Esto de la globalización, en su más amplio sentido, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Claro, a criterio de cada cual. Cada vez hay más partidarios de celebrar fiestas de calado americano o internacional como Halloween o Santa Claus en lugar de las tradicionales del Día de Todos los Santos o el Día de Reyes. O también, apuntarse a las dos.
Aunque pocos, ya he visto más de un comentario sobre celebrar el norteamericano Día de Acción de Gracias en España, comiendo pavo y esas otras cosas el cuarto jueves del mes de noviembre. Puestos a apuntarnos a la moda, oímos cada vez más eso del «thanksgiving» que es lo mismo, pero más cortito y suena más «molón».
Y como viene ocurriendo desde hace varios años con Navidad, las fiestas no se circunscriben a las fechas tradicionalmente señaladas. De niño la Navidad empezaba con los cánticos del sorteo de la Lotería de Navidad y se acababa el día de Reyes. Dieciséis días de espíritu navideño y… ya. En la actualidad, al menos yo, estoy aburrido de la Navidad y eso que todavía no ha empezado, pero llevamos ya muchas semanas con los comercios llenos de artículos navideños, los anuncios en los medios y los encendidos de luces navideñas en las ciudades, muchas de ellas en plena competición por tener más, mejores y más altas. Nos hemos vuelto un poco locos. Aunque yo no, parece ser que es lo que la gente quiere y valora.
Otra de las importaciones de los últimos años —plenamente asentada ya entre nosotros— ha sido la marea del «blackfriday», una locura a la que se apuntan hasta los churreros. Se supone que se trataba de un día especial con grandes descuentos en ciertos sectores comerciales para llamar la atención y hacer que mucha gente se compre cosas que no necesita simplemente porque están rebajadas. ¿Rebajadas? No siempre, como ya escribía en este blog hace algunos años en la entrada «BLACKFRAUDE».
Se ha podido ver la locura en las tiendas físicas haciendo colas en las puertas para entrar a la carrera mientras algunos caen al suelo y son pisoteados por el resto. Allá cada cuál con sus dineros y sus necesidades, reales o inventadas. Yo no entro al trapo. Es muy raro que tenga alguna necesidad de compra y que me coincida con el cuarto viernes del mes de noviembre. Pero lo malo es que ya no (solo) es el cuarto viernes. Llevamos todo el mes «sufriendo» el dichoso viernes negro.
Si das un paseo por alguna zona comercial, es rara la tienda que no se haya adscrito al asunto. Pero también en un mercado, en una librería, en una zapatería o en cualquier tienda. Bien, con no mirar o tomarse los anuncios como un divertimento a ver cuáles son mejores o más ingeniosos se puede hace caso omiso.
Pero lo verdaderamente exasperante en mi caso han sido las incitaciones electrónicas. Llevo toda la semana mandando a la papelera correos electrónicos de empresas con las que tengo relación, porque no me queda más remedio, para hacerme ofertas —que no necesito— con motivo del viernes negro dichoso. Da igual que sea una empresa de electricidad, de telefonía, de seguros de vehículos, del antivirus del ordenador… Una tras otra, y varias veces, me han machacado sin piedad con comunicaciones no deseadas haciendo ofertas que no me he molestado ni siquiera en mirar.
El propio viernes de esta semana cogí complejo de ametralladora a borrar correos electrónicos y notificaciones en el móvil, algunas de ellas repetidas y con insistencia. Se vayan al guano, por favor, y me dejen en paz. Veamos un ejemplo de asedio inesperado y no deseado. El año pasado, 2022, hacia octubre, me di de alta —no hay otra posibilidad— en el conocido portal BOOKING para buscar y reservar un apartamento para el puente de diciembre. Hice la reserva, instalé la aplicación en el móvil, lo tuve todo en marcha hasta que pasó el puente, desinstalé la aplicación y me dí de baja hasta la próxima. O eso pensaba, porque esta semana…
Lo malo es que la cosa no ha terminado pues todavía mañana hemos de celebrar, queramos o no, el «cibermonday» con lo que supongo que nos espera un nuevo aluvión de incitaciones. Y seguirá coleando el «blackfriday», con toda seguridad. Así que seguiré, exasperado, esto es, irritado, enfurecido y enojado.