Pensará el lector que la imagen que encabeza esta entrada no es muy representativa del otoño. Pero fijándose en la fecha en la que está tomada —anteayer 24 de octubre de 2025— notaremos que el otoño está bien entrado, aunque… no se nota. Las hojas de los árboles deberían estar ya amarillas y muchas de ellas en el suelo. ¿Qué ocurre?
Siempre recordaré cuando hace unos años hablaba con mis sobrinos de las estaciones. Ellos viven en Canarias y allí prácticamente las estaciones no existen más allá de lo nominal. La temperatura es muy uniforme durante todo el año y ellos mantienen la misma ropa siempre. En otras zonas de España, concretamente en la zona central, Madrid, en la que está tomada la foto, las cuatro estaciones están bien diferenciadas y los cambios de temperatura, de ambiente o de vestidos tienen lugar a lo largo del año.
Llevo unos cuantos otoños a las espaldas y es la temporada que más me gusta del año. Pasados los calores veraniegos, camino del invierno, las temperaturas son más agradables y al menos controlables con la chaquetita o incluso el abrigo. Podría haber puesto una foto de verdadero otoño, pues he visitado varios sitios de España en esta maravillosa época.
¿Cambio climático? Pues no sé, pero las estaciones ya no son como antaño. Este año 2025 llevamos más de un mes de otoño y prácticamente no ha llovido y los árboles siguen con sus tonos verdes y las hojas en las ramas (ejemplo en la fotografía tomada anteayer). En mi época infantil y juvenil los árboles estaban amarillos, las hojas empezaban a caer y prácticamente comenzaban unas heladas que hacían temblar. Recuerdo perfectamente el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, el subir a primera hora con mi padre al cementerio a poner unas flores a mis familiares fallecidos con unas heladas espectaculares. Ahora casi estamos en manga corta todavía (en Madrid).
Por brindar un ejemplo, en el siguiente enlace se puede descargar por un tiempo una presentación titulada Otoño Escurialense donde disfrutar de algunos paisajes en esta maravillosa época del año.
Ahora, en las redes y páginas web hay maravillosas y espectaculares fotografías del otoño en muchos lugares del mundo. Se pueden pasar horas y horas contemplando imágenes que alegran la vista y que muchas de ellas parecen increíbles, pero nada comparado a las que se han podido disfrutar en persona.
Cada especie vegetal tiene su aquel. Habrá quienes prefieran hayas, castaños, chopos, liquidámbares u otras muchas especies de árboles y arbustos pues la variedad en la naturaleza es enorme. Pero cuando has visto ya unos cuantos lugares otoñales con tus propios ojos, siempre habrá algún preferido. El hayedo en el puerto de Carrales camino de Cantabria. El castañar de El Tiemblo en Ávila. Los castaños en la zona de la Sierra de Francia salmantina en pueblos como La Alberca y aledaños. Los bosques en la Sierra de Gata en Cáceres. Las Médulas en León. La siempre incomparable Selva de Irati en Navarra. El acebal de Prádena en Segovia. El hayedo de Montejo en la Sierra Norte de Madrid. Hay más, muchos más, pero por no aburrir.
Pero me queda por mencionar mi preferido. Lo conocí hace ya muchos años, una treintena al menos, en una excursión de andarines que acabó mal, muy mal. Seríamos un grupo de 15 personas que atacamos el acceso al Hayedo de la Tejera Negra, provincia de Guadalajara, desde la vertiente segoviana del Puerto de la Quesera cerca de Riaza. Una marcha dura, casi campo a través. Contábamos con un buen guía, José, que nos llevó y nos trajo perfectamente a los que le seguimos a pies juntillas. Pero, a la vuelta, un grupo de unas cinco personas se pasaron de listos y decidieron seguir su propio trayecto sin hacer caso al guía. Nosotros llegamos bien al puerto de la Quesera, donde habíamos dejado los coches, pero el grupo disidente no llegaba. Se hacía de noche. No había teléfonos móviles ni esas cosas en aquella época. Hubo que avisar a la Guardia Civil y al final todo quedó en un susto, pero podía haber sido peor.
El Hayedo de la Tejera Negra era muy desconocido por aquel entonces. El tejo es un árbol poco conocido, aunque en la antigüedad era objeto de cuestiones mágicas. Se trata de un «Árbol de la familia de las taxáceas, siempre verde, con tronco grueso y poco elevado, ramas casi horizontales y copa ancha, hojas lineales, planas, aguzadas, de color verde oscuro, flores poco visibles, y cuyo fruto consiste en una semilla elipsoidal, envuelta en un arillo de color escarlata». Subrayo, por ser de interés, que está siempre verde y en un verde oscuro. El bosque está virtualmente salpicado de hayas que, en el otoño, en los otoños normales, presentan un mosaico de colores otoñales entremezclados con el verde oscuro. Una imagen espectacular que queda en la retina para siempre.
He vuelto varias veces a este hayedo, pero… ya no es como antes. Andando, en bicicleta de montaña, en coche por la pista de acceso. Pero hoy en día todo está «petado» y el Hayedo de la Tejera Negra no es la excepción. Hay que reservar plaza en el aparcamiento para poder pasar y desde hace tiempo todos los fines de semana de octubre y noviembre de este año 2025 están completos. ¿Habrá que reservar plaza antes del verano? ¿En Semana Santa? ¿Seguirá un otoño retrasado en diciembre? Siempre está la posibilidad de repetir aquella excursión campo a través… pero los años ya no son los mismos.
Al año que viene, con mucha más previsión lo volveré a intentar, a ver si esta vez hay más suerte.
¿Tiene Vd. un lugar de otoño preferido?

