambos. En enero del año que viene tendré que decidir si asumo un día y hora de estrés galopante o me busco otra universidad o academia con mecanismos más claros, si es que existen. También me puedo dedicar a criar canarios.



 

domingo, 8 de junio de 2025

BURUJÓN

El turismo está desmedido hasta decir basta. Como una forma de progreso de las sociedades, el tiempo libre del que disponemos lo empleamos en salir y ver mundo, cuestión muy loable. Las posibilidades y el abaratamiento de las diferentes formas de transporte facilitan nuestros traslados a otras zonas diferentes a las de nuestra residencia.

El pasado domingo por la mañana intentaba dar un paseo por la siempre hermosa ciudad de Toledo. Lo ideal hubiera sido encontrarme con una cierta soledad en el ambiente para disfrutar del entorno, pero fue imposible: no se podía transitar por las calles, repletas de personas con maletas, grupos guiados, turistas. Terrazas llenas, aparcamientos completos… todo abarrotado, ni andar se podía y no digamos ya entrar en monumentos como por ejemplo las sinagogas con una cierta tranquilidad para poder disfrutar de sus maravillas.

En los años 80 del siglo pasado (XX) se empezaron a poner de moda los denominados Parques Temáticos. Recuerdo mi primera visita a Disneyland París en el año 1993. Fue una experiencia maravillosa, dos familias con niños pequeños que disfrutamos, a pesar de las colas para las atracciones que recuerdo estaban perfectamente organizadas y eran soportables, o es que la memoria me falla. Luego he vuelto en dos ocasiones más allí y aunque la afluencia de público era más numerosa se podía sobrellevar.

Otros parques parecidos tanto fuera de España como en España no me han dado la sensación de agobio y aglomeración de gente. Visitados varios de los famosos de Orlando, en EE.UU. en varias ocasiones entre los años 2000 y 2017, Futuroscope en Francia o españoles como PortAventura en Tarragona, Loro Parque en Tenerife, Warner en Madrid o el más coqueto «El Bosque Encantado» en San Martín de Valdeiglesias me traen recuerdos más o menos nítidos de un cierto disfrute sin sufrir aglomeraciones. Es verdad que los años pasan y los recuerdos se van mediatizando, pero lo del fin de semana pasado en «PuydeFou» cerca de Toledo es para tomar nota.

Procuro leer y enterarme con anterioridad a cualquier viaje de aspectos que me pueden mejorar la visita y estar preparado ante eventualidades que puedan surgir y que anteriores viajeros hayan puesto de manifiesto a través de la red. El hecho de que en las ofertas de adquisición de entradas existan pases especiales para las atracciones, ubicaciones preferentes en el espectáculo de noche o aparcamiento prioritario ya es un índice que pueda dar una idea de lo que uno se va a encontrar. Si la gente paga por mejoras es indicativo para los más avezados de que puede ser conveniente su adquisición. Esto ya existía en París en los años 90 para el acceso a ciertas atracciones, aunque se podía vivir sin ello y disfrutar del entorno.

Este parque, PuyduFou, abrió sus puertas en 2021, con lo que podemos considerar que es relativamente joven. Preguntada gente conocida que lo ha visto, incluso en más de una ocasión, las respuestas siempre han sido de recomendación sin paliativos. Vaya por adelantado de posteriores comentarios que las atracciones son maravillosas, muy cuidadas, con recreaciones históricas que, sin escatimar medios humanos y técnicos, hacen la delicia de los asistentes. Si nos asalta la pregunta de siempre… ¿vale la pena?, la respuesta es, rotundamente, SÍ, pero… no está de más ir avisados de lo que nos espera y lo que tendremos que soportar para disfrutar de las atracciones. Precisamente el formato y duración de los espectáculos, realizados en grandes escenarios bien al aire libre o cubiertos, condicionan la cantidad de público que puede o debe acceder a ellos para hacerlos, digamos, rentables.

Varias cosillas a tener en cuenta. El aparcamiento, una explanada descomunal, a ambos lados de una avenida central implica inevitables atascos en las horas de entrada y salida, por lo que hemos de ir dispuestos a soportar la cola de coches intentado entrar o salir a las carreteras exteriores. Decir también que no hay ninguna sombra y es todo de tierra, lo cual es muy natural, pero conlleva su cuota de polvo y calor en función de la temporada en la que accedamos al parque.

Conseguido aparcar el coche, tendremos un paseo no desdeñable hasta la puerta de entrada al parque, con poquitas o ninguna sombra: imprescindible llevar un buen gorro protector o incluso paraguas como algunos, aunque esto del paraguas tiene sus inconvenientes pues no podremos utilizarlo en las gradas so pena de obstaculizar la visión al resto de asistentes.

La «juventud» del parque implica que los árboles sean todavía pequeños y sin capacidad de aportar sombras. Hay instalaciones con techados de cañas o pasajes con toldos, pero a mi modo de ver muy insuficientes: el sol, según la época ataca de forma inmisericorde. En esta época y a medida que avanza la jornada, hay que estar dispuesto a soportar estoicamente colas de 45 minutos al menos para acceder a los espectáculos. Y una vez acabados, tratar de salir corriendo a la cola del siguiente. En mi caso, a pesar de carreras y estudio de posibilidades, no pudimos ver en un día todos ellos.

Y una cuestión no baladí es el parón entre el fin de las atracciones y el comienzo del espectáculo nocturno, cuyas entradas son numeradas y se venden por separado. La parte superior de la imagen que ilustra esta entrada son las gradas repletas de gente hasta dónde llega la vista y más allá. No he conseguido saber el aforo, pero es de nota. Claro, con toda lógica, eso implica que te dicen que debes estar ocupando tu asiento con quince minutos de antelación al menos. Y cuando acaba el espectáculo, hay que salir lo más aprisa posible, recorrer algo más de un kilómetro con el gentío hasta el aparcamiento y tener suerte de salir con el coche antes de que se forme el tapón del siglo.

En suma, previsión y provisión de agua, gorros, crema solar, paciencia… Me hubiera gustado dedicar más a tiempo a bucear más por la red y encontrar antes de ir esta entrada (enlace) cuya lectura recomiendo para saber a lo que vamos.

Hoy, pido disculpas por ello, he sucumbido a consignar como título de esta entrada un vocablo utilizado coloquialmente en Cuba, presente en nuestro diccionario: «burujón», es decir, «multitud de personas o cosas aglomeradas en un lugar». Serían sinónimos «multitud, aglomeración, gentío, tropel, oleada, tropa, tumulto, caterva…». Por cierto, y como mera curiosidad, Burujón es también el nombre de una localidad de la provincia del «bolo» (como se conoce popularmente a Toledo) en donde existe un paraje muy recomendable de visitar conocido como «Las barrancas del Burujón».




domingo, 1 de junio de 2025

NESCIENCIA


 Voy a comenzar esta entrada con la reproducción del cuento de Gibrán Jalil Gibrán titulado «El rey sabio».

Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.

Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:

—Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:

—El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.

Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
Por recomendación hace ya muchos años de mi maestro y amigo Antonio Rodríguez de las Heras, fallecido hace ya cinco años por COVID, estoy suscrito de forma gratuita a THE CONVERSATION ( https://theconversation.com ), lo que supone recibir a diario en mi correo electrónico una serie de artículos seleccionados de actualidad. En uno de los días de esta semana he recibido uno que me ha dado pie a esta entrada.

Como en el cuento del rey sabio, todo en esta vida es muy relativo. Muchas veces me surge la pregunta de ¿comparado con quién o con qué? El concepto de loco aplicado a una persona indica que realiza acciones que, comparadas con una persona normal, difieren de lo que se pudiera considerar normalidad. Pero en el cuento, todos los habitantes del reino, todos menos el rey y el chambelán, seguían con sus vidas de forma normal, iban, venían, trabajaban, hablaban… Se pudiera colegir que los dos cuerdos eran los que realmente estaban fuera de lugar en el reino.

Me encuentro últimamente con gente que elige no conocer, no saber. Es una manera de alcanzar una cierta felicidad: «ojos que no ven, corazón que no siente»: no dejar que situaciones no confirmadas en experiencias propias nos amarguen la vida, aunque siempre hay quién da una vuelta de tuerca al dicho transformándolo en «ojos que no ven, tortazo que te pegas». 

La ignorancia es, pues, una forma de protección personal. Evita posicionarse ante situaciones desconocidas sobre las que no tenemos ninguna información. Podríamos preguntar a otros, indagar en libros, revistas o medios, en la red… pero es mejor no ponerse a ello por si acaso, no vaya a ser que tengamos que ocuparnos de solventar la situación. Si no me entero de los problemas que me rodean… vivo feliz.

El artículo de The Conversation, en español y para personas interesadas, se titula «Ignorancia y nesciencia: lo que no sabemos y lo que no podemos permitirnos no saber» y está accesible en este enlace.

Ya he comentado muchas veces a lo largo de estos años en este blog que soy un forofo de la curiosidad, un verdadero antídoto contra la vejez. Intentar saber o conocer, especialmente sobre temas que te afectan, puede llevarte a una mejor organización de tu vida en todos los aspectos, aunque, claro, suponga tener que enfrentarte a algunos problemas.

Ignorancia y conocimiento están enfrentados. Es mucho más placentero ver series en televisión que escuchar podcasts sobre temas de actualidad, leer artículos o indagar sobre temas en aras a buscar un conocimiento sobre asuntos que desconocemos o sobre los que queremos profundizar para conocer más. Es como relacionarse con amigos en el bar para hablar de fútbol o asistir a conferencias interesantes. Buscar refugio en la ignorancia para ser felices.

Yo elijo conocer. Me mantiene activo, me permite tomar decisiones sobre muchos aspectos con mayor criterio, aunque también ese conocimiento puede provocar sentimientos encontrados y llevarme a tener que realizar acciones tendentes a reordenar mis pensamientos y mi vida.

Ignorancia es no saber. Es natural, incluso inevitable. No todos sabemos de astronomía, derecho romano, física cuántica o historia del arte. Nadie nos lo exige. Un capitán de la marina mercante puede no saber recitar un poema de memoria y no pasa nada. Pero si ese mismo capitán desconoce los protocolos de seguridad en caso de una avería crítica en alta mar, estamos ante un problema grave: eso ya no es ignorancia, es nesciencia. No saber lo que uno debería saber dadas sus funciones y responsabilidades.
Y es que nesciencia, según el diccionario es «ignorancia, necedad, falta de ciencia».



domingo, 25 de mayo de 2025

MAQUIAVELO


 Ayer precisamente asistí a una interesante conferencia titulada «Fernando e Isabel: los protagonistas de la primera nación moderna del mundo». Esos Fernando e Isabel no son otros, como el lector habrá imaginado, que nuestros Reyes Católicos. También en las clases de historia en la Universidad salen a relucir con cierta frecuencia por diferentes motivos. Una cuestión que siempre llama la atención es la conexión —no declarada— de Fernando el Católico, todo un pájaro como diría coloquialmente un presidente de gobierno actual, con el protagonista de la famosa obra titulada «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo.

No es la intención en esta entrada de hablar de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, conocido como Nicolás Maquiavelo, un diplomático, filósofo y político del Renacimiento italiano nacido en Florencia en 1469 y fallecido en 1527. Se le considera el padre de la filosofía política moderna y de la ciencia política. Se ha acuñado la expresión «ser un Maquiavelo» para designar a los que, inspirados en sus ideas, adoptan una perspectiva pragmática y estratégica en asuntos de la política o de la vida diaria.

«Nací pobre, y aprendí primero a luchar que a disfrutar»
Siempre me ha gustado el asunto de la fraseología, esas sentencias que incitan a reflexionar personalmente. Hace algunos años, en la entrada de este blog titulada «FRASEOLOGÍA» accesible desde este enlace  daba cuenta de mi debilidad confesa por este asunto. En esta ocasión me ha dado por asomarme a las muchas frases con enjundia que brotaron de la mente de este filósofo que hoy nos ocupa y que quiero dejar aquí para constancia y que puedan servirme de reflexión personal o de aquellos que puedan estar interesados. Tiene muchas frases perfectamente reflejadas en numerosos sitios en la web a poco que utilicemos el buscador. Al parecer, se le atribuye erróneamente una frase que sería el resumen de su pensamiento: «el fin justifica los medios». He aquí unas cuantas:

Cuanta más arena ha escapado del reloj de arena de nuestra vida, más claramente deberíamos ver a través de él.
Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
Es doblemente placentero mentir al impostor.
La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
Un signo de inteligencia es la conciencia de la propia ignorancia.
No hay otra forma de protegerte a ti mismo de la adulación, que hacer entender a los demás qué decirte la verdad no te ofenderá.
Nunca intentes ganar por la fuerza lo que se puede ganar mediante el engaño.
Nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.
Si hay que hacer un daño a un hombre, debe ser tan grave que no haya que temer su venganza.
Los hombres ofenden más a quién aman que a quién temen.
El líder debe saber entrar en el mal cuando la necesidad lo ordena.
Una batalla que ganas anula todos tus errores.
Nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira.
Es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse.
El sabio hace enseguida lo que el necio hace al final.
A la gente hay que acariciarla o aplastarla. Si les haces un daño menor, se vengarán; pero si les dejas lisiados, no podrán hacer nada.

Si necesitas herir a alguien, hazlo de forma que no tengas que temer su venganza.
El hombre olvida antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.
Deseo ir al Infierno y no al Cielo. En el primero gozaré de la compañía de papas, reyes y príncipes, mientras que en el segundo sólo hay mendigos, monjes y apóstoles...
El odio se gana tanto por las buenas obras como por las malas.
No estoy interesado en preservar el status quo; quiero derrocarlo.
Ante todo, ármate.
Un cambio siempre deja el camino abierto para el establecimiento de otros.
Los hombres son tan simples, y tan inclinados a obedecer las necesidades del momento, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
No hay nada más importante que aparentar ser religioso.
La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
Los hombres rara vez tienen el valor suficiente para ser, o extremadamente buenos, o extremadamente malos.
El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos.
La naturaleza crea pocos hombres valientes; la industria y el entrenamiento hacen muchos.
Nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.
Los hombres que no obran bien siempre andan temiendo que otros les respondan con aquellas acciones que las suyas se merecen.
De los seres humanos en general, se puede decir que son hipócritas y codiciosos.
El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
No puede haber grandes dificultades donde abunda la buena voluntad.
En todas las cosas humanas, cuando se examinan de cerca, se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros.
El príncipe prudente debe preferir rodearse de hombres de buen juicio a los que dará la libertad de decirle la verdad.
Guerra justa es aquella que es necesaria.
Los hombres en general juzgan más por las apariencias que por la realidad. Todos los hombres tienen ojos, pero pocos tienen el don de la penetración.
No son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos.
Los pueblos rara vez, si acaso alguna vez, se rebelan por causas razonables.
Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pero pocas personas saben lo que realmente eres.
Las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse.
Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los favores deben hacerse poco a poco con el objetivo de que se aprecien mejor.
Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y aquella parte de la gloria que nos corresponde.
Los hombres que no obran bien siempre andan temiendo que otros les respondan con aquellas acciones que las suyas se merecen.
Los hombres intrínsecamente no confían en nuevas cosas que no han experimentado por sí mismos.
Quien desee éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos.
La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.
Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.
La clemencia mal empleada es más dañina que la severidad bien empleada.
No se puede evitar que un enemigo intente ofenderte, pero sí puedes asegurarte de que no lo consiga.
Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio.
Es un fallo común en los hombres no preocuparse por la tormenta durante la bonanza
Un hombre que quiere ser bueno entre tanta gente que no lo es, acabará provocando su propia ruina.
No hay nada más difícil de gestionar, de éxito más dudoso o más incierto, que el gestionar personas.
Si no puedes ser ambas cosas a la vez, es mejor ser temido que ser amado.
La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y elegir el mal menor.
Las leyes no deben mirar hacia cosa ya pasada, sino proveer para las futuras.
Un ejército de ovejas dirigido por un león es más formidable que un ejército de leones dirigido por una oveja.
La política no tiene nada que ver con la moral.
En asuntos de Estado, cuando hay que tomar una decisión, nunca está todo en claro; quien espera a despejar todas las dudas, actúa demasiado tarde.
Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; o por amor o por miedo.
La prudencia consiste en saber reconocer la calidad de los inconvenientes, y escoger el menor.
Hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí, el segundo entiende lo que los otros disciernen y el tercero no entiende ni discierne lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil.
Los hombres son desagradecidos, inconstantes, fingen lo que no son y ocultan lo que son.
El hombre prudente no lamenta las cosas que no puede cambiar, sino que se esfuerza por mejorar las que sí puede.
La virtud es lo que hace que un hombre sea amado y respetado por otros y la astucia es lo que hace que un hombre sea temido y respetado.
El que desea ser obedecido debe saber cómo mandar.
La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos.
Unas más acertadas que otras según el juicio de cada uno, pero todas ellas dan para pensar. Y hasta algunas son de rabiosa actualidad para entender el presente.




domingo, 18 de mayo de 2025

PERSONALIDAD


La tarde del 8 de mayo de 2025, a las 18:08, el humo blanco ascendía a los cielos romanos desde la Capilla Sixtina… ¡Fumata blanca! ¡Habemus papam! El cardenal estadounidense de nacimiento y peruano de adopción Robert Francis Prevost, de sesenta y nueve años, resultó elegido como nuevo Papa que ejercerá su pontificado bajo el nombre de León XIV.

A lo largo de mi dilata vida laboral, que se ha extendido por algo más de cincuenta años, nunca he tenido responsabilidades que incluyeran la gestión de personas. Aunque he tenido varias oportunidades de ascender a puestos directivos, siempre he renunciado a ellos, algunas veces con el acarreo de serios problemas porque nunca está bien visto por tus jefes que no te quieras implicar en cuestiones para las que ellos piensan que estás capacitado.

Una vez que estuve a puntito de aceptar un cargo, pero ocurrió una cosa mientras lo estaba pensando que me hizo desistir. Un compañero de trabajo, relativamente reciente en el departamento, había sido un alto cargo en otra empresa. Llegó un momento en que no aguantaba más y pidió una excedencia para alejarse de aquella maldición y recuperar su vida y su alegría, recalando en el mismo departamento en el que yo laboraba, como empleado de base, al igual que yo. Llegamos a intimar bastante y cuando se enteró de que estaba sopesando el aceptar un ascenso, me hizo una terrible confidencia: «si finalmente decides aceptar el puesto, dado tu carácter, te recomiendo muy encarecidamente que hagas uno o varios cursillos acelerados de, vamos a ser educados, cabroncete». Lo que realmente me dijo, lo recuerdo bien, fue de HDP.

Al final renuncié. Ello propició que otro compañero del departamento, con el que llevaba ya varios años trabajando y con amistad fuera del trabajo, fuera ascendido al puesto. No voy a entrar en comentarios detallados, pero la complicidad y camaradería que habíamos compartido en lo profesional y lo personal quedó truncada de raíz. El cambio fue radical, lo que me hizo pensar en que quizá él si había seguido un cursillo acelerado de HDP.

La personalidad es uno de los constructos más importantes empleado en el mundo de la psicología. Si bien los estudios de personalidad no se prodigan, sus resultados son muy interesantes. Lo de no prodigarse quizá sea debido a su complejidad: una acción muy empleada es empezar por estudiar los resultados del test MMPI —siglas en inglés del Inventario multifásico de personalidad de Minnesota—. No es el único, aclaro: 16FP, Millon, Salamanca… son otros sobre este asunto de la personalidad. EL MMPI, test completísimo y el más utilizado, contiene más de quinientas cuestiones —567 preguntas con respuestas de [V]erdadero o [F]also— y por lo general se necesita alrededor de una hora y media para su relleno. Pero las respuestas que normalmente la gente facilita se basan más en la llamada «deseabilidad social» —lo que quiero que piensen de mí— que en la realidad, por lo que son necesarias comprobaciones exhaustivas a posteriori mediante entrevistas. Como digo, costoso, complicado y muy laborioso.

Como todo en esta vida, las actitudes pueden derivar en trastornos. La personalidad no está exenta de ellos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, histriónico, límite, narcisista, dependiente, obsesivo-compulsivo, pasivo-agresivo, bipolar, de evitación… La lista nunca se acaba porque a medida que pasa el tiempo se van añadiendo más y más. Pero sin tener que llegar al trastorno, la personalidad y el carácter se ven afectados por el entorno y las experiencias a lo largo de la vida. Aunque no nos lo parezca, cambiamos, sí, cambiamos, y mucho. Es probable que a nosotros mismos no nos dé esa impresión, que somos los mismos, pero los que nos rodean e interactúan con nosotros observarán nuestros cambios, especialmente en los ambientes familiares y laborales. Tendríamos que hacernos un estudio de la personalidad de vez en cuando…

¿Qué tiene que ver todo esto con el reciente nombramiento del Papa? En el libro de Eric Frattini titulado «Cónclave. La Iglesia después de Francisco» y publicado en estos días de mayo de 2025 tras la muerte del Papa Francisco, se puede leer el siguiente párrafo, atribuido al Papa Pablo VI tras su elección como tal en un ya lejano 1963: «La sensación de soledad se vuelve completa y abrumadora. Mi deber consiste en trazar planes: decidir, asumir toda la responsabilidad de guiar a los demás, incluso cuando esto parezca algo ilógico y puede que hasta absurdo. Y sufrir a solas… Solo estamos Dios y yo».

A la persona Robert Francis Prevost le ha cambiado la vida, radicalmente, una tarde de mayo de 2025 cuando aceptó resignado su nombramiento. Su personalidad y su carácter forjado a lo largo de sus sesenta y nueve años por sus experiencias en la vida ya no son iguales. No dormirá en la misma cama, no tendrá sus rutinas a diario, no hablará con las mismas personas, tendrá que tener mucho cuidado con sus palabras y sus acciones, le lloverán los problemas porque no olvidemos que es el jefe de Estado del Vaticano, no solo para aspectos meramente religiosos sino también civiles. El mundo que le rodeaba hasta hace unos días ha desaparecido como por arte de magia para dar paso a otro muy distinto que afectará a su personalidad y a su carácter. No hay ninguna garantía de que siga siendo el mismo que antaño. Y por mucho que él lo intente, lo más probable es que le resulte imposible.

El mencionado libro de Eric Frattini es un compendio de la vida en el Vaticano del papa Francisco tras su nombramiento en 2013. Maremía… las situaciones que en él se describen y que parecen tan verosímiles como escalofriantes. Y seguirán repitiéndose con el nuevo Papa que tendrá que adaptarse y lidiar con ellas o, esperemos que no, renunciar. Es muy joven.




domingo, 11 de mayo de 2025

CHULETAS


 Nunca se me olvidará la imagen de mi padre escribiendo a todas horas y por todos lados: agenda de teléfonos, diario, notas varias… Otra cosa no será, pero papeles escritos tenía por doquier. Algunos conservo, muy curiosos. Muchas veces me ha dado por pensar si mi padre hubiera nacido cincuenta años más tarde y hubiera dispuesto de ordenadores como nosotros ahora, no hubiera ganado para discos duros en los que almacenar tanto papeleo. Es verdad que las notas escritas ocupan poco y que lo que más llena nuestro almacenamiento electrónico hoy en día son las fotografías y los vídeos.

Hablando hogaño en términos del deambular diario, llevamos encima dos cosas que se nos antojan fundamentales: la cartera y el teléfono móvil. Especialmente cuando estamos fuera de casa, estos dos objetos nos facilitan la vida hasta puntos insospechados, que solo descubrimos si en algún momento los perdemos o nos los roban.

Se estima que en España roban alrededor de 250.000 móviles anualmente, según los datos de las autoridades españolas, y es en los meses de verano cuando aumenta el volumen de hurtos con la proliferación de los eventos masificados al aire libre, como los festivales de música. Durante el pasado verano se detuvo a un grupo especializado en el robo de dispositivos móviles, al que se le incautó cerca de un centenar de teléfonos robados a los asistentes del festival de música Summer Story (Arganda del Rey, Madrid). En esta línea, la Policía Foral de Navarra confirmó que en 2024 el robo de móviles volvió a ser el delito estrella de los Sanfermines. Los datos de los Mossos d'Esquadra, por su parte, indican que solo en Cataluña roban un promedio de 168 dispositivos móviles al día.
Los delincuentes ya no roban solo por el valor del móvil en sí, sino por el acceso al contenido que en ellos se acumula; contienen direcciones, números de teléfono, datos confidenciales, tarjetas de crédito, aplicaciones sanitarias, además de fotos, vídeos y otros elementos de valor emocional; información personal sensible que puede causar graves perjuicios si cae en manos inapropiadas.
En el caso del teléfono móvil no solo estamos hablando de que nos lo roben, sino que otras situaciones pueden dejarnos incomunicados telefónicamente, aunque eso quizá hoy en día sea lo de menos, porque utilizamos el teléfono para múltiples cosas aparte de llamar: pago en comercios, wasaps con familiares y amigos, consulta del correo electrónico, aplicaciones bancarias, notas, agenda, citas médicas, medicamentos… El teléfono puede quedar inoperativo por mil razones: robo, pérdida, caída y rotura, bloqueo por teclear mal el PIN… Cada uno tendrá sus experiencias. La mía más estrambótica es llevar el teléfono en el bolsillo de la camisa, agacharme en un escusado, caérseme y verlo desaparecer sin saber nunca más de él.

Esta semana me han contado un caso de indisponibilidad del teléfono muy curioso. En una reunión familiar, se deja el teléfono en la mesa de manera despreocupada y cuando al rato se intenta utilizar está bloqueado: el PIN con el que está protegido no funciona. Al parecer un sobrino se hizo con él y estuvo trasteando… Lo tenemos, no lo hemos perdido, no nos lo han robado, no se ha roto, funciona… Bloqueado no nos sirve de nada, necesitamos el famoso PUK para desbloquearlo y volverlo operativo. ¿Tenemos el PUK? ¿Dónde? ¿Lo llevamos encima?

El asunto se puede complicar en el caso de que lo hayamos perdido sin posibilidad de recuperarlo o nos lo hayan robado. En este caso necesitamos los IMEI’s para llamar a nuestra compañía y bloquear el teléfono para que no lo puedan utilizar: llevamos muchos datos personales y posiblemente sensibles en él. Doy por descontado que lo llevamos protegido con PIN, contraseña, patrón, clave, huella dactilar o similares, pero los malos acaban saltándose eso con cierta facilidad.

El otro objeto del que he hablado y que llevamos encima es la cartera. Cada uno es muy libre de decidir que lleva y no lleva en la cartera y, por extensión, en el bolso, especialmente las mujeres. Al ir a pagar en algún supermercado he visto carteras con tarjetas hasta decir basta. Comentarios aparte, un asunto sensible aparte de la documentación personal — DNI, carnet de conducir, acceso a la empresa, etc. etc. —. son nuestras tarjetas de crédito. Si pagamos con el teléfono… ¿las llevamos también en la cartera? Respuestas habrá para todos los gustos, pero me temo que la generalidad es que sí. Si nos roban o perdemos la cartera, un asunto de cierta inmediatez sería el llamar a nuestro banco y anularlas para evitar males mayores.

Normalmente, cuando nos identifiquemos telefónicamente en nuestro banco, o bancos, allí conocerán nuestros números de tarjetas y podrán bloquearlas todas, pero será mucho más efectivo si nosotros les indicamos los números. ¿Los tenemos disponibles? ¿Dónde? ¿En algún sitio? ¿En casa? ¿Tenemos disponible el número o números de atención al cliente de nuestros bancos para poder llamar? Y eso cuando no nos hayamos quedado, también, sin teléfono.

Una posible solución a estos asuntos es llevar tanto en el teléfono como en la cartera una nota o notas con estos números sensibles para poder reaccionar en caso necesario. La imagen que encabeza esta entrada es un ejemplo del sistema que yo utilizo para llevar un registro de los teléfonos de atención al cliente y los números de tarjetas bancarios: en un papelucho por la cartera y además en una imagen en el teléfono. Este mismo sistema lo podemos utilizar para los PUK’s y los IMEI’s antes aludidos y, por qué no, para llevar algunos teléfonos sensibles de familiares o sitios porque ya no nos sabemos de memoria ni el nuestro: nos confiamos a la agenda del teléfono, de forma que, si no lo tenemos disponible, aunque otra persona nos preste el suyo no podremos llamar por desconocimiento del número.

Pero claro, llevar anotaciones en claro en papeles o imágenes es un peligro. Algo hay que hacer para enmascarar estos datos —un técnico diría cifrar o encriptar— con algún mecanismo o clave que nos permita a nosotros recuperar la información, pero a nadie más.

Dando una vuelta de tuerca a todo este asunto, lo suyo sería no tener información en el teléfono o en la cartera y ponerlo en la NUBE. Con nuestra cuenta y clave de acceso a la NUBE podríamos recuperar la información necesaria siempre que nos presten o tengamos a mano algún dispositivo que nos permita acceder. Eso sí, yo seguiría insistiendo en utilizar algún tipo de cifrado o encriptación porque nunca nos podremos fiar, tampoco, de la NUBE. Lo más sencillo que yo utilizo es un fichero comprimido de tipo «.zip» protegido por una contraseña memorizada. Eso sí, tendremos que tener en el teléfono una App que nos permita abrir este tipo de ficheros para ver su contenido.




domingo, 4 de mayo de 2025

PRÓVIDOS

 

No hace mucho tiempo nos reíamos cuando desde la Comisión Europea nos recomendaban hacernos en nuestras casas con una mochila de subsistencia. El asunto iba enfocado a una previsible futura guerra en Europa. Las imágenes de una comisaria europea mostrando su bolso con comentarios acerca de esta mochila provocaron hilaridad y risa contenida de muchos que consideraban esto como una ocurrencia más de las muchas que salen a la luz para tenernos despistados de asuntos o temas en verdad vitales.

El lunes de esta semana hemos vivido en España un suceso que a decir de todos los políticos y técnicos «era imposible que tuviera lugar», IMPOSIBLE, I M P O S I B L E, o en dos palabras como dijo el famoso torero IM y POSIBLE. Las hemerotecas han sacado la luz comentarios prepotentes que no daban siquiera una posibilidad, por pequeña que fuera, a que ocurriera lo que el lunes de esta semana, 28 de abril de 2025, hemos vivido: el apagón. Total, en toda la península, España y Portugal. Y menos mal que en algunos casos «solo» duró diez horas. 

La periodista Paloma Llaneza dice en un artículo reciente que «Prepararse para grandes emergencias no es de miedosos ni pesimistas, sino la opción sensata, lo que habría hecho mi abuela». Las casas modernas distan una enormidad de las de nuestras abuelas en cuestiones de equipamiento. Yo conocí la casa de mi abuela en los años sesenta del siglo pasado en un pueblo de Toledo y el único suministro externo que tenía era la corriente eléctrica. Un apagón como el del lunes pasado, por lo demás frecuentes en aquella época al menos a niveles locales, hubiera dejado la casa a oscuras y poco más, bueno, también la radio que estaba en una repisa del comedor. Pero se utilizaban más los transistores a pilas… La cocina era de carbón y leña, no había agua corriente ─a la fuente pública había que ir para acarrear agua─, no había agua caliente, no había calefacción y no recuerdo ningún aparato casero alimentado por electricidad salvo aquella radio antes aludida. Las velas salían de los cajones y alumbraban las estancias hasta que volviera la electricidad, un cambio mínimo en la vida de las personas.

Hoy en día es al revés: no funciona nada sin corriente eléctrica. Mi hija me decía el día del apagón: «me voy a la ducha» a lo que contesté si se iba a duchar con agua fría. Me contestó muy convencida que el agua caliente y la calefacción son de gasoil… Sí, pero las bombas y los quemadores funcionan con electricidad, así que… no hay agua caliente. Como yo la dije… es mas fácil apuntar lo que funciona, que son cuatro cosas. Solo aquello que sea puramente mecánico ─la escoba y recogedor o unas tijeras─, funcione a pilas o disponga de batería ─mientras dure la batería─ sería posible utilizar. Libros normales y electrónicos siguieron funcionando.

Tratamos de ser previsores en casa. Hoy en día en cuestión de alimentación no se vive al día por lo general, por lo que normalmente se dispone de leche, fruta, latas de conserva, alimentos no perecederos como arroz, pastas y legumbres, galletas, pan de molde, etc. etc. incluso alimentos en la nevera o en el congelador. Pero, salvo que tengamos una cocina de gas y no se haya interrumpido el suministro de gas, no podremos cocinar en nuestras flamantes placas vitrocerámicas o de inducción. La única solución es el famoso camping gas que deberíamos tener con repuesto de carga y en perfecto funcionamiento.

Hubo cosas el otro día que llamaron poderosamente mi atención. La gente no podía salir en coche de sus casas porque la puerta automática del garaje no se abría por falta de corriente. Lo primero que yo hice, hace treinta años cuando empecé a vivir en mi casa, es enterarme cómo se podía abrir la puerta del garaje de forma manual. Aunque no haya catástrofe generalizada, uno puede tener la necesidad de salir a horas intempestivas, para ir a urgencias de un hospital, y tener la necesidad de abrir la puerta del garaje, aunque no haya corriente eléctrica o se haya estropeado el motor. ¿Tiene Vd. garaje? ¿Sabe cómo abrir la puerta de forma manual?

Nos estamos acostumbrando cada vez más, sobre todo los jóvenes, a no utilizar el dinero y tirar de móvil o tarjeta hasta para pagar una fotocopia de 5 céntimos de euro. Incluso funcionando todo con normalidad, hay situaciones en la que todavía no es posible el uso de tarjeta de crédito. Por ejemplo, los autobuses interurbanos de mi pueblo, para lo que es necesario el dinero y además en billetes pequeños de cinco euros. Ya he visto a más de uno perder un autobús por tener que ir a buscar un cajero para obtener dinero físico. Pero el otro día los cajeros no funcionaban… En casa siempre disponemos de una pequeña cantidad de dinero, en billetes y monedas fraccionarios, para cualquier emergencia que pueda surgir.

Velas, cerillas, mecheros, pilas variadas, navaja suiza, linternas ─con batería, a pilas y con dínamo─, herramientas, un silbato, botiquín, cinta americana, cuerda… De todo eso teníamos en casa… Según expertos en temas de supervivencia… «se trata de estar listo para proveer las cuatro patas de la supervivencia: agua, fuego, refugio y alimentos».

El pasado lunes fue fundamental la radio a pilas. Los teléfonos móviles dejaron de funcionar a los pocos minutos, pero nos dió tiempo a enterarnos por wasap y twitter que el apagón afectaba a toda la zona peninsular de España, Portugal y el sur de Francia. Los teléfonos móviles enmudecieron y lo único que nos quedó para estar enterados de lo que ocurría fue la radio, la bendita radio de toda la vida que, una vez más, salió en socorro de todos. Una alternativa hubiera sido la radio de los coches. 

Conservo desde 1985 la radio, magnífica, que ilustra esta entrada y de la que guardo su folleto de instrucciones en perfecto inglés. La compre por medio de un amigo en EE.UU. con la intención de mejorar mi inglés en aquellos años, ya que dispone de onda corta y la utilizaba para escuchar un rato por las noches la BBC. Ya era muy avanzada en la época, pero lo sigue siendo ahora, con su búsqueda automática de emisoras, y su ajuste fino de recepción. El lunes estuvo funcionando unas cuantas horas facilitando información actualizada mientras las modernas televisiones y ordenadores estaban en silencio, aisladas del mundo exterior.

Nuestra dependencia, como hemos podido comprobar, de la energía eléctrica es total. Podemos comprarnos un grupo electrógeno y suficiente combustible para auto suministrarnos electricidad por unas horas, pero a todas luces no es una opción viable para la mayoría de las viviendas. Quizá para algunas individuales con suficiente espacio para guardar tantos cachivaches para un por si acaso.

«Próvido» es sinónimo de previsor, cuidadoso y antónimo de negligente y descuidado, vocablos suficientemente conocidos y que no requieren mayor explicación.