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Autor desconocido |
Interés es una palabra que tiene muchas acepciones en el diccionario y, estando en los tiempos que estamos, podría parecer que las líneas que siguen estarían dedicadas a la tercera que nos brinda el diccionario:
“Lucro producido por el capital”, pero nada más lejos de ello. En anteriores ocasiones he repetido una y otra vez una frase que me apasiona:
“La curiosidad es el mejor antídoto para la vejez”. He buscado por las entradas de este blog y la palabra “curiosidad” aparece menos veces de las que yo pensaba.
Uno va acumulando años ya a demasiada velocidad. Mi buen amigo Miguel Ángel ha decidido utilizar la notación hexadecimal, esa que usan los ordenadores, con lo que, instalado en sus sesenta, él dice que tiene “treinta y C” que es el equivalente en esa notación numeral. Todo es relativo y con este pequeño truco se ha rejuvenecido y de qué manera volviendo a la treintena. Cuando uno echa la vista atrás y repasa mentalmente las situaciones por las que ha pasado, da por pensar que es hora de devolver a la sociedad lo que esta te ha ido dando a lo largo de los años, claro está, suponiendo que tengamos algo que devolver. Pero siempre hay algo que contar, no quiero decir enseñar, a los que te rodean. Los años acumulan en las personas una serie de conocimientos que pueden ser útiles a los demás y por eso es conveniente transmitirlos, a pesar de que lo que ahora se lleva es denostar a los ancianos, digo mayores, que están desfasados y no sirven para nada. Pero para que lo que se transmite llegue a buen fin y sea útil se necesita un receptor adecuado al otro lado que reciba y aprecie el contenido de la transmisión.
A poco que nos movamos vemos mayores muy activos. En una conferencia a la que asistí ayer acerca de la creación de un foro de historia dentro de un ateneo local, yo debía ser uno de los jóvenes. Lo de jubilarse y sentarse en el sofá a ver la televisión ha pasado a la historia. Hay todavía gente que lo practica pero muchos se aplican la frase que hemos comentado acerca de la curiosidad y se ponen de forma activa a mostrar interés por las cosas más variopintas. Por cierto y dicho sea de paso, también es una de las mejores medicinas preventivas contra el alzhéimer. Bien es verdad que aquellas tareas que hemos ido dejando toda la vida para hacer cuando tuviéramos tiempo y estuviéramos lejos del mundo laboral son a las que menos tiempo dedicamos y seguimos
procrastinando día tras día. A modo de ejemplo, en mi caso, pasar por el escáner miles de negativos y diapositivas que siguen esperando su turno año tras año.
Pero retomemos el hilo de lo que quiero comentar. Hace unos meses impartí una charla de actualización, algunos lo dicen conferencia, sobre el libro electrónico a la que asistió un amigo, que había asistido también a la misma el año anterior. Me preguntaba una y otra vez por el tema cuando nos encontrábamos hasta que ya esta semana me confirma que por fin se lo ha comprado y que… ¿cómo diantres meto los libros en este cacharro para poderlos leer? Me dejó de piedra, pero luego pensando un poco sobre el asunto encuentro que es normal. ¿Tenía mi amigo interés en el tema cuando asistió a las charlas?, ¿tenía un interés real? Pienso que no, que se trataba de la curiosidad por un tema novedoso.
Ahora el interés ya no es mera curiosidad, pues se ha convertido en necesidad, porque hay que dar utilidad al por el momento
archiperre ese que ha adquirido con los cupones de un diario y que por cierto es una tableta y no un “e-reader” de tinta electrónica, diferenciación básica que repito en las charlas una y otra vez y que constato que mi amigo no se ha enterado y ha caído en la trampa. Hace unos días me pilló por la calle con la tableta en las manos y mientras tomábamos un café volví a repetirle lo que en teoría ya había escuchado de mi boca al menos dos veces. Pero, saben una cosa, yo percibía que no se estaba enterando, por tercera vez, de lo que le estaba contando. Y todo ello, pienso yo, es porque no tiene verdadero interés en el procedimiento de poner los “e-books” en su aparatito. Aquello de que yo quiero que me den los peces, si puede ser cocinados y sin espinas, y lo de aprender a pescar como que se lo cuenten a otro.
Cuando intento contar, ojalá pudiera decir enseñar, a otros algo de lo que yo conozco un poco por encima, tengo un sexto sentido que me permite percibir si se están enterando de lo que les digo. Lo más probable es que se lo cuente mal, que no tenga capacidad de transmitir, que no sea un buen explicador o cosas por el estilo. Pero cuando noto que la persona a la que dirijo mi perorata no la toma como tal sino que está interesada de verdad, que escucha en lugar de oír, que los ojos le brillan, que una satisfacción inunda su ser por lo que está aprendiendo, que te agradece tu esfuerzo y tu tiempo, que te devuelve con gestos o comentarios tus palabras, que tiene una meta y valora tu ayuda, que notas, en suma, que quiere y demuestra ahínco, voluntad y esfuerzo por interiorizar para su futuro provecho, no puedo por menos de sentirme satisfecho y feliz de, como he dicho antes, sentir que estoy devolviendo a la sociedad lo que a su vez ella me ha dado. Por ello, cuando encuentro a alguien que tiene interés de verdad, que se está esforzando por mejorar, que quiere aprender cosas nuevas y que pone todo su esfuerzo y voluntad en ello, y yo puedo contribuir con mi pequeña aportación, el placer es indescriptible y la satisfacción que me produce no se paga con dinero.
No hay peor cosa que percibir cuando hablas a alguien que es como si te estuvieras dirigiendo a la pared. Hay personas que no escuchan, que cuando te contestan notas de forma inequívoca que lo que le has dicho segundos antes le ha entrado por un oído y le ha salido por el otro, que simplemente oye y menos mal porque al menos demuestra educación por no interrumpirte. Un dicho de esos que me gustan dice que “de mis amigos líbreme Dios, que de mis enemigos me cuido yo”. Pues eso, líbreme Dios de las paredes y deme escuchantes a los que les brillen los ojos.
La psicología ha llegado en sus estudios a conclusiones que demuestran que "quienes muestran altos niveles de curiosidad, experimentan mayores niveles de satisfacción en la vida que el resto de las personas." Haga cada cual el esfuerzo de interiorizar la frase y obrar en consecuencia.