Estoy hasta los cataplines
—lo escribo en cursiva porque la palabra no está (todavía) en el
diccionario, aunque todo el mundo sabe que es la forma educada de decir
testículos o cojones — del asunto este de las compras
por internet y especialmente en cuanto al tramo final, es decir, las entregas
de los productos. He transitado en estos últimos años por todos los tipos
posibles y sigo sufriendo sobresaltos todos los días.
En esta semana… cuatro, propios o ajenos, para seguir
alimentando mis procesos de amor y odio con estas entretelas. Voy a tener que
tomar la decisión drástica, para acabar con ello, de no comprar o no hacer nada
por internet que lleve aparejado el envío de algo físico. Parece que compro
muchas cosas, pero no todas son mías, ya que la familia y algunos amigos
abusadores me piden que se lo compre yo por aquello de que sé mejor como
hacerlo y tengo facilidad. Voy a tener que empezar a convertir amigos en
amiguetes como paso previo para perderlos (de vista). Les dices que les
enseñas, ya sabes, aquello de que aprendan a pescar en vez de darles los peces,
pero debe ser que muchos son mayores y no están por la labor.
No hace un mes que en la entrada «RECOGER» me ocupaba de
estos asuntos de las entregas, pero está visto que no dejaremos nunca de
aprender. Y es que una de las cuatro de esta semana ha sido buena, muy buena.
Empecemos por la ajena. El mensajero que llega a la casa de
un vecino a efectuar una entrega y, claro, no hay nadie. Le llama por teléfono
y este vecino le sugiere que llame a mi casa y si estoy que me diga que haga el
favor de recogérselo. Mira por donde, resulta que estoy —voy a tener que
empezar a no atender el portero electrónico si previamente no he sido avisado—
y tengo que dejar lo que estoy haciendo para recibir dos enormes paquetes,
rellenar mis datos, mi DNI., firmar y tal y tal… En fin, todo sea por hacer un
favor al vecino.
El segundo incidente me sucedió en la propia oficina de
Correos. Eran dos paquetes —ninguno de ellos para mí—, pedidos por AliExpréss y
que iban dirigidos a mi apartado de correos. Como tú tienes un apartado de correos…
ya se sabe, la cantinela. Recibo los avisos de que han llegado los paquetes, me
desplazo a la oficina y los paquetes que no están en el apartado ni hay rastro
alguno de ellos. Así hasta tres desplazamientos en varios días sin éxito. Al
final, recibo un mensaje diciendo que «HE RECOGIDO» los paquetes y se dan por
entregados. Nuevo desplazamiento a la oficina y tras una generosa cola, el
funcionario de turno me dice que no sabe nada. Le insisto con los números de
seguimiento —menos mal que los tenía— y me dice que ya los he recogido; como
quiera que yo no he sido, a ver a quién se los han entregado. La cosa fue
subiendo de tono hasta que la funcionaria de al lado, que estaba atendiendo a
otro cliente, dice que ha sido ella la que los ha dado por entregados y que
están en el cajón de los paquetes a devolver ¡Menuda desfachatez! Omito más
detalles para no alargar esto pero al final me quedé sin saber que habían hecho
aunque pensando mal, muy mal, me da en la espina que algún avispado los quería
para sí. Piensa mal… y acertarás, como resulta que «se pierden» tantos paquetes en Correos…
Vamos con la tercera, que todavía no es la más jugosa y que
dejo para el final. Pertenezco a un grupo de fotografía de varios amigos y
mensualmente encargamos a un laboratorio el revelado de fotografías. Una tarea de
la que me encargo yo, que raro, es de enviar por «internet-ftp» al laboratorio
las fotografías, que me manda a mí la factura y las fotos a un bar. El lunes
por la tarde recibo la factura, hago la transferencia y me dicen que las fotos
se han enviado. Pasan los días, no llegan, y ninguno de mis amigos se puede
encargar de reclamar telefónicamente las fotos… ¡cómo eres tú el que se encarga
de mandarlas…! El viernes por la mañana venga a llamar al laboratorio y a la
agencia de transportes hasta que aparecen. Todos tienen excusas, pero al final
no te enteras de qué ha pasado y de quién ha sido la negligencia.
Y la cuarta ya es para miccionar y no echar gota que diría
mi abuela. Con AMAZON y SEUR, se supone que dos empresas de las más especializadas
en lidiar con estos temas, por la cuenta que les trae. Selecciono un producto,
nuevamente no es para mí, sino para mi hija, y a la hora de fijar el punto de
entrega no me admite ninguno de los que utilizo: el locker está lleno, y el estanco y la oficina de correos no están
disponibles para este envío. Busco, rebusco y contra busco y encuentro una
agencia de viajes, a la que destino el envío, que AMAZON realiza a través de
SEUR: El jueves pasado, a las 08:30 de la mañana recibo un SMS en mi teléfono
diciendo que no se ha podido realizar la entrega por ausencia del destinatario.
Claro, la agencia de viajes estaría cerrada a esas horas. Intento acceder a la
página web de SEUR para localizar y/o redirigir el envío y me sale el mensaje
que pueden ver al principio de esta entrada: están actualizando la web. ¡Vaya!
Intento llamar por teléfono y ya ni se molestan en decir que espere, todos sus
operadores están ocupados y el tiempo de espera estimado es tan largo que me
aconsejan colgar y volver a llamar de nuevo. El estado de la página web y del
teléfono ha seguido así desde el jueves a las 09:00 hasta el sábado a media
mañana, cuando ya desistí de mis intentos intermitentes de arreglar el tema.
Se me ocurre pasar por la agencia de
viajes a ver si consigo esclarecer algo y… ¡está cerrada! Y lleva más de un mes
así, según me comentan en la tienda de al lado. Pero AMAZON no ha enterado de
este hecho y sigue admitiendo envíos a ella, como se puede comprobar en la
imagen siguiente tras haber hecho una simulación de compra.
Para tratar de solucionar el problema intento abrir de nuevo
la vía de SEUR para entrar en contacto con ellos y redirigir el envío. ¡Que si
quieres arroz, Catalina!, el teléfono colapsado y la web en reparación… ¡Al
guano! No pierdo un segundo más en este
asunto, a ver como acaba. Lo siento por mi hija, que o se queda sin su cable o
le llegará para regalo de Reyes del 2050. Yo, por mi parte, estoy dispuesto a
perder los 7,45 euros invertidos en este sinvivir, aunque se los reclamaré a
Amazon en cuanto pasen unos días sin recibir el paquete.
Queda mucho por hacer y resolver en esto de los envíos…,
pero mi capacidad de asombro está repleta y no sé si aguantaré más casuísticas.