Ayer
sábado dieciséis de enero de dos mil dieciséis se celebró la tercera edición de
un evento magnífico que lleva por título «GrandesProfes» y que está organizado
por la fundación Atresmedia y patrocinado por diferentes empresas. Se trataba
de la tercera edición y como quiera que tuve la oportunidad de asistir el año
anterior a la segunda, según comenté en este mismo blog en esta entrada, me
animé a participar este año. Todas las comparaciones son odiosas pero tengo que
manifestar que el nivel estuvo bastante más bajo que el año anterior, no por la
organización que fue perfecta y con una puntualidad exquisita, sino por la
categoría y la forma de desenvolverse de los ponentes: el pasado año el listón
había quedado muy alto. Información del acto, sus patrocinadores y enlaces al
vídeo en esta página web.
Cerca
de dos mil asistentes, la mayoría profesores, siguieron en directo el acto en la magnífica sala 25 del
complejo de cines Kinépolis en Madrid y en dos salas anexas, pero pudieron
seguirlo por «streaming» muchos más desde cualquier punto del globo. Para
aquellos que se lo perdieron o quieran volverlo a ver de nuevo, en este enlace
pueden hacerlo, aunque curiosamente no está la ponencia que más me interesó por
su contenido, su dinamismo y el conferenciante. O no está o yo no la he
encontrado. Es curioso.
Siempre
se aprende algo aunque te vuelvan a repetir cosas archiconocidas, pues sirve
para repensar de nuevo en ellas y actualizarlas a la luz de los últimos
acontecimientos de este vida tan dinámica que llevamos, donde un día nunca es
igual al anterior. En todo caso, solo la primera y la última ponencia me
parecieron relevantes. La última estuvo a cargo de Nachi Picas, una joven
chilena invidente que ha llegado a base de esfuerzo y tesón a dar conferencias
y escribir un libro relatando los pormenores de su vida como estudiante y
agradeciendo a varios de sus profesores la oportunidad que la dieron al confiar
en ella y verla como una alumna más pero tratando de ajustarse a sus
características especiales al ser ciega.
Pero
la base de esta entrada son comentarios a la primera ponencia, una ponencia
dinámica, alegre, motivadora y por momentos graciosa que estuvo a cargo del
conferenciante, formador y escritor Viktor Küppers, un holandés afincado en
España desde hace muchos años y al que de su nacionalidad de origen le debe de
quedar solamente el nombre y el apellido. Tiene varios libros publicados que
pueden encontrarse a poco que busquemos por la red. El eje de la magnífica
conferencia que nos brindó versaba sobre la «actitud».
Ante
los sucesos que nos toca vivir a diario podemos conformarnos y resignarnos o
por el contrario plantarles cara y elegir luchar para vivir con alegría e
ilusión. Una de sus diapositivas, muy provocativa, decía que «estamos tarados»
por el peso de las circunstancias y nos pasamos, es un ejemplo, las semanas
deseando que llegue el viernes. La vida se nos escapa a toda velocidad en una
sucesión de días grises y monótonos en los que deambulamos tocados por un virus
denominado «pschhhhhhh» que infecta nuestros pensamientos y nuestras conversaciones.
La
fórmula que figura en la imagen de esta entrada conjuga los conceptos
«conocimientos», «habilidades» y «actitud». Es fundamental observar que las dos
primeras suman mientras que la tercera multiplica. Los conocimientos y las
habilidades de una persona son muy importantes en todos sus actos pero mucho
más lo es la actitud que tiene al desenvolverse. De qué nos vale un profesor
con grandes conocimientos y habilidades si al dar sus clases se muestra apático,
malhumorado y «pschhhh…» y solo tiene ganas de que llegue el viernes. Y lo que
es válido para un profesor lo es para todos en cada una de sus profesiones,
aunque no es lo mismo en aquellos que laboran de cara al público que en otras
profesiones más solitarias. Pero siempre es importante la actitud porque nos
hará sentirnos mejor a nosotros mismos si afrontamos las cosas con alegría.
Una
cuestión importante que planteó es como recordamos a las personas importantes o
influyentes que han pasado por nuestra vida: profesores, jefes, compañeros de
trabajo, etc. etc. Probablemente lo que más pese en nuestro recuerdo sean sus
actitudes, sus comportamientos, en suma, su manera de ser y desenvolverse en
sus relaciones con los demás. Los entornos actuales están, cada vez más. sembrados de tendencias desanimadoras, pero siempre podemos elegir no
contagiarnos de ellos y mostrar una actitud positiva, no dejar que nos minen
nuestra autoestima y aplicar las mayores dosis posibles de alegría y humor a
todos nuestros actos de una manera egoísta, porque los primeros beneficiados
seremos nosotros mismos.
Muchos
de los problemas que representan un mundo en un momento determinado desaparecen
y se olvidan al día siguiente para caer en otros. Es pues conveniente dotar a
nuestros pensamientos y actos de una cierta relatividad, focalizarnos en lo
positivo y en lo que funciona y tratar de arreglar lo negativo y lo que no funciona sin dejarnos llevar por el desánimo y la desesperanza en el convencimiento
de que dentro de un tiempo todo será agua pasada y nos enfrentaremos a nuevos
retos.
Por
la propia costumbre, en muchas ocasiones no valoramos lo que tenemos. Cosas tan
simples como abrir la nevera y tomarse una cerveza refrescante en un día de
calor, dar a un interruptor y encender la luz o abrir un grifo y que salga agua
representan un mundo inalcanzable para muchas personas de este planeta que
carecen de las cosas elementales. La vida es como es y nosotros podemos elegir
como verla, con las gafas oscuras todo en negativo o con los cristales claros y
una gran luminosidad y alegría. Probablemente sea complicado cambiar el contexto
en un momento determinado, pero nada nos impide cambiar nuestra actitud hacia él.
Y si convertimos en un hábito elegir una actitud positiva de forma
generalizada, nosotros seremos los propios beneficiados.
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