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domingo, 25 de noviembre de 2012

DESPIDOS



“Algunos le dijeron que antiguamente las cosas se llamaban con nombres mucho más hermosos”. Gregorio lo creyó porque había descubierto el lenguaje de los poetas y pensaba que cada cosa se merecía una poesía y no una palabra …

No nos engañemos. El despido, en términos laborales, ha sido siempre libre en España. A pesar de las arremetidas permanentes y continuas de la patronal, desde tiempos inmemoriales y aún hoy todavía, lo que no ha sido es barato, pero a cualquier empresario que se le antojase, disponiendo en caja del suficiente peculio, podía arrojar y poner de patitas en la calle a cualquiera de sus empleados por cualquier nimiedad sin tener siquiera que sonrojarse por justificarla.

En el siglo pasado, en tiempos de la dictadura se inventó aquello del motorista. Ese que desde las altas instancias enviaban con un sobre que era entregado al destinatario y que al abrirlo este se quedaba con cara de haba al leer el eufemismo de que había sido suspendido de sus funciones, sin más explicaciones. Luego en los años noventa, con aquello de las modernidades del correo electrónico, supe de algún caso en el que un alto directivo había sido cesado en sus desempeños laborales al abrir el correo a primera hora y leer con estupor que cerrara y se marchara, eso si, a la mayor brevedad posible, y sin llevarse nada.

Desde febrero del presente, el despido laboral está mucho más barato, tanto que casi incita a las empresas a prescindir de trabajadores valiosos antes de que acumulen años de antigüedad y sustituirlos por otros a menor coste y sobre todo con contratos laborales de nueva redacción. Aunque la verdad es que no sé para que sirven los contratos laborales, si las empresas, incluso las más representativas, se los saltan continuamente, obligando a sus empleados bajo amenazas más o menos taimadas a realizar más horas o prestarse a tejemanejes de cualquier tipo. Y el grito de “esto es lo que hay” no queda otro remedio que claudicar o en caso contrario esperar que te llegue tu “motorista”.

Y por si esto fuera poco y para facilitar un poco más las cosas, se ha inventado esto del E.R.E., cuyo significado es Expediente de Regulación de Empleo, al que se acogen las empresas con los argumentos más peregrinos, bendecidos por las leyes actuales, para poner de patitas en la calle un considerable número de empleados a unos costes reducidos y en algunos casos irrisorios. Toda una inversión para quitarse “lastre” de en medio. Y es que lo que antes de llamaba “empleado” para referirse al capital humano de las empresas, sus empleados, ahora se llama simplemente “recurso”, y claro, no se tienen remordimientos y es mucho más fácil deshacerse de un “recurso” que de un “empleado”. Empleado suena a persona y recurso suena a cosa.

En estos días de agitación económica se anuncian día tras día ERE’s masivos. Empresas otrora punteras de la economía nacional, en las que cualquier españolito hubiera querido laborar de por vida, se hunden a toda velocidad, esquilmadas por gestores sin escrúpulos que se han llevado lo impensable y anuncian poner en la calle miles de empleados, a golpe de ERE y por cuatro pesetas, que suena mejor que euros, pues en la caja no quedan más que telarañas y no hay dinero para los “recursos”. Por citar unos ejemplos que suenan en estos días, Iberia y Bankia anuncian despidos de alrededor de cinco mil de sus trabajadores. Muchos de ellos, mayores ya y que llevan toda la vida se encontrarán en la calle con una mísera indemnización.

Pero esto con ser malo, no es lo peor. Muchas otras empresas, sobre todo las grandes, están llevando una labor encubierta de lo que eufemísticamente se ha dado en llamar “reducción de la masa salarial”. No entramos en cuestiones de calidad, de atención a los clientes, de un mínimo funcionamiento correcto de la empresa, no, no entramos en ello; desde los departamentos económicos se detraen subrepticiamente beneficios, que se derivan a los departamentos de recursos humanos con la intencionalidad, dicho paladinamente, de “echar gente a la calle”.

Y el departamento de personal, ahora llamado de recursos humanos, con ese dinerillo que debería destinarse a mejorar la empresa, a invertir, a generar, convoca a sus jefecillos y les comunica que tiene que echar a la calle a unos cuantos y que se admiten candidatos. Rastrerillos de tres al cuarto, por apuntarse unos tantos, aprovechan para quitarse de en medio aquellos empleados profesionales con criterio, que no les bailan el agua y se permiten no atender sus insinuaciones, vamos, que como se conoce en el argot, no les hacen la pelota.

Un familiar directo mío ha sufrido en estos días esta situación. Tras más de cinco años laborando en uno de los puestos más bajos de la empresa de hipermercados de la “A” y el “pajarito alegre”, el pasado martes a media mañana fue requerido a presentarse en el departamento de recursos humanos. Le pusieron delante una carta de despido con los clásicos argumentos peregrinos de “falta de productividad” e ipso facto le colocaron a su lado a un vigilante jurado para que le acompañara a su taquilla a recoger sus cosas y le pusiera de patitas en la calle. Menos mal que el vigilante jurado no recibió la orden, o si la recibió no la ejecutó, de obsequiarle con una patada en el culo “cortesía de la casa”. Ni una palabra del rastrero de su jefe, que había tenido buen cuidado de ausentarse y no estar presente, por si acaso. En poco más de un cuarto de hora pasas de estar empleado y ganándote la vida míseramente en una empresa teóricamente estable a ser un “arrojado”.

Esto es una bola que va engordando día a día. Y es que los arrojados dejan de ser clientes de las propias empresas que les arrojan, y, lo que es peor, de todas las demás: del panadero, del peluquero, del vendedor de periódicos,… Una espiral que se va abriendo, o cerrando según se mire, y que no conduce a nada bueno.

Si las empresas con beneficios los dedican a este tipo de artimañas…

La frase con la que empieza esta entrada está extraída del libro “Juegos de la edad tardía”, de Luis Landero.

Y yo me hago la pregunta ¿a qué estamos jugando?

sábado, 17 de noviembre de 2012

ESTADOUNIDENSES



A raíz de los comentarios de una entrada anterior en este blog titulada MDSCC, me han venido a la memoria dos historias protagonizadas por mi padre en los años sesenta del siglo pasado que recuerdo con cierta nitidez.

Al crearse la estación de seguimiento de satélites en Robledo de Chavela en 1965, el personal especializado que la atendía era de origen estadounidense. La estación en sí era un pequeño pueblo al más puro estilo de los de los Estados Unidos donde además de desarrollar sus funciones laborales, los laborantes podían vivir con sus familias. Pero alguno de ellos, al menos los fines de semana y luego a diario prefirió hacerse con una vivienda en alguna de las localidades cercanas, de forma que así se mezclaba con los lugareños en un intento de cumplir con aquel viejo dicho de “donde fueres haz lo que vieres” y así aprender algo de la cultura y de las gentes del país.

Uno de ellos tenía por nombre Gerónimo y llegó a hacerse muy amigo de mi padre, que en su condición de cartero urbano le llevaba numerosa correspondencia postal. La foto que ilustra esta entrada fue tomada por él, con una cámara Polaroid en la primavera de 1967 por lo que es de destacar el que sea en color cuando en aquella época andábamos todos con el blanco y negro. De vacaciones en su país natal, Gerónimo comentó con sus amigos las numerosas relaciones personales que había establecido en el pueblo de forma que era muy conocido. Ante su incredulidad, les propuso una apuesta consistente en que le enviaran una carta en la que solo figurara su nombre simple, Gerónimo, y la localidad, con algún dato interno que solo podría conocer si en realidad recibía la carta. Ni que decir tiene que mi padre, al ver en Correos una carta dirigida a un escueto Gerónimo y procedente de los Estados Unidos, dedujo rápidamente quién era el destinatario y se la entregó. Esto le hizo ganar la apuesta. Con el tiempo nuestro amigo Gerónimo volvió a su país y se perdió su pista. Es de suponer que en estos días o sea muy mayor o incluso haya fallecido pero en los años que estuvo por nuestras tierras dejó su impronta de amabilidad y camaradería al mezclarse con nosotros, cosa que hicieron muy pocos de sus compañeros.

La otra historia tuvo relación con la llegada del hombre a la Luna el día 20 de julio de 1969. El comandante Neil Amstrong a bordo del Apolo 11 pisó, aunque hay mucha controversia todavía, por primera vez la superficie lunar al descender en el Mar de la Tranquilidad del módulo Eagle. Mi padre era un gran aficionado a los sellos, como una extensión de su profesión, y mantenía una colección actualizada que en su día tendría cierto valor. Con motivo de esta efemérides se publicó una colección de sellos. Mi padre, no sé si a través de Gerónimo o de forma directa, se le ocurrió añadir valor a esa colección de sellos si conseguía sobre ellos la firma o autógrafo del propio comandante Amstrong, por lo que le dirigió una carta adjuntando dos colecciones completas, una como regalo y la otra para que se la devolviera firmada. Yo creo que mi padre daba por perdidas las dos colecciones dada la distancia y la insignificancia que suponía el hecho de que un cartero perdido en un pueblo de España dirigiera tal solicitud.

Pero, lo que son las cosas, mi padre recibió contestación, solo que la colección de sellos regresaba sin la firma pretendida. Neil Amstrong se excusó diciendo que debido a las restricciones publicitarias impuestas por la NASA no le era posible acceder a la solicitud, pero como compensación adjuntó a mi padre una foto-poster con una dedicatoria. La fotografía ilustra el pie de esta entrada y en ella puede verse el nombre de mi padre escrito a mano por el propio comandante recientemente fallecido. En el año 2000 tuve la oportunidad de visitar Cabo Cañaveral. Mi hijo llevaba una camiseta en la que habíamos impreso esta fotografía y vimos como llamaba la atención de la gente de la base que atendía a los turistas e incluso un astronauta veterano que daba la charla de introducción a la visita se fotografió con nosotros y nos dijo que había sido compañero de Amstrong en una misión posterior.

sábado, 10 de noviembre de 2012

MDSCC



En esta semana en la que estamos y en la siguiente se está celebrando en Madrid la XII edición de la Semana de la Ciencia. Ya hemos hecho comentarios a las posibilidades que brinda este evento a las personas que además de tener inquietudes y ser curiosas dispongan de tiempo. Las universidades, centros de investigación, empresas y otras entidades organizan actos específicos de carácter divulgativo y permiten el acceso y la visita a sus instalaciones al público en general. Un acceso que el resto del año está vedado salvo a personas especiales, bien por su trabajo o por sus contactos. Ya en 2008 y debido a mi dedicación laboral espaciada, tuve mi primer contacto con estos eventos tal y como reseñé en este blog donde particularizaba datos generales y os eventos a los que me había apuntado en aquel mi primer contacto con estas actividades.

Este año tengo en mi agenda varias visitas planificadas a lo largo de estas dos semanas, pero el pasado jueves asistí a una que fue particularmente entrañable, ya que me retrotrajo a mi niñez en que había realizado la misma visita en compañía de mi padre gracias a su amistad con un americano, cuyo nombre recuerdo muy bien, Gerónimo, que trabajaba por aquellos años sesenta del siglo pasado en este complejo al que ahora me referiré.

Empecemos por el principio y vamos de siglas. MDSCC corresponde al nombre en inglés del Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de Madrid, “Madrid Deep Space Communications Complex”, un centro dependiente de la NASA, Agencia Espacial de los Estados Unidos de Norteamérica o en inglés “National Aeronautics and Space Administration”. Nos reuníamos una docena de personas en el centro de recepción de visitantes, todas mayorcitas y con un interés claro en lo que nuestros ojos iban a contemplar y nuestros oídos a escuchar. Además, como valor añadido, dos de ellas eran mis buenos amigos Miguel Ángel y Dori, con lo cual el momento tenía cotas añadidas de agradabilidad. Tras una breve presentación y unos vídeos acerca de las actividades de este centro enfocado básicamente al seguimiento de satélites, nos dirigimos andando y bajo una molesta e intermitente lluvia a las instalaciones propiamente dichas. Hay que reseñar que una visita que estaba programada en dos horas, duró en realidad tres horas y cuarto y ello por dos motivos principales: la curiosidad de los visitantes y la tremenda amabilidad de los profesionales que nos atendieron y que nos dieron toda clase de detalles, algunos de ellos muy pormenorizados, sobre el funcionamiento de la estación y sobre sus cometidos, que tienen un resumen muy sencillo: reciben señales de los satélites que están en el espacio, los codifican y se los envían a los científicos encargados de su estudio que a su vez generan información en forma de órdenes que la estación transmite a los satélites. Y así veinticuatro horas al día, todos los días del año.

En una primera charla al pie de la espectacular DSS-63, antena de 70 metros de diámetro que puede verse en la fotografía, nos enteramos de la forma de trabajo y de que el complejo de Robledo de Chavela es uno de los tres que la Nasa tiene en el mundo, cubriendo cada uno de ellos 120 grados de forma que siempre hay una estación en la Tierra en contacto con los satélites o ingenios, ya que debido a la rotación de la misma, cuando una estación pierde la señal entra una de las otras dos. Una de ellas, conocida con el nombre de “Tidbinbilla” está situada en Australia, a unos 40 km al sudoeste de Canberra, mientras que la otra se encuentra en el desierto del Mojave, a unos 70 km al noroeste de la ciudad de Barstow (California), y lleva el nombre de “Goldstone”.

Una vez dentro del edificio principal y en la sala de operaciones, recibimos una completísima y detallada información de las formas de seguimiento, los satélites o equipos actualmente en el espacio como el “Curiosity” que está circulando por la superficie de Marte o los “ancianos” Voyager que siguen emitiendo información en su viaje de ya más de treinta años por el espacio. A estos no les afecta el concepto de “obsolescencia programada” ya que han prolongado y siguen prolongando su vida útil mucho más allá de lo que en un principio se suponía. Y que sigan muchos años.

Posteriormente y dentro de la inmensa sala de ordenadores y equipos, dos técnicos armados de una enorme paciencia nos explicaron con todo lujo de detalles temas relativos a las antenas, sus diseños, las evolución a lo largo del tiempo de las formas de recepción de señales. Las comunicaciones, los ordenadores, el tratamiento de la información y un sinfín de detalles que incluso a algunos de los asistentes que éramos informáticos nos hicieron ver nuevas formas de abordar el tratamiento de datos. Los relojes atómicos, vitales para que centros de este tipo mantengan una hora coordinada, avanzaban lenta pero inexorablemente informando de la hora precisa en el día que para ellos era el 12/313 y no el 12/11/08, que es lo mismo pero en distinta notación.

Por último y al pie de una antena ya en desuso, que puede verse en la fotografía al pie y que se mantiene de forma simbólica, la última charla a cargo de Tomás nos brindó un repaso a los albores de la exploración espacial. No en vano en esa antena, que en aquella época estaba en servicio en el centro de Fresnedillas, se recibió la famosa frase del recientemente fallecido Neil Amstrong cuando pisó la luna el 21 de julio de 1969: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.

Lo mejor es visitarlo en persona para lo que habremos de estar atentos a obtener plaza en una próxima semana de la ciencia en años venideros. Mientras tanto, la completísima web del MDSCC está llena de datos, información y vídeos que podemos consultar de forma periódica si estamos interesados en estos aspectos. Mi agradecimiento a la persona que hizo de guía durante toda la visita y a los profesionales que nos atendieron con gran amabilidad, cuyos nombres no recuerdo. Por cierto, un error imperdonable fue el no llevar la cámara de fotos, pensando que no estaría permitido tomar imágenes. Craso error, ya que se podían tomar sin ninguna limitación, por lo que hubo que recurrir a la “calidad” del teléfono móvil.

domingo, 4 de noviembre de 2012

ESTABILIDAD



En un estudio realizado en 2003 por la OIT-Organización Internacional del Trabajo se ponía de manifiesto que la estabilidad en el empleo en los países industrializados se mantenía constante en los últimos años, a pesar de la creencia extendida de que las personas cambiaban de trabajo con relativa frecuencia. Al menos en España y en esa época, la decisión sobre un cambio de cometido estaba en manos del propio trabajador y no tanto del empleador salvo que mediara alguna falta grave en el desempeño de las funciones laborales. El temible despido siempre ha estado sobre la cabeza del trabajador, cual espada de Damocles, pero cierta “protección” de la que disponían los trabajadores hacía esta figura ciertamente onerosa lo cual en muchas ocasiones dilataba la decisión del empresario. Digamos que el despido era relativamente libre aunque no precisamente barato.

En ese mismo estudio, recordemos de 2003, se señalaba que “esto puede sonar extraño, en una época de crisis económica, de anuncios de recortes de plantilla y de creciente desempleo, pero los mercados de trabajo en la mayoría de los países industrializados siguen mostrando una considerable núcleo de puestos de trabajo estables. Por término medio, más del 60 por ciento de todas las personas empleadas en Europa permanecían en su empleo más de 5 años”. Dice el estudio que “alrededor del 40 por ciento permanece en el mismo empleo durante más de 10 años. Estos porcentajes son muy similares a los de comienzos de la década de los 90”. También se recoge en ese informe que “Ciertamente, mientras que la media de permanencia en el puesto de trabajo en Europa es de 10,6 años y de 10,9 en Japón, en Estados Unidos es sólo de 6,6 años.”

Habría que revisar a ver si se han realizado estudios más actuales sobre el tema. Las condiciones laborales y de empleabilidad han variado mucho en los últimos meses. La tendencia más en boga es que no se precisan empleados especialistas que dominen su trabajo a base de adquirir más y más experiencia sino empleados generalistas que sean “todoterreno” y que valgan lo mismo para un roto que para un descosido. Los tiempos cambian y las tendencias también. Pero los empresarios no renuncian a contratar gente con experiencia. Lo que no quieren es pagarla. El mercado laboral está en unos parámetros que permiten y potencian el abuso. ¿Porqué un empleador va a pagar 40 a un empleado si, como la cosa está tan mal, puede conseguir que ese mismo empleado desempeñe por 30? Sería del género tonto.

No se debe de confundir estabilidad con seguridad. Ninguna de las dos cosas está garantizada hoy día. Una de las cosas que recuerdo pensé cuando empecé a trabajar de muy joven en lo que hoy es Bankia fue que había tenido la suerte de acceder a un puesto de trabajo “para toda la vida”, pues la historia y las características de la empresa, por aquel entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, así lo hacían parecer. Una empresa estable, con futuro, con posibilidades de progresar dentro de ella, con alicientes laborales y con un sinfín de cualidades que la hacían apetecible para cualquier trabajador. Lo que son las cosas, veinte años después decidí marcharme por mi propia voluntad a ver nuevos mundos. Esta semana he tenido contacto con algunos de mis compañeros en esa empresa que eran jóvenes cuando yo me marché, hace veinte años, y que siguen en ella. Uno de ellos, en un puesto de cierta relevancia, me contaba como se percibe en el ambiente el miedo de cara al futuro. Con ciertos años a sus espaldas, un cambio en el puesto de trabajo no se antoja fácil y personas muy preparadas y con muchos años de experiencia se pueden encontrar de patitas en la calle y sin mucha cobertura, pues las condiciones en el tema de despidos y EREs, expedientes de regulación de empleo son de lo más dañinas para el trabajador, que ha visto esfumarse a golpe de decreto ley todos sus derechos acumulados a lo largo de muchos años de trabajo. Y es que se comenta que en la actual Bankia, producto de la fusión de varias cajas de ahorro que han sido expoliadas por tejemanejes políticos en los últimos años, sobran 6.000 empleados de los 19.000 actuales. Y lo que planea sobre sus cabezas no son precisamente prejubilaciones doradas sino “veinte días” por año trabajado con un tope de una anualidad y a “buscarte la vida”. Son las nuevas tendencias.

Desde hace algunos años viajamos varias veces a Cantabria cuando la ocasión lo permite y disponemos de algunos días libres. El viaje se lleva alrededor de cuatro horas. Para no hacerlo de un tirón, procuramos incluir la comida en el desplazamiento y así hacerlo más llevadero. Hay un restaurante de carretera que está a tres horas de Madrid y una de Santander y en el que paramos con cierta frecuencia. Ya he comentado en alguna ocasión que mi hija es celíaca, intolerante al gluten, lo cual es un pequeño problema a la hora de entrar en un restaurante donde hay que tener mucho cuidado con lo que come y sobre todo fiarte de como y donde está cocinado. Todos sabemos que las cocinas de los restaurantes no son siempre un dechado de virtud, lo que nos comemos está bueno pero si viéramos como se hace…. Retomando el tema, el comercio y las industrias de “catering” y turismo se caracterizan por permanencias cortas de sus empleados, que cambian con mucha facilidad al ser puestos de trabajo por lo general mal remunerados y con horarios intempestivos y concentrados en los días festivos.

Cuando entramos en el restaurante y encontramos a las dos camareras de toda la vida se nos ilumina el rostro. Saludan a mi hija por su nombre y la dicen que ya han avisado a la cocina que viene y que vaya preparando una sartén limpia con aceite limpio para hacerla “sus” patatas fritas. Haya lo que haya en el menú o en la carta, conocen el tema de mi hija y se desviven por atenderla. Algún día después de tantos años entraremos allí y no nos encontraremos con Vanessa y Pilar que habrán sido sustituidas por un camarero cualquiera que no conocerá ni sabrá nada de mi hija. Y vuelta a empezar y seguramente a buscar otro sitio donde parar a comer.

La estabilidad y permanencia en el empleo es buena para las empresas y también para sus clientes, que se encuentran cómodos cuando son recibidos de forma amable y conocida y ello facilita que vuelvan una y otra vez.