Buscar este blog

domingo, 11 de febrero de 2024

ATOSIGANTES

Hay ciertas cosas a las que te ves obligado que te tocan un poco los perenguendengues y por las que tienes que pasar sí o sí cuando quieres acceder a sitios para los que en otro tiempo utilizabas otros mecanismos, pero ahora te han cambiado el paso. La mente se revuelve ante estos cambios y, a veces, uno piensa en no seguir, cuando no es estrictamente necesario, los procedimientos y que se vayan al guano con sus exigencias.

He tratado estos asuntos con anterioridad en el blog. Hoy toca a las reservas en hoteles y restaurantes. Entiendo que pueden tener algunos problemas con gente poco o nada considerada que hace una reserva y luego no acude y no se molesta ni siquiera en avisar, lo que deja al restaurante u hotel colgado y muchas veces con una pérdida con la que no contaba. Para protegerse de estos desaprensivos y con ayuda de la  tecnología moderna, los establecimientos desarrollan políticas que no siempre sientan bien a los sufridos clientes. Parece que el uso del teléfono y la conversación directa con el destino está cayendo en desuso, implantándose cada vez más aplicaciones a través de internet o del teléfono móvil.

Hace un par de años me ocurrió un sucedido que puede ser un precedente explicativo de estos asuntos. Estaba de vacaciones en Cantabria e íbamos a recibir la visita de un matrimonio amigo. Queríamos invitarles en un restaurante concreto en una localidad distante unos veinte kilómetros. Con mucha anticipación comenzamos a llamar por teléfono para hacer la reserva y no había manera de contactar. Al final nos acercamos personalmente a ver qué ocurría y hacer la reserva. Los propietarios nos comentaron que tenían todo el mes reservado —era agosto— y que no paraban de coger el teléfono para decir que estaba todo lleno. Optaron por descolgarlo.

Antaño, una llamada, reserva confirmada y a olvidarse del asunto hasta el momento de acceder al establecimiento si todo transcurría con normalidad. Esto se va acabando y me imagino que cada vez más. En el caso que quiero comentar hoy, un mensaje en el contestador automático informaba que no se podían hacer las reservas por teléfono y que te dirigieras a la página web. Por un lado, casi se prefiere esto, porque aparecen las fechas y horarios disponibles y puedes elegir. También esto descarga al propio restaurante de estar atendiendo llamandas cuando el cupo está cumplido para decir que no es posible.

Pero… para confirmar la reserva te solicitan —lógico— un teléfono de contacto. No tan lógico, un correo electrónico y ya menos lógico una tarjeta de pago. Y es que, cuando todo se ha confirmado te dicen mediante un correo electrónico que para este caso se trataba de una reserva de seis personas…

Ten en cuenta que esta reserva está asociada a una Política de Cancelación.

Si no vas a poder acudir o necesitas modificar tu reserva, recuerda hacerlo con al menos 24 horas de antelación. De no hacerlo, se cargará a tu tarjeta 20€ por persona. El importe total de la cancelación por incumplimiento de política es de 120€.

No voy a entrar en el tratamiento de tú que algunas veces me rechina. Bueno, a lo hecho pecho. Normalmente todo saldrá bien y te presentarás en el restaurante el día y hora convenidos ¿Qué ocurre si en la misma mañana tienes un altercado que altera tu vida y no puedes acudir? Ya no se cumple lo de las 24 horas de antelación, de forma que aparte de no poder disfrutar te va a costar la broma unos dineros. En el caso de un hotel lo normal es que te carguen en la tarjeta la primera noche.

Nuestros datos son oro puro. Por el teléfono y por el correo electrónico nos tienen geolocalizados y nos van lanzando —al menos a mí— continuos intentos de timarnos y hacerse con nuestros dineros. Además en este caso hemos facilitado nuestra tarjeta de crédito. Yo cada vez me fío menos porque si a las grandes empresas los hackers les violentan sus sistemas para hacerse con nuestros datos, no quiero pensar que pasará en pequeñas empresas como hoteles y restaurantes que nos tienen fichados y de los que no tenemos ninguna garantía de que no filtren queriendo o sinqueriendo información personal nuestra muy sensible.

Lo malo es que ahí no acaba la cosa. En la misma mañana del día señalado recibes un correo electrónico instándote a confirmar la reserva. ¡Otra vez! ¡Qué atosigamiento! ¿Qué ocurre si no lo confirmas por una u otra razón? ¿Anulan la reserva? ¿Te cargan la penalización? Esto es un sinvivir.

La frecuencia con la que nos obligan a afrontar situaciones nuevas va in crescendo. A través de los dispositivos y las tecnologías modifican nuestro comportamiento y nos obligan a aprender y atender nuevas formas o por el contrario tirar la toalla y abandonarse. Nos entrenan y a su vez con nuestra retroalimentación se entrenan en un círculo vicioso que parece no tener fin. Con nuestros propios medios, nuestro tiempo y nuestro esfuerzo hacemos ahora lo que antes era su trabajo de forma voluntaria y gratuita sin que por ello obtengamos ningún beneficio extra.

Empiezan a surgir algunas formas de protegerse contra esto. Correos electrónicos temporales que funcionan por un tiempo estipulado y tarjetas virtuales recargables que pueden ser utilizadas y en las que no podrán cobrar por mucho que lo intenten esa penalización anunciada. Pero es cuestión de tiempo descubrir e implementar nuevos procedimientos que conviertan estas artimañas en inviables. Las puertas al campo ya están puestas y ahora se empeñan con ahínco en poner ventanas al cielo. En ello están.

Lo de que ¡paren este mundo que me bajo! es pura entelequia. Si te quieres bajar te tendrás que tirar en marcha porque el mundo seguirá dando vueltas y cada vez más deprisa.