No es nuevo y uno se encuentra con situaciones como la que auspicia esta entrada. Da igual que pase el tiempo, los hechos se repiten machaconamente. Es el asunto de los repuestos. O los consumibles. O como se llamen.
Retrotrayéndose a los setenta del siglo pasado XX, si uno se compraba una televisión, en blanco y negro claro, sabía que dispondría de dos cadenas gratuitas con el único gasto de la corriente eléctrica y tener que soportar los anuncios. Pero si uno se compraba una cámara fotográfica, por sí misma no le servía de nada, salvo de adorno o pisapapeles. Era necesario alimentarla con carretes fotográficos que luego debían por lo general ser llevados al correspondiente comercio para su revelado y obtención de copias en papel. Es decir, comprarse una cámara era prepararse para gastos adicionales en función de su utilización.
Ahora menos, pero hace unos años esto ocurría con las impresoras caseras para el PC, especialmente las que necesitaban cartuchos de tinta. Yo tuve alguna que necesitaba 6 cartuchos por aquello de la impresión en color y con características fotográficas. Y se agotaban con frecuencia. El caso es que había ocasiones en las que costaba menos o casi una impresora nueva con los seis cartuchos dentro que los propios repuestos. Bien es verdad que se comentaba que las impresoras nuevas no traían los cartuchos completamente rellenos y que se gastaban enseguida, pero la cosa no cuadraba mucho.
Uno va acumulando años y achaques, muchos de ellos relativos desde un punto de vista personal, pero «reales» desde el punto de vista de los galenos. Y los galenos te pillan, te estudian, te hacen pruebas y… como estás en esa edad que de por sí ya es un factor de riesgo, con valores de analítica dentro de los límites correctos pero próximos… pues entonces te declaran «pre». Y entonces es conveniente que tomes los correspondientes medicamentos para evitar llegar más allá del «pre». Lo que pasa es que los medicamentos tienen efectos secundarios. Siempre los tienen. Y puedes encadenar una serie de ellos…
Mi problema inicial, hace unos años, eran los niveles de colesterol. Un tema al que he dedicado numerosas entradas en este blog que pueden localizarse utilizando el buscador y del que hasta me atreví a dar una charla entre amigos que puede seguirse en este enlace a Youtube ( https://youtu.be/ZmWCxAgAiOA ). Los límites de los niveles de colesterol han ido descendiendo drásticamente con los años con lo que cada vez más personas tienen la necesidad de tomar a diario las famosas estatinas que, en mi opinión, para algunos pacientes entre los que me incluyo son puro veneno.
Yo no las tomo y como alternativa recibo una inyección mensual. Es un medicamento que no se puede comprar en farmacias, por lo que hay que acudir regularmente a la farmacia del hospital para hacerse con él. Desde que me pongo esa inyección, mis niveles de colesterol se han regulado, pero otros, varios, se han alterado. Los médicos dicen que no tiene nada que ver, pero, qué casualidad, hombre. Y uno de los más preocupantes es el asunto de la glucosa en sangre, cuyos niveles se han incrementado y ahí sí que estoy realmente «pre». Y una diabetes sería lo último con lo que me gustaría lidiar. Para su control, dos pastillas diarias, pero aun así se mantienen preocupantemente altos.
Uno no se puede estar haciendo análisis de sangre todos los días. Yo los tengo con una frecuencia semestral, pero de seis meses en seis meses las alteraciones pueden ser estratosféricas. Por ello y tras mucho mirar por la red encontré el aparato que está en la cabecera de esta entrada: un medidor de glucosa en sangre casero. Un ligero pinchacito en un dedo y… «voilá», uno conoce su nivel de glucosa. El aparato también puede medir el ácido úrico, otra de las «alteraciones» que para mí han sido derivadas de la inyección para el colesterol. Dos por uno, pues.
Como ocurría con la cámara fotográfica, el aparato viene con tiras desechables para cada prueba, concretamente 50 para glucosa y 50 para ácido úrico. He de decir que he comparado los valores obtenidos por este sistema y coinciden bastante con los obtenidos en el laboratorio en las analíticas clásicas que me realizan semestralmente. Yo me hago las pruebas una vez por semana con lo que por algo más de 35 euros tengo para un año aproximadamente.
Pero el año pasa y hay que comprar tiras de repuesto. Vea la imagen siguiente y sume las cantidades. Mejor de memoria que es un buen ejercicio que con calculadora.
El resultado es 32,18 euros. Y aquí no sirve lo de las impresoras, porque el repuesto viene con la cantidad exacta de tiras y no es que esté medio lleno o medio vacío como los cartuchos de tinta. Y entonces surge la «incoherencia», o lo que es lo mismo, falta de coherencia, asunto que carece de la debida relación lógica. ¿Cómo es posible que solo el recambio cueste casi lo mismo que el aparato que conlleva la misma cantidad de tiras? Por tres euros y medio casi merece la pena comprarse el aparato nuevo, aunque luego te queda la cosa de qué hacer con los dos. Si tienes una segunda vivienda lo puedes dejar allí para evitar andar con él de un sitio para otro o echarle a la maleta de los viajes si llevas al límite lo de medirte los niveles cada semana estés donde estés.
No tiene mucho sentido, presenta incoherencias, este galimatías de precios. Será estrategia de marketing de la empresa, china en este caso, pero yo al menos no le encuentro mucho sentido. O bien el aparato o bien las tiras no valen lo que cuestan o no cuestan lo que valen.