Acepción 3 del Drae: “Apresuramiento anormal de la actividad de una persona o colectividad”.
Desconozco si la actividad de una determinada persona es apresurada en mayor o menor medida, ya que es una cuestión que la propia persona deberá determinar en función de muchas cosas, todas ellas relativas a sí misma, al momento que vive y al entorno que la rodea. Mucho más difícil es determinar si la colectividad está apresurada. Aunque creo que sí.
Tenía pendiente entre otras muchas cosas la lectura de este libro a raíz del comentario de mi buen amigo Miguel Angel en su / nuestro blog http://alqs2d.blogspot.com/2010/08/todo-va-cambiar-enrique-dans.html . Tras una conversación con otro amigo de los que rondan por aquí, Jose María, en el que salió a colación el libro, la prioridad de lectura se puso en inmediata y en un par de días me lo he liquidado. El libro no es otro que “Todo va a cambiar” de Enrique Dans, cuya portada acompaña a estas líneas.
Aparte de ser un libro que se lee con mucha facilidad a poco tiempo que le dediquemos, me ha encantado la sistematización y el enfoque de un montón de ideas sobre la tecnología en general, los ordenadores en particular e internet en detalle, que en mayor o menor medida todos conocemos, la verdad es que desde hace muy poco tiempo, y que hace que al menos los aspectos tecnológicos de nuestra existencia, y por ende el resto, cambien de un día para otro a un ritmo trepidante.
No se trata aquí de hacer una referencia al libro, pero si el comentar un par de ideas concretas que han llamado mi atención en aspectos del día a día de nuestra existencia.
En muchos aspectos puedo ser considerado un “tocapelotas”, perdón por la palabra, en mis relaciones con las empresas que pululan a mi alrededor y con las que no tengo otro remedio que establecer relaciones, que ya me gustaría fueran cordiales, porque suministran diferentes productos que son fundamentales en nuestra vida. Me estoy refiriendo a bancos, eléctricas, proveedoras de telefonía y servicios de red, agua, ayuntamientos y entidades públicas, aseguradoras, colegios profesionales y otras con las que me veo obligado a interaccionar y no siempre a mi gusto. Por ello me puedo aplicar una definición extraída del libro que dice que pertenezco a “un subconjunto de clientes extremadamente poco representativos” a los que las compañías no atienden en lo que creemos justas peticiones ya que no les merece la pena e incluso consideran el echarte como cliente. Supongo que todos o muchos saben a lo que me estoy refiriendo. Yo me pregunto cómo es posible que empresas como Timofónica traten mejor a sus potenciales nuevos clientes, con ofertas maravillosas, que a los antiguos para conseguir su permanencia y fidelidad. Lo ideal sería cambiarse cada tres meses de compañía, pero las cosas no son tan fáciles y ya se protegen ellas y entre ellas para dificultar estos movimientos que no les convienen.
Las cosas han cambiado mucho. Recuerdo cuando antiguamente te atraían a una presentación de libros o productos con propaganda a la puerta de tu empresa en la que solo por asistir te hacían un buen regalo. Y realmente te lo hacían, asumían el coste como gasto de publicidad. Yo iba a muchas con la intención manifiesta de no comprar nada, escuchaba la perorata, cogía el regalo y a otra cosa mariposa. Ahora, por poner un ejemplo real, te invitan con tu pareja a una reunión donde pretenden que decidas en media hora comprarte un apartamento en la costa, firmando un préstamo bancario y tanto si lo haces como si no te regalan una estancia de una semana en un apartamento. Cuando sales aguantando sus malos modos por no haber “picado” te dan efectivamente el talón y las instrucciones para disfrutar de esa semana. Pero amigo, los problemas son tantos que optas por tirarlo a la basura. Que si tienes que pagar algo en concepto de gastos de gestión, los apartamentos solo están en tres sitios a los que por supuesto no le apetece ir a nadie, tienes que estar la semana completa, no puedes ir solo el fin de semana y, si has vencido todas estas trampas te rematan con que la única semana disponible es la segunda de febrero del año que viene. Vaya regalo envenenado.
Otro concepto que ha llamado mi atención es el de “átomo” y “bit”. En el ejemplo de un libro, la parte “átomo” sería el libro físico en sí, con sus tapas y sus hojas, mientras que la parte “bit” sería solo el contenido, que sería posible almacenar en un disco duro, leerlo, transmitirlo y borrarlo. Cuando Vd. lee un libro “atómico” está interesado sin ninguna duda en la parte “bit” pero puede que no tanto en la parte “átomo” sobre todo si va en el metro y el libro es un tocho que pesa como un demonio. Si leemos la parte “bit” en un libro electrónico y tenemos nostalgia de las hojas en papel, siempre podemos coger un libro “átomo” que nos guste mucho por su tamaño y textura, poner encima el lector electrónico y cada vez que pasemos página en el electrónico pasar página en el de papel, para no perder las sensaciones.
Pero el problema viene en la obtención de estos recursos que podemos diferenciar entre sus partes “átomo” y “bit”. Libros, música, revistas, periódicos, películas, fotografías y algunos otros tiene ya su parte “bit” muy conseguida y están almacenados en lo que se ha dado en llamar la “nube”, traduzcamos por internet. El concepto de “fricción en la obtención” y los “costes de búsqueda” de algo de este tipo hoy día ha cambiado drásticamente. Para leer este libro podemos hacer un click y bajarlo de internet, en este caso de forma legal por que el autor así lo ha querido, o desplazarnos a una librería, interaccionar con el vendedor y comprarlo o encargarlo si no lo tienen. La esencia del libro, su contenido, su parte “bit” es la misma en ambos casos pero nuestro esfuerzo es bien diferente. Y para la crítica fácil, si decido descargarlo y empezarlo a leer, nadie me quita de a continuación darme un paseo a la librería y preguntar por él al librero. Otra cosa es que no lo haga y dedique ese tiempo a otra cosa.
Esto es un peligro porque puede llegar a individualizarnos tanto que nuestras relaciones sean a través de medios electrónicos y no físicos. Pero el que yo haga “chat” con un amigo a través de la red, no me quita el llamarle por teléfono, como hasta hace unos años, o tener que desplazarme físicamente a verle como cuando no había teléfono. No confundamos las cosas.
Para terminar, pienso que este libro debería ser leído una vez al mes de forma obligatoria por dirigentes de empresas y políticos. Algunos de ellos, como se dice en el libro, son personas expertas en hacer las cosas como se hacían ayer, pero desconocen cómo se hacen hoy y bastante de cómo es probable que se tengan que hacer mañana.
Como ejemplo, esta entrada del blog ha sido creada en un ordenador portátil con batería, en lo alto del monte Corona, en Cantabria, España, corregido con un par de diccionarios y transmitido a la red a través de modem inalámbrico con conexión vía satélite. Podría haber sido traducido de forma automática a varios idiomas con traductores que están disponibles en la red. Y una vez publicado, se emiten avisos a personas que estén suscritas y al igual que lo está leyendo Vd., lo puede estar leyendo alguien en una cabaña perdida en medio de Canadá o en cualquier otra parte del mundo. Esto es como se pueden hacer cosas hoy en día, aunque se puede elegir seguir haciéndolo como antiguamente, en una máquina de escribir, corrigiendo con el typex, sacando copias con ciclostil, metiéndolo en sobres y mandándolo por correo ordinario …
Y si Vd. tiene interés en saber donde está el monte Corona o Cantabria, con unos pocos clicks en servicios como Google Map o Google Earth lo puede averiguar en un pispás.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
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