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domingo, 30 de julio de 2017

HARPA



Especialmente en localidades de mediano o pequeño tamaño, solemos pasar en nuestros paseos por casonas que despiden un aura especial. Siempre me da por pensar cómo serán por dentro y que historias guardaran entre sus muros. En algún caso se han convertido en sitios públicos al haber asumido su propiedad ayuntamientos o comunidades y se ha podido ver y disfrutar de su interior, aunque la mayoría de las veces la fiebre de la piqueta ha hecho estragos y han perdido su sabor original para adecuarse a los nuevos tiempos y los nuevos usos a que son destinadas.

La casa de la imagen sigue siendo de propiedad privada. Sus propietarios llevan generación tras generación residiendo en la misma. Mi mujer, que en su niñez tuvo amigos entre sus residentes, pudo disfrutar hace muchos años de sus jardines y de algunas de sus habitaciones interiores. Con motivo de la clausura de un curso de la Universidad de Cantabria hace un par de semanas, se celebraba en ella un concierto de arpa con acceso libre lo que suponía una oportunidad quizá única de conocer su interior. Hubo suerte, porque en principio el concierto estaba programado en los jardines, pero luego supimos que el arpa, ese harpa, no produce unos registros musicales adecuados para ser escuchados al aire libre. Las propietarias actuales de la casa, en vista de que el número de asistentes, unos treinta o cuarenta, no era muy numeroso, habilitó un salón interior para que tuviera lugar el concierto. Un plus añadido que me permitiría no solo ver y disfrutar del jardín, sino también de una de sus habitaciones interiores.

Pero todavía hubo más suerte adicional. No sé si ante la sugerencia de alguno de los presentes o motu proprio, las propietarias se brindaron a enseñar toda a la casa, lo que nos permitió disfrutar de un interior espléndido, visitando una tras otra sus habitaciones donde se acumulaba una larga historia en cuadros y mobiliario, complementada admirablemente con las explicaciones de las propietarias sobre la vida de sus antepasados y los usos de las dependencias a lo largo de los años. Algunas reformas habían tenido lugar pero siempre con muy buen gusto y conservando la esencia de la casona.

El o la harpa, o también la o el arpa, es «un instrumento musical de forma triangular, con cuerdas colocadas verticalmente y que se tocan con ambas manos». Según el diccionario es femenino pero se admite el artículo masculino para evitar la cacofonía de las aes. Nada más entrar en el recinto, donde había una especie de reservado como escenario, estaba en el suelo encima de una moqueta el instrumento con el que se iba a dar el concierto. Nunca había visto un harpa como esa y es que posteriormente el concertista, Javier Sáinz, aclaró que se trata de un reproducción exacta del harpa medieval irlandesa tal y como era en el siglo dieciséis y como la disfrutaban los señores medievales en sus castillos y haciendas, donde solían tener un poeta y un arpista «en nómina» para deleitar sus veladas. Hay que decir que el concierto fue una delicia para los sentidos, el del oído por la musicalidad despedida por el instrumento y para la vista por el lugar especial donde tenía lugar el evento, que te hacía sentirte como si estuvieras en el pasado disfrutando de un acontecimiento único. Además, entre pieza y pieza, el concertista nos aclaraba diferentes hechos históricos relacionados con la obra interpretada, con la situación histórica de Irlanda y su vecina Escocia, aderezado con algunas cuestiones curiosas como aquella de que si alguien dañaba las uñas de un arpista, la multa era de tres vacas por cada uña dañada.

A la salida del concierto pude adquirir un disco primorosamente editado que adjuntaba un librito con un artículo del autor muy interesante que complementaba las explicaciones dadas durante el concierto. Es una música de fondo muy agradable que utilizo, será la novedad, mientras estoy leyendo o haciendo cosas en el ordenador. El autor tiene una cuidada página web que puede accederse en este enlace donde podremos adquirir sus dos discos publicados y leer y disfrutar con cuestiones relativas a este instrumento medieval, que por cierto trabaja con cuerdas metálicas y no con las llamadas cuerdas de tripa que utilizan los instrumentos actuales. También podemos leer algunos artículos y datos biográficos de este experto concertista y profesor internacional de este instrumento tan peculiar.

A la salida del concierto pude enterarme que en unos días se repetiría el acto de forma similar en una casa particular. A base de contactos, preguntas e indagaciones, y gracias al buen hacer de mi cuñado Fernando,  pude hacerme con la posibilidad de asistir, con lo que ayer sábado 29 de julio de 2017, en la tarde noche, pude deleitarme con algunos amigos de una velada excepcional, que acabó con un pequeño ágape en la que entre otras conversaciones pude escuchar al propio artista referir sus experiencias, además de la confidencia de su próximo concierto, que tendrá lugar el próximo 20 de agosto de 2017, en una hermosa iglesia del románico palentino que forma parte del convento  de santa Eufemia de Cozollos, del siglo XII, ubicada en el recóndito pueblecito de Olmos de Ojeda. Haremos todo lo posible por estar allí para disfrutar de nuevo de esta música que al menos a mí me embelesa.




domingo, 23 de julio de 2017

PEAJE



Mi reciente viaje a EE.UU. me ha dado pie a escribir varias entradas en este blog. Creo que está será la última pues tampoco es cuestión de aburrir, pero como ya he dicho en anteriores ocasiones a mí me sirve un poco de documentación y de referencia para releer con el paso del tiempo o incluso comentar con amigos que me preguntan. El hecho de salir de la zona donde uno vive y desenvolverse en escenarios nuevos hace aflorar algunas situaciones que no hay más remedio que manejar y de las que sale unas veces airoso y otras con una multa sin comerlo ni beberlo.

Las autopistas de peaje llevan años entre nosotros y aunque muchos ya nos hayamos olvidado de cómo y porqué nacieron, parece que van a quedarse. En muchas ocasiones y por la prisa casi continua en la que nos desenvolvemos, nos vemos obligados a circular por ellas porque la alternativa en forma de carreteras convencionales puede ser larga y tediosa. La primera vez que entré en contacto con este concepto fue en 1972, cuando se construía una autopista de peaje desde Collado Villalba hasta Adanero. Uno de mis compañeros era hijo de un ingeniero que trabajaba en esta obra y me contó que era la forma que tenía el Estado de no asumir sus competencias en forma de crear infraestructuras con los impuestos que pagábamos los ciudadanos y cedía a una empresa la obra de forma que luego se resarciría de la inversión al cobrar por circular durante un número de años. En este caso concreto eran 25, por lo que en 1997 y según lo que me contó este ingeniero, la empresa se quitaba de en medio y cedía la carretera al Estado, que la incorporaba a su red normal y la convertía de una carretera más de libre circulación sin tener que pagar por utilizarla.

Como todos sabemos, estamos en 2017, veinte años después, y la autopista sigue siendo de peaje y mucho me temo que lo será de por vida. Al término de la concesión se inventaron un nuevo túnel y un desdoblamiento, lo que suponía nueva inversión para la empresa y un nuevo plazo de explotación y… cobro por utilización. Y hay que decir, también en este caso concreto, que no es precisamente barata, costando más de doce euros el evitar la carretera convencional con su paso por las localidades y su puerto de Los Leones, ahora lo han cambiado a Alto del León, en singular, pero yo me resisto. En realidad al Estado no le interesa hacerse cargo de la carretera porque le supondría un gasto en mantenimiento que ahora no tiene. Que sigan pagando los sufridos conductores.

Muchas carreteras en España y en otros países son de peaje, y cada vez habrá más porque el Estado no está por la labor de dedicar (muchos) dineros a construir nuevas carreteras y mantener las antiguas. Recientemente el Consejo de Ministros ha aprobado una nueva vuelta de tuerca a este asunto que no es exactamente igual pero muy parecido y que al final nos tiene que quedar claro que los que vamos a pagar las carreteras, hayamos pagado o no religiosamente nuestros impuestos, somos nosotros. Bueno, los que tenemos coche, que es la mina de oro de todos los gobiernos que tienen basada su economía en ellos. Si de un día para otro desaparecieran todos no sé cómo íbamos a organizarnos.

Uno de los problemas graves de las autopistas de peaje es el cobro a los automóviles. Resulta que te metes en una autopista de pago para ir más cómodo y más rápido y al llegar al punto de peaje te das de bruces con un atasco monumental y lo digo por experiencia en las venidas a Madrid en el peaje de la anteriormente mencionada carretera en San Rafael (Segovia), donde echabas las muelas durante bastantes minutos hasta que conseguías pasar las casetas de pago. Para solventar esto se inventaron unas tarjetas inteligentes que, colocadas en el parabrisas del automóvil y circulando a una cierta velocidad tope, sin parar, son detectadas y te cargan el importe en tu cuenta o tarjeta de forma automática. Claro, esto es útil para quienes circulan de forma periódica y frecuente por una de estas carreteras pero no lo es para el turista que sale de puente o va en verano a la playa.

Hay una cosa parecida, en otros países, que son las llamadas viñetas. Yo lo he visto en Suiza y Austria. No son autopistas de peaje, pero si eres extranjero, debes comprar una pegatina, que creo tenía validez anual, para circular por las autopistas del país. El problema es si no lo sabes de antemano y llegas de pardillo y te metes sin tener conocimiento, cosa que me ocurrió en Austria aunque no tuve consecuencias porque ninguna autoridad me paró ni me hizo ninguna receta.

Y vámonos a EE.UU. Coche alquilado, sin tarjeta de esas de paso automático, vas circulando y has puesto en el navegador del coche que asumes la circulación por autopistas de peaje. Vas circulando por ellas y de vez en cuando te encuentras señales avisando de que si quieres seguir por los carriles centrales debes de hacerlo a una velocidad máxima determinada y tener en el parabrisas la tarjeta inteligente de la que hemos hablado. Como tú vas en un coche alquilado, turista ocasional, no tienes la tarjetita y entonces te tienes que salir por el lateral y pasar por el clásico puesto de peaje abonando el importe mediante tarjeta de crédito, o débito que aquí sí vale, o en dinerito contante y sonante. No hay problema, porque has asumido este coste, pero lo que sí es un problema es la cantidad de veces que te hacen parar para ir pagando de poquitos en poquitos; en el caso en que estoy pensando era una autopista de peaje en el estado de Florida entrando en Orlando. Bueno, hasta aquí todo bien, parada, pago y a seguir.

Pero faltaba la guinda. En la última salida, cuando ya abandonábamos la autopista nos encontramos que el importe de 1,25$ hay que abonarlo en MONEDAS que se arrojaban desde la ventanilla a una especie de embudo grande. El caso es que no teníamos las monedas preparadas porque no sabíamos de esta forma de pago. Mientras las buscábamos en los bolsillos de todos, la cola que se iba formando detrás iba en aumento pues solo había un paso y nosotros le estábamos bloqueando. Al final entre nervios y prisas, tomas la decisión de tirar para adelante con lo que claro, te hacen la foto. Paramos a unos metros, recolectamos tranquilamente las monedas y en un intento de que se apiadaran de nosotros volví andando, hice un gesto a la cámara y eché las monedas. No sirvió de nada. Llegó la multa, lo único que corregida y aumentada y ahora explicaré porqué.

Según nos comentaron después, la multa que reclamaba la compañía de la autopista era muy pequeña, porque de alguna forma se podía asumir que no llevabas monedas sueltas. El problema viene por otra triquiñuela de las compañías de alquiler de coches y es que cobran un fijo por lo que ellos llaman «gestionar» las multas. Claro, las multas se las ponen a ellos como titulares del coche, por lo general después de que lo hayas devuelto. Con ello, pagan la multa, supongo que facilitaran el nombre del conductor e inmediatamente tiran de tu tarjeta de crédito que deben de tener anotada por los siglos de los siglos y te meten el aguijonazo. En nuestro caso no ha sido mucho, 24,03$ entre la multa y la gestión, pero un amigo me habló hace tiempo de que le pillaron en un caso similar en Italia y los gastos de gestión ascendieron a 40€.

Yo siempre llevo en mi coche aquí en España un paquete con monedas sueltas. Una vieja costumbre para los aparcamientos en la zona azul de las ciudades que ahora no me sirve de mucho porque en muchas de ellas se puede pagar con aplicaciones del móvil, pero está bien tener unas monedas por si acaso. Cuando salga de España y alquile un coche procuraré el primer día hacer un acopio de monedillas por si me vuelvo a ver en una encerrona como la referida.



domingo, 16 de julio de 2017

VOLAR



Recibí mi bautismo de vuelo en avión en los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado. En la empresa para la que trabajaba adquirieron un programa informático complejo para tratar los por entonces cupones de las acciones y me enviaron a Barcelona a estudiarlo junto con otro compañero del departamento de valores durante cuatro semanas. El conocido como «Puente Aéreo Madrid Barcelona» estaba, creo recordar, recién inaugurado en aquellas fechas y con ello hice seis vuelos, tres de ida y tres de vuelta porque uno de los fines de semana me quedé allí y aproveché para acercarme a Andorra, el paraíso de las compras por aquel entonces en que la diferencia de precios con España era muy significativa, especialmente en aparatos electrónicos y fotográficos, siempre y cuando pasaras la aduana sin declararlo y sin que te lo pillaran.

Recuerdo aquellos vuelos como algo distintivo. Aparte de la novedad que suponía para mí en mi juventud, todavía no había cumplido los veinte, la atmósfera que rodeaba aquellos trayectos era un poco especial, pues te hacía sentirte como una persona cuidada  y bien tratada. Aunque se trataba de un trayecto muy corto, la bebida o tentempié que te ofrecían y una serie de detalles con los pasajeros te hacían notar que aquello de viajar en avión era una cosa especial.

Desde entonces he subido de forma esporádica a un avión y me han ocurrido algunas incidencias típicas, tales como retrasos, cambios de aeropuerto o cancelaciones de vuelos. Nada que no ocurra ahora solo que en aquellas épocas eran menos frecuentes y sobre todo, y aquí es donde quiero hacer hincapié en esta entrada, era muy diferente la forma de ser tratados por las compañías. Un ejemplo que contrasta con el actual que referiré más tarde. Primeros de enero de 1984, volábamos desde Moscú a Madrid con escala en Viena, con la compañía Austrian Airlines, una de las que mejores recuerdos tengo. Éramos casi todos españoles en un viaje organizado y en el trayecto Moscú-Viena el piloto nos anuncia que Madrid Barajas está cerrado por inclemencias y que la alternativa sería ir a Alicante más un autobús hasta Madrid o hacer noche en Viena y continuar el vuelo a primera hora del día siguiente. Optamos por esta segunda alternativa y esto es lo significativo: al aterrizar en Viena nos estaba esperando personal de la aerolínea que nos trasladó a un hotel en el mismo aeropuerto, con cena y desayuno incluido y nos dio las instrucciones claras y precisas para el vuelo del día siguiente. Chapó. Un trato exquisito.

Desde entonces he tenido algunas incidencias en algunos vuelos; las incidencias pueden surgir pero me parece que actualmente son demasiado frecuentes por la dejadez en general de las compañías o por la saturación de viajeros y lo problemático no es que esas incidencias ocurran, sino el trato que se recibe cuando te ves inmerso en una de ellas. Hace unos cinco años, volando desde Londres con la archiconocida Ryanair, la cosa fue esperpéntica. No voy a relatar aquí lo sucedido pero tras aquello he dicho que muy forzado me tengo que ver para volver a volar con esa compañía. Si no tengo dinero para costearme los billetes en otra, me aguantaré y me quedaré en casita o buscaré alguna forma alternativa.

Hace unas semanas, volábamos de Atlanta a Madrid. Cuando habían transcurrido dos horas y media de vuelo, el piloto nos informa que hay una avería en uno de los baños y que no podemos cruzar el Atlántico con ella, volveríamos a Nueva York, con un tiempo estimado de reparación de una hora y proseguiríamos viaje. Bueno, que le vamos a hacer. Como se puede ver en la imagen y sin más avisos, vemos que el avión ha sobrepasado Nueva York y sigue su trayecto. Nos informan ante las protestas del pasaje que estamos volviendo a origen a Atlanta, base de operaciones de la compañía DELTA, porque no han recibido permiso de aterrizaje en Nueva York. Tras cinco horas de vuelo aterrizábamos en Atlanta cerca de las doce de la noche. Cuando llegamos a la terminal, nadie había allí para informarnos y eso que habían tenido unas horas desde la incidencia del vuelo. A las dos horas, cerca de las dos de la mañana, apreció por allí una azafata de tierra que no puedo más que poner buena cara a los más de dos centenares de pasajeros que estábamos allí sin información alguna. Trajeron agua y algunas chucherías comestibles y ya a eso de casi las cuatro de la mañana empezamos a saber que el vuelo estaba cancelado porque aunque el avión estaba reparado no tenían tripulación disponible ya que la que nos había llevado habría sobrepasado sus horarios. Como digo, vuelo cancelado y el nuevo vuelo, otro distinto, a las tres de la tarde del día siguiente. Con la boca pequeña a los pocos que quedábamos allí nos ofrecieron unos vales de taxi y hotel. Por no entrar en más detalles, los trayectos en taxi de ida y vuelta al hotel, a media hora de coche del aeropuerto, nos los tuvimos que abonar nosotros. Conservo los tickets de recuerdo que en teoría podría reclamar a la compañía pero no me quedan ganas de hacerlo, y eso que son cerca de 70$ porque como he dicho el hotel no estaba precisamente cerca del aeropuerto.

Insisto, las incidencias se pueden producir, pero la diferencia está en el manejo de las mismas y el trato ofrecido por la compañía a los pasajeros. En este caso, DELTA me ha ofrecido muchas, muchísimas, disculpas y un «regalo», envenenado por lo demás, de 175$ para comprar billetes en esa compañía durante el próximo año. No creo que los haga efectivos, porque tengo que decir que un año antes, esa misma compañía en un vuelo interno dentro de EE.UU dejó a mi hija tirada en el aeropuerto de La Guardia de Nueva York, de un día para otro, teniendo que dormir en el aeropuerto, con un vale de 15$ para comprar comida en las tiendas del aeropuerto y una hora gratuita de conexión a internet.

El problema es que estos casos no son puntuales, sino que mucho me temo son bastante generalizados. El mismo día que sufríamos los problemas en Atlanta con DELTA, viajeros de IBERIA en Nueva York echaban las muelas por el trato recibido por la compañía en problemas similares. La saturación de pasajeros, la pelea por los precios, la competencia entre las compañías y cuestiones similares están poniendo el sistema al borde del colapso y entre tanto es el sufrido pasajero el que paga religiosamente en febrero por un vuelo que va a realizar en verano y se queda con la mosca tras de la oreja por si cuando llegue el día no habrá alguna «incidencia», porque no hemos hablado del «overbooking», otro concepto que las compañías manejan a su antojo y que en fechas recientes ha motivado en más de una ocasión que pasajeros sean desalojados del avión a golpes y empujones cuando tenían su billete pagado y confirmado.

Volviendo a la reflexión del principio, en los años setenta del siglo pasado, los pasajeros éramos personas a cuidar y ahora somos poco menos que ganado a manejar sin ningún cuidado ni conmiseración.



domingo, 9 de julio de 2017

D



Todavía me quedan en el tintero algunos comentarios derivados de mi reciente viaje a Estados Unidos, como el asunto de los vuelos en avión y temas automovilísticos, pero interrumpo esta mini serie para intercalar esta entrada. «D» es uno de los títulos más escuetos que he utilizado –siempre procuro que sean de un solo vocablo– y me permito tomarle de la numerología romana o etrusca; como todos sabemos es la letra que designa el número quinientos y ello es porque esta entrada es la que hace ese número en este blog.

A finales de 2007 se me pasó por la cabeza la idea de ir reflejando en un blog pensamientos, comentarios y sucedidos que me fueran ocurriendo con la única idea de ejercitarme un poco en la escritura obligándome con periodicidad semanal a escribir un par de folios en «word». Han pasado casi diez años de aquella fecha y aquí queda reflejado el resultado. Lo de la periodicidad semanal ha dejado de cumplirse en contadas ocasiones porque en algunos momentos en que me iba a resultar difícil cumplir me he adelantado utilizando las múltiples herramientas disponibles programando con antelación la publicación de una entrada.

Como algunos de los lectores de este blog saben, soy un forofo de la cuenta de vocablos en documentos de texto, de forma que se pueda uno hacer una idea de su extensión, ya que al ser electrónicos no tenemos referencias. Sin contar esta entrada, el número de vocablos en el blog asciende a 490.254. En sí este número no dice nada pero aunque todas las comparaciones son odiosas, el decir que el más señero de los libros en lengua española, el Quijote, contiene 381.301 puede servir como referencia para hacernos una idea de la extensión. Realmente conservo una copia impresa de todas las entradas, encuadernada anualmente, que de vez en cuando abro por cualquier punto y releo para recordar situaciones del pasado y también descubrir algunas erratas que son pertinaces compañeras de todo texto escrito. De alguna forma este blog me sirve de documentación y en algunas ocasiones busco entradas antiguas bien para mi propio recuerdo bien para enviárselas a amigos que me preguntan por algunas cuestiones que ya con anterioridad he reflejado, como por ejemplo el asunto de las comillas españolas tratado en la entrada  «COMILLAS» es algo recurrente que sale a la palestra con relativa periodicidad y que remito incluso a escritores que siguen utilizando, indebidamente, las inglesas.

De todos es sabido que un blog es un documento público, abierto al mundo, que puede ser leído por cualquiera en cualquier momento y lugar. Sé de buena tinta que algunos amigos y conocidos leen de forma regular el blog, pero los contaría con algunos dedos más de los de las dos manos: Mercedes, Miguel Ángel, Dori, Félix, Manolo R., José María, Rafael, Azucena, Consuelo, Nieves, Patricia, otro Manolo R., Maribel, Ramón, Carlos, Jesús…perdón si se me olvida alguno, que me lo diga y le incluyo. Pero la plataforma ofrece como digo un sinfín de herramientas de control que me permiten conocer que últimamente los accesos semanales al blog, digo accesos porque no se puede colegir lectura completa o incompleta, sobrepasan con creces el número de mil. En la última semana fueron concretamente 1.321 accesos, mientras que en último mes, según la estadística que ofrece el blog fueron 5.497. Realmente no puedo entender que haya tan elevado número de personas accediendo a estos devaneos que se me ocurren, pero en alguna ocasión el comentario ha servido de ayuda a personas que al final han conseguido ponerse en contacto conmigo y hacerme alguna pregunta o solicitarme alguna aclaración adicional.

Y es que, claro, el blog puede llegar a ser anónimo, y este lo es. Salvo para las personas que me conocen y pueden contactar conmigo por otros canales, el nombre de Ángel Luis dice poco o nada. Una cuestión que da riqueza a un blog es la posibilidad de admitir comentarios a las entradas. En sus inicios este blog admitía comentarios pero tras unas pocas semanas me di cuenta de que no era una buena idea. Por un lado se requería un tiempo considerable en revisarlos y en su caso moderarlos, con lo que como ya ocurrió en un par de ocasiones te puedes enredar en una discusión prolongada sin darte cuenta. Por otro lado, ciertos comentarios ofensivos y maleducados me llevaron a tomar la decisión de renunciar a los comentarios aún a sabiendas de que el blog tendría un menor alcance.

Aunque no es indicativo, resulta curioso ver la localización de accesos al blog. En las tres primeras posiciones de países de habla no hispana aparecen Francia, Estados Unidos y Rusia. En el caso de Francia más de diecinueve mil accesos en total de lo que se puede deducir que algunos ¿españoles? Acceden de forma regular a las entradas. Mi agradecimiento en todo caso para estos lectores anónimos que se «tragan» lo que se me ocurre escribir semana tras semana.

En cuanto a entradas individuales, la más accedida de todos los tiempos es «CABREANTE» con 1192 accesos, en donde trataba de un anuncio de un curso para llevar a cabo ERE’s con éxito. La siguiente es «PAPYRE» con 1079 accesos donde me hacía eco de mis desavenencias con la empresa que comercializaba ese lector electrónico y la tercera es «COTORRA» con 888 accesos donde hacía comentarios sobre los anuncios parlantes en estaciones y zonas públicas.

Tengo que confesar que en algunas ocasiones me ha resultado difícil encontrar tema a desarrollar, porque las situaciones son tremendamente repetitivas y puedes caer, de hecho soy consciente de haberlo hecho, en volver sobre temas ya tratados, pero el paso del tiempo añade nuevas variantes que pueden enriquecer lo tratado. En todo caso, no es mi intención convertirme en eso que ahora llaman «influencer» ni tampoco ganar dinero con este blog, sino como he comentado obligarme a escribir unos párrafos que siempre vienen bien porque surgen giros lingüísticos o nuevas palabras que enriquecen el vocabulario, cuando no hay que investigar algo que resulta placentero, como ocurrió en las entradas «NÚMEROS» y «CALENDARIOS», aunque la preferida siempre será la ya muy antigua «DESAPARCAR».

En algunas ocasiones se me ha pasado por la cabeza cerrar este blog, pero por el momento mi intención es seguir semana tras semana en la brecha, mientras el cuerpo y la imaginación aguanten. El hecho de que sea una obligación auto impuesta y que no haya que atender por compromiso con terceras personas facilita la labor.


domingo, 2 de julio de 2017

déb-crédITO



En el mundo de internet hay mucha información sobre los más variados asuntos. Algunas veces, cuando uno anda con dudas, se lanza a consultar información sobre un tema determinado para conocer más sobre el asunto o afianzar algunos conocimientos, especialmente cuando se van a acometer acciones novedosas en la vida. Pero a mí nunca se me hubiera ocurrido consultar antes de mi viaje a EE.UU. cuestiones relativas al uso de las tarjetas bancarias, que llevo usando desde hace cuarenta años sin problemas en diferentes lugares del mundo. Craso error que al final por el momento solo me ha costado noventa dólares que estoy luchando por recuperar, observando en la distancia como se pasan la pelota entre un hotel y una entidad bancaria.

Ahora, a posteriori, he averiguado en numerosos blogs y sitios de internet que las tarjetas de débito no deben de usarse bajo ningún concepto en EE.UU. en operaciones de alquiler de coches, reservas y pagos de hoteles, compra de vuelos de compañías aéreas y en general la recomendación es tampoco usarlas en restaurantes por el especial funcionamiento que tienen las propinas en ese país y que contaré en otra entrada por no alargar esta. Tomado de una página web…

They told me in order to be safe, you should never use a debit card for things like car rentals, airlines or hotels and to use it only on smaller purchases like gas, dinner or for a small shopping trip.

Me dijeron que para estar seguro, nunca debes usar una tarjeta de débito para cosas como alquiler de coches, líneas aéreas o hoteles y usarlo solo en compras pequeñas como gas, cena o para un pequeño viaje de compras.

Lo suscribo aunque yo añadiría, por la experiencia, que en cenas o comidas tampoco es conveniente su uso.

Using a debit card anywhere you add on a tip will also cause complications for «the hold» or money in «limbo». Thus for the hold period you must also take into consideration that you have «spent» double your bill plus the tip until the hold period expires.

Usando una tarjeta de débito en cualquier lugar donde añada una propina causará complicaciones en su cuenta por el dinero en «limbo». Ppor lo tanto, para el período de bloqueo también debe tener en cuenta que ha «gastado» el doble de su factura más la propina hasta que expire el período de retención.

Laboraba yo a finales de los setenta en el departamento de informática de la desaparecida Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid cuando fui incluido en el equipo que se iba a encargar de implantar el «plástico», tarjetas de crédito, en España. En contacto con personal norteamericano, pusimos en marcha todo lo relativo a esta nueva modalidad en su doble vertiente de obtención de dinero en cajeros automáticos y pago en comercios, inicialmente a crédito, es decir, sin cargo directo en la cuenta porque las operaciones se iban acumulando en la tarjeta y eran devengadas a fin de mes. Con el tiempo este sistema de pago diferido que forzaban las tarjetas de crédito devino en incómodo para la mayoría de la gente, que prefería ver reflejados los cargos en su cuenta de forma directa para poder así controlar mejor sus gastos y su saldo disponible. Los cargos a finales de mes llevaban incluida alguna sorpresa por mucho control que tuvieras.

Desde entonces, mediados de los ochenta, he huido literalmente de las tarjetas de crédito y he usado, como digo en muchos lugares y países, en muchos comercios y cajeros, tarjetas de débito llegando al punto de tener las de tarjetas de crédito guardadas en un cajón y ello porque el banco me las enviaba sin yo pedirlas.

Cuando hace meses estaba preparando el alquiler de un coche para reciente viaje a EE.UU., me saltaron las alarmas al leer la letra pequeña del contrato en donde se mencionaba de forma explícita que, además de una tarjeta de débito para los pagos, era condición indispensable el presentar una tarjeta de crédito al mismo nombre que el titular del contrato y conductor del vehículo. No le di demasiada importancia porque me iba a llevar las dos tarjetas de crédito que tengo, aunque sin ninguna intención de usarlas. Aprovecho para decir que no sirve la de la mujer o la de la pareja, pues si se quieren utilizar forzarán un (nuevo) contrato a nombre de ella y la cancelación del anterior con una penalización que en mi caso era de 40$.

Cuando intenté usar la primera tarjeta de crédito, la operación fue denegada, porque tenía un límite de 600€ y los de la compañía de alquiler de coches intentaban hacer una reserva por encima de 700€. Menos mal que llevaba la otra con colchón suficiente, pues mi mujer no tiene ninguna; por lo que nos hubiéramos quedado sin poder alquilar un coche, al menos en esa compañía, pero lo que parece es que el resto funciona de igual manera. Mejor no tentar a la suerte.

Continuamos nuestro viaje usando las tarjetas de débito sin problemas aparentes, hasta que al llegar al segundo hotel pudimos ver un cartel en el mostrador de recepción desaconsejando el uso de tarjetas de débito en hoteles, por el asunto de las autorizaciones, retenciones, fianzas al fin y al cabo, que podía provocar posibles cargos dobles y el bloqueo del importe por períodos de hasta 14 días o más según el tratamiento que el banco diera a estas reservas, autorizaciones o retenciones. Usamos la otra tarjeta de crédito.

Pero al llegar al siguiente hotel, el importe que querían «reservar» no estaba disponible todavía en ninguna de las de crédito, por lo que nos vimos obligados a usar la de débito: la jo... jorobamos. El hotel dice que hizo una «autorización» de 90$ por el aparcamiento y un cargo efectivo de 527$ (donde para más inri estaba incluido también el aparcamiento). El hecho es que a día de hoy, casi tres semanas después, los 90$ cargados de más siguen, como se decía en un texto anterior, en el limbo. ¿Volverán? ¿Se recuperarán algún día? El propio banco consultado no sabe de este tipo de operaciones en una tarjeta de débito y «lo está mirando» desde hace días.

Al ser internacionales las compañías de alquiler de coches y de muchos hoteles, mucho me temo que apliquen este método en la mayoría de los países. Por ello recomiendo a los lectores de este blog informarse con antelación e ir preparados para evitar problemas.