Resisto la tentación de acercarme al diccionario a indagar en el significado real de esta palabra, tan usada y tan denostada por unos y otros. La entiendo como tener admiración y comportamiento apropiado con las personas tanto por sí mismas como por sus obras.
También deberíamos tener respeto hacia nosotros mismos. No estoy muy seguro de que lo hagamos o al menos tanto como debiéramos. Y si no lo hacemos con nosotros mismos, habremos de revisar como lo hacemos con los demás, aunque este caso no es paradójico y de hecho existen personas que no se respetan a sí mismas y sin embargo, por el qué dirán o por la deseabilidad social, se comportan de manera adecuada “puertas para fuera”.
Si viviéramos solos en una isla desierta, el respeto hacia los demás no podría producirse. Nos quedaría el respeto a nosotros mismos y a la naturaleza, animal – vegetal –mineral, que nos rodease. Más nos valdría auto-respetarnos con esmero, tanto en lo material como en lo mental, para salir adelante.
En las sociedades modernas los parámetros son cambiantes. Y últimamente a una velocidad de vértigo, que asusta. Lo que es válido hoy y ahora, no lo es dentro de un momento o al día siguiente. O lo que es peor, sigue siendo válido…. pero con matices. Son necesarias más y más normas que regulen la convivencia y la interacción entre las personas, siempre que las observemos y …. respetemos.
Hoy en día se estudia todo. Es raro encontrar un tema que no haya sido objeto de profundo debate por unos y otros. Me llama la atención el concepto de “auto-engaño”. Aquellas cosas que nos decimos a nosotros mismos para justificar ciertas actitudes y acciones que no nos parecen correctas del todo, pero que “obligados” por las circunstancias, acabamos haciendo.
Hace algunos años estaba de alguna manera bien visto no tener respeto a la Hacienda Pública, es decir, defraudar. Incluso se podía escuchar en alguna cena o reunión de amigos la explicación con todo detalle de como se había logrado semejante hazaña. O como se habían realizado determinadas acciones de “falseo piadoso” de documentación para ganar puntos en una oposición o en el acceso de nuestros hijos a las plazas escolares. Hay muchos ejemplos, aunque en la actualidad, los términos han cambiado y si se hacen determinadas cosas, ya no se manifiestan tan abiertamente o se busca obtener la aquiescencia y aprobación de los demás por “nuestras especiales” circunstancias. Hay muchos ejemplos pero no se trata de ser exhaustivo. Como el de aquel profesional que tenía como deporte, sin necesidad, el ir a sustraer ropa a unos agrandes almacenes o aquel amigo que te encuentras de pronto en la lista de profesores de un master de renombre figurando como licenciado en derecho y tu sabes de buena tinta que lo más que ha hecho en ese tema es matricularse de varias asignaturas de primer curso en la UNED y ni siquiera se presentó a los exámenes.
Sostengo la teoría de que en ciertos comportamiento sociales se reflejan estos conceptos. Uno de ellos, salvando las diferencias, es en el tráfico, con sus normas, reglamentos y señales. Hace unos días, durante un paseo hice una pequeña comprobación. Me aposté distraídamente en un punto en el que podía observar como realizaban los vehículos un STOP de salida de una calle a una carretera, con algo de visibilidad a la izquierda y con nula a la derecha. Me impuse un número de coches a modo de estadística que fijé en cincuenta. ¿Sabe Vd. cuantos vehículos respetaron la señal realizando académicamente, como mandan las normas, el STOP?. Pues solamente cuatro, un escaso ocho por ciento para los aficionados a las estadísticas.
Lo interesante sería hacer un estudio serio y poder preguntar a cada conductor, obteniendo una respuesta sincera, las razones de no respetar la señal. Sería curioso ver como se auto engaña cada uno con respuestas del tipo “esa señal está mal”, “debería ser un ceda-el-paso”, “a estas horas no viene nadie” y otras parecidas.
Por eso, en otro ejemplo, no basta con poner una señal de prohibido aparcar para que los coches no aparquen. Las señales están de adorno, porque no se hacen cumplir. Tenemos que llenar las aceras de bolardos, feos, costosos, que rompen coches y rodillas, porque la señal no se respeta. Y donde no se pueden instalar barreras físicas, el diseñador de las señales incorpora un lastimero cartel indicando “giro del autobús” o “paso del camión de limpieza” para evocar la compasión de los conductores. Ni por esas, siguen aparcando debajo. Solo falta apostar las veinticuatro horas del día un policía municipal, de rodillas, en actitud de oración que suplique y ruegue a los conductores que respeten la señal.
Tengo la sensación, y es personal, que tenemos muchas normas, que no se cumplen y que no se hacen cumplir. Un poquito de “por favor” como se puso de moda hace un tiempo. El resultado es que con el tiempo, se vuelven a hacer nuevas normas que modifican las anteriores y que tampoco se cumplirán.
También deberíamos tener respeto hacia nosotros mismos. No estoy muy seguro de que lo hagamos o al menos tanto como debiéramos. Y si no lo hacemos con nosotros mismos, habremos de revisar como lo hacemos con los demás, aunque este caso no es paradójico y de hecho existen personas que no se respetan a sí mismas y sin embargo, por el qué dirán o por la deseabilidad social, se comportan de manera adecuada “puertas para fuera”.
Si viviéramos solos en una isla desierta, el respeto hacia los demás no podría producirse. Nos quedaría el respeto a nosotros mismos y a la naturaleza, animal – vegetal –mineral, que nos rodease. Más nos valdría auto-respetarnos con esmero, tanto en lo material como en lo mental, para salir adelante.
En las sociedades modernas los parámetros son cambiantes. Y últimamente a una velocidad de vértigo, que asusta. Lo que es válido hoy y ahora, no lo es dentro de un momento o al día siguiente. O lo que es peor, sigue siendo válido…. pero con matices. Son necesarias más y más normas que regulen la convivencia y la interacción entre las personas, siempre que las observemos y …. respetemos.
Hoy en día se estudia todo. Es raro encontrar un tema que no haya sido objeto de profundo debate por unos y otros. Me llama la atención el concepto de “auto-engaño”. Aquellas cosas que nos decimos a nosotros mismos para justificar ciertas actitudes y acciones que no nos parecen correctas del todo, pero que “obligados” por las circunstancias, acabamos haciendo.
Hace algunos años estaba de alguna manera bien visto no tener respeto a la Hacienda Pública, es decir, defraudar. Incluso se podía escuchar en alguna cena o reunión de amigos la explicación con todo detalle de como se había logrado semejante hazaña. O como se habían realizado determinadas acciones de “falseo piadoso” de documentación para ganar puntos en una oposición o en el acceso de nuestros hijos a las plazas escolares. Hay muchos ejemplos, aunque en la actualidad, los términos han cambiado y si se hacen determinadas cosas, ya no se manifiestan tan abiertamente o se busca obtener la aquiescencia y aprobación de los demás por “nuestras especiales” circunstancias. Hay muchos ejemplos pero no se trata de ser exhaustivo. Como el de aquel profesional que tenía como deporte, sin necesidad, el ir a sustraer ropa a unos agrandes almacenes o aquel amigo que te encuentras de pronto en la lista de profesores de un master de renombre figurando como licenciado en derecho y tu sabes de buena tinta que lo más que ha hecho en ese tema es matricularse de varias asignaturas de primer curso en la UNED y ni siquiera se presentó a los exámenes.
Sostengo la teoría de que en ciertos comportamiento sociales se reflejan estos conceptos. Uno de ellos, salvando las diferencias, es en el tráfico, con sus normas, reglamentos y señales. Hace unos días, durante un paseo hice una pequeña comprobación. Me aposté distraídamente en un punto en el que podía observar como realizaban los vehículos un STOP de salida de una calle a una carretera, con algo de visibilidad a la izquierda y con nula a la derecha. Me impuse un número de coches a modo de estadística que fijé en cincuenta. ¿Sabe Vd. cuantos vehículos respetaron la señal realizando académicamente, como mandan las normas, el STOP?. Pues solamente cuatro, un escaso ocho por ciento para los aficionados a las estadísticas.
Lo interesante sería hacer un estudio serio y poder preguntar a cada conductor, obteniendo una respuesta sincera, las razones de no respetar la señal. Sería curioso ver como se auto engaña cada uno con respuestas del tipo “esa señal está mal”, “debería ser un ceda-el-paso”, “a estas horas no viene nadie” y otras parecidas.
Por eso, en otro ejemplo, no basta con poner una señal de prohibido aparcar para que los coches no aparquen. Las señales están de adorno, porque no se hacen cumplir. Tenemos que llenar las aceras de bolardos, feos, costosos, que rompen coches y rodillas, porque la señal no se respeta. Y donde no se pueden instalar barreras físicas, el diseñador de las señales incorpora un lastimero cartel indicando “giro del autobús” o “paso del camión de limpieza” para evocar la compasión de los conductores. Ni por esas, siguen aparcando debajo. Solo falta apostar las veinticuatro horas del día un policía municipal, de rodillas, en actitud de oración que suplique y ruegue a los conductores que respeten la señal.
Tengo la sensación, y es personal, que tenemos muchas normas, que no se cumplen y que no se hacen cumplir. Un poquito de “por favor” como se puso de moda hace un tiempo. El resultado es que con el tiempo, se vuelven a hacer nuevas normas que modifican las anteriores y que tampoco se cumplirán.