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Las fuentes de información a las que tiene acceso una persona van variando con el paso de los años, antes muy lentamente y en la actualidad a una velocidad de vértigo. En mi época de adolescente estudiante a la vez que adolescente trabajador, una de mis aficiones cuando disponía de tiempo y horario adecuado era visitar la modesta biblioteca local instalada en los bajos del ayuntamiento. Una sola estantería era mi punto de destino y no era otra que la que albergaba la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana más conocida familiarmente como la Espasa o Enciclopedia Espasa-Calpe haciendo honor a su editorial, compuesta por cerca de cien volúmenes de tomo y lomo, entre los básicos, adiciones y complementos. La vastísima información contenida en ellos aseguraban horas y horas de entretenimiento y descubrimientos no solo en el tema que había ido a buscar sino en otros adyacentes que llamaban mi atención. Era fabuloso complementar los conocimientos obtenidos en los libros del colegio y transmitidos por los maestros con los contenidos en la enciclopedia. Según la Wikipedia, “en el año 2000, la Enciclopedia Espasa contaba con 113 volúmenes -116 tomos- (excluyendo el Índex 1934-1980 por redundante), y según cálculos realizados por sus editores, más de 175.000 páginas, 200 millones de palabras, 197.000 ilustraciones en negro, 4.500 láminas en color, 5.000.000 citas bibliográficas y 100.000 biografías”. En suma, toda una fuente de conocimientos y del saber.
Las enciclopedias de este tipo quedaban desfasadas por los acontecimientos día a día y de ahí los volúmenes adicionales que a modo de actualización se publicaban de vez en cuando, lo que hacía farragosa cualquier consulta que quisiéramos efectuar según la actualidad del tema. Las enciclopedias han quedado casi como adorno ante el empuje de la información electrónica e internet. Aún conservo el DVD con la última edición de la enciclopedia electrónica ENCARTA por sus acertados contenidos y sobre todo por las animaciones que el ordenador hace posible, y que ayudan a entender y comprender el funcionamiento de las cosas. Una de ellas que me llamó la atención en su día era el funcionamiento de un motor de explosión. Una imagen, o un video si son imágenes animadas, vale más que mil palabras, por no hablar también del sonido, que nos permite escuchar los cantos de las aves o emisiones de radio de hace ya muchos años.
Hace unos días, en una conversación de patio de vecinos, una de mis vecinas me preguntó si yo sabía lo que era la “mena”. Los profesores ahora ya no fomentan entre sus alumnos las visitas a las bibliotecas sino que directamente les encargan trabajos con la consigna de que busquen la información en internet. Buena cosa es, que se vayan acostumbrando pero en según qué edades, el trabajo de fondo recae en los padres, bien porque todavía no hay conexión en casa y hay que buscarlo en la oficina, o porque los chavales solo se manejan bien en las partes informáticas que les interesan, tales como el “Facebook”, “Tuenti”, “Messenger” o “Youtube” por citar algunas. La vecina tuvo a bien en aclararme que se trataba de un trabajo sobre mineralogía.
Era, pues, una buena ocasión para acercarse a la biblioteca, ya no tan modesta, y consultarlo en la vetusta enciclopedia. Pero para mi sorpresa ya no estaba en su sitio, ya que según me informan ha sido retirada por su poco uso y su gran ocupación. Me tengo que conformar con la consulta en casa en la misma enciclopedia, versión abreviada de ocho volúmenes, que adquirí a finales de los años setenta. Junto a información de militares o escultores cuyo apellido es Mena, la definición de “mena” que encuentro en ella es la misma que figura en el diccionario de la Real Academia: “Mineral metalífero, principalmente el de hierro, tal como se extrae del criadero y antes de limpiarlo”.
La verdad es que me aclara poco, por lo que ya me dirijo a consultar al Sr. Google, que es el que mayormente utilizo, y ahí si se abren un montón de explicaciones que me centran en el tema. De forma tangencial aprendo el significado de un término relacionado, cual es “ganga”, donde nuevamente coinciden la enciclopedia y el diccionario: “Materia que acompaña a los minerales y que se separa de ellos como inútil.” Estos términos, que no recuerdo haber estudiado en mis tiempos de las llamadas Ciencias Naturales, en tercero del antiguo bachillerato, aparecen acompañados de numerosos ejemplos de los minerales más corrientes y no tan corrientes. A base de buscar, leer, entresacar, copiar y pegar, se puede conseguir un trabajo aceptable.
Internet ha ganado por goleada a la vetusta enciclopedia. No tenía ninguna duda pero hay que tener en cuenta los años transcurridos y lo más seguro es que mucha de la información de internet haya salido de la propia enciclopedia.
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Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
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