Supongo que el refrán ese tan conocido de «mal de muchos, consuelo de tontos» es de aplicación generalizada hoy en día al asunto de los cables, cargadores y transformadores asociados a los cachivaches electrónicos que abundan cada vez más en nuestros hogares u oficinas. Ya hace años que las autoridades europeas legislaron algo acerca de los cargadores telefónicos y de ordenadores para evitar la proliferación, pero por el momento parece que no se hace efectivo.
De forma cíclica hago una revisión de varios cajones llenos de cables para llevar al punto limpio una montonera de ellos que ya se han quedado anticuados. Al mismo tiempo, cada vez que llega un aparato nuevo al domicilio hay que hacer revisión y por lo general no hay cable disponible y hay que comprar alguno nuevo. Esta semana mi hija ha comprado un ordenador nuevo para reemplazar el suyo antiguo que data de 2013 —bastante ha aguantado— y la primera en la frente: el cable que utilizaba para conectar su disco duro de copias de seguridad no lo puede utilizar. El formato ha cambiado y el nuevo ordenador necesita un USB-C en lugar del USB-A que tenía anteriormente. No puede restaurar sus ficheros al ordenador nuevo hasta no comprar un cable nuevo que, sí, solo cuesta unos siete euros, pero que engrosa el cajón de los cables. Antes era un USB Micro B a USB tipo A y ahora necesita un USB Micro B a USB tipo C. Además, el ordenador nuevo solamente dispone de dos entradas USB tipo-C con lo que es necesario sí o sí hacerse con un HUB o un DOCK que facilite la conexión de antiguos dispositivos.
Es todo un mundo. Cualquiera que se asome a un comercio de venta de cables puede apreciar una locura de ellos: alargadores, extensores, convertidores, cargadores, HUB's DOCK's. HDMI's, lectores de tarjetas, switches… Pero es que puede haberlos de varias generaciones o niveles, por ejemplo, al comprar un USB deberemos fijarnos que la pestaña interior sea AZUL para asegurarnos que estamos comprando uno de la generación 3.x y por tanto con mayor velocidad de transmisión. No tiene sentido hoy en día comprar los antiguos, negros o blancos, con generación 2.x o inferior salvo que queramos eternizarnos cada vez que copiamos algún dato voluminoso.
¿Quién se acuerda de los euroconectores? Todavía me queda alguno por ahí funcionando para asuntos de sonido, pero seguro que los vertederos están llenos hasta arriba de ellos debido a la evolución de la tecnología que va arrinconando estos conectores y cables.
Si ponemos «Cable USB» en ese conocido almacén de venta por internet recibiremos más de 60.000 resultados en estos días. Será necesaria una búsqueda más concienzuda y sistemática para encontrar lo que buscamos, teniendo en cuenta que muchos de ellos son de diferentes empresas y con diferentes calidades. Poco a poco y con el paso del tiempo iremos tomando nota de nuestras compras anteriores y de las opiniones de los usuarios para decidirnos por apostar a lo seguro a pesar de algunos euros más de carestía. La siguiente fotografía corresponde a mi «botiquín informático» que procuro tener siempre a mano por si las moscas…
Y hablando de cables, a la cama no te irás sin saber una cosa más. Ese almacén al que antes he aludido está lleno de cables compatibles de las más variopintas marcas. Por precaución, es conveniente tener más de un cable de un tipo determinado por aquello de los viajes y las pérdidas. Uno muy específico es el cable cargador que puede verse en la imagen que encabeza esta entrada. El aparato es un reloj GARMIN Venu 2 que ya cuenta con unos añitos. El cable para cargar la batería del reloj es muy específico de esa marca y reloj. Como puede apreciarse en la fotografía, consta de 4 pinchos retráctiles que encajan en el reloj cediendo a la presión para hacer el contacto. Ni que decir tiene que cuando compramos el reloj o el aparato que sea no nos fijamos en estos accesorios, que descubrimos al llegar a casa y ponerlos en marcha.
Pues bien, uno de los pinchitos del cable se ha quedado encajado y por ello no hace contacto, con lo cual no se puede cargar el reloj. He tratado de extraerlo con unas pinzas para ver si volvía a la vida, pero no ha habido manera. Se imponía comprar uno nuevo. Pedido uno en ese gran comercio por internet, he tenido que devolverlo porque no cargaba el reloj, cosa verdaderamente extraña. Mirando por internet, he podido leer avisos a navegantes con varios comentarios indicando que hay que extremar el cuidado con este cable y comprar el original, porque se han dado casos de relojes dañados, sobrecalentados y que han quedado inservibles por mor de utilizar cables no adecuados. ¿Metiendo miedo al consumidor?
El caso es que he tomado la decisión de comprar uno original. ¡Maremía! ¡Caramba con el cablecito! Ni que tuviera música. Al no encontrarlo en ninguna tienda física no me quedó otro remedio que comprarlo en la tienda virtual de la propia casa, lo que implica unos costes de envío. Vean en la siguiente imagen la factura con el costo
Más de 30 euros. Y el cable no sirve para otra cosa más para cargar el relojito de marras. Y en buena lógica, para cubrirme un posible fallo futuro y por lo que hemos hablado, debería haber comprado dos. Por el momento me apañaré con este, tendré (muchísimo) cuidado y lo guardaré como oro en paño.