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domingo, 5 de febrero de 2023

EXQUISITOS

En la segunda mitad del siglo XVI, el rey Felipe II levantó la impresionante obra del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para conmemorar, se dice, la victoria de las tropas españolas sobre las francesas en San Quintín. Como quiera que ocurrió el día 10 de agosto, día de San Lorenzo, la Real Fábrica fue puesta bajo su advocación. Costó cierto trabajo al Rey y sus consejeros elegir el sitio donde edificar porque una de las muchas características buscadas era la soledad: estar apartado de zonas habitadas. Su principal dedicación, en principio, sería a monasterio, por lo que la soledad y la quietud serían parte importante. De hecho, una de sus disposiciones más inquietantes y poco entendidas fue que no se construyera ningún tipo de edificación en sus cercanías.

Unos doscientos años, más o menos, fueron escuchadas y cumplidas las órdenes del Rey. Pero la presión urbanística de mediados del siglo XVIII llevó al por entonces rey Carlos III a abrir la mano, desoír los mandados de Felipe II y permitir la construcción de casas y palacios en las mismísimas inmediaciones del monasterio. Se había abierto la veda y a los señores principales de la Corte les faltó tiempo para levantar sus palacios. Uno de ellos, que puede verse en la fotografía, fue construido por Antonio Ponce de León, Spínola, de la Cerda, Lancaster, Cárdenas, Manuel y Manrique de Lara, 18º Duque de Arcos y registrado mediante escritura pública el 7 de noviembre de 1774.

Lo de las presiones urbanísticas no es de ahora. Doscientos años más tarde, en el último tercio del siglo XX, las disposiciones vigentes y unos criterios laxos o cuando menos controvertidos por parte de las autoridades, permitieron un enorme desaguisado en el cogollo del casco urbano de San Lorenzo del Escorial. Una tras otra, las casas existentes en el coqueto lugar fueron pasadas por la piqueta y convertidas en bloques modernos, sin ningún criterio, donde cada uno hizo lo que quiso y pudo sin ningún control. Basta darse un pequeño paseo por el centro urbano de San Lorenzo para «disfrutar» a simple vista de los esperpénticos edificios que se levantaron. Como todas las comparaciones son odiosas, vean la misma foto que encabeza esta entrada sesenta años atrás.

La única que permanece EXACTAMENTE como antaño es la conocida como Casa del Duque de Alba, que no del Duque de Arcos por cambios nominativos que tuvieron lugar con posterioridad mediante enlaces matrimoniales entre nobles de alta alcurnia. Las casas que rodean a la del Duque de Alba, desaparecieron dando paso a construcciones que no voy a calificar, pero totalmente impropias de un centro urbano que debiera haber tenido un poco más de consideración conservativa.

El hecho es que hoy, cumpliendo un cuarto de siglo del XXI, apenas tres o cuatro casas de las que quedan en ese cogollo mantienen su aspecto exterior; no así el interior que está completamente modificado: las cuadras o almacenes de la parte baja de la casa han dado paso a locales comerciales y han surgido en su interior escaleras y distribuciones de los espacios que no tienen nada que ver con su trazado original.

Tras todos estos desaguisados, las autoridades, especialmente las locales, ahora se han puesto exquisitas y pretenden conservar, —incluso en algún momento se ha podido escuchar lo de revertir—, las casas originales que quedan en la zona, pero, eso sí, sin aportar más que trabas a su conservación y modificación y sin ninguna ayuda o aportación.

En el último año se han presentado hasta tres proyectos al Ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial, en los que el aspecto externo de la casa se conservaría hasta el más mínimo detalle. Han sido debidamente rechazados por los servicios municipales alegando lo ya comentado, eso de que hay que preservar el patrimonio. Si mi gran amigo y maestro Eduardo Juárez Valero les oyese… Gran parte del tramo central de la casa presenta serios problemas en su techumbre con una estructura de madera que cuenta con doscientos cincuenta años y no resiste más. También el interior de la casa necesita una adecuación en instalaciones modernas de agua o electricidad pues las actuales son un verdadero peligro de inundaciones por roturas de tuberías —son frecuentes— o de más que posibles incendios por problemas de instalaciones eléctricas nada seguras.

Hago un paréntesis aquí para decir que en los años sesenta del siglo pasado, las propias estructuras de madera de los tejados del Monasterio fueron completamente sustituidas por estructuras metálicas dado que los incendios y las termitas amenazaban de forma cierta el monumento. Todo quedó, tras las obras, con el mismo aspecto exterior que antaño, pero con mayor seguridad y una garantía de futuro.

No hay más comentarios. Cada uno que saque sus conclusiones. Y si en algún momento transita por el casco urbano central de San Lorenzo del Escorial, levante la vista y vea lo que puede hacer la piqueta de constructores que van a lo suyo bajo la atenta MIRADA PARA OTRO LADO de quienes deberían velar porque esto no ocurra.