Hay ciertos temas que no es conveniente tratar en las conversaciones familiares o con amigos, so pena de acabar como el Rosario de la Aurora si los planteamientos no son afines o el nivel de tolerancia es particularmente alto. Religión y política son temas básicos para huir de ellos en nuestras relaciones si no queremos entrar en controversias inútiles que no depararán nada bueno ni a corto ni a largo plazo. Pero el tema central de la semana han sido las vicisitudes que están rodeando a un rey que desde hace seis años no lo es de forma oficial por abdicación, aunque siga manteniendo el título con el añadido de «emérito».
El concepto de rey se antoja como anacrónico hoy en día, como los de faraón (egipcio), emperador (romano) o zar (ruso). Pasados tiempos oscuros en los que se convencía a la población de que los reyes tenían ascendencia divina, hoy en día no tiene ningún sentido la figura del rey en los términos clásicos de mandamás de un territorio, con patente de corso para hacer, prácticamente, lo que le diese la gana tanto en lo personal como en lo social. En 1789, hace ya más de dos siglos, los franceses acabaron en su territorio con esta forma de gobierno que se ha mantenido en otros países hasta la actualidad si bien con unos contenidos más figurativos que reales. Aquí, en España, tenemos una «monarquía parlamentaria», concepto que se me antoja difícil de explicar si no acudimos a conceptos tradicionales y figurativos más que ejecutivos; sin llegar a lo de «jarrón chino», la figura del rey, nos pongamos como nos pongamos, hoy en día tiene muchas connotaciones decorativas.
Sin embargo, se mantienen las monarquías. Como ha ocurrido con la Iglesia, «han sabido adaptarse a los hechos históricos y, de grado o por fuerza, según se produjesen esos hechos, han renunciado a todas sus prerrogativas, quedando su función, dependiendo de cada país, en una meramente representativa y simbólica». «El rey reina, pero no gobierna», dijo el polaco Jan Zamoyski a finales del siglo XVI, frase que fue recuperada y popularizada por el francés Adolfe Thiers en 1830. En junio de 1952, más de medio siglo ha, el rey Faruk de Egipto fue derrocado. Aunque sus palabras podían contener algo de cinismo, manifestó: «No me preocupa haber perdido el trono porque dentro de unos años en el mundo solo quedarán cinco reyes: los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra». Ha pasado tiempo y la reina de Inglaterra, la misma, por cierto, sigue en su puesto, así como otros reyes, aunque cada vez con menos cometidos y cada vez más cuestionados por la población.
En España y durante muchos años del siglo XX estuvimos «huérfanos» de reyes: en 1931 Alfonso XIII se exilió y hasta 1975 en que se repuso la monarquía en la figura de Juan Carlos I marchamos sin esa figura, aunque con otra que era un poco más de lo mismo, un dictador, una figura que podríamos equiparar a un faraón todopoderoso que regía los destinos del país.
Los estudios de Historia están vilipendiados. En mis recuerdos del cuarto curso de bachillerato, allá por los años sesenta del siglo pasado, la asignatura de historia consistía en aprenderse fechas y hechos para pasar el examen y sumirlos en el olvido. Además, recuerdo que no llegamos al final del libro, por lo que todo lo que ocurrió en el mundo tras la Revolución Francesa no llegó ni siquiera a conocerse. Y lo mismo en España, los siglos XIX y XX quedaron ignorados y no se habló de ellos.
A edad adulta he recuperado un vivo interés por la Historia.
Ya hablaba de este renovado interés en la entrada de este blog titulada
«HISTORIA» de marzo de 2012. En estos ocho años, buenos profesores de historia de la
Universidad Carlos III de Madrid que no menciono para no dejar a ninguno en el
tintero han ido incrementando mi interés por la historia. Últimamente, un
brillante historiador, gran profesor y transmisor de conocimiento de la Universidad Carlos
III, Eduardo Juárez Valero, está incrementando con sus clases y actividades mis
exiguos conocimientos de la historia de esos dos últimos siglos. Precisamente
este profesor manifestaba en estos días su abatimiento al corregir los exámenes
de los alumnos de EBAU (Selectividad) y tener que leer no ya su desconocimiento
en grado sumo sino los «horrores» vertidos sin despeinarse. En un artículo
titulado «Augusto Pérez conquista el norte» aparecido el pasado 6 de agosto de
2020 en el diario «El día de Segovia», este profesor comentaba en clave de
humor ─no es para reírse sino para llorar─ los exabruptos vertidos por los
alumnos en los exámenes. No dejen de leer el artículo accesible en este enlace
En mi caso personal, y para cubrir esa falta, mis dianas actuales en la historia son los ya mencionados siglos XIX y XX. Especialmente el XX en cuanto a España se refiere. Mantengo un índice bibliográfico que he titulado «España, historia reciente» en el que en este momento hay cerca de mil doscientas entradas de libros relacionados con lo ocurrido en España en el período final del reinado de Alfonso XIII, la República, la Guerra Civil, la Dictadura de Franco, la llamada Transición y años posteriores hasta la actualidad.
Labor imposible disponer y leer esa ingente cantidad de libros, pero algunos voy leyendo y formándome mi idea, mi propia idea, de los hechos. Hay veces que me llevo las manos a la cabeza como cuando en una conversación con un joven de 18 años me empieza a contar sus ideas sobre «república», ideas que reproducían las transmitidas en la dictadura sobre la República Española de 1931 y que habrá recibido de sus compañeros o padres. Increíble. Cuando dije si sabía lo que era una república como forma de gobierno, que países como Francia o Estados Unidos funcionan bajo la forma de repúblicas y que España sería una república simplemente si quitamos al rey… se le cayó el alma a los pies. No podía estar más confundido y a continuación me dijo que le recomendara un libro sobre la Guerra Civil Española. ¡Toma ya!
En estos pasados años he leído muchos libros y artículos en los que aparece la figura del Rey Juan Carlos, con sus luces y sus sombras. No solo biografías al más puro estilo sino otros muchos entre los que mencionaría «Don Juan», de Luis María Ansón, «El triángulo de la transición. Carmen, Suárez y el Rey» de Ana Romero y «Anatomía de un instante» de Javier Cercas por mencionar tres que me han resultado interesantes y en los que aparece la figura de don Juan Carlos. Un libro curioso sobre el asunto es «Un rey golpe a golpe» firmado por Patricia Sverlo, aunque en realidad es anónimo. Como digo, hay muchos libros, algunos son biografías directas y otros que tratan tangencialmente la figura de Juan Carlos I, una figura, insisto, con luces y sombras que en sus últimos tiempos no ha tenido claro que hoy en día por muy rey que sea uno no puede hacer lo que le dé la gana y por eso hemos llegado a donde hemos llegado.
Twitter es un bebedero de patos, pero también hay perlas. Nieves Concostrina ha estado muy activa estos días sobre el tema y en uno de sus trinos ha dicho sobre el desconocimiento general: «Estas cosas se han publicado infinidad de veces y están recogidas en libros y artículos, pero el español medio es más de gritar viva el rey que saber quién es el rey. Si ese español medio venera sotanas y coronas es solo culpa de su propia ignorancia». En parecido sentido escribía yo en marzo de 2015 la entrada de este blog titulada «INTONSOS» de la que recupero un párrafo: «Pues eso, que estoy de acuerdo con Arturo Pérez Reverte y que si hay gente intonsa ─ignorante, inculta, rústica, persona que se somete gregaria o dócilmente a la voluntad ajena─ en nuestra sociedad actual es porque no se preocupan por salir de su «intonsura» o «destonsura» para contrarrestar los denodados esfuerzos de nuestros gobernantes, cortos de visión de futuro, en sumirnos profundamente en ella».
Un libro del que no tenía noticia y recomendado en sus trinos por Nieves Concostrina es el publicado por la periodista gallega Rebeca Quintans y titulado «Juan Carlos I, la biografía sin silencios»; habrá que ponerle en la lista. Seguiré leyendo libros sobre estos asuntos históricos, pero soy consciente de que eso de la lectura no está en la mente de muchos y menos sobre estos temas de los que hablamos mucho ─por lo general con insuficiente conocimiento─ y sabemos poco.
En esta semana me he encontrado con una pieza que me parece magistral en formato podcast titulada «XRey», accesible de forma gratuita bajo la aplicación Spotify. Un guion muy acertado a mi modesto juicio de Álvaro de Cózar bajo la dirección de Tony Garrido ─algún día tendremos que tratar cómo fue virtualmente echado de Radio Nacional de España por políticos recién llegados al poder─ para conseguir una serie de 10 capítulos que recorren muy ecuánimemente ─insisto en lo de a mi entender y con mis conocimientos─ la figura de Juan Carlos I.
Cuantos más elementos de juicio tengamos, mejor podremos y sabremos valorar los acontecimientos. Ahora todo se focaliza en vilipendiar su figura, derribar sus estatuas, descolgar cuadros con su imagen y retirar su nombre de calles, edificios, hospitales y polideportivos, ejemplo patente de no entender para nada como funciona la Historia, con mayúsculas.
AÑADIDO el 25-AGO-2020
Con posterioridad a la publicación de esta entrada he conocido que Patricia Sverlo fue el pseudónimo utilizado por Rebeca Quintáns para la publicación anónima en el año 2000 de «Un rey golpe a golpe». Así pues, el libro «Juan Carlos I, la biografía sin silencios» es una edición, en 2016, corregida y ampliada de aquel.