A medida que se van alcanzando una cierta cantidad de años, debe ser consustancial el notar ciertas desavenencias conceptuales con el mundo que te rodea. Es tradición que los padres no entiendan a los hijos y ello es así desde la noche de los tiempos. Los ritmos de vida y las costumbres cambian a toda velocidad de una década para otra.
Hace días me encontré leyendo en la prensa la programación de televisión con un programa titulado “Sin tetas no hay paraíso”. No lo he visto nunca y seguramente no lo veré, pero me llama la atención el título, aunque supongo que de eso precisamente es lo que se trata, que ese título chabacano en mi opinión llame la atención y caigamos presos cual moscas en la miel, atacados de una necesidad imperiosa de que llegue el ansiado momento de sentarnos ante el televisor a devorar su contenido.
El mundo del anuncio no para de generar nuevas y nuevas propuestas. Algunas son novedosas y llaman la atención por su originalidad, pero esto tiene su dificultad y no se consigue todos los días. Por el contrario, parece que el lenguaje soez, las imágenes impactantes y atrevidas y los mensajes rayando la mala educación son fáciles de concebir y diseñar y tienen el campo abonado en una sociedad como la actual. Estará todo medido por encuestas y prospecciones de mercado que habrán decidido que el porcentaje de ciudadanos, como yo, a los que causa rechazo ese tipo de publicidad, es un número insignificante que se ve compensado por el mayor número de consumidores que atenderán el mensaje.
Y es que lo del programita de marras no es un caso aislado. Una gran marca de productos lácteos del norte de España lleva varios meses con un programa de promoción de sus productos titulado “Esto es la leche”. Atractivo para el público en general, pero por lo que a mi respecta rechazable, aunque habría que ver la aceptación que tiene, dado que lleva varios meses en actividad.
Pero la empresa que se lleva la palma por su insistencia en este tipo de publicidad sostenida en el tiempo es una gran superficie dedicada a la venta de electrodomésticos y aparatos de tecnología. Mensajes del tipo “yo no soy tonto” o “todos al suelo” haciendo una alusión directa al 23-F o imágenes de una persona del sexo masculino con una mano en sus partes pudendas generarán a buen seguro un aumento en sus ventas a tenor de la insistencia mantenida en ese tipo de publicidad.
Hay que adaptarse a los tiempos, pero no a todo y a cualquier precio. Algunas cosas son necesarias y viene bien moldear la mente para asimilarlas en una claro camino de resistencia a la vejez. Pero solo con aquellas cosas que sean importantes y que supongan o bien una mejora o bien una necesidad en nuestro camino por la vida. Ni ver en la televisión un programa determinado, ni comprar una determinada marca de leche ni comprar una televisión o lavadora en esa gran superficie son cuestiones vitales, amén de que hay multitud de alternativas a considerar.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
Hace 6 horas