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domingo, 17 de septiembre de 2023

SUPEDITADOS

En un lejano enero de 2008 escribía en este blog la entrada «PILAS» para reflexionar un poco sobre los cambios que han traído estás simpáticas compañeras de viaje de las que dependemos hoy sobremanera en una miríada de aparatos que nos rodean.

La calidad de nuestra existencia depende en gran medida de que los múltiples cachivaches que nos circundan tengan sus pilas en buen estado para poder funcionar y cumplir sus cometidos. Cuando en una cadena de televisión o radio nos están friendo a anuncios y queremos hacer zapeo, el que no funcione el mando a distancia de la televisión o radio puede sacarnos de quicio. Lo más normal es que las pilas estén gastadas —en algún momento ocurre— y hay que cambiarlas.

Una buena idea es tener a mano pilas de repuesto en algún cajón para no tener que desplazarse a una tienda o supermercado a comprarlas. Además, según las leyes del famoso Murphy, el mando de la televisión dejará de funcionar casi siempre a una hora intempestiva en la que las tiendas estarán cerradas o estaremos ya en pijama y no nos apetecerá desplazarnos. ¿Ha probado Vd. a manejar su televisión sin el mando a distancia? Casi en el cien por cien de los casos la respuesta será NO. Yo lo he intentado en la mía y es mejor no ponerse a ello.

Pero como ocurre con todas las cosas en la actualidad, el número de modelos y formatos de pilas tiende al infinito y más allá. De petaca, de botón, alcalinas, normales, AA, AAA… es cómo para volverse loco si queremos tener repuestos de todas las alojadas en nuestros aparatos y mandos caseros. En la imagen un ejemplo de las que tengo yo por casa pero siempre aparecerá algún aparato nuevo que requiera nuevas adquisiciones.

Las empresas van a lo suyo en sus procesos de fabricación. Lo de tender a dos o tres modelos generalistas para facilitar la vida a los mortales como que, ya, si eso, otro día. Algo parecido está ocurriendo con los transformadores de carga de los teléfonos móviles: quieren que sea un modelo universal para todos los teléfonos para evitar el gran derroche de archiperres en la basura pero se ve que todavía está lejos de conseguirse.

Además de los cachivaches que van a pilas, tenemos otra montonera de ellos con baterías recargables que también se acaban gastando y, para más inri, la mayoría de ellos sin avisar. Aunque las modernas baterías de litio se pueden recargar más veces incluso sin estar gastadas obviando el conocido «efecto chocolate», no es bueno estarlas cargando continuamente por si acaso: siempre tengo la sensación de que se reduce su vida útil considerablemente.

Un ejemplo. Utilizo unos cascos inalámbricos para escuchar la televisión, especialmente por la noche cuando estoy viendo partidos de tenis a horas intempestivas para no molestar a la familia. En algún momento, la batería de los cascos se agota, se pierde la conexión, y los altavoces de la televisión dicen a todo volumen «está es la mía» teniendo que dar un respingo en el sofá para coger el mando a distancia y silenciar lo más rápidamente posible. El resto de la retransmisión, mientras se carga de nuevo la batería, habrá que verla casi sin voz.

Hace cincuenta años, en el año 70 del siglo XX, pocas pilas existían en los hogares. Que yo recuerde las de un transistor —radio portátil— y la de una linterna. Los relojes eran mecánicos, de cuerda, el mando a distancia de la televisión no había aparecido todavía y los termómetros para medir la temperatura corporal eran de cristal y mercurio. Si revisamos la existencia de pilas, y baterías recargables, en nuestros hogares ahora, la lista puede ser interminable.

Pues eso, que estamos supeditados a disponer de un buen almacén de pilas variadas para poder poner en marcha cualquier aparato de la casa que lo requiera. El último ha sido está mañana el mando a distancia del coche, que, por cierto, debe tener algún problema y gasta las pilas en poco tiempo.