Hace una semana se ha producido el cierre violento de los servidores de Megaupload, intervenido por el FBI norteamericano, entrando a saco como elefante en cacharrería acusando al portal de infringir los derechos de autor por poner a disposición de los usuarios de forma libre gran cantidad de información protegida. Como se suele decir vulgarmente, se ha tirado por la calle de en medio, sin atender a razones, y llevándose
por delante no solo los contenidos que eran ilegales sino también los que había legales. Desde hace años, Megaupload era un servicio potente y fiable que ha sido usado por millones de usuarios de todo el mundo, alojando contenidos de forma gratuita o de pago y que transformó de una manera radical la forma en que se podían distribuir o conseguir archivos de cualquier tipo.
Anteriormente, los usuarios distribuían ficheros a través de las llamadas redes P2P con programas como Emule y otros muchos que ponen en contacto los ordenadores personales pero que requerían de una gran cantidad de tiempo y necesitaban dejar el ordenador prácticamente conectado las veinticuatro horas para llegar a obtener lo que se deseaba. El uso de estos programas había sido abandonado de forma progresiva para utilizar los nuevos métodos de “descarga directa” desde la web de Megaupload, u otras muchas de corte parecido. Los foros y buscadores acababan aportando enlaces directos que permitían obtener lo que se andaba buscando en unos instantes dependiendo del tipo de conexión de la que se disponía y del tipo de usuario. Concretamente Megaupload ofertaba un servicio Premiun a sus usuarios, con unos precios variables según fuera por meses, trimestres o anualidades que muchos usuarios utilizaban de forma profesional para distribuir información personal a sus contactos con solo alojarla y enviar por correo electrónico, twiter o mensajes de SMS el enlace correspondiente.
Muchos profesionales se han quedado sin este medio interesante de apoyo a su labor profesional e incluso algunos de ellos confiesan en entrevistas haber perdido archivos importantes de los que no tenían copia. Es difícil de creer esto pues aunque el servicio era fiable no me imagino a nadie arriesgando su trabajo colocándolo en una zona fuera de su control.
Este cierre ha trastornado de forma radical y profunda la supuesta normalidad de la vida colectiva en internet. Una vez más queda demostrado en este mundo cambiante que de un día para otro podemos encontrarnos con una realidad nueva o perder la que anteriormente nos servía y dejarnos mirando al cielo sin posibilidad de reacción inmediata. Y es que el resto de internet se ha convulsionado de forma rápida y violenta a su vez. Al grito de “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, todos y cada uno de los servicios se están apretando los machos a marchas forzadas para alterar sus políticas de privacidad y retirar los contenidos que pudieran ser sospechosos de infringir no sé qué Ley, PIPA, SOPA, ACTA o SINDE, cambiar las posibilidades de acceso de usuarios no registrados y dificultar en suma la distribución libre y rápida de contenidos, sean legales o no.
El problema como siempre está en el tamaño. Sigue habiendo plataformas que permiten a los usuarios ubicar sus trabajos para solaz disfrute de la comunidad internauta, tales como Youtube, Slideshare, Vimeo u otras pero enfocadas a trabajos personales que queremos dar a conocer de forma libre y sin ningún tipo de restricción. Un usuario normal puede situar un video de hasta quince minutos en Youtube con unas características de calidad que hacen inviable situar una película comercial, aunque siempre puede trocearse y rebajarse calidad. Pero no es lógico ni viable, aunque se sigue utilizando para la distribución de documentales y otras piezas de información muy interesantes.
He realizado el ejercicio de intentar buscar en la red algunas piezas que antes se conseguían de forma fácil y rápida y además no había otra forma de conseguirlas, porque la industria sigue encerrada en sus trece y no pone a disposición de los usuarios contenidos de forma legal al precio correspondiente y justo que motive su compra en lugar de su “pirateo”, palabra a todas luces incorrecta e inapropiada pero que todo el mundo entiende. Pongamos un ejemplo: para un trabajo sobre temas de adicción al alcohol que estamos realizando, necesitamos visionar la fantástica película “Días de vino y Rosas” del año 1962. Por los canales comerciales, léase videoclubes o tiendas comerciales resulta engorrosa su localización y dudo que llegue a conseguirse. Vía internet en diferentes canales comerciales aparece como descatalogada y ofrecen la posibilidad de obtenerla de segunda mano, pero no de forma inmediata. Anteriormente, en varios de los portables dedicados a temas de cine era fácil de obtener el enlace a Megaupload u otras y obtener la película en unos minutos.
No se pueden poner puertas al campo o ventanas al cielo. Este tipo de actos cambian de forma radical las formas de pensar y de hacer pero las necesidades y a la inmediatez que por otro lado se han inculcado a las personas en este mundo actual hacen que nos resistamos a cambiar y nos “busquemos la vida” como vulgarmente se dice, rescatando antiguas posibilidades como el P2P o pergeñando nuevas formas de hacer como los servicios en la “nube” u otras formas parecidas que existen o existirán.
No es bueno cultivar o padecer el llamado síndrome de Diógenes, consistente en almacenar y almacenar cosas, en este caso ficheros informáticos, pues el espacio en los discos duros no es infinito y además a medida que crece necesita una buena gestión de manejo y realización de copias que muchos usuarios no están por la labor de abordar o no tiene conocimientos para ello. La alternativa está en poder disponer de lo necesario a un precio razonable para su obtención en un primer momento y a otro precio razonable en el futuro si ya lo hemos pagado con anterioridad y queremos disponer de ello de nuevo.
Alternativas válidas son necesarias y en ellas hay que trabajar, pero malo es que nos hayamos acostumbrado, queriendo o forzados por la situación, a la inmediatez y la gratuidad. Desacostumbrarse lleva un tiempo y un esfuerzo y siempre podemos pasar a prescindir de las cosas. Todo cambio conlleva una oportunidad pero también un riesgo.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
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