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domingo, 26 de julio de 2015

ESTATINAS





Lo prometido es deuda. En la entrada de la semana anterior titulada «RECICLADO» hacía referencia a un artículo encontrado en un diario poco antes de llevarle al contenedor. El artículo se titula «Colesterol: fármacos bajo sospecha» y lo reproduzco al final de esta entrada, tras unas pequeñas reflexiones sobre el asunto.

Hace un año por estas fechas, julio de 2014, me encontraba yo en un estado físico lamentable, que atribuía sin lugar a dudas al consumo continuado de un medicamento que toman miles de personas de forma diaria en todo el mundo pero que a mí me iba deteriorando poco a poco. Me refiero a las conocidas «estatinas» que son recetadas con profusión y sin ningún recato por los galenos de todo el mundo para reducir el colesterol. Antiguamente el índice de colesterol recomendado estaba por 250 y ahora anda por 190, lo que ha supuesto un incremento descomunal en la cantidad de personas que toman «estatinas». En España, según estudios, el consumo de estos medicamentos se ha incrementado en más de un 400 por ciento en los últimos diez años. Los nombres comerciales son variados y las estatinas también; por poner una lista que no es exhaustiva he encontrado lovastatina, rosuvastatina, fluvastatina, atorvastatina, pitavastatina, pravastatina, simvastatina…

Para no repetir mis desavenencias hacia estas pastillitas, remito al lector interesado a la entrada «COLESTEROL» de este blog donde refiero mis desencuentros y la reseña del libro «La mentira del colesterol» en el blog amigo de A leer que son 2 días. Cualquiera con un poco de interés que busque información en la red sobre los efectos secundarios de estas pequeñitas pero matonas «…inas» verá como se le ponen los pelos de punta nada más comenzar a leer. A modo de ejemplo remito a un aviso de la F.D.A. americana en la que bajo el título «La FDA difunde su advertencia sobre los riesgos de las estatinas» hace una serie de consideraciones muy interesantes sobre estos medicamentos y sus efectos secundarios, y que puede consultarse en este enlace. Lo que más me asustó a mí fue la subida de los índices de glucosa y el riesgo de contraer una diabetes. En otros artículos se habla de este asunto: un ejemplo en este enlace de la Sociedad Argentina de Cardiología.

Antes de reproducir el artículo citado, justo es decir que aunque en mi caso los efectos secundarios derivados de la toma de estatinas han sido cuantiosos y podrían haber sido más graves si no dejo de tomarlas, un hermano mío las lleva tomando años sin ningún problema. Para efectos secundarios hay organismos.

Como ya he referido, el artículo se titula «Colesterol: fármacos bajo sospecha», está firmado por Marisol Guisasola, hace referencia a www.mujerhoy.com y apareció en abril de 2015 en un suplemento de “El Diario Montañés”, periódico de Cantabria. Para entrar en materia, el subtítulo rezaba así: «Nuevos estudios alertan contra los efectos secundarios de las estatinas. Dos expertos aseguran que estos fármacos no son tan eficaces contra el riesgo cardiovascular como se ha dicho».
 
Si estás tomando estatinas para reducir el colesterol y, de ese modo, disminuir tu riesgo de sufrir un ataque cardiaco o un accidente cerebrovascular... cuidado. Quizá, tu doctor te podría hacer prescindir de esos medicamentos y, de paso, esquivar sus efectos secundarios. Y si no, mira lo que dicen el dr. David M. Diamond, Profesor de Farmacología Molecular y Fisiología de la Universidad del Sur de Florida (EE.UU.), y el dr. Uffe RavnsKov, investigador independiente y experto en enfermedad cardiovascular y colesterol. Sin relaciones de interés con la industria farmacéutica, ambos expertos han analizado diferentes estudios sobre estos medicamentos y han concluido lo siguiente: "Recetados desde hace dos décadas, estos fármacos (los más vendidos del mundo) no son tan eficaces ni tan seguros como nos han hecho creer hasta ahora". En su análisis, señalan que "si bien las estatinas reducen claramente los niveles de colesterol, no reducen la mortalidad por problemas cardiovasculares". Añaden que los estudios realizados al respecto no solo han pasado por alto los muchos efectos adversos de estos medicamentos, sino que han utilizado lo que se conoce como "fraude estadístico" para inflar los datos sobre su eficacia.

Datos no confirmados

Su crítica se ha publicado en la revista científica Expert Review of Clinical Pharmacology, provocando una auténtica conmoción entre la clase médica. En su informe se describe cómo las estatinas "solo reducen el riesgo de eventos coronarios -angina de pecho, infarto o muerte súbita- en un 1% de pacientes, cuando los estudios han hecho pensar que benefician al 30-50% de ellos".

Esa inflación de la eficacia, junto con la minimización de los efectos secundarios que provocan, explica por qué tantos profesionales de la salud han recetado estatinas habitualmente, según los doctores Diamond y Ravnskov.

"Las complicaciones al tomarlas son mucho más comunes de lo que se comenta en los congresos médicos e incluyen un aumento de las tasas de cáncer, cataratas, diabetes, deterioro cognitivo, trastornos musculo esqueléticos... que superan con mucho los pretendidos beneficios del tratamiento con estos medicamentos".

Si bien hay datos contradictorios sobre el tratamiento con estatinas y el riesgo de cáncer (unos concluyen que aumentan el riesgo y otros, que lo reducen), ambos expertos insisten en explicar esta relación. "La mayoría de los estudios con estos fármacos duran cinco años, y eso es poco tiempo para ver desarrollarse un cáncer. Incluso así, un ensayo a largo plazo ha comprobado un claro aumento de incidencia de cáncer de mama en mujeres que llevaban tomando estatinas durante más de 10 años".

Fiona Godlee, directora de la revista científica British Medical Journal, ya ha pedido a las compañías farmacéuticas que den a conocer todos los datos no revelados de sus estudios. "Animamos a más revistas científicas a que sigan nuestro ejemplo al proponer que los artículos que tratan de educación clínica estén firmados por expertos sin lazos con la industria", declaran Diamond y Ravnskov. Ambos proponen otras estrategias que sí han demostrado reducir el riesgo cardiovascular, como no fumar, controlar el peso, hacer ejercicio con regularidad (entre 45 y 60 minutos al día) y evitar el estrés. A ello añaden otra que adquiere cada vez más fuerza entre los cardiólogos: seguir una dieta baja en hidratos de carbono (azúcares y harinas refinadas) para normalizar los biomarcadores del riesgo cardiovascular, una medida especialmente beneficiosa para personas con diabetes tipo 2.

Una cuestión de riesgos-beneficios

¿Y qué sucede en nuestro país? Pues en España el consumo de estatinas ha aumentado un 442% en la última década, según la Agencia Española del Medicamento. Los expertos de la Sociedad Española de Cardiología lo tienen claro y creen que ese aumento en la prescripción de estos fármacos ha redundado en beneficio de los pacientes. "Si la esperanza de vida ha aumentado seis años en las últimas tres décadas, cuatro de esos años se deben sin duda a los avances en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares y casi un 25% directamente a los fármacos para reducir el colesterol", explican desde este organismo.

Tras realizar una encuesta sobre el uso de estatinas, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) concluye en cambio que nada justifica ese aumento descomunal en su consumo. Para esta organización, a muchos españoles se les está medicando sin necesidad, pese a los efectos secundarios de estos fármacos. La inmensa mayoría de cardiólogos contradicen esa visión. Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) insisten en que de todos los factores de riesgo cardiovascular, el colesterol es el más relevante: "Reduciendo el colesterol se reduce más el riesgo de ataque cardiaco que actuando en otros factores de riesgo”. Mientras tanto, el debate continúa.

¿Son tan malas las grasas?

Investigaciones realizadas por la Universidad del Oeste de Escocia han llegado a una sorprendente conclusión: que las recomendaciones que llevamos décadas oyendo para reducir el consumo de grasas no deberían haberse hecho.

Cuando en 1970 se comenzó a relacionar el consumo de grasas y los elevados niveles de colesterol, la enfermedad cardiovascular era la primera causa de muerte en Estados Unidos. Por ello, las autoridades sanitarias difundieron un mensaje: que el total de grasas no podía exceder el 30%de las calorías diarias y que las saturadas no podían superar el 10% de esas calorías.

Pero esos límites no se basaban en datos científicos. De hecho, algunos estudios negaban que las grasas saturadas tuvieran algo que ver con la formación de placa en las arterias. ¿Quiere eso decir que una dieta rica en embutidos, quesos y mantequilla no es tan mala para el corazón como pensábamos hasta ahora? La respuesta es que aún no lo sabemos, pero hasta que haya estudios al respecto, lo más seguro para nuestra salud es evitar el sedentarismo y los alimentos procesados, más ricos en estas grasas.




sábado, 18 de julio de 2015

RECICLADO





Hemos hecho comentarios en este blog con anterioridad acerca de las diferencias en el tratamiento de los residuos en diferentes países, concretamente en la entrada «CASCOS» publicada hace ahora seis años, en julio de 2009. Qué duda cabe que la mejor basura es la que, sencillamente, no se produce, como ocurría hace años y comentábamos en otra entrada «JABÓN» de la semana anterior, donde las casas se gestionaban su propia basura y no salía nada al exterior. Ahora producimos montañas y montañas de residuos, porque desde hace unos años y por la presión de los sistemas de compra y envasado de los productos, hemos asistido a un desmesurado crecimiento de los envoltorios, lo que genera una cantidad enorme de basura. En el fondo, desechamos cantidad de materiales muy útiles y muy costosos de obtener, por lo que ya desde hace tiempo nos quieren convencer de que participemos activamente en los procesos de reciclado. Para ello deberíamos tener una enormidad de sitio en casa donde colocar varios cubos o recipientes para cada una de las modalidades de reciclado que se nos ofrecen, tales como envases, papel, vidrio, orgánica, aceite, pilas y alguno más que habrá por ahí y en este momento no me viene a la cabeza.

Dentro de este programa, disponemos en casa de una bolsa donde vamos acumulando el papel y el cartón con vistas a su depósito en el contenedor de reciclado, el azul, sirva de recordatorio para despistados. No es muy costoso, es limpio, y parece que así aportamos nuestro granito de arena a la conservación del medio ambiente, que buena falta le hace al pobre. Antes de llevar la bolsa al contenedor, me gusta hacer una pequeña revisión de su contenido para eliminar posibles papeles, tales como aquellos que puedan contener algún dato sensible como nombres, direcciones, teléfonos, cuentas bancarias o similares. La gente tira las cosas a la basura sin tener un mínimo de precaución en estos asuntos, que nunca está de más. Vean sino la imagen de una caja encontrada AL LADO DEL contenedor, ni siquiera dentro, donde se pueden leer multitud de datos del destinatario, el producto, la empresa, fechas, etc. etc. que yo he tachado por razones de confidencialidad y porque no quiero desvelar datos, que si caen en manos inadecuadas pudieran producir un disgusto. La foto está hecha con mi teléfono móvil: en un periquete me llevé toda la información.

Aquellos profesionales o aficionados al mundo de los espías o la antropología saben que una de las mejores fuentes de información es la basura. Siempre se ha comentado que un empleado de limpieza en una oficina que sea un poco avispado y eche un vistazo a las papeleras puede recabar información muy valiosa. No en vano en muchos sitios se dispone ya de trituradoras de papel para dar buena cuenta del material con información sensible, aunque por comodidad o vaguería no siempre se hace uso de estos aparatos y se lanzan directamente a la papelera normal. Recientemente he estado laborando un tiempo en las oficinas de un gran banco nacional y era curioso ver en las papeleras, algunas de ellas en sitios accesibles para cualquiera como la sala de impresoras, multitud de documentos con información más que sensible, no solo de titulares de cuentas, sus números de identificación y sus saldos, sino también documentos nacionales de identidad, CIF’s de empresas y autónomos, facturas con datos de matrículas de coches, datos de hipotecas y créditos, nombres de empresas y sus direcciones, empleados de las mismas con sus correos electrónicos y teléfonos… Vamos, una mina a poco que caigan en manos de algún desalmado que los utilice de forma torticera.

Se dice por activa y por pasiva que no se impriman documentos si no es estrictamente necesario, que se conserven bajo control y llave, especialmente en horarios fuera de trabajo, que no se depositen en contenedores y papeleras normales y se pasen por la trituradora, pero a pesar de ello el problema continúa. Y hoy en día en que es frecuente en las empresas contratar personal de forma temporal, esto puede ser una fuente de problemas de tamaño considerable.

Como decía, hago una revisión de los papeles míos y de mi familia antes de llevarlos físicamente al contenedor. Alguna vez me he encontrado alguno que he hecho trocitos con mucho cuidado, depositando parte en el contenedor de papel y parte en la basura convencional, para minimizar el riesgo. En algún momento he llegado a pensar en adquirir una trituradora, pero además de la falta de sitio y de que en casa tampoco el problema es tan grande, el ejercicio físico para manos y dedos de hacer trocitos una hoja de papel siempre es saludable en la prevención de la artrosis.

Supongamos, en el caso de la imagen que acompaña esta entrada, que en vez de haber comprado naranjas de zumo por internet, la señora Teresa XXX hubiera comprado una televisión, una aspiradora, un aparato de aire acondicionado o una estufa. En unos días se podía presentar en su casa, con todos sus datos perfectamente dispuestos en un formulario «oficial», un operario de una empresa ficticia con la intención de hacer una revisión o cualquier otra excusa…

Y siempre pueden existir beneficios añadidos. En mi última revisión antes de ir al contenedor, he encontrado un dominical atrasado, de hace varios meses, con un artículo enjundioso en el que en su día no había reparado y titulado «Colesterol: fármacos bajo sospecha». Me sirve de pie para la entrada de la próxima semana en la que lo reproduciré para enlazar con mis desavenencias con el colesterol, porque poco a poco van saliendo a la luz datos que confirman el engaño que estamos sufriendo colectivamente en este asunto.


domingo, 12 de julio de 2015

JABÓN

Sabías qué…
la regeneración de los aceites usados tiene un efecto favorable en la lucha contra el cambio climático?
… un solo litro de aceite usado que tiramos por el fregadero puede contaminar 50000 litros de agua, amén del costoso precio que alcanza dicho producto?
… tan sólo 1 litro de aceite usado puede contaminar una superficie de 4.000 m2, lo equivalente aproximadamente a un campo de fútbol?
… la combustión incontrolada de aceite usado emite gases tóxicos originando graves problemas de contaminación?
… con la regeneración de 3 litros de aceite usado se obtienen 2 litros de aceite nuevo?
En las sociedades que llevan la etiqueta de avanzadas, el aceite es de uso común en el entorno doméstico. ¿Qué hacemos con el aceite usado? Lo normal sería irlo almacenando para llevarlo al lugar adecuado para su eliminación o reciclaje, pero al igual que esto del reciclado va siendo más común para otros asuntos como los envases o el papel, mucho me temo que a los aceites todavía no los ha llegado el turno.

Este tema me retrotrae a mi infancia, a primeros de los años sesenta del siglo pasado, cuando en el mes de septiembre mi hermano y yo nos íbamos a pasar unos días con mi abuela a su pueblo, que también lo era de nuestra madre, un pueblo ni grande ni pequeño perdido en las profundidades de la provincia del bolo, a saber Toledo. Nos acoplábamos como podíamos en casa de una tía, Palmira, en la que pasábamos los días de la fiesta del pueblo como unos más de la familia. Varias particularidades de esa casa recuerdo con nitidez. Una de ellas era que no había cuarto de baño, quedando sus usos suplidos por el gallinero, que sí había. Pongan ustedes la imaginación en marcha para averiguar dónde y cómo se hacían las aguas menores y mayores en la casa. La cuestión del lavado era mediante palangana en la habitación o baño piscinero en la alberca del riego de la huerta que laboraba mi tío Rafa, donde pasábamos gran parte del día, ayudando en lo que se terciaba.

Otro asunto que recuerdo de la casa era el de la comida: todos los días, siete días a la semana, la comida central era a base de cocido madrileño y la cena lo que sobraba del cocido del mediodía: la famosa ropa vieja, o como mucho unas croquetas exquisitas que nos hacía mi abuela con los restos de tocino, jamón y huevo. Había más características que nos resultarían curiosas hoy en día, pero voy a referirme tan sólo a una más: el reciclaje. ¡Aquello sí que era reciclaje! No sobraba nada; lo que pudiera ser combustible, como papeles, cartones, astillas o demás… a la lumbre; lo que era orgánico, como cáscaras, mondas, huesos… para los animales del gallinero, el perro o los cerdos de la huerta; el aceite usado… para hacer jabón.

Hace tres meses, en abril de 2015, pasé un fin de semana en otro pueblo de Toledo con una familia que seguía observando ciertos temas como en los viejos tiempos. Uno de ellos era el conservar el aceite usado para hacer jabón, como antaño hicieran mi tía y mi abuela. Han pasado más de cincuenta años y la tradición de hacer jabón se sigue conservando. Es una manera de responder a las preguntas que nos hacíamos al principio de esta entrada y de paso ahorrarse unas pesetillas en productos de limpieza. Marisa, que así se llama la mujer en cuya casa estuvimos, y su hermana, me regalaron seis pastillas, ladrillos, de jabón, tres cada una, porque eran ligeramente distintas, ya que hay muchas maneras de hacer el jabón. Desde ese día, hace como digo tres meses, he utilizado en mi aseo diario en los lavados de manos y ducha el jabón del que hablamos, habiendo consumido una pastilla. Me quedan cinco más, que al mismo ritmo me darán para más de un año. En ese tiempo iré guardando el aceite usado para fabricarme el mío propio.

Buscando en la red se pueden encontrar muchas recetas acerca de cómo hacerlo. Pongo yo a continuación la que me comentó personalmente Marisa, y que es la que ella lleva haciendo muchos años. Son necesarios 5 litros de agua caliente, 5 litros de aceite usado, 1 kilogramo de sosa cáustica, mascarilla, guantes, gafas y un delantal para protegerse de las posibles salpicaduras, que deberemos por todos los medios evitar. Realizaremos las operaciones en un sitio tranquilo, bien ventilado, lejos de niños y mascotas. Verter el agua en un recipiente de plástico, madera o acero inoxidable, nunca de aluminio, hierro o metal. Ir añadiendo poco a poco la sosa y removiendo en el mismo sentido con un palo de madera para diluirla bien y que no queden grumos. Hacerlo en este orden, primero el agua y luego la sosa, pues hacerlo al revés es extremadamente peligroso porque se pueden producir salpicaduras e incluso pequeñas explosiones. A continuación verter el aceite poco a poco hasta que espese. Es conveniente, si se dispone de ella, utilizar una batidora vieja para mejorar la mezcla, pero utilizándola con cuidado y siempre sumergida para evitar salpicaduras. Taparlo con un trapo de forma que no le falte el aire y tenga ventilación, dejándolo hasta que se endurezca. Luego es conveniente esperar unos días hasta poder utilizarlo.

El uso en casa de este jabón es buenísimo tanto para la piel como para la ropa, cuida la ecología y de paso el bolsillo, con el consiguiente ahorro en geles y champuses en nuestras visitas al supermercado o la droguería-perfumería, si es que quedan. Recuerdo que decían antaño que también era muy recomendable para el pelo y los lavados de cabeza. Me viene a la mente una salvajada que sobre este último tema protagonizaba un primo mío ya mayor, y que consistía en ir al campo a cazar lagartos, que luego eran asados en el propio aceite usado antes de utilizarlo para fabricar el jabón. Mi primo y algún amigo andaban ya con problemas de pelambrera, se les caía bastante el pelo, y les habían dicho que si se utilizaba el aceite con lagarto en la fabricación de los jabones era mucho mejor. Recuerdo que en alguna ocasión se untaron directamente el aceite en la cabeza…