Buscar este blog

sábado, 31 de mayo de 2014

RETORNAR



Retornar: «volver al lugar o a la situación en que se estuvo». Hay sitios en los que hemos estado una única vez en nuestra vida. Muchos de ellos son consecuencia de viajes a lugares a los que nos gustaría o no volver, pero que conforme van pasando los años se van alejando en la memoria. Pero me quiero referir a en esta entrada a lugares cercanos en los que estuvimos y a los que no hemos vuelto en décadas: esta semana me he reencontrado con dos de ellos en lo que ha sido una experiencia que no acierto a calificar. Ambos están relativamente cercanos a mi casa y los puedo alcanzar andando en un paseo de regreso al pasado.

Hace muchos años, casi cincuenta, una vez acabado el colegio y sin edad todavía para trabajar, entrábamos de lleno en una sucesión de días con muchas horas sin un cometido claro: había llegado el verano. Hay que decir que en aquellas épocas se empezaba a laborar a edad muy temprana, en diferentes ocupaciones que traía consigo la época estival, donde un gran número de veraneantes abarrotaba el pueblo. Yo recuerdo mi primer trabajo remunerado ayudando a un panadero a distribuir el pan en su furgoneta por las tahonas de los pueblos cercanos. Eran otras épocas y los padres se preocupaban más por tenernos entretenidos que por lo de ganar unas perrillas, aunque lo uno llevaba a lo otro. Debía tener yo nueve años cuando tuvo lugar mi primer trabajo; todos los chicos andábamos en algo que podía ser repartir pedidos de las tiendas de ultramarinos o del mercado, colocar almacenes o ayudar en la farmacia. Pero antes de esa edad, y teniendo en cuenta que las casas eran pequeñas y las familias amplias, el sitio para pasar la mayor parte del día era la calle.

Un tío mío, Santiago, que tenía negocios en Venezuela y venía a España a pasar los veranos, se encargaba de reunir a sus hijos con primos y vecinos para llevarnos por las mañanas al campo, en los alrededores del pueblo, a realizar diversas actividades: simples paseos, escalar pedruscos, hacer cabañas, juegos como escondite o pañuelo… o… bañarnos en una poza del río. Realmente era un pequeño remanso donde el agua, amén de estar fría como ella sola, no llegaba ni a la cintura. Pero entre ir allí, remojarse un poco y volver, echábamos la mañana. Las cosas han cambiado mucho en estos casi cincuenta años: el río de ahora es un aprendiz del de antaño, apenas sin agua desde principio del verano y con una carretera muy cercana que no existía y que ha transformado radicalmente el entorno. Aun así, esta semana he localizado la zona, muy deteriorada, pero inconfundible debido a una gran roca existente en el lugar. La diferencia de tamaño personal, mi estatura, entre la actualidad y cuando tenía ocho años me ha hecho ver que la roca no es tan grande como yo la recordaba. Casi cincuenta años son muchos y los recuerdos te pueden traicionar.

El otro lugar es un sitio imponente en el que estuve una única vez en 1993. La precisión en recordar la fecha viene dada de la carpeta en la que guardo mis negativos fotográficos en blanco y negro. Acompañado de un par de amigos, en un primer intento de localizar la zona no dimos con ella y tuvimos que observar el área desde una cierta distancia para poder hacernos una idea de por dónde acometer la subida. A la segunda fue la vencida y conseguimos alcanzar la cima no sin pasar un cierto desasosiego, que fue mayor a la bajada, al tener que trepar y descender por las rocas, una actividad para la que uno no está tan preparado como antaño, pues no en vano los años no pasan en balde, tanto a nivel físico como sobre todo mental. La zona es conocida como «La pisada del diablo» debido a la roca que puede verse en la fotografía y que presenta una hendidura que dice la tradición fue ocasionada por el pie del diablo cuando se apoyó en ella para saltar y continuar su camino. Tradiciones aparte, es una plataforma de piedra en la falda de una montaña desde la que se puede contemplar una amplia zona en cuyo fondo destaca la ciudad de Madrid. Se me ocurre que puede ser un buen sitio para llegar allí al anochecer armado de tortilla, ensalada de tomates y cebolla y bota de vino para contemplar las luces titilantes de la ciudad en la tierra y de las estrellas en el cielo. El problema sería bajar de allí de noche, una actividad delicada pero que se podría asegurar con buenas linternas.

Buscamos sin éxito un tercer lugar, conocido como «El saltadero», una improvisada fuente que un grupo de amigos construyó en 1990 sobre un manantial que existía de forma inverosímil casi en lo alto de la montaña. Comentando posteriormente con unos y otros llegamos a averiguar que ya no existe pues el tiempo y la falta de cuidados ha forzado su desaparición.

sábado, 24 de mayo de 2014

BUZONEO



En estos últimos días se ha registrado en el buzón de nuestra casa familiar una actividad inusual. Normalmente crecen allí las telarañas, por varias razones: nos suscribimos generalmente a las opciones electrónicas de documentación de las diferentes empresas con las que interaccionamos, procuramos evitar toda la correspondencia posible y disponemos de un apartado de correos para dirigir allí lo que nos interesa o es imposible evitar. Así pues, los envíos que finalmente acaban en el buzón instalado en nuestro portal son anecdóticos y tienen lugar de Pascuas a Ramos.

Hace años, el envío masivo de propaganda en papel por parte de las empresas para intentar venderte algo o colocarte un seguro era agobiante. Había un tráfico de direcciones que se pasaban entre unas y otras y todo un mundo complejo para inundar de propaganda los buzones con unos diseños de lo más sugerentes y personalizados. Ante las protestas generalizadas contra estas prácticas, la puesta en vigor de leyes que protegían los datos personales y el convencimiento de que este sistema no era ni lógico ni rentable, estos sistemas de propaganda postal cayeron de forma radical hasta desaparecer. Lo que queda, residual, son los folletos de las grandes superficies que ya no van personalmente dirigidos y que suelen acabar en un buzón general de anuncios que cada vez más las casas instalan en el exterior.

Pero estamos de elecciones al Parlamento Europeo, que se celebran mañana. Con este motivo y al ser tres las personas en edad electoral que residimos en este domicilio, hemos recibido trece sobres. Parece que deberían de haber sido quince, pero hay un matiz curioso, que luego explicaré, para que hayan sido solamente trece. El buzón debe estar cansado ante tanto trabajo en un espacio tan corto de tiempo y seguramente no comprenderá lo que está pasando. Cinco de los partidos políticos que concurren han tenido la capacidad de enviarnos sus propuestas para convencernos, de forma postal y a la antigua usanza. Hay que mencionar que de los cinco, cuatro han conseguido la dirección completa, con nombre y todo, que viene impreso bien en el exterior del sobre o en las hojas interiores, utilizando en este caso el sistema de ventana transparente. Uno de los envíos tiene como destinataria la vivienda, por lo que en lugar de un nombre lo que figura es «Electores residentes en». Debe ser que esta formación ha optado por ahorrar costes o no ha tenido el suficiente peso o capacidad para obtener y manejar datos personalizados.

Ninguno de los sobres tiene sello, figurando en todos ellos aquello de «FRANQUEO PAGADO». Resulta también curioso el hecho de que en tres de los cinco envíos figura el partido remitente en el exterior del sobre: UPyD, Izquierda Unida-Los Verdes y Socialistas-PSOE, mientras que en los otros dos no hay ninguna señal externa que identifique al remitente: ¿será para evitar que vayan directamente a la basura? Una vez abiertos, en su interior se constata que proceden del PP y de… que curioso, Izquierda Unida-Los Verdes en una segunda modalidad y con otro mensaje.

Supongo que las personas e imprentas que hayan intervenido en el proceso de preparar todos estos envíos masivos habrán estado contentas por disponer de un trabajo y unos ingresos en estos tiempos que corren. No creo que los carteros de correos hayan hecho otra cosa que sufrir este aluvión de trabajo sin ningún tipo de compensación económica. Y el resto de ciudadanos nos preguntaremos muchas cosas, tales como quién paga el coste de todo esto, que no ha debido de ser pequeño. Se sabe que los gastos de las campañas pueden ser sufragados en parte por las subvenciones obtenidas en función de los elegidos, pero no siempre llegan a cubrir las deudas. Dejémoslo aquí.

Lo que me resulta más curioso es que los partidos políticos dispongan de direcciones personalizadas y completas de forma masiva. ¿Dónde y de qué forma la obtienen? Tengo mis ideas sobre ello que no quiero exponer aquí, pero espero que sea por medios transparentes y legales y supongo, aunque es mucho suponer, que seguirán y cumplirán todas las disposiciones oficiales derivadas de la «Ley Orgánica de Protección de datos de carácter personal-LOPD» y especialmente en cuanto a la conservación de esos datos personales en sus ficheros.

Por lo menos en la familia tendremos la precaución de acumular toda esta cantidad ingente de papeles, que en mi caso personal ni siquiera he abierto ni leído, para llevarlos al reciclaje. Entiendo que en el colegio electoral dispondrán de sobres y papeletas de voto de todas las formaciones que concurren a las elecciones, no solo de estas cuatro tan pudientes que también nos las mandan a casa.

¿Para cuándo el voto por internet? Hace ya tiempo que existen los certificados digitales…

sábado, 17 de mayo de 2014

AUTONOMÍ… suyas



Es que no son mías, son suyas, de ellos, de los políticos y sus «rondamisas». En lo estrictamente personal, como españolito de a pie, las sufro, me duelen, me cuestan, no las veo ningún beneficio en las cuestiones básicas de la vida diaria y me parece que son un atraso y un freno. Pero para gustos hay colores: cuarenta y cinco millones de españoles… cuarenta y cinco millones de opiniones diferentes.

En una entrevista publicada en el diario «El Mundo» con fecha 4 de mayo de 2014, el ministro de Asuntos Exteriores hacía la siguiente manifestación en referencia a las últimas elecciones de 2011 en las que el Partido Popular obtuvo la mayoría absoluta: «El Gobierno heredó una situación terrorífica. Lo comparo con la Transición».

Sin entrar a valorar la mayor o menor mesura en esta afirmación, la «Transición» aludida es un periodo de grandes cambios que tuvo lugar en España en los años setenta del siglo pasado, tras la muerte del dictador Francisco Franco que se había mantenido en el poder durante los cuarenta años anteriores. En fechas recientes ha fallecido Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno que lideró la Transición y sobre el que están apareciendo muchas y variadas informaciones que el paso del tiempo ha tamizado. Una de las más polémicas en estos días es el libro de Pilar Urbano titulado «La gran desmemoria» que está levantando ampollas en diferentes sectores, especialmente en la Casa Real Española y el entorno familiar del fallecido.

Si bien se ha calificado en innumerables ocasiones como «modélica» la Transición, revisiones actuales sobre dicho período de nuestra historia arrojan luces y sombras que al menos ponen en entredicho ese calificativo. De un lado estaba el miedo de la población, recién salida de una dictadura donde todo estaba atado y bien atado y en la que la pérdida de las libertades y el férreo control de la libertad de expresión eran una constante. De otro lado, las presiones de la ultraderecha más conservadora, que controlaba el poder y los medios de comunicación, secundada por la Iglesia Católica. Y todos bajo las advertencias cuando no amenazas más o menos veladas del Ejército que se mantenía distante y discordante con los planteamientos políticos de avance y libertad, entre los que, a modo de ejemplo, supuso un verdadero acontecimiento la legalización del Partido Comunista, acordada a través de un encaje de bolillos.

Con estos mimbres, el cesto que se construyó, llamémosle Constitución Española de 1978, era lo menos malo que se pudo llegar a consensuar: un producto altamente desequilibrado resultado de una falta manifiesta de peso entre las fuerzas encargadas de su redacción, que como se dice en el argot popular, «se la cogían con papel de fumar» utilizando mañanas, tardes, noches y fiestas de guardar, a la hora tanto de manifestar sus opiniones como de aceptar las de los demás, evitando por todos los medios el herir susceptibilidades. Al menos y por todas estas circunstancias expuestas, parecía que el interés colectivo se ponía por encima de los intereses particulares para poder seguir adelante en el proceso de cambio. Otra cuestión reseñable en la época era la «buena voluntad» que ponían todos por hacer las cosas bien, una buena voluntad que está más que ausente en los momentos actuales.

Dentro de todo este proceso, como un apartado verdaderamente importante y crucial, estaban las aspiraciones nacionalistas de algunas regiones españolas, históricas o menos, tales como el País Vasco y Cataluña, de forma clara y explícita, y otras con menos fuerza en sus requerimientos como Galicia o Andalucía. El problema de vascos y catalanes, que venía de siglos y que estaba en un cierto tratamiento en tiempos de la República, había sido cerrado en falso por la Guerra Civil y ahora renacía de nuevo, con planteamientos comedidos que no se atrevían a clamar a las claras por la independencia pero que no se iban a contentar con una migajas.

En algunos momentos se llegó a plantear este asunto en términos federalistas, especialmente por parte de las fuerzas de izquierda, incluidas las catalanas, pero fue desechado. Hoy en día vuelven estos planteamientos con fuerza como una forma de solución al caótico estado de las Autonomías. A modo de explicación, de los más de doscientos estados que existen en la actualidad en el Mundo, veinticinco tienen una estructura descentralizada como forma de Gobierno. Unos por «extensión», como por ejemplo EE.UU., Rusia, India, Canadá o Australia, mientras que otros por «unión o conveniencia», tales como Alemania o Suiza. Lo que no aparece en la historia son estados federados por «desunión» que sería más o menos el caso de España si se optara por este tipo de Gobierno.

Volviendo a los años setenta, estaba claro que había que contentar de alguna manera a los nacionalismos vasco y catalán. Precisamente los vascos se quejaban, y se siguen quejando ahora, de su no participación en la redacción de la Carta Magna. La inercia de vivencias anteriores justificó una forma novedosa de descentralización que, con el tiempo, se está mostrando como muy costosa además de ineficiente. Manuel Clavero Arévalo, en clara defensa de sus intereses andalucistas, acuñó en aquella época la frase de «café para todos» que estuvo bien vista por Adolfo Suárez: para contentar a vascos y catalanes se daría la misma solución a otras «regiones» españolas, tuvieran o no planteamientos nacionalistas, con tal de que elaboraran y presentaran un estatuto de autonomía que fuera aprobado. De aquellos polvos surgieron estos lodos, nada menos que 17 Comunidades Autónomas cuyo diseño no tenía entonces, ni mucho menos tiene ahora a la vista de la historia, ni pies ni cabeza.

Podríamos entender, poniéndonos en la piel de los intervinientes de antaño, el error comprensible en unos momentos delicados por los problemas anteriormente comentados; se trataba de conseguir una «democracia», con las menos limitaciones posibles en la que las fuerzas de izquierda, PSOE y PC, pudieran tener una participación activa aunque fuera solamente «chupando un poco el caramelo». Al final se consiguió, por los pelos, integrar a todos y la Constitución, completa, fue refrendada por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. Pero siempre hay quien estudia los parciales en una votación: un escaso 30% de los votos vascos dijeron «sí».

Han transcurrido 35 años desde entonces en los que han ocurrido muchas cosas. El mundo avanza a velocidad de vértigo y los mimbres que sirvieron para hacer el cesto en 1978 se mantienen con dificultad y están empezando a descomponerse a la luz de los acontecimientos. Cada español podría hacer una valoración de las consecuencias del diseño autonómico español. Un ciudadano de España admitirá como lógicas las diferencias en muchos aspectos de su vida diaria con las de ciudadanos de otros países; pero lo que no admitirá, o lo hará con dificultad y la fuerza, son desigualdades con otros ciudadanos españoles por razón de vivir en diferente Comunidad Autónoma. Y esto no ocurre sólo a nivel autonómico sino también a nivel local. Existen localidades es España físicamente unidas, en las que las viviendas de una acera de la calle pertenecen a un municipio y las de enfrente a otro. Y se da el caso de que los impuestos a pagar por un mismo bien, pongamos un vehículo, son diferentes debido a la capacidad de maniobra de que disponen los alcaldes a la hora de establecer porcentajes de aplicación en los impuestos. Esto ocurre de forma corregida y aumentada en las Autonomías, lo que hace que las empresas, especialmente las que se encuentran cerca de las «fronteras», traspasen estas por simple conveniencia.

Hay ciertos hechos que son incuestionables y no valorables:
  • El coste estimado de la estructura autonómica es de 86.000 millones de euros anuales.
  • El número de empleados públicos no ha crecido de forma natural, sino que se ha disparado, y eso sin contar las numerosas empresas públicas de titularidad autonómica que están de alguna forma incontroladas.
  • Las diferentes leyes y disposiciones existentes en materia comercial suponen un freno y un coste elevado para las empresas, que necesitan inversiones y gastos extras para adecuarse a las mismas, lo que encarece sus productos y las resta competitividad.
  • Se producen «triplicidades» entre los niveles local, autonómico y central que derivan en un inadecuado funcionamiento y un galimatías para el ciudadano.

El catedrático Julián Pavón ha sintetizado los principales achaques que sufren los españoles por el Estado Autonómico en un video disponible en la plataforma «youtube» titulado "El pesebre español y los siete pecados capitales», que se resume a continuación con unos pequeños comentarios.
  1. Despilfarro las decisiones particulares de cada autonomía y sus órganos dirigentes han propiciado inversiones de dudosa utilidad en aeropuertos, universidades, edificios públicos, sistemas de comunicaciones, televisiones regionales, etc. etc.
  2. Corrupción los tratamientos personalizados y las decisiones favoritistas han derivado en numerosos casos abiertos como por ejemplo palma arena, gürtel, ere's andaluces, o caso Urdangarín entre otros.
  3. Hipertrofia política altos cargos en personas de confianza, imposición de directivos en empresas, como cajas de ahorros o creadas por ellos mismos para colocación de amigos y familiares.
  4. Hipertrofia de la admon.pública crecimiento desmesurado e injustificado del número de empleados. se estima que alrededor de un millón de empleados públicos en las administraciones autonómicas no está justificado.
  5. Ruptura unidad de mercado las diferentes disposiciones obligan a las empresas a personalizar los productos según la comunidad a la que se destinen.
  6. Endeudamiento voraz las presiones recientes de la comunidad económica europea en cuanto a los topes de déficits admitidos trata de paliar estos importantes agujeros en gran parte de las comunidades autónomas 
  7. Ingobernabilidad del estado hace unos años los vascos y en la actualidad los catalanes plantean cuestiones incluso contrarias a la propia constitución que cuestionan la unidad del estado y que hacen que gobiernos extranjeros desconfíen de españa al ver el «gallinero revuelto» y con cierto descontrol.

Está claro que las llamadas «vacas gordas» son capaces de tapar muchas asimetrías entre ciudadanos de un mismo Estado pero desde el año 2007 una crisis económica golpea brutalmente ciertas economías mundiales y especialmente la española, si bien nuestros dirigentes retrasaron varios años su reconocimiento. Ya nuestro universal Santiago Ramón y Cajal decía que «una de las desdichas de nuestro país consiste, como se ha dicho hartas veces, en que el interés individual ignora el interés colectivo». Empezamos a asumir que nuestros hijos vivirán peor que nosotros, algo que no ocurría desde hace muchos años. Ir de más a menos tiene mala digestión, especialmente cuando la prensa revela día tras día casos de corrupción y despilfarro en las que se ve inmersa la clase política. Según estudios, en España existen alrededor de 445.000 políticos, lo que representa la tasa por habitante más alta de Europa. No para todos, pero para gran parte de ellos, es una profesión remunerada, con poco o ningún control en su acceso y en la que se pueden perpetuar. Algunos se subieron al coche oficial en la Transición y siguen montados en él. En el decir popular, algunas administraciones autonómicas o locales son verdaderas «agencias de colocación» para amigos o familiares y paradigmas del «enchufismo y amiguismo» cuando no abiertas y declaradas «cuevas de ladrones».

Hace dos años, el movimiento ciudadano denominado «15-M» utilizó como eslogan la frase «No nos representan» cuestionando el tipo de democracia en vigor en la que la participación del ciudadano en la vida pública se limita ejercer su derecho al voto cada cuatro años y siempre dentro de una Ley Electoral que sería cuando menos revisable. Excesos de una parte y de otra acallaron este movimiento de personas de todo tipo, condición y creencias políticas que se caracterizaba por un hecho común: la indignación ante lo que estaba ocurriendo. Encuestas actuales muestran que un 72% de la población española sigue de acuerdo en los planteamientos de base aunque no en el tipo de acciones que se están desarrollando, si bien opciones interesadas achacan todo lo que se les pone por delante al movimiento «15-M» que ha pasado a un segundo plano en la actualidad.

Estamos a las puertas de nuevas elecciones, esta vez un poco distantes, al Parlamento Europeo. Numerosas formaciones abogan en sus planteamientos preelectorales por una supresión de las autonomías o el estudio del paso a un estado de tipo federal. Ya se sabe que estos planteamientos electorales son por lo general papel mojado a la hora de llevarlos a la práctica una vez pasadas las elecciones, pero lo que está claro es que tratan de sintonizar con el sentir popular. Indirectamente, esto es una petición en el sentido de hace falta una reforma urgente de la Constitución de 1978, por lo menos en los aspectos relativos a las Autonomías y el gobierno de las mismas.

Una palabra que está cobrando fuerza últimamente, con grandes niveles de estigmatismo, es «recentralización». El estado del bienestar se derrumba y muchos entienden que los reinos de taifas a los que equivalen las Autonomías actuales son incompatibles con la mejora de vida de los ciudadanos aunque están igualmente de acuerdo en que representan un estado de bienestar para los políticos, que se resisten a su disolución por razones obvias. Algunos presidentes autonómicos, entre ellos la anterior presidenta de la Comunidad de Madrid, abogaban ya hace dos años por devolver competencias al Estado para una mejor gestión y mayor beneficio de la ciudadanía. Hay que decir que en otros países, como por ejemplo el federalista Alemania, hace años que los Landers, un equivalente a las autonomías, devolvieron competencias al Estado para economizar gastos y hacer más eficiente su gestión. Como un dato, el gasto del gobierno central alemán representa el 62,5% del total mientras que a niveles de Landers y locales los gastos son del 20,3% y el 14,5% respectivamente. El peso del gobierno central queda claro. En esa misma línea, aunque algo menores, son los porcentajes de otro estado federal europeo como es Suiza: 51,5%, 27,6% y 20,9% respectivamente. En otro aspecto tangencial al asunto que estamos tratando, en países como Grecia, donde se ha llevado a cabo o Italia, donde se piensa seriamente en ello, se han concentrado los ayuntamientos con poco peso y número de habitantes, lo que supone una reducción drástica de los gastos en servicios al ciudadano y especialmente en las estructuras locales, en términos tanto de políticos, alcaldes y concejales, como de funcionarios, secretarios, interventores, abogados, arquitectos, gestores…

Nadie duda hoy en día que las Comunidades Autónomas españolas son 17 burocracias insostenibles desde al menos el punto de vista económico y que en términos de bienestar solo son positivas para los políticos y sus adláteres. . Temas como la Justicia, sin discusión, o la Sanidad, Educación, Vivienda o Espacios Naturales, con velados o pequeños inconvenientes, están pidiendo a gritos una devolución de competencias al Estado para conseguir la mejora en su gestión y una reducción de costes que permita sus sostenibilidad, claramente dañada en estos momentos. Baste decir para apoyar esto que Cataluña presenta un déficit de 800 millones de euros en Sanidad y las farmacias valencianas no cobran sus deudas con la Generalitat Valenciana con la debida regularidad.

Mantener la controversia y los enfrentamientos por llamarse nación o estado y por llevar de forma independiente las riendas del gobierno nos están costando unas desigualdades extremas entre ciudadanos españoles a la vez que unos esfuerzos en tiempo y dinero que no son soportables por más tiempo, cuando otros asuntos más urgentes y apremiantes requieren nuestra atención. Utilizando términos extremadamente reduccionistas, podemos optar entre «cortar por lo sano» o «seguir con la venda en los ojos o la cabeza bajo tierra, como el avestruz». La espada de Damocles anunciadora de un colapso que se nos viene encima a pasos agigantados requiere unos planteamientos abiertos y de futuro donde todos apuesten por el bien común y dejen apartadas, olvidándolas para siempre, las particularidades. Cerrar heridas en falso, ha quedado demostrado, no solo impide su curación sino que las empeora.

Esto no es solo de mi propia cosecha. Agradezco a mis compañeras Nieves y Mabel el haber colaborado en la redacción de un documento de más alcance del que este texto es solo una parte.



Con posterioridad a la publicación de esta entrada, en el diario El Mundo del domingo 19 de octubre de 2014 apareció esta ilustración que representa de un modo más directo y con los personajes reales lo que se quería transmitir con la ilustración original: un carro del que tiraban los bueyes de cada esquina.




domingo, 11 de mayo de 2014

EUTANASIA



En una magnífica sesión de una cincuentena de mayores, rondando o por encima de los sesenta, debatimos este tema tan controvertido y actual, moderados por el profesor Javier Dorado Porras, de la universidad Carlos III de Madrid, que realizó una labor de encauzamiento y síntesis verdaderamente complicada y por ende admirable. Los intercambios de opiniones fueron de gran riqueza, al ser algunas de ellas aportadas por personas implicadas directamente en asuntos de este tipo con familiares directos. Previamente se había visionado una película de las muchas que se han acercado al asunto. De entre las tres inicialmente planteadas, «Mar adentro», «Million dollar baby» y «Las invasiones bárbaras», se optó por esta última si bien en ella se trata una casuística especial que en realidad es la «ortotanasia», palabra que no existe en nuestro diccionario pero que significaría muerte correcta si atendemos al significado del prefijo «orto». Es el caso de las personas que asumen que van a morir en un plazo determinado y eligen el momento y las condiciones antes de que se cumpla.

La palabra eutanasia, que sí está en el diccionario, significaría simple y etimológicamente «buena muerte» aunque la Real Academia aclara que se trata de la «acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él». En una segunda acepción, en terminología médica, indica que se trata de «muerte sin sufrimiento físico» que sería más parecido al significado etimológico. En todo caso, hubo un acuerdo unánime en que es mejor hablar de «derecho a una muerte digna» para evitar significados matizables.

Aunque podría llegar a confundirse, el suicidio es absolutamente diferente y no admite comentario en este apartado. Una cuestión a dilucidar es si el derecho que tenemos todos a una vida digna incluye el derecho también a una muerte digna como parte de nuestros derechos vitales, en los que estaría posibilitado el derecho a decidir el momento en que queremos abandonar este mundo e incluso en la forma de hacerlo. Aquello, en planteamientos serios, de que «paren este mundo, que me bajo». Suicidarse, no lo olvidemos, es otra cosa, es «quitarse voluntariamente la vida» por condiciones subjetivas y sin que existan las correspondientes objetivas.

Hay muchos aspectos que revolotean alrededor del tema. Uno de ellos es el llamado encarnizamiento terapéutico que puede llegar a ocurrir cuando la medicina se empecina en mantener una vida utilizando todas las posibilidades a su alcance por encima de las opiniones del paciente. También es interesante conocer que el interesado puede decidir con anticipación en lo que se conoce como «Testamento Vital», para el que existe un registro oficial o bastaría una manifestación ante notario o dos testigos.

Para empezar por el final, el resumen es que se trata de una más de las hipocresías con las que vivimos. Los planteamientos que afectan al tema pueden ser éticos, religiosos, médicos, legales, sociológicos, culturales… y lo que ocurre normalmente es que se mezclan unos y otros enmarañando las vías y cercenando la claridad. Por ello lo mejor es delimitar claramente el paradigma, contexto y esquema, en el que vamos a movernos.

Por ejemplo, si utilizamos conceptos religiosos o incluso culturales en general, que nos hablan de la santidad de la vida y de que no es nuestra, que es sagrada y que nos ha sido dada, no hay nada más que añadir. Debemos esperar pacientemente a que nos llegue nuestro final. Pero, como en todo, hay matizaciones; cuando nuestro final se acerca y estamos en una fase terminal, mantenidos casi artificialmente por tecnología médica, por ejemplo en un coma… ¿es lícito abortar el tratamiento y dejarnos en manos de ese ser superior que supuestamente nos ha dado la vida?

Abandonando el paradigma religioso y centrándonos en un punto de vista laico, es conveniente considerar en cada situación personal el punto de vista biológico ligado al biográfico. Lo biológico alude a los aspectos animales de la vida y su subsistencia mientras que los biográficos se relacionan con nuestra inteligencia, nuestro pensamiento, nuestra libertad y nuestra autonomía en las decisiones. En este sentido, un punto a tener en cuenta es que si nuestra vida biográfica se ha agotado y no tenemos capacidad de desarrollo por esta vía, la vida biológica probablemente carezca muy mucho de sentido.

El interés personal debe primar por encima de todo siempre y cuando no vaya en contra del interés colectivo. Y por ello es fundamental que en este asunto se hable de unas condiciones objetivas que permitan establecer de forma inequívoca que la calidad de vida ha disminuido. Aquí surge de nuevo el problema de establecer los parámetros, pero aun a riesgo de simplificación y dentro del apartado biológico, podríamos establecer tres niveles tales como «disminuida» en temas de movilidad o autonomía personal, «muy disminuida» como situaciones de postramiento o inmovilidad y «bajo mínimos» que podrían aludir a estados vegetativos o de coma. Pero lo fundamental en los casos segundo y tercero, el tercero sin discusión aunque habría de considerarse la posible reversibilidad, sería determinar cómo afectan a la vida biográfica de la persona, a sus planes de funcionamiento diario y futuro en el terreno de lo intelectual. Personas que podríamos considerar de forma clara en un estado muy disminuido siguen adelante con sus vidas y las desarrollan, como por ejemplo el caso el científico Stephen Hawking y otros en otros ámbitos como por ejemplo el deportivo.

Solamente dándose de forma objetiva una vida biológica muy disminuida o bajo mínimos, puede empezar a hablarse de la posibilidad de introducir el elemento subjetivo por el que el individuo desea acabar su transitar por este mundo. Si tiene capacidad y autonomía para hacerlo por medios propios, sería un suicidio y estaríamos fuera del tema. En el caso de requerir ayuda de otros, familiares o médicos, es fundamental que exista un «consentimiento válido», bien por un testamento vital bien por la aquiescencia de sus familiares o tutores mostrada de forma libre y asesorados convenientemente por médicos y/o psicólogos.

En este punto llegamos a cómo ejecutar la decisión, lo que trae a colación las formas «activas» o «pasivas» de la ejecución. Y aquí vuelve de nuevo la hipocresía al entrar en disquisiciones de las diferencias entre acción y omisión, matar o dejar morir. Una vez decidido y consensuado entre todos que se va a proceder, lo mejor es pensar en la calidad de vida del que nos deja. Desde el punto de vista del dolor y el sufrimiento, las formas activas evitan prolongar dolor y agonía y serían las más recomendables.

No hemos tratado, deliberadamente, las connotaciones penales que tiene todo este asunto y que deben estar alerta para no encubrir posibles asesinatos, generalmente a manos de familiares por intereses económicos o simple desafección.

domingo, 4 de mayo de 2014

COPAGO



No puedo evitar que se me enciendan todas las alarmas cuando escucho ciertas opiniones. En una entrevista a un periodista y escritor sobre un libro suyo de reciente publicación, del que no haré propaganda, justificaba de una forma etérea la aplicación del copago en temas sanitarios, poniendo el ejemplo con los pensionistas, pobres ellos que los machacan por todos lados, viendo bien que se les cobre «algo» en función de su pensión, porque no todas son iguales y hay algunos que tienen un buen poder adquisitivo al cobrar las cuantías máximas, que estableció por encima de dos mil euros mensuales y además disponer de buenas rentas por lo ahorrado a lo largo de su vida.

Lo más probable es que yo sea un malpensado al deducir de estas palabras una crítica velada al que ha cotizado alto o ha sido ahorrador. Ya lo sabemos, si nos esforzamos en trabajar muchos años aportando lo más posible al sistema y a la vez tenemos la precaución de ahorrar para la vejez, seremos «castigados» por el sistema porque de alguna manera nos dirán que somos «ricos» y que por ello tenemos que pagar, repagar diría yo, más por las prestaciones, cada vez más exiguas a medida que pasa el tiempo.

Hace unos meses, en noviembre de 2013, escribía en este mismo blog la entrada «RENTA» que tiene el trasfondo y las esencias de este asunto. En uno de sus últimos párrafos se trataba esta cuestión sobre la que vuelvo hoy. No hay nada como que te toquen la bolsa y casi al mismo tiempo escuchar en la televisión a un desconocido que defiende cuestiones con las que tú no estás de acuerdo, con tus razones que podrán ser válidas o no.

Esta semana he acudido al médico a una revisión semestral rutinaria de mis niveles en sangre, especialmente el colesterol, que se resiste a dejarse controlar. La toma diaria de Atosvartatina parece que se va haciendo con ello pero con un pero que ocurre a ciertas personas, entre las cuales me debo de encontrar, y es que entre sus efectos secundarios está la posible subida de los valores de una encima, la creatinquinasa. Según el análisis realizado, en el que se establece un valor tope de 204, mis datos alcanzaban 348. Antes de conocer esto, la doctora me lanzó la pregunta ¿tienes dolores musculares últimamente?, pregunta que me llamó la atención porque sí los tenía de forma esporádica e inespecífica: dolores de espalda, cuello, brazos…

Ya se sabe que en el mundo de la medicina casi todo tiene solución con pastillas. No podía dejar de tomar la diaria Atosvartatina, cuya dosis quedaría reducida a la mitad, pero sería necesario complementarla con otra que redujera los efectos secundarios. La elegida por la doctora era «Ezetral». No puedo evitar que lo de tomar pastillas de forma diaria y continuada me ponga de los nervios. Pero aquí no acaba la cosa, al anunciarme la doctora que esta segunda pastilla tenía un problema: era muy cara, su coste real para el paquete de 28 unidades alcanzaba los 52 euros, es decir, casi a dos euros por pastilla, dos euros diarios, que algunos es verdad que se lo gastan en tabaco de forma voluntaria que es mucho peor. Quedamos en que tomaría ambas pastillas durante el semestre siguiente hasta el próximo análisis a ver como se desarrollaba el asunto.

Camino de la farmacia para obtener el «pienso», pensaba en el coste real del medicamento una vez aplicado el descuento del Sistema Nacional de Salud. No sé si esto es en realidad un copago, pero se lo parece. Los porcentajes de descuento a aplicar son personales en función de nuestros ingresos. No voy a decir el que me aplicaron a mí para no dar pistas sobre mis ingresos, pero todo esto conecta con el tema del que hablábamos al principio, por el cual, una vez que has contribuido a los impuestos con tu nivel de renta, este nivel es utilizado de nuevo para aplicarte porcentajes. Y lo que es más grave, con una gran dilación en el tiempo que puede dar lugar a situaciones esperpénticas en las que tu situación económica actual, con la que haces frente al pago, sea muy diferente de la que tenías el año pasado cuando hiciste la declaración de la Renta con ingresos que correspondían al año anterior.

Resumiendo, que con mis ingresos actuales, del mes de abril de 2014, estoy sufriendo en determinadas situaciones como la descrita la aplicación de criterios que responden a mi salario conjunto de 2012. No es el caso pero supongamos una persona que en 2012 estuvo trabajando en el extranjero y ganó una pasta gansa, que declaró en junio de 2013 y actualmente está en el paro. Esta situación de paro actual se reflejará en la declaración de la Renta que hará a mediados del año que viene y tendrá consecuencias efectivas en 2016. Yo creo que se trata de que nos vayamos muriendo como pasa con los ancianos y la Ley de la Dependencia: mi padre murió a los dos años de haber cursado la solicitud sin que hubiera resolución.

El sistema no se sostiene y nuestros descerebrados dirigentes siguen por esta vía queriendo extenderla a otros aspectos sociales. Craso error. Porque además todos sabemos que hay una bolsa grande de fraude que no llega a la declaración de la Renta. Utilizar estos datos es tremendamente injusto. Lo suyo sería que se preocuparan de que las declaraciones fueran reales, aplicaran sobre ellas porcentajes justos de acuerdo a los niveles y tras esto, todos iguales ante los servicios públicos. Pero está claro que por ahí es mejor no ir, no vayamos a descubrir a los que no declaran correctamente, que seguro que son los pobres, y tengamos que actuar contra ciudadanos a los que no se quiere tocar, que son esos que tenían su dinero en Suiza hasta enero de este año y ahora se lo están llevando a otros sitios por que las autoridades de ese país parece que van a colaborar en suministrar información «delicada» que permita su detección.