Pocas
son las personas, incluso desde muy jóvenes, que no llevan ya un smartphone en
el bolsillo. Lo de «phone» es un derivado de su función original, que es una de
las cosas que menos se utiliza hoy en día; la de hablar por teléfono. Se trata
de potentes ordenadores, cada vez más, capaces de hacer muchas cosas pero que
por lo general dependen para un uso completo de su conexión, de lo que todo el
mundo llama «los datos». Tener un teléfono hoy en día sin posibilidad de
conexión lo deja capitidisminuido en sus prestaciones y pocas personas son
proclives a renunciar a esto.
Una
alternativa a «los datos» es el o la wifi, un término que a todos nos suena y
que vamos buscando como agua de mayo, especialmente los más jóvenes, grandes
consumidores de información por el envío de fotografías y vídeos cuando no su
consulta y visionado en plataformas como Youtube, Vimeo o similares, amén de
redes sociales que proliferan con los días en las que la base es la imagen. Un
ejemplo: yo dispongo mensualmente en mi contrato de la misma cantidad de datos
que mi hija, 1 Gb, pero a mientras a mí me sobran megabytes todos los meses por
el contrario a mi hija le faltan; cuando se van acercando los finales de mes,
la cantinela de «papá, habilítame la wifi con tu teléfono» es constante. La
diferencia está en el uso, esporádico en mi caso para ver el correo o twitter,
mandar o recibir guasaps pero siempre con la opción de no descargar fotografías
o vídeos salvo que yo lo indique, mientras que mi hija prolifera sus
comunicaciones en las redes con mensajes de voz, fotografías y vídeos, con el
consiguiente consumo alto de datos. Por ello, muchos jóvenes transitan con el
teléfono como antena buscando hasta debajo de las piedras las wifi gratuitas.
Ayer, sin ir más lejos, entramos en una cafetería a tomar un refresco y mi hija tardó
poco en detectar que disponía de wifi y pedir la clave al camarero.
Pero…
¿Qué es wifi? Lo asociamos a la disponibilidad inalámbrica de conexión a
internet susceptible de ser usada por un sinfín de aparatos electrónicos, no
solo teléfonos sino también tabletas, ordenadores, e-readers y hasta cámaras
fotográficas o navegadores GPS. En sus inicios era una marca, «Wireless
Fidelity», aunque Phil Belanger (miembro fundador de la Wi-Fi Alliance que
presidió la elección del nombre «Wi-Fi») dice que no significa nada, solo un nombre
más utilizable que «IEEE 802.11b».
Cada
vez es más común cuando salimos de vacaciones llevar con nosotros el ordenador
portátil de forma que podamos seguir teniendo cierta capacidad de realizar
ciertas operaciones que se han colado en nuestras vidas. Aún en periodo vacacional
es cómodo tener acceso a la red para planificar una excursión o sacar entradas
para un espectáculo. Muchas de las operaciones se pueden hacer, con ciertas
incomodidades, desde el teléfono, pero seguimos estando más cómodos ante una
pantalla y un tecleado, por lo que es normal cada vez más acarrear el portátil
y utilizar las wifis de los hoteles en los que nos alojamos. Aunque esto
representa algunos inconvenientes en los que no solemos reparar.
Uno
de ellos es que por lo general estos accesos inalámbricos no llegan a las
habitaciones, con lo que hay que bajarse a los anexos a la recepción para
conectarse, en donde nos juntaremos según los horarios con una legión de
personas que están haciendo lo mismo que nosotros y en algunos casos con
problemas para encontrar un sitio físico donde estar cómodos. Mientras estemos
navegando para leer el periódico, ver información de zonas geográficas próximas,
atracciones o lugares recomendados, no hay problema. Pero en un momento
determinado nos puede ser necesario consultar nuestra cuenta bancaria, nuestro
correo electrónico o incluso utilizar nuestra tarjeta de crédito para comprar
unos billetes de autobús o unas entradas a un espectáculo al que queremos
asistir. En estos casos… ¡peligro! Estamos conectados en una red pública, sin
ninguna seguridad y en la que si se encuentra algún hacker puede obtener
nuestras claves con mucha facilidad. En algún caso hasta los propios empleados
del hotel pueden estar ojo avizor para conseguir la clave de nuestra tarjeta de
crédito que en pocos minutos estará siendo utilizada por alguien en un país
lejano hasta desplumarnos todo lo posible.
Por
ello es necesario tomar conciencia de que tipo de red estamos utilizando y para
ciertas operaciones delicadas no utilizar redes públicas en hoteles, cafeterías,
estaciones o aeropuertos. En casos
puntuales o esporádicos, la solución es generarnos con nuestro teléfono una red
privada y con clave de acceso para esas operaciones. Si necesitamos por razones
de trabajo u otras una conexión segura más prolongada, mi recomendación es
hacerse con un router inalámbrico y una tarjeta SIM específica para generar esa
red que nos permita trabajar cómoda y sobre todo seguramente.
En
mi caso y para este verano, he optado por esta última solución y tras mucho
investigar el mercado, he adquirido un router transportable, del tamaño de un
paquete de tabaco y con una autonomía de alrededor de diez horas en
funcionamiento gracias a su batería recargable, para el que he obtenido una SIM
específica en modalidad de prepago que voy cargando en función de mis
necesidades. Aunque es hacer un poco de propaganda, no me importa porque me está
funcionando de maravilla, a una velocidad que despeina y el coste no me parece
desproporcionado; todo sea por la seguridad y la fiabilidad, ya que funciona prácticamente
en cualquier parte, incluso en el propio coche mientras vamos circulando con lo
que nuestros teléfonos, tabletas y ordenadores pueden ignorar su consumo de
datos y utilizar la wifi que genera este cacharrito. Al conductor le sirve de
poco pero el resto de pasajeros están encantados de poder ir trasteando con
conectividad fiable y segura. El router es un TPLINK M7350 en el que utilizo una tarjeta SIM de SIMYO que dispone de unos bonos de datos
que me parecen muy asequibles: en estas fechas del verano de 2016, 1 Gb en
horario nocturno o en fin de semana cuesta 1,99 euros y hay muchas posibilidades
en función de nuestras necesidades.
Aunque
yo no lo utilizo –por el momento—este router permite la inserción de una
tarjeta microSD donde podemos cargar documentos, fotos e incluso películas para
compartir entre todos los dispositivos que se conecten. Obviada la compra del
router y de la SIM, añadir unos pocos euros al coste de nuestro viaje de negocios
o vacaciones no representa un gasto desproporcionado y la fiabilidad y
seguridad no tienen precio. Cuando consigo una conexión 4G, lo que ocurre la
mayoría de las veces según los lugares en los que me encuentre, la conexión va
como un tiro, casi mejor que en el ADSL de casa. Me tengo que pasar a la fibra,
pero por el momento solo me la ofrece Timofónica y yo con ellos no quiero nada.
Voy a tener que utilizar este router inalámbrico también en casa…
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