«La Democracia está en peligro», me comentaba esta semana en una enjundiosa conversación por wasap mi buen amigo Manolo R.R. Todo ello venía a cuento de un muy interesante intercambio de opiniones acerca del esperpento político contemplado tras los resultados de las elecciones a procuradores —estos no son diputados o congresistas— del pasado domingo 13 de febrero del 2022 en la autonomía española de Castilla y León.
Recupero para esta entrada la imagen publicada en el diario «El Mundo» en octubre de 2014 y que ya empleé en una de mis entradas sobre el tema de las Autonomías: hay varias y pueden localizarse utilizando el buscador del blog. Los personajes de la imagen son algunos ya amortizados e incluso muertos —recordemos que el Miguel Blesa que comanda el caballo económico abajo a la derecha con Rodrigo Rato a la grupa se suicidó en 2017 descerrajándose un tiro por sus líos con la Justicia—. Pero si actualizamos los jinetes con sus sucesores actuales, el trasfondo es idéntico: cada uno tira para su lado y lo de menos es la integridad de la bandera que acabará hecha jirones, aunque debe de ser de buen material porque no acierto a comprender como resiste tanto. No he conseguido averiguar a ciencia cierta quién es el autor de esta frase que es una buena documentación: «Aquí todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío».
Como se está pudiendo comprobar últimamente, las Autonomías españolas son como pequeños cortijos de la política nacional donde cada presidente campa a sus anchas estableciendo pactos en una que serían impensables en otra, decidiendo cuestiones a su buen entender y sin un mínimo de coordinación nacional y, lo que raya el esperpento, convocando elecciones cuando creen que es más conveniente para los intereses de su partido político. A los ciudadanos… ¡que les den! Recientes elecciones en la Autonomía de Madrid en abril de 2021 salieron bien (para los intereses de un partido político) consiguiendo de sobra los objetivos, pero una repetición del mismo estilo en Castilla y León la semana pasada ha dejado el patio patas arriba.
Las declaraciones de los líderes de los diferentes partidos sobre estos resultados no tienen desperdicio. Los análisis en tertulias y medios, cada cual según su orientación, dejan atónito al ciudadano normal que tiene algo de sesera —aclaremos que no son la mayoría— y los escenarios y condicionamientos que se manejan para los pactos de investidura y gobernabilidad son para llevarse las manos a la cabeza o, más popular y como decía mi abuela, para mear y no echar gota.
Pero aparte de todo esto, hay un trasfondo que me gustaría sacar aquí a colación. La Constitución de 1978, tras la llamada Transición pos-dictadura de Francisco Franco, puso encima de la mesa aquello del «café para todos» dejando unos criterios laxos en cuanto a la conformación de las Autonomías en su aspecto territorial. Producto de aquello tenemos adefesios —en este escrito todo es según mi opinión como no puede ser de otra manera— como las Autonomías uniprovinciales, que tenemos varias. Algunas otras, por la premura o la falta de profundidad histórica, se constituyeron deprisa y corriendo y quizá ahora se ve que no fueron lo más adecuado. En el caso de Castilla y León, a tenor de los últimos resultados electorales puede verse que a lo mejor ahora se haría de otra manera…
Al igual que pasa en el conjunto del Estado, «dentro» de la Autonomía de Castilla y León hay parcelaciones porque no quiero emplear la palabra nacionalismos que con tanta alegría se utiliza y tantos problemas trae. Viene aquí a colación el mencionar lo que ocurrió a nivel nacional con la formación de «Teruel existe» que consiguió colocar un diputado en el Parlamento. Un texto en prensa decía «El éxito de Unión del Pueblo Leonés confirma el auge de un movimiento con casi 40 años». Parece que en los resultados se atisba algo como que a León le gustaría ser una Autonomía por sí misma y no estar unida a Castilla y que incluso algunas provincias —Ávila, Soria— quisieran ser autónomas y manejar sus designios porque parece que no están muy conformes con seguir habitando bajo el paraguas de la Autonomía de Castilla y León.
Las Constituciones no son eternas. Las leyes no son eternas. El paso del tiempo las puede ir cuestionando y pidiendo a gritos su cambio en función de los nuevos usos y costumbres. La cuestión es si Soria, a la luz de los planteamientos actuales, no se hubiera constituido en 1978 como Autonomía uniprovincial como hicieron por ejemplo La Rioja o Cantabria, que no son las únicas. El mismo derecho tenía entonces y… ¡el mismo derecho tiene ahora! Y no saquemos aquella reivindicación, enquistada pero seguramente no olvidada por algunos, de ¡León, quinta provincia gallega!
Los resultados del 13-F [2022] en las elecciones a la Junta de Castilla y León dejan un escenario muy complejo y con un alto riesgo de posible bloqueo político; la victoria por la mínima del PP aboca a esta formación y su líder Alfonso Fernández Mañueco a negociaciones a cara de perro en una atmósfera de hostilidades y enfrentamientos para conseguir la investidura. Ahora se tirarán unas semanas, meses quizá, de negociaciones, propuestas y chanchullos hasta tomar una decisión que será cuando menos bastante forzada. Y si no es así, ¡madre mía!, elecciones de nuevo. Somos unos campeones, como no tenemos problemas directos los ciudadanos con nuestro trabajo, nuestra vivienda, nuestra educación, nuestra sanidad… los políticos que se representan a sí mismos y a sus intereses se afanan en sus cosas y a nosotros que nos den. Total, les vamos a votar de nuevo hagan lo que hagan.
Lo de las Autonomías clama al cielo y está pidiendo a gritos una cuando menos remodelación o cambio de paradigma. El coste altísimo que supone en recursos de sueldos de políticos, funcionarios y organismos es insoportable. Como se ha visto en los dos últimos años en el caso de la Sanidad con la pandemia de la COVID-19, provocan en los ciudadanos más problemas que soluciones, aunque solo sea comparando las medidas tomadas con otras Autonomías. Insisto en aquello de que «Aquí todo el mundo va a lo suyo…».
No sé en qué momento los políticos van a asumir que están condenados a entenderse. Y a tenor de lo que estamos viendo, sería una buena opción que se entendieran… ¡antes de unos comicios!, de forma que los electores tuviéramos que elegir entre dos opciones, la «A» y la «B». Con ello, al día siguiente había ganado una u otra y… ¡a trabajar! y desarrollar los programas que hubieran acordado ANTES de las elecciones. Lo de múltiples formaciones aderezado con el sistema electoral forzado por las circunscripciones puede arrojar una fragmentación que conduce al desastre. Yo siempre he sido enemigo del bipartidismo, pero ahora, tras las experiencias, abogo por él. En todo caso y mientras siga el actual escenario autonómico, yo quitaría a los presidentes la posibilidad de convocar elecciones fuera del plazo de cuatro años. Los resultados pondrían a unos diputados en el parlamento autonómico condenados a entenderse por cuatro años y allí dentro se las apañaran con pactos, mociones de censura o lo que proceda, pero sin el comodín para el presidente de la convocatoria de elecciones. Vamos, que tras el día de las elecciones, los elegidos se aplicaran el cuento, como decía Blas de Otero, «De aquí no se va nadie» hasta dentro de cuatro años. ¡A trabajar, señores! Que buenos sueldos nos cuestan.
Charles Louis de Secondat, más conocido universalmente por Montesquieu, afirmó que «Los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos». Otro político más reciente, Bill Clinton, nos aclaró, por si teníamos dudas, que «… en esto consiste la democracia, estúpido». Cómo no tenemos cuestiones más importantes en las que ocuparnos, sigamos jugando a la democracia, sigamos en la zarabanda, sigamos en ese «lío, embrollo, cosa que causa ruido estrepitoso, bulla o molestia repetida».
POSDATA: Cuando tenía la entrada preparada y finiquitada para su publicación, leo estos titulares en dos diarios de hoy 20 de febrero de 2022…
El Mundo: «El auge del regionalismo desangra al PSOE y pone en riesgo gobiernos regionales y municipales. Los socialistas retroceden ante localismos de izquierdas como el BNG, Más Madrid, EH Bildu o Soria ¡Ya! y temen pactos PP-Vox».
El País: «Don Benito y Villanueva de la Serena: cómo dos pueblos se convierten en una gran ciudad. Los dos municipios extremeños celebran este domingo el referéndum sobre su fusión, respaldada por todos los actores políticos y sociales. En torno a 50.000 vecinos deciden su futuro en un dispositivo electoral de 37 colegios y 60 mesas para una cita histórica con el municipalismo».