Empiezo reconociendo que el título elegido para esta entrada es un poco exagerado, pero no puedo evitar tener esa sensación cada vez que me dirijo a ciertos establecimientos a adquirir productos necesarios. Como se habrá podido deducir por la imagen, hablo de las farmacias, donde de un tiempo a esta parte acudo con la cabeza gacha y las manos en alto, totalmente entregado, esperando comprobar de que calibre es el vaciado de bolsillo que me espera. Por añadir otro tipo de establecimiento mencionaría las tiendas de pinturas.
Hace ya muchos años que en las cajas de los medicamentos dejó de figurar el precio, aunque esto no es una cuestión exclusiva de este tipo de productos. El que lo tuvieran marcado podía dar lugar con el paso del tiempo a que entre las existencias hubiera productos iguales con precios diferentes. Los códigos de barras y la informática vinieron en ayuda de las tiendas al escamotear los precios de los productos y así poderlos cambiar de un segundo para otro. Una entrada en este blog de diciembre de 2019 titulada «DISPARIDAD» se hacía eco de esta problemática de los precios en los envases.
A raíz de esto, en las farmacias podrían cobrarnos el precio que quisieran con tal de modificar sus sistemas informáticos y asignar a cada código de barras un determinado precio. El sufrido cliente saldría de la farmacia con la sensación de no saber lo que le habían cobrado. Podría ir a dos boticas a comprar lo mismo y verificar si el importe total coincide, pero no es plan.
Para solventar estos inconvenientes, hay algunos sitios en internet donde mirar el precio «oficial» de los medicamentos. Se supone que es el que te deben cobrar todas las farmacias. Por ello, siempre pido el ticket de compra para poder verificar si todo está en orden. Hay que tener en cuenta que no todo lo que venden en una farmacia se considera medicamento, por lo que nos quedaremos con cara de haba y admitiremos lo que quieran cobrarnos para estos casos.
Hablando de un caso práctico, en mi última visita a la apoteca casi me revientan los tímpanos al escuchar el importe a pagar por la compra realizada: cuatro productos… 41,22 euros. Aunque iba preparado, la verdad, no tanto. Los cuatro productos comprados fueron ALMAX (pastillas para el ardor de estómago), Sal de Frutas HENO (para la acidez estomacal), IBUDOL (un ibuprofeno genérico) y VENORUTON (mejora la circulación sanguínea y evita retención de líquidos). Excepto el último, se podría decir que los tres primeros son frecuentes en los botiquines domésticos.
Se habla mucho de la automedicación, pero no creo que nadie vaya al médico a pedir una receta de estos medicamentos. Y si lo hiciera, le daría lo mismo: la sal de frutas no es siquiera medicamento y los otros tres, como puede verse en la imagen, «no están incluidos en la financiación del SNS (Sistema Nacional de Salud)», vamos, que ni hace falta receta y si el médico nos la hace no nos van a descontar nada en la farmacia como sí ocurre con otros medicamentos. Cada vez menos, la verdad, pues resulta frecuente que el médico te sugiera que tal o cual medicamento es el bueno, el que él te recomienda, pero que no está incluido en la financiación del SNS…
Como digo, hay varios sitios en internet donde se pueden consultar los precios de los medicamentos. Yo utilizo desde hace años la excelente página de www.vademecum.es. Hay mucha información accesible sobre el mundo de la medicina y los medicamentos. Se pueden consultar, los principios básicos, los laboratorios, las formas de comercialización, los genéricos… un sinfín de información para quién esté interesado en estos asuntos por su profesión o simplemente por curiosidad. Uno de los datos consultables es el PVP, precio de venta al público, aunque para acceder con este detalle hay que estar registrado con un correo electrónico, no se pide ningún requisito más.
Cuando he ido a comprobar los importes del último «atraco» he visto un dato adicional que o bien no estaba o bien yo no había percibido: el precio de venta del laboratorio. En el caso del VENORUTON, un medicamento carito o cuando menos subidito de precio, el laboratorio vende su cajita de 30 sobres por 12,91 € que se convierten por las reglas del comercio en 20,15 € ¡Toma ya! Con los primeros 12,91 € el producto se fabrica, se prepara, se envasa, se le hace todo y los siguientes 7,24 € se comercializa. Es decir, matematicando, que sobre el precio de fábrica se incrementa un 56% para llegar al consumidor. Debe ser más o menos lo oficial, porque en los tres medicamentos, décima arriba, décima abajo, es el mismo porcentaje.
Al final es mejor no preocuparse de estas cosas si quieres evitar que te suba la bilirrubina. No te va a quedar más remedio que pagar lo que te pidan salvo que quieras aguantar el dolor o la acidez de estómago o que se te formen edemas en las piernas por mala circulación y retención de líquidos. Así que… relájate, disfruta y… paga religiosamente.
Para más información sobre el asunto, un artículo de febrero de este año 2020 en el portal especializado Infosalus titulado «Cómo se fija el precio de un medicamento». Pero el comienzo es revelador: «El precio de los medicamentos en España se encuentra entre los más bajos de Europa». Con esto, mis sensaciones de desvalijamiento al entrar en las farmacias no solo son inciertas sino completamente inadecuadas.