Mucho se está hablando en estos últimos tiempos de la sociedad del bienestar. Si uno echa la vista atrás a su infancia, los logros conseguidos, en general, en la última cincuentena de años son innegables pero el asunto que está aflorando con pujanza es su mantenimiento y también, por qué, no su distribución en las capas sociales. Parece que estamos abocados a asumir un retroceso en estas mejoras porque nos quieren hacer tragar que… «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades».
De nada sirve construir una carretera magnífica o plantar un jardín precioso si no se ha previsto de antemano su mantenimiento. Esto nos suena a muchas de las inauguraciones que llevan a cabo nuestros próceres representantes buscando su proyección personal y política pero que luego, con el paso del tiempo, acaban abandonados y en estados lamentables. A buen seguro que todos tenemos algunos casos bien cercanos, no hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos.
Uno de los pilares básicos de esa sociedad del bienestar es la sanidad. Con los sucesos de los últimos años, pandemia mediante, la sanidad ha sufrido un retroceso palpable, incluso me atrevería a decir que descomunal, dejando todo lo relativo a ella patas arriba, hecho unos zorros o, como diría mi abuela, con el culo al aire. Como en España, en el caso de la Sanidad Pública, la cosa va por Comunidades Autónomas, cada españolito tendrá su propia visión del asunto. Según se puede leer en la prensa, lo cual no es sinónimo de veracidad en ningún modo, la contratación de pólizas de Seguros de Asistencia Sanitaria privados ha sufrido un incremento más que notorio en los últimos tiempos.
Por cuestiones laborales personales, he tenido la suerte/necesidad de disponer de asistencia privada desde 1978, por lo que no soy un advenedizo en este asunto, ni en lo público ni en lo privado. Al disponer de las dos modalidades, puedo optar por una o por otra según mi conveniencia. El año pasado, en plena pandemia, opté por lo público y tras ocho meses de espera me tuve que decantar por lo privado, encontrando la solución en poco más de un mes. El asunto no era grave o urgente… según se mire, pero para mí y en términos de calidad de vida, sí lo era y mucho.
Pero todo se va degradando progresivamente y el disponer ya de sanidad privada no es lo que era. El caso que me ha ocurrido esta semana es ya para caer en la depresión ante la impotencia. Llevo un tiempo con un pequeño problema en la piel, muy molesto por el escozor y picazón que me produce. Por aquello de que somos, me incluyo, muy dados a la auto medicación, ¿por qué será?, he probado con tres pomadas diferentes de las que hay por casa y nada. Se imponía buscar solución recabando la ayuda profesional de un dermatólogo.
Como ahora y dada mi disponibilidad personal no tengo problemas de tiempo, inicio la búsqueda de una solución profesional por las dos vías, pública y privada. Por la parte pública, para llegar a un especialista hay que pasar por el médico de cabecera; he conseguido cita con mi médico el lunes 24 de octubre de 2022, es decir, semana y pico de espera. Si me lo puede solucionar, mira que bién, pero si me tiene que derivar al especialista…«maremía», no quiero ni pensarlo. Ya les contaré.
Por la parte privada puedo acceder directamente a un especialista en dermatología. Se impone pedir una cita; siempre hay que pedir cita en estos casos pues no es de recibo el acudir de urgencias. Lo del asunto de las citas tiene su aquel. Buscando en todo mi entorno, en algún caso mediante esperas interminables telefónicas y en otro a través de páginas web que van implementando los centros médicos, he conseguido una cita para mediados del mes que viene, es decir, más de un mes de demora. Menos mal que no es urgente, tendré que seguir aguantando picores y escozores un mes más por lo menos.
No es menester detallar aquí los avatares en la consecución de esa cita pasando por seis centros en los que normalmente busco, solo uno en mi localidad y alguno de ellos a cincuenta kilómetros de mi domicilio. Pero a modo de ejemplo, en la imagen que encabeza esta entrada se puede ver la solicitud a través del portal de un hospital madrileño. Para su servicio de dermatología, con cualquier médico de los disponibles, la primera cita presencial disponible para cualquier hora del día que se me ofrece es el 31 de enero de 2023.¡Tres meses y medio! He vuelto a hacer la misma consulta hoy, tres días después, y la cosa progresa alcanzando el 6 de febrero de 2023 como primera cita disponible.
Que no nos pase nada no urgente, según el criterio de no se sabe quién, porque apañados estaremos: ni por un lado ni por otro parece que podamos encontrar una solución satisfactoria en un plazo de tiempo razonable. Pero no se preocupe Vd., que esto es un caso aislado y en general las sanidades, pública y privada, funcionan estupendamente. Como otras muchas cosas del estado del bienestar.