Hay ya algunas entradas en este blog relativas a este asunto
de las compras por correo, pero más concretamente poniendo el foco en la
recepción de los pedidos, verdadero meollo de la cuestión. Una entrada muy
relacionada la escribí en marzo de 2016 con el título «ENVÍOS» que puede
accederse pulsando en este enlace.
Salvados todos los asuntos de elección de vendedor, confianza
en él, elección de las mercancías y pagos telemáticos con tarjetas bancarias,
el quid de la cuestión es establecer el destino del envío y las condiciones del
mismo. En estos últimos tiempos, las empresas han sido conscientes de que este
asunto puede ser un verdadero cuello de botella en la posibilidad de ser
elegidos por los compradores, que presentan una gran variedad de
condicionantes.
Tengo amigos que reciben sus paquetes en sus centros de
trabajo, aunque ya ha ocurrido que algunas empresas lo han prohibido por el
volumen y las incidencias que se producían al tener que dejar entrar a los
mensajeros en las dependencias o tener que salir el empleado a la recepción,
cuando no siempre este está disponible por estar en una reunión, en otro
departamento o, simplemente, visitando a Roca cuando desde la recepción tratan
de localizarle. Yo tuve una época en la que recibía los paquetes a nombre de mi
madre en su residencia de ancianos… hasta que me llamaron la atención.
Una cosa que tengo clara es que intentaré por todos los
medios evitar envíos a mi domicilio particular, salvo casos en que no quede otro
remedio, no tenga alternativa y me interese por el precio. Hace poco tuve una
compra especial con una empresa que solo admitía envíos por mensajero al domicilio
y que me supuso tres días de «secuestro» (posibilidad de entrega entre las
09:00 y las 20:00): el día que llegó el paquete, el día que tuve que devolverlo
por un problema y un tercer día para recibirlo de nuevo. Un verdadero horror. Y
es que pocos pueden estar en su domicilio todo el día a la espera del
mensajero.
Yo hace años compraba mis productos electrónicos en la
empresa PCCOMPONENTES, solicitando los envíos por Correos a un apartado que tengo contratado en la oficina cercana a mi domicilio. Por razones de
organización y eficacia, dijeron, suprimieron este tipo de envíos, con lo que
hace años ya dejé de ser cliente suyo y no me he molestado ni creo que lo haga
en ver si han dado una pensada al asunto y han vuelto a recurrir a otros medios
alternativos de envío.
Las tiendas físicas —PIXMANÍA en Madrid fue un ejemplo de
ello hace muchos años— no han proliferado salvo la franquicia «APPINFORMÁTICA»
que si utiliza este medio a entera satisfacción, siempre y cuando, claro está,
tengas una tienda cercana y accesible. Este es mi caso y lo utilizo: hago el
pedido por internet y establezco como punto de recogida la tienda, recibiendo
el correspondiente aviso cuando está disponible el pedido para su recogida.
Cómo no, uno de los «grandes» de las ventas por internet, Amazon, se
ha puesto las pilas desde hace tiempo en este asunto. En otros países ha
llegado, he oído, hasta disponer de una llave del domicilio del cliente para
poder dejar el paquete en el recibidor. Se están probando posibilidades
ultramodernas como el envío mediante drones que serían capaces de dejarte el
paquete en la terraza de tu piso o funcionalidades novedosas de futuro que
permitieran al mensajero conocer la ubicación física de tu coche en un momento dado y poder abrir el maletero con una clave numérica para dejarte el paquete.
Mientras todas estas cosas y más que veremos llegan a
concretarse, el gigante de las ventas por internet permite la recogida de paquetes en
oficinas de Correos, con su limitación de horarios correspondiente y a veces
con sus colas, y también en tiendas normales: yo venía recogiendo mis envíos en
un estanco de mi localidad al que me acerco andando desde mi domicilio en el
momento que la recogida está disponible y mejor me conviene por mi horario, por la mañana o por la tarde.
Pero desde hace un tiempo hay una posibilidad más: los
armarios electrónicos. Podían verse ya en estaciones, centros comerciales y universidades
los de PUDO y CORREOS. Amazon los denomina «lockers»
—taquillas— y dependiendo del sitio donde estén ubicados pueden estar accesible
las 24 de horas del día 7 días a la semana. Yo vengo utilizando últimamente el
que pueden ver en la imagen, ubicado en una gasolinera por la que paso
frecuentemente y que me permite recoger los envíos a cualquier hora.
Sin embargo, no todo son bendiciones en esta vida. Observen que la
taquilla de la imagen está colocada sobre una peana de cemento que la eleva un
poco sobre el nivel de la acera. El acceso es muy sencillo: se teclea el número
de seis cifras que te han enviado desde Amazon y automáticamente se abre la
puerta correspondiente a la ubicación en la que está tu paquete, que solo
tienes que recoger y eso sí, por favor, cerrar la puerta para no dejarla
inutilizada. Cómodo, rápido, sencillo, ni siquiera hace falta parar el coche en
el que se llega hasta la taquilla. Pero… parece que los diseñadores de estas
taquillas se han basado en algún estudio estadístico de la altura de la
población española que últimamente ha debido aumentar en algunos
centímetros.
Al recoger la segunda entrega solicitada en esta taquilla,
se me abrió una puerta de la segunda fila empezando por arriba. Los cubículos
son algo profundos, de forma que mis 1,66 centímetros de altura fueron
insuficientes para recoger el paquete. ¡Y ni siquiera era la última fila! Tuve
que entrar en la gasolinera y pedir por favor una banqueta para subirme en ella
y poder recoger el paquete; «No es Vd. el primero», me dijo la amable vendedora.
Desde aquel día, tengo la precaución de llevar una
escalerita —que se ve en la imagen— en el maletero del coche cuando voy de
recogida. Nunca la he vuelto a utilizar porque no me ha tocado un cubículo
elevado. Pero, con este sucedido se me ocurre que Amazon debería hacer un par
de cosas para poner remedio: o bien añadir una escalerilla —sujeta con una
cadena, eso sí, para que no se la lleven— o, más tecnológico, solicitar la
altura en centímetros de la persona que va a recoger el envío para colocarlo en
un sitio accesible. Ahí lo dejo. Yo, de momento, seguiré llevando mi
escalerilla por si acaso. Estaría bien un programa de esos de tipo «ventana
indiscreta» para ver cómo se buscan la vida los clientes bajitos.