Buscar este blog

domingo, 10 de julio de 2016

ASOMBRARSE




En cualquier momento puede surgir una idea que nos posibilite adentrarnos por una vía inexplorada de conocimiento que nos permita ir descubriendo cosas nuevas o diferentes aspectos de otras a las que no habíamos prestado atención. En una comida familiar esta semana, una cuñada me habló de un libro de Catherine L’Ecuyer titulado «Educar en el asombro». El título me pareció sugerente, por lo que tomé nota en mi teléfono móvil –ya pasó la época de llevar bolígrafo y papel– para evitar que la idea quedara relegada al olvido. Posteriormente, con tranquilidad y medios, léase internet, una exploración más a fondo permite descubrir nuevos mundos en los que adentrarse.

Asombrarse es sentir sorpresa, extrañeza o admiración ante algo inesperado. Lo de inesperado está en relación directa con la edad de cada uno; es muy común para las personas mayores el decir que ya no les sorprende nada pero para los niños, con todo un mundo por explorar y descubrir, todas y cada una de las pequeñas cosas que van surgiendo en su vida componen una situación novedosa que motiva su asombro y, lo que es importante, su interés y motivación por aprender.

Investigando sobre la autora antes comentada, tiene además otro segundo libro escrito titulado «Educar en la realidad». Madre de cuatro hijos, ha escrito numerosos artículos, participado en programas y medios sobre temas de educación y ha sido entrevistada en numerosas ocasiones en diarios y televisión. De todo ello tenemos cumplida información en su cuidado blog en el que liga con mucha intención otra palabra fundamental en la formación del niño: el apego.

A medida que vamos cumpliendo años y nuestro conocimiento se va llenando de sensaciones, perdemos progresivamente nuestra capacidad de asombro, lo cual a mi juicio no es bueno, porque ello conlleva una desgana en motivación e ilusión por descubrir cosas nuevas, por fomentar nuestra curiosidad, que como ya he dicho muchas veces, es el mejor antídoto para la vejez. Cualquier situación puede sugerirnos una nueva reflexión que nos permita ponernos en marcha en la búsqueda de nuevos conocimientos y nuevas sensaciones.

Anteayer esperaba pacientemente, más de media hora, la puesta de sol que puede verse en la fotografía que acompaña a esta entrada. Entre un cielo repleto de nubarrones negros y la línea del horizonte del mar solo quedaba un pequeño resquicio por el que podríamos ver el tránsito del astro rey un par de minutos a lo sumo. La espera mereció la pena para poder contemplar y disfrutar de un soberbio espectáculo, aunque la imagen no haga mucho honor a la escena. Un hecho tan cotidiano como este, que se repite machaconamente día tras día, puede ser el origen de mil y un pensamientos nuevos que nos lleven a cuestionarnos cosas que ya sabemos pero sobre las que podemos volver a reflexionar con otros puntos de vista y a la luz de nuevos conocimientos: la redondez de la Tierra, su movimiento rotacional, la distancia al sol, las noches y los días… Una pregunta para el curioso lector que a lo mejor no se ha planteado nunca: ¿Cómo es posible que cuando en el hemisferio norte es verano sea invierno en el hemisferio sur? Para incentivar la motivación y excitar el asombro, solamente recordar que la distancia de la Tierra al Sol es exactamente la misma para ambos hemisferios, con lo cual las radiaciones solares que llegan a la Tierra son idénticas.

Todas estas cuestiones enlazan con el asunto de la educación ¿Cómo puede un maestro o un padre motivar a un niño a aprender matemáticas?, una disciplina ardua y odiosa para la mayoría. El asombro puede venir en nuestra ayuda si encontramos formas de ilusionar que permitan iniciar la búsqueda y el aprendizaje por un convencimiento propio y no por una imposición. Según dice W. Edwards Deming, «las personas serán más creativas cuando se sientan motivadas principalmente por el interés, la satisfacción y el desafío del propio trabajo y no por las presiones externas». La clave está en despertar ese desafío interno que promueva un movimiento continuo hasta ser satisfecho. ¿Cómo me maravillaría yo? ¿Cómo conseguir maravillar a otros? No podemos olvidar que «Enseñar a quién no tiene curiosidad por aprender es como sembrar un campo sin ararlo», como bien nos dice Richard Whately. Y ya que hemos destapado la caja de los truenos de las matemáticas, una recomendación: «El diablo de los números», un libro precioso de Hans Magnus Enzensberger, una historia para amar las matemáticas.

Se pueden proponer muchas ideas acerca de todo este asunto, pero la básica y central podría ser el preguntarse uno mismo de forma continuada porque suceden las cosas, desde las más elementales hasta las más complejas. Le incito de nuevo con un hecho que me maravilla desde mis pasados estudios de biología. Haga la siguiente prueba, muy sencilla: con los ojos cerrados tóquese la punta de la nariz con el dedo índice de la mano derecha. ¿Acertó a la primera? ¿Se tocó un ojo, la frente o una oreja? ¿No le parece maravilloso? Pues si empezamos a pensar en todos los sistemas orgánicos, cerebro, sistema nervioso, músculos, etc. etc. que hemos empleado para culminar con éxito esta prueba nos podemos quedar asombrados y quizá nos dé por leer cuestiones sobre biología humana que ye le anticipo que son tremendamente interesantes. Jon Kabat Zinn, un autor con interesantes libros sobre psicología humana dice que «todo lo que nuestro cuerpo hace normalmente es maravilloso y extraordinario, aunque pocas veces se nos ocurre pensar en ello de esta manera».

Y para terminar, ya que estamos hoy con frases, recordar un par de ellas. De Charles Bukowski, la que dice que «el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas» y de Gilbert Keith Chesterton, «envejezco para todo menos para la capacidad de asombrarme». Asombrémonos, pues, todo lo que podamos y de forma cotidiana.