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domingo, 28 de enero de 2024

ESPACIOS

Para el asunto del que quiero ocuparme hoy me viene de perlas el refrán o la frase hecha que dice «Disparar (o tirar) con pólvora de rey». De forma escueta se refiere a utilizar alegremente recursos ajenos sin comprometer los propios, algo que en el ámbito político se viene dando con demasiada frecuencia. En pura teoría, todo se hace para el beneficio de la comunidad, pero el tiempo da y quita razones…

Desde hace algo más de una docena de años, frecuento los cursos para mayores que organiza la Universidad Carlos III de Madrid. Buscando en Google por «UC3M senior» se puede acceder a la información de este tipo de cursos que se engloban en sus cursos de «Programa de Cultura», «Aula de Educación Permanente», «Programa Interuniversitario» y «Cursos de Idiomas Senior». Un tropel de personas mayores llena durante el curso, por las mañanas, las aulas, pasillos, y cafetería en los diferentes campus de esta universidad pública, mezclándose con los alumnos jóvenes que atienden las diferentes carreras universitarias, másteres y grados que se imparten.

Por cercanía a mi residencia, el campus en el que disfruto de las enseñanzas es el de Colmenarejo, Madrid. Hace años, el bullicio y la algarabía de juventud era continuo e intenso. Ahora… no tanto. Este campus fue una apuesta personal de Gregorio Peces Barba, fundador de esta universidad pública en 1989 y que en la actualidad cuenta con los campus de Getafe, Leganés y Puerta de Toledo además de este de Colmenarejo.

En las afueras de Colmenarejo, casi en pleno campo, se levantan tres edificios imponentes diseñados exprofeso para una universidad moderna. Uno de ellos, una magnífica residencia de estudiantes, puesta a todo meter como diría un castizo, lleva años cerrado. El edificio central de aulas y el de la biblioteca cada vez están menos utilizados ya que, no nos engañemos, Colmenarejo está un poco a trasmano de la capital. Cada vez se imparten menos estudios porque los jóvenes prefieren Getafe, Leganés o Puerta de Toledo, mejor comunicados y con mucha más oferta académica.

En los «recreos» de mis clases procuro dar un paseo en solitario o en animada conversación con otros alumnos por el espléndido jardín que rodea el campus. Creado con mucho gusto, con gran diversidad de plantas y árboles etiquetados con sus nombres, en cualquier época del año es muy agradable, especialmente en otoño. Cuando el tiempo no acompaña, los largos y vacíos pasillos de la primera planta —imagen de esta entrada— permiten un paseo distendido, aunque se le cae a uno el alma a los pies al ver tantas aulas, despachos y dependencias sin apenas uso.

Unas instalaciones magníficas, creadas específicamente para la docencia, que se mantienen, supongo, a base de mucho sacrificio pero que cada día que pasa se notan con menos bullicio y presencia estudiantil. Una pena.

Muchas instalaciones se han creado en España tirando con pólvora de rey a resultas de «ocurrencias» de nuestros dirigentes. Ahora hay que mantenerlas y no están las arcas para dispendios. No hablemos de aeropuertos que no tienen apenas vuelos o edificios sin contenido que han costado una buena cantidad de dineros a los españoles y que se mantienen casi de milagro. Por poner un ejemplo de edificio, el magnífico —le catalogan como segundo de Europa— Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial que levantó a todo trapo Ruiz Gallardón y que se mantiene cerrado y sin programación la mayor parte del año soportado por la Comunidad de Madrid. Sin acritud ni ganas de polémicas… ¿A qué tenemos dedicado en estas fechas de enero de 2024 el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal? ¿Cómo está el asunto de la llamada Ciudad de la Justicia de Madrid? Por doquier podemos encontrar edificios sin uso dependientes de Ayuntamientos, Comunidades o del propio Estado que se compraron o edificaron en su día a bombo y platillo y que ahora cuesta unos buenos euros mantener.