Por modas, y casi sin darnos cuenta, nuestras casas se van poblando de numerosos trastos, necesarios e imprescindibles, para nuestro devenir diario. Los hay de muchas clases, pero yo me quiero referir aquí a los numerosos transformadores y cargadores de baterías que día tras día llenan nuestros cajones.
Muchas veces uno se piensa si no podría existir una directiva que pusiera algo de orden en este aspecto, pero parece que la moderna economía se dedica a lo contrario, cuantos más y diferentes mejor.
Hace poco tuve que cambiar de teléfono móvil. Como no soy un fanático de este tipo de tecnología, fui con la idea de comprar uno de la misma marca que el de mi mujer, al objeto de tener por ahí un solo transformador que sirviera para cargar las baterías de los dos teléfonos. Pues bien, han cambiado el “pincho” que se inserta en el teléfono, con lo cual el transformador de uno no sirve para el otro. Por supuesto tampoco sirve para el de mi hijo, que es de otra marca. Tres teléfonos móviles, tres transformadores para recargar sus baterías. Transformadores que irán a la basura en el momento que el teléfono quede inservible por uso o por cambio a otro más moderno, aún funcionando correctamente.
De un tiempo a esta parte parece que todo viene con su transformador para cargar la batería. Desde una simple máquina de cortar el pelo hasta la consola de juegos de los niños pasando por ordenadores portátiles, discos duros externos o cargadores de baterías de las cámaras fotográficas, eso sin ser exhaustivos, todos necesitan ese trasto o cachivache añadido que es el transformador. Cada uno lleva el suyo y no sirven los de unos para los otros.
Entiendo que es muy difícil ponerse de acuerdo para disponer de uno universal, con multitud de conectores si se quiere, que nos sirviera para todos los aparatos y no tener que almacenar la cantidad de ellos que almacenamos.
Puestos a sentir nostalgia, desde hace mucho tiempo recuerdo utilizar a diario la maquinilla de afeitar eléctrica… sin transformador. Todas las que he tenido a lo largo de mi vida, que han sido tres, se enchufan directamente a la corriente con un simple cable y sin ningún trasto añadido. No tienen un tamaño grande y parece que desde tiempos inmemoriales han sido capaces de albergar en su interior los correspondientes mecanismos y equipos para “aceptar” directamente la corriente de 220 voltios, sin transformadores. Por tanto no parece difícil el que el resto de “aparatejos” que nos pululan por las casas hoy en día tuvieran esa misma tecnología para evitarnos tan engorrosos cachivaches como son los transformadores.
Hace algunos años se habló de que estaban desarrollando un cargador de baterías por inducción. Iba a ser tan sencillo como llegar a casa y dejar encima de una especie de plato el aparato cuya batería quisiéramos recargar. Como por arte de magia, sin tener que enchufar nada, con solo dejarlo encima, se produciría la recarga. No he vuelto a oir hablar de ello pero sería muy de agradecer un invento de este tipo, que nos haría la vida más fácil y nos liberaría de trastos y cachivaches en nuestros cajones.
Deconstrucción
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Por Ángel E. LejarriagaEste poema está incluido en el poemario El circo de
los necios (2018)DECONSTRUCCIÓN Ya no quiero mirar su circo de mentiras
groseras...
Hace 6 horas