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domingo, 26 de mayo de 2024

CACHAZA

El planteamiento inicial de esta entrada era utilizar otro título: «slow», pero con un idioma tan rico como el nuestro me inclino a buscar alternativas siempre que sea posible. Uno de los aliados en esta tarea en mis pesquisas por la red es, además de los diccionarios, la FUNDEU, Fundación del Español Urgente ( https://www.fundeu.es/ ), que se dedica a cuestiones idiomáticas desde un punto de vista práctico y de actualidad.

Estamos llegando al final del curso, escolar en mi caso, donde la actividad ha sido frenética por la cantidad de actividades interesantes a las que he intentado atender, con un estrés galopante como resultado. En la tarde de los martes he llegado a tener tres clases en horario parcialmente coincidente, cuya atención —en diferido— solucionaba grabando dos de ellas por ser telemáticas y atendiendo a la otra presencial. Pero claro, luego hay que sacar tiempo para visionar y asimilar las grabaciones. Muchas veces he caído en la trampa de acelerar la velocidad de visionado para acortar el tiempo a dedicar. Más prisa…

Con ello, lo tengo claro. El próximo curso y en lo que a actividades educativas y culturales se refiere, tendré mucho cuidado al seleccionarlas para poder disfrutarlas tranquilamente y sin agobios. Un par de mañanas y alguna tarde como mucho y nada más, tiempo para leer, pasear o aburrirse según convenga. Siempre recuerdo a mi querido suegro, Luis, que me daba unas claves para solucionar mi falta de tiempo. Tú échate una novia, me decía, estás con ella un tiempo y luego la dejas, verás cuanto tiempo libre te queda. Y es que el tiempo es el que es, los días tienen 24 horas y no hay manera de estirarlas por mucho que lo intentemos, por lo que hay que seleccionar con cuidado las actividades a las que atender para que haya tiempo y lugar, con tranquilidad, con cachaza, para todas.

Conocido mundialmente, se puso de moda hace unos años el denominado «Movimiento slow». Hay mucha información sobre sus características y objetivos en la red. En esta actualidad, donde (casi) todo lo hacemos deprisa y corriendo, lo peor es la superficialidad que conllevan muchas de nuestras actividades: mientras estamos haciendo una cosa no disfrutamos plenamente de ella porque estamos con el pensamiento en la siguiente. Un horror.

La FUNDEU recomienda utilizar el concepto de «Movimiento por la calma» que desde luego a mí no me suena con tanta fuerza como en inglés. Aclara que «surge como reacción contra el ritmo acelerado característico de la sociedad actual y propone hacer un uso consciente del tiempo, disfrutando de cada actividad con la pausa precisa para ello, en lugar de vivir atropelladamente». Más claro agua.

Un ejemplo. El traslado en transporte público en mi zona de residencia supone, cuando menos, el doble que en coche particular. Es verdad que en nuestro vehículo podemos ir escuchando la radio, podcasts o incluso ahora audiolibros, pero eso mismo podemos hacer en el transporte público utilizando además la vista para leer o ver películas o documentales. La lectura cunde un montón si utilizamos a diario el transporte público y nos ponemos manos a la obra.

En esencia, se trata de utilizar racionalmente —con cabeza—el tiempo y disfrutar de verdad en las actividades que realicemos. No se trata de hacer el vago, sino de tomarse las cosas con otra actitud, con parsimonia, dejando atrás la prisa y el frenesí porque ya se sabe que el que mucho abarca poco aprieta. Las cosas que se hacen a toda prisa… ¿estarán bien hechas? ¿Estarían mejor si se hicieran de forma más pausada? La cultura occidental y los medios electrónicos nos han metido en una espiral de prisas que conlleva muchas de las veces, como hemos mencionado, una superficialidad que nos impide disfrutar plenamente de las cosas.

Como me dice mi maestro de dulzaina, David, no es solo cuestión de tocar las notas, sino de tocarlas con la medida con que están escritas en el pentagrama. Los músicos lo llaman «il tempo giusto», el tiempo adecuado, que no es lo mismo una redonda que una corchea y todas ellas gobernadas por el tempo que el compositor haya establecido. En una jota, por ejemplo, no es lo mismo a 120 que a 180, especialmente si hay un grupo de baile que se acordarán de la familia de los músicos si los llevan con la lengua fuera. Como no es lo mismo, hablando de milicias, desfilar al paso de la infantería, de los regulares o de la legión.

¿Cómo llevar una vida lenta? Los goces efímeros se olvidan pronto. El ansia de hacer varias cosas a la vez nos genera estrés y ansiedad, aunque no nos demos cuenta. No se puede estar en misa y repicando o viendo la televisión y al mismo tiempo el teléfono. Disfrutar de las cosas, saborearlas, cuidarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, conectar con lo valioso, disfrutar en el proceso de hacer las cosas lo mejor posible… son algunas de las recomendaciones que haré bien en aplicarme en los próximos meses a la hora de tomar decisiones. He visto referencias a un libro titulado «El elogio de la lentitud», de Carl Honoré, que me apunto para su lectura en cuanto encuentre hueco.

Y para no renunciar a una de mis costumbres en este blog, aclarar que el diccionario reza para «cachaza» en una de sus acepciones —la que me interesa ahora— «parsimonia o lentitud». Como soy un poco de pueblo, me parece mejor «cachaza» que la más seria «parsimonia». Lo importante es aplicarse el cuento y disfrutar del momento, sin agobios ni prisas y poniendo los cinco sentidos en lo que estamos haciendo. Carpe diem, que ya dijera Horacio hace muchos años o Mindfulness que se dice ahora, que no es otra cosa que focalizar nuestra atención de forma consciente y activa en el momento presente.