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domingo, 13 de noviembre de 2022

FRESQUERA

 

Hay veces que una antítesis explica mejor lo que queremos señalar por el impacto que puede provocar en el lector. Tengo que pedir disculpas porque he encontrado la imagen que ilustra esta entrada en mi teléfono, de muy mala calidad, tomada con el propio teléfono de un diario que quiero recordar que es «El Mundo» pero no podría asegurarlo. Sí figura el autor, Ricardo. Espero no infringir ninguna ley utilizándola en mi blog, que nunca se sabe.

La semana pasada amenacé con dedicar la entrada de esta semana al vocablo fresquera. En el seminario aludido en aquella entrada, relativo a los años sesenta del siglo pasado, muchas imágenes y situaciones revolotearon por mi cabeza; muchas de ellas se referían a cómo ha cambiado la vida de las personas en tan relativamente pocos años. Estamos en un proceso de cambio, acelerado, muy acelerado diría yo, que no sabemos a donde nos conducirá.

Los que ya contamos algunos años en nuestro DNI hemos tenido la suerte, creo yo, de ver pasar ante nuestros ojos un sinfín de cambios en nuestras vidas, muchos de ellos derivados de una aceleración inusitada de la tecnología, que nos condiciona queramos o no. Somos libres de, algún amigo tengo, renunciar hoy en día a tener un correo electrónico o un teléfono móvil, pero… ¿podemos renunciar hogaño a disponer de un frigorífico en nuestra casa?

En los años sesenta no había nevera o frigorífico en la vivienda familiar y, hasta donde puedo recordar, en ninguna de las de mis familiares o amigos. Tampoco había otros electrodomésticos, como la televisión o la lavadora, que acabarían llegando en los años setenta. La vida era distinta y el acopio de alimentos se hacía día a día para el consumo inmediato: el lechero Damián pasaba por casa, pan, huevos y yogures en las panaderías Tijeras o Demetrio, vino,  gaseosa y sifón en el bar de Nino el Pasiego, carnes o pescados (cuando tocaba) en carnicería Barcala y pescadería Quemada, pollo en Hermanos Pérez, legumbres en piensos Segundo Rodríguez, bacalao, aceite y otros en ultramarinos Paramio o Víctor, embutidos en charcutería Víctor y fruta y verdura en algún puesto del mercado municipal de abastos. Vivíamos en el centro del pueblo y todo estaba muy a mano.

Recuerdo todo esto con nitidez porque en períodos no escolares o incluso en los recreos o las tardes, era yo muchas veces el encargado por mi madre de hacer los recados en todas esas tiendas, pagando en dinero contante y sonante —aquellas pesetas— y teniendo mucho cuidado con las vueltas, porque los supermercados y grandes superficies no se habían inventado todavía y mucho menos las tarjetas de crédito. El despacho era generalmente a granel pues pocos eran los productos envasados. El aceite se volcaba directamente en una lata que había sí o sí que llevar y no olvidarse de los cascos de los yogures para intercambiarlos si no se quería que el bueno del tendero te los cobrara.

La compra era diaria porque no había sistema en casa de condurarla sin que se echase a perder. Bueno, sí había uno aunque relativo: la fresquera. Colocada en una ventana trasera de la casa que daba al patio, permanecía en la umbría todo el tiempo y era una manera de preservar los alimentos, unas horas, hasta su consumo inmediato en la comida o en la cena. Un cajón de listones pintados de azul que el carpintero Agustín había construído a instancias de mi padre, con paredes de alambrera muy tupida para impedir el paso de moscas, mosquitos u otros animales que pugnaban por entrar allí a la caza de un verdadero tesoro alimenticio para ellos. Era vital tener un enorme cuidado en abrir y cerrar con presteza para evitar visitantes indeseados.

La imagen que ilustra esta entrada tiene una visión hacia adelante por mor de los precios disparatados de los alimentos que estamos sufriendo en estos tiempos de finales de 2022. La nevera vacía y la caja de caudales llena. Los años sesenta es mirar atrás porque todavía no había llegado el frigorífico y mucho menos en los hogares comunes la caja de caudales.

Pero algunos alimentos no conviene meterlos en la nevera y es menester tenerlos en un sitio fresco y ventilado. Aunque ha desaparecido de nuestros hogares, especialmente en las ciudades, puede seguir siendo útil y de hecho se puede encontrar a la venta en algunos grandes comercios de esos de venta por internet, aunque con el nombre de alacena o alhacena que… no es lo mismo.

 


El diccionario define fresquera como una cámara frigorífica casera, especie de jaula que se coloca en sitio ventilado para conservar frescos algunos líquidos o comestibles. ¿Tuvo Vd. en su casa una fresquera? ¿Conoció alguna?