Una de las ventajas de la mente humana y que nos diferencia de los animales ─al menos eso creemos─ es la capacidad de pensar en cuestiones de futuro, elucubrar sobre cosas que no existen o… soñar con cosas imposibles. Aunque también se puede soñar con cosas posibles, aunque improbables. De pequeño y adolescente, soñaba con conducir un coche y me divertía cerrando los ojos e imaginándome al volante primero del Seat 1500 real de mi tío Pedro y posteriormente su Seat 1430 en los que había hecho con él muchos kilómetros surcando carreteras, algunas de las cuáles me sabía de memoria. Pasado el tiempo tuve mi propio coche, varios a lo largo de mi vida, con los que he hecho más de un millón de kilómetros por carreteras de Europa y EE.UU. con lo que parece que aquel sueño se cumplió con creces.
Los desarrollos tecnológicos avanzan a pasos agigantados haciendo posibles cosas que hace muy poco tiempo eran impensables. Informático de toda la vida, desde los albores de los años 70 del siglo pasado en los que comencé mi profesión, el ordenador que manejábamos ocupaba una habitación entera y tenía una capacidad de procesamiento de risa, de verdadera risa, comparado con cualquiera los teléfonos móviles que ocupan la palma de una mano y llevamos encima de un lado para otro. Han pasado cincuenta años y el cambio, en este y en otros asuntos, ha sido espectacular.
Sin embargo, la vida avanza y se van cumpliendo años y seguramente no llegue a ver convertidos en realidad algunos sueños que ya están disponibles, pero no lo suficientemente generalizados como para poder acceder a ellos… salvo que ocurra un milagro bien porque la tecnología explote en muy pocos años bien porque un golpe de suerte los ponga al alcance de mi mano. Hay muchas elucubraciones personales sobre sueños que se podrían cumplir, pero he elegido tres.
En estos meses se ha producido el primer viaje espacial que pudiéramos considerar con los albores de la exploración espacial al alcance de cualquier mortal. Una compañía privada de acuerdo con la NASA ha puesto en órbita y trasladado dos astronautas ─o cosmonautas─ a la Estación Espacial Internacional. En unos años bien pudiera haber hoteles orbitando la tierra y estuvieran disponibles «billetes» de pasajero en la cápsula Space-X para alojarse en alguno de ellos o bien fuera factible el orbitar la Tierra durante algunos instantes de la misma forma que volamos de un punto a otro del planeta. Parece que la tecnología está a punto y ahora queda la generalización y el ponerse al alcance de los mortales de forma asequible. Una noticia aparecida en El Mundo en este mes de agosto de 2020 titula «Así es el avión supersónico de turismo espacial que preparan Virgin y la NASA por 210.000 euros el billete. La aerolínea del empresario multimillonario Richard Branson ultima acuerdos con la agencia espacial norteamericana para llevar a cabo vuelos comerciales al espacio».
Otra ilusión sería el tener un coche impulsado por hidrógeno y que al llegar a casa el propio coche me generara la energía eléctrica suficiente para ser autónomo y poder mandar a freír gárgaras a las compañías eléctricas. La tecnología actual hace esto posible, pero se empeña en perder el tiempo ─en mi opinión─ en desarrollos tecnológicos de coches eléctricos y sus variantes que son pan para hoy y hambre para mañana porque los coches serán muy ecológicos baterías aparte, pero no sé de dónde vamos a sacar centrales hidroeléctricas que generen suficiente energía eléctrica para cargar tanto aparato. Los coches de hidrógeno están disponibles en el mercado en estos momentos, pero con dos grandes «limitaciones» para un usuario común como yo. La primera limitación es su elevado precio, que ronda en estos días de 2020 los 70.000 euros y la segunda, definitiva, es la poca o nula existencia de hidrogeneras o hidrolineras ─nombres todavía no registrados en el diccionario─ donde repostar, habiendo en España en estos momentos media docena con lo que se podría usar el coche únicamente para ir y volver a poner hidrógeno en el depósito.
La tercera ilusión es más probable, aunque igualmente difícil de conseguir. En los últimos años me he pasado muchas horas frente al televisor para disfrutar y sufrir con los partidos de un tenista excepcional: Rafael Nadal. Espero que todavía pueda seguir empleando muchas horas de mi vida en esta actividad lo que será señal de que Rafa siga en la brecha unos añitos más y si puede ser cosechando victorias pues mejor que mejor. Pero llegará un momento en que se retire, lo que supondrá mi retirada de ver partidos de tenis por televisión, ya que solo veo los suyos y no estoy dispuesto a emplear el gran número de horas necesario en otros u otras tenistas. En ese momento, en el de su retirada, me gustaría tener la posibilidad de saludar personalmente a esta gran persona, que ya sería antiguo tenista, y hacerme un selfi con él. Será cuestión de dejarse caer por Manacor, disfrutar visitando su «Rafa Nadal Museum Xperience» y esperar tener la suerte de que aparezca por allí y acceda. Con otro buen amigo suyo y gran persona también, Pau Gasol, coincidí hace unos años en el aeropuerto de Gran Canaria y accedió gustoso y amable.
En el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, el vocablo «ilusión» consigna en su segunda acepción la definición de «esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo». Pues eso, a seguir soñando, que es gratis.