Buscar este blog

domingo, 8 de abril de 2018

CORREOS




La empresa pública española Correos lleva ya unos cuantos años, algo más de tres siglos, funcionando según puede verse en la información corporativa en este enlace; en 1716 el rey Felipe V tomó la decisión convertir en Renta Real el servicio postal, que pasó a ser responsabilidad del Estado. Hay que suponer que a lo largo de estos años se ha ido modernizando y adaptando a una sociedad cambiante, que en estos últimos años ha sido espectacular en materia de los envíos.


Las cartas postales entre particulares han debido desaparecer prácticamente sustituidas por las comunicaciones directas de voz, los mensajes a través de mensajería instantánea en los teléfonos inteligentes o el correo electrónico que cada vez se usa menos entre particulares. En lo que a mí respecta, mis remisiones de cartas con sobre y sello son casi inexistentes, porque lo único que mantengo es el envío de cuatro felicitaciones de navidad a los amigos. Las respuestas comerciales por correo a empresas han sido sustituidas por la inmediatez de la red, con lo que aparte de las fechas navideñas no recuerdo haberme acercado desde hace mucho tiempo a saludar ese «león» inmóvil con la boca abierta que ejerce de buzón en muchas oficinas de Correos españolas.


No se ha reducido el número de envíos, sino que ha derivado a otro tipo, como es el de la paquetería. El desarrollo de las ventas a distancia en la red, que se incrementa exponencialmente año tras año a medida que las plataformas son más seguras y los usuarios van tomando confianza, deviene en el trasiego de una montonera de paquetes desde las empresas distribuidoras a los compradores.


El mundo de los servicios de mensajería hizo daño hace muchos años a Correos ya que no supo adaptarse con celeridad, cuestión que ha ocurrido en otros sectores; las empresas grandes, con conocimientos en el negocio y capacidad, desdeñaron en sus comienzos las posibilidades de Internet alegando que los usuarios requerían contacto físico en una oficina. Esto era quizá verdad en otros tiempos por la edad de los clientes, pero ahora incluso muchos de los mayores nos hemos puesto las pilas porque ven que esto es imparable y no queremos renunciar a las enormes posibilidades que conlleva. Un ejemplo, los grandes bancos españoles tardaron muchos años en reaccionar para apostar por plataformas online en la red. Como digo, tenían conocimientos del negocio, capacidad económica, potencial corporativo, pero se dejaron comer un gran trozo del pastel por nuevos bancos como Uno-E e Ing-Direct. Ahora ya prácticamente no hay diferencia en la capacidad de los servicios que ofrecen unos y otros, pero el trozo de tarta que perdieron ahí queda. 


Intento en primera instancia la compra directa en establecimientos convencionales, pero no siempre es posible y cuando se trata de ir a la red, reconozco me he vuelto cómodo, mi primera opción es Amazon. Desde hace muchos años cuando compraba directamente en Estados Unidos a la actualidad tras su implantación en España, me han venido demostrando que funcionan, no solo en lo que llega a buen término sino cuando hay problemas. Ya he reflejado en este blog diversas vicisitudes y sucedidos con esta empresa que pueden localizarse utilizando el buscador.


Pero no siempre Amazon es la solución. Mi hija necesitaba unas cremas especiales que utilizó con muy buenos resultados cuando estuvo un tiempo en Estados Unidos. Se trajo una buena provisión, pero todo se acaba terminando. La solución estaba en comprarlas a distancia en una nueva plataforma, lo que supone un punto de inseguridad por desconocimiento. Revisé cuidadosamente las características de la plataforma, las condiciones de pago, el sistema de envío y … me decidí. Una cuestión que para mí es fundamental en el envío es que se haga a través de una empresa de mensajería que disponga de un código de seguimiento, «tracking» en inglés, que permita seguir paso a paso por dónde anda el paquete. Esto supone por lo general un coste adicional en el envío, pero no estoy dispuesto a confiar en la suerte, que los diferentes servicios que intervienen cumpla su función y el paquete llegue finalmente a mis manos.


Pero siempre puede surgir la sorpresa. Resulta que, en este caso, el envío con seguimiento a través de la empresa DHL era solo desde EE.UU. a España. Llegado a España, DHL lo entregaba a CORREOS que se encargaba del reparto final. Nuevo sistema, novedad para mí. Como puede verse en las imágenes, el envío sale de Estados Unidos el 13 de febrero de 2018 y en los registros de DHL, y por lo tanto de la empresa remitente, figura como entregado el 21 de febrero de 2018. Pero… ¿Qué pasa con el segundo tramo responsabilidad de Correos? La respuesta es... ¡el limbo!


Tengo que aclarar que el destino final es un Apartado de Correos, en una oficina física, lo que reduce la posibilidad de que el cartero lo deje encima del buzón y algún vecino o visitante se lo lleve. Dejé pasar un tiempo más que prudencial, un mes, y a mediados de marzo inicié la reclamación por el paquete no recibido. La empresa que remite el paquete me dijo lo que yo ya sabía, que el paquete estaba entregado en España a Correos y ya la responsabilidad no era suya. Personado en la oficina de Correos, no sabían nada de nada, no me podían informar, ya que no hay número de seguimiento en Correos, que también dispone de esa funcionalidad pero no para este caso concreto.


Dí por perdidos los algo más de veinte euros que me habían costado las cremas de mi hija y tomé nota de no hacer encargos en esta empresa en el futuro y además tener cuidado con este tipo de envío con dos «transportadores» en los que uno no tiene posibilidad de seguimiento.


Pero, a mediados de esta semana, el martes 2 de abril de 2018, en una visita rutinaria a mi apartado en la oficina de Correos me encuentro el paquete que ya daba por perdido. Correos lo recibió en Barajas, Madrid, el 21 de febrero y ha tardado más de un mes en efectuar la entrega. Todo esto figura en las etiquetas adheridas al paquete que pueden verse en la imagen.


Como dice mi buen amigo Miguel Ángel, todo es susceptible de mejorar. No dudamos de que mejorará, pero tampoco dudamos de que aparecerán nuevos métodos que conllevarán nuevos problemas que habrá que solucionar. Es la rueda de la Historia; nuestros ancestros hace doce mil años no tenían problemas cuando eran cazadores porque no se enviaban paquetes de unos clanes a otros. El progreso acarrea sus inconvenientes que hay que ir solucionando.