Ya no saltean por los caminos ni hace falta ir a Sierra Morena para verlos de cerca. Están en los despachos, salen por la televisión y hacen y deshacen a su antojo. Se mueven por sus endogámicos parámetros y sin hacer caso a lo que ocurre en la calle y a quienes afectan en sus decisiones. En la sociedad actual, individualista cada vez más y sojuzgada por unos laberintos económicos en los que todos, queriendo o sin querer, nos vemos atrapados en mayor o menor medida, las protestas son mínimas, simbólicas y a los que van dirigidas les resbalan, como el agua de la ducha por la piel. Es como una tela de la araña en la que hemos caído y que cuanto más nos revolvamos más aprisionados estaremos mientras la araña nos contempla con paciencia, esperando a que estemos maduritos.
Para muestra bien valen dos botones. Uno de ellos es la desproporcionada subida que la Comunidad de Madrid ha aplicado desde primeros de años al transporte colectivo. Haciendo caso al famoso “divide y vencerás”, ha aplicado el rejonazo solo a una parte de los usuarios, concretamente a aquellos que utilizamos el bono de diez viajes para metro y autobús, con una subida superior al veinte por ciento lejos de toda lógica y de todos los índices económicos que el pasado año de 2009 nos ha dejado como rastro. Y este tipo de actuaciones arbitrarias, que dividen en este caso a los viajeros en dos grupos, no son nuevas y llueven sobre mojado. Si leyó una entrada en este blog titulada “Precios” publicada en Enero de 2009 caerá en la cuenta de que estos bandoleros no son facinerosos, malencarados, malhablados o malvestidos sino todo lo contrario y ni siquiera tienen que mirarnos a la cara para hurgarnos en nuestros bolsillos muchas veces a lo largo del año. Hagamos lo que hagamos no nos escapamos pues de sobra saben ellos, por sus estudios y asesores, donde meter la mano. Es lo mismo de siempre, subiendo incluso mucho los impuestos al rey de este país, que solo hay uno, poco botín podríamos conseguir, así que dejemos al rey tranquilo y apliquemos el torniquete donde más y a más podamos exprimir.
El otro botón al que voy a referirme es al organismo o lo que sea oficial de Correos de España, con muchos años de funcionamiento que no de mejora. Hace más de treinta años me hice con un apartado de correos, ya se sabe, esos buzones que se encuentran ubicados en la propia oficina postal y que son utilizados en general por empresas y organismos que reciben mucha o voluminosa correspondencia, como a mí me ocurría por aquellos años en que recibía revistas, fotografías, libros y paquetes en general. El beneficio era mutuo, por un lado el cartero se evitaba de ir cargado con todo hasta mi domicilio y por otro lado no se quedaban las cosas muchas veces fuera de los buzones que existen en los portales pensados exclusivamente para cartas y no muy grandes. Es común ver las revistas o propaganda que recibimos en esos buzones sobresaliendo de los mismos, dobladas o contraídas cuando no directamente encima, dispuestas para ser sustraídas por algún vecino o repartidor que pase por allí.
Por aquel entonces, el precio anual del alquiler del apartado era simbólico. No lo recuerdo porque lo abonaba directamente mi padre y no me lo cobraba siquiera. Con el paso del tiempo, el precio ha sido subiendo “para adecuarse a los tiempos actuales” hasta los cincuenta y tres euros con treinta y seis céntimos que es la cuota a abonar para el presente año de dos mil diez. Un gasto más a añadir a los que tenemos las familias aunque en este caso es por un servicio voluntario. Parece que ya no le interesa a Correos que sus funcionarios se eviten cargar con cartas y paquetes y ha cambiado el chip pasando a entender los apartados como un gran servicio que requieren los clientes y que hay que cobrar. Bueno, hasta ahí de acuerdo, pero hay que ser masoquista para, pudiendo recibir las cartas en casa cómodamente, pagar por un servicio para que no te las lleven y tengas que ir tú a por ellas. Para que todo no sea negativo hay que decir que desde hace unos años las oficinas de correos abren por las tardes lo que nos permite a vaciar el apartado hasta las veinte treinta, por lo menos en la oficina en la que yo tengo alquilado, por el momento, mi agujerito.
Sin entrar en si este precio es mucho o poco, este año han dado una vuelta de tuerca más. A algún bandolero de despacho le habrá parecido que se saca poco por este concepto y que hay que sacar más. En mi caso recibíamos la correspondencia los miembros de mi familia en número de tres. Poco a poco hemos ido dirigiendo la correspondencia en papel que no hemos podido eliminar a ese apartado al que nos acercamos de vez en cuando dando un paseo ya que está cerca de casa. Siempre que he podido, por ecología y comodidad, he renunciado con las empresas que lo ofrecen a recibir correspondencia en papel, sustituyéndola por electrónica, con el consiguiente ahorro de papel y costes, que no siempre, es decir, nunca, nos suponen una rebaja en los precios. A lo que vamos, que nos estamos desviando, los bandoleros del organismo han decidido, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, que no es suficiente con disponer del apartado, que para poder recibir la correspondencia es necesario hacerse “suscriptor” del mismo y con un máximo de cinco por apartado. Hasta ahí ningún problema si no fuera porque cada suscripción cuesta…. cincuenta y tres con treinta y seis euros.
Cuando hace unos días el funcionario me informó de que tenía que formalizar la suscripción de las personas que recibían correspondencia en el apartado, mi mujer y mi hijo, so pena de que las cartas fueran devueltas, y pasó a indicarme el precio, no sé si mi estado de cabreo me permitió enterarme bien y esos casi ciento sesenta euros de suscriptores son además del precio del apartado o no. Tengo que volver para enterarme y para dejar libre el apartado que supongo que es lo que van buscando. En todo caso y por lo menos, la subida es de más del doscientos por cien para el mismo uso que estábamos haciendo el año pasado. Lo que yo digo, bandoleros, palabra hasta musical y bonita, por no emplear otras que me vienen a la mente, bastante menos educadas y bastante más malsonantes.
En los próximos días hay que contactar con las empresas y personas que nos mandan correspondencia al apartado para modificar la dirección no vaya a ser que nos empiecen a devolver nuestras cartas y comunicados. Alguna caerá. Y mientras tanto el cartero que reparte a domicilio verá como un buzón que rara vez recibía cartas comienza a usarse.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
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