Carlos Linneo fue un fue un científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco que ha pasado a la historia como el padre de la Taxonomía, que al decir del diccionario es la ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación y se aplica en particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus nombres, de los grupos de animales y de vegetales. Vivió en el siglo XVIII y llegó a ser rector de la Universidad de Upsala durante 22 años. Heredó de su padre la afición por la botánica y la biología, llegando a ser una autoridad en la materia. Sus apreciaciones siguen teniendo vigor más de dos siglos y medio después. Su más que interesante biografía puede ser consultada en infinitud de sitios, como por ejemplo en Wikipedia.
Ya he comentado con anterioridad que en ocasiones utilizo este blog como documentación de cosas que me parecen interesantes. Gracias a mi buena amiga Dori y su marido Miguel Angel, obra en mis manos el texto que voy a reproducir a continuación debido a este naturalista. De manera sencilla transmite ideas que bien asimiladas conducen a una sabiduría que todos deberíamos aprender y tener en cuenta en cada momento de nuestras vidas, especialmente los que tienen responsabilidades en decidir sobre la educación y la formación de las personas, que con frecuencia se obnubilan con cuestiones económicas que no son sino pan para hoy y hambre para mañana. Algo que no había ocurrido nunca antes, ahora prácticamente cualquier persona tiene acceso a gran cantidad de información, por lo que los autodidactas están de enhorabuena al disponer de una fuente inagotable de datos. Jorge Volpi, escritor mejicano, lo sintetizaba en esta atinada frase, referida a los libros pero que puede ser aplicada a cualquier pieza de información: “La posibilidad de que cualquier persona pueda leer cualquier libro en cualquier momento y lugar resulta tan vertiginosa que aún no aquilatamos su verdadero significado cultural”.
El excelente profesor de historia universal David García Hernán obsequiaba anteayer a sus alumnos del programa de mayores de la universidad Carlos III con la lectura del texto siguiente, de Carlos Linneo, escrito hace alrededor de doscientos cincuenta años pero que sigue teniendo una significativa actualidad:
Las ciencias constituyen una luz, que tan poco percibe el que está en ella pero que tan deliciosamente destelló para aquellos que caminan en la oscuridad. Una persona sin educación, abandonada a sí misma, se parece más a un mico que a la imagen de Dios. Pueblos salvajes, bárbaros y hotentotes se diferencian de nosotros sólo mediante las ciencias, al igual que una manzana ácida y espinosa se diferencia de una sabrosa “renette”, sólo mediante la cultura. Mediante las ciencias luce el ducado más pequeño de Alemania más espléndido que el gran imperio Mogol con todos sus tesoros.
Las ciencias nos llevan …
a la veneración de nuestro Dios,
a la obediencia a nuestra autoridad,
hacia el amor a nuestro prójimo.
Las ciencias nos iluminan (informan) en toda nuestra vida; nos enseñan …
mediante las lenguas, a conducirnos por la experiencia de los demás,
mediante la economía, a adquirir suficiente base para nuestra alimentación(comercio),
mediante la historia, a cuidarnos de cometer los errores de los demás,
mediante la política, a dirigir y vivir en felicidad,
mediante la moral, a vivir con inocencia y virtud,
mediante la jurisprudencia, a vivir atendiendo a las leyes,
mediante la teología, a caminar los senderos de Dios,
mediante la astronomía, a percibir el poder infinito de Dios,
mediante el conocimiento de la naturaleza, a ver la loable creación (mecanismo) de Dios,
mediante la física, servirnos de las leyes de la naturaleza,
mediante las matemáticas, conocer nuestra propia fuerza,
mediante la patología, conocer nuestras flaquezas,
mediante la dietética, vivir sobrios y felices,
mediante la medicina, a apelar contra la muerte.
En verdad, sin las ciencias todo sería confuso …
en adoración a Dios,
en el gobierno,
en el hogar,
en nuestras vidas.
Las ciencias son por tanto la luz que ilumina (educa) a la gente que camina en la oscuridad y les permite ver con ojos clarividentes y escuchar con oídos abiertos.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
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