La persona que haya seguido las entradas de este blog en los últimos apartados pensará que tengo una especial fijación con la empresa que me suministraba hasta hace unos días los servicios de telefonía móvil. Yo creía que esto era un asunto olvidado, pero una vez más, por sorpresa, me activan mis neuronas mediante una comunicación de despedida, que motiva una nueva reflexión por mi parte.
Ya esperaba recibir la última factura sin respetar los compromisos, por supuesto verbales, que adquirió conmigo un componente del departamento comercial de esta empresa, de no cobrarme los nueve euros de mínimo consumo mensual. Esto me ha costado este mes, por última vez, más de cinco euros que se llevan por todo el morro, como consecuencia del cambio de tarifas que entró en vigor el pasado Febrero. Ya en aquel momento inicié mi marcha de esta estupenda compañía, pero entonces un comercial me dijo que podía seguir un año sin que me fuera de aplicación esa clausula. Insisto en que estas comunicaciones son verbales y telefónicas, por lo que no queda nada registrado que pueda demostrarlo.
Mentiras y más mentiras, eso sí, siempre por teléfono, para que no quede constancia escrita que pueda demostrar la veracidad de lo manifestado. Esta es la técnica, no solo de esta empresa sino de otras muchas que han hecho desaparecer las oficinas de atención al cliente, cara a cara, con papeles y sellos, y las han sustituido por una línea telefónica donde al otro lado colocan una serie de personas que, más que para ayudarte y solucionarte problemas, están para darte pases largos y tendidos e incluso generarte algún problema adicional.
Como digo, ya estaba dispuesto a asumir ese coste extra de la última factura. Podía haber hecho el gasto, ya que me lo iban a cobrar, pero no he querido. Lo que ya me ha sacado de mis casillas es la “cartita”, cuya imagen se adjunta, donde se pueden leer un sinfín de marramachadas, por no emplear alguna otra palabra más contundente.
Esto demuestra que en empresas “grandes” los diferentes departamentos van cada uno por su lado, sin una coordinación mínima que les lave la cara ante el cliente. Desde que lo fundamental para las empresas solo es el tema económico, la imagen les importa un bledo. Los beneficios es lo que cuenta, aquello de “que hablen de mí aunque sea mal”, mientras la caja siga engrosando y engrosando.
Me dicen que me agradecen el tiempo que he pasado con ellos. Será por los disgustos que me han dado, especialmente en estos tres últimos meses, con corte, cargo por conexión y otras cosas incluidas, como el no respetar el compromiso adquirido, que no han sido explicadas ni lo más mínimo por sus servicios de atención telefónica. En este caso, hasta un chiste del famoso Forges hacía alusión a la calidad y atención de los mismos no hace poco en la prensa. Eso sí, me dicen que están a mi disposición, que siempre que los necesite podré volver a contar con ellos, que vuelva pronto, que me esperan y que me envían un cordial saludo.
¡Váyanse al guano, hombre!
Supongo que la dirección que escribe este tipo de misivas prefijadas, cuidadosamente estudiadas por empresas de imagen y propaganda, no sabe nada de toda mi historia. Simplemente el ordenador ha detectado un baja y…. zás, cartita que te crió. Eso sí, tengo que reconocer que la carta es muy mona, dice cosas muy bonitas, pero eso no concuerda con el trato recibido en otros departamentos, concretamente en el servicio de atención al cliente. ¿Por qué no les manda también una carta a ellos pidiéndoles explicaciones por esta baja? No, claro, ese no es su cometido.
Me dicen, que se esfuerzan por ofrecerme servicios innovadores que hagan mi vida más fácil. Podrían empezar por aplicar esas innovaciones a sus servicios de atención telefónica. Y no se trata de cargar las culpas a la persona que está al otro lado, que bastante hace son soportar una jornada laboral dura, sin medios, por seguramente cuatro euros, suponiendo que estén en España y no algún país por ahí donde los cuatro euros será una fortuna. Para empezar, es tan difícil hablar con ellos, que muchas veces cuesta trabajo entenderlos. No digo oírles, que se les oye, sino entender lo que dicen. En varias ocasiones he colgado y he vuelto a llamar para ver si tenía más suerte con el operador u operadora que me tocaba en suerte.
Un poquito de sincronización, por favor. No se puede estar dando palos al cliente por un lado y luego por otro poner la cara de sonrisa como si fuera la comida de Navidad. Esto me recuerda esas otras empresas, supongo que esta también, cuyos directivos se pasan la vida diciendo que lo mejor de la empresa es su capital humano mientras que por detrás y sin que se enteren, sus directores de Recursos Humanos como se dice ahora, se propasan dando palos a diestro y siniestro entre esos mismos empleados, que se quedan pasmados, al no observar una mínima coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Aunque sigan a mi disposición para todo lo que necesite, espero no verme forzado por las circunstancias a necesitarles nunca más.
Hasta nunca.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
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