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sábado, 28 de junio de 2025

TÓPICOS


Si preguntamos a cualquiera la opinión que tiene de uno de los «famosos» emperadores romanos de la dinastía conocida como la de los Julio-Claudios, por ejemplo, Tiberio, Calígula o Nerón, la respuesta será la mayoría de las veces negativa: malos, muy malos, tiranos, despiadados, violentos, pervertidos, locos de atar, autócratas, asesinos… ¿Por qué tenemos estas ideas de ellos? Cada cual tendrá que responder en función de sus conocimientos, por lo general superficiales y obtenidos de fuentes que no se atienen a la Historia con mayúsculas. 

Esta semana pasada he tenido la oportunidad de disfrutar (presencialmente) de un magnífico curso de verano que ha tenido lugar en el Campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid, un campus magnífico al que puedo acceder en transporte público desde mi domicilio. El curso se titulaba «Más allá de los tópicos; La Historia que no te contaron». Durante cinco intensas mañanas, catedráticos y profesores de varias universidades —Carlos III de Madrid, Granada, Complutense y Externado de Colombia— nos han deleitado a los asistentes con «otras» versiones de la historia que confrontaban la mayoría de las veces nuestras asumidas percepciones de diferentes sucesos, desde las Antiguas Roma y Grecia hasta nuestros días, pasando por la Edad Media y la Edad Moderna.

No es cuestión de hacer aquí un resumen de la enorme cantidad  de mitos y tópicos que se han derrumbado, o cuando menos se han tambaleado y puesto en cuestión, con los hechos razonados comentados por los profesores. Una abundante documentación en libros, películas, artículos y demás medios han quedado registrados en nuestros apuntes y notas, de forma que, yo al menos, tengo un trabajo enorme de lectura y visionado por delante para asentar conocimientos y formarme nuevas ideas sobre hechos y personajes históricos.

Ya he comentado en ocasiones anteriores que utilizo este blog como una forma de documentación personal a la que volver en el futuro para recordar situaciones. Todos los profesores, ellos y ellas, implantaron en mí una profunda huella, pero uno especialmente: Ricardo del Molino, profesor titular de historia en la Universidad Externado de Colombia y que el destino ha querido hacernos llegar a este curso. Sus magníficas clases versaban sobre dos temas: «Entre la memoria y la historia: revisitando la imagen de los emperadores perversos de la Roma Imperial» y «Mitos clásicos y realidades modernas: el homoerotismo griego y su apropiación por los movimientos LGTBI».

Con independencia de los temas, en los primeros momentos de su disertación nos hizo una revisión magnífica de lo que él entiende, y se debería entender, añado yo, por Historia y como aproximarse a ella. Empezó recomendando dos libros básicos que detallo a continuación:

Lowenthal, David - El pasado es un país extraño
Collingwood, Robin Georges - Idea de la historia

El Capítulo V del primero, titulado «Cómo conocemos el pasado» y la quinta parte del segundo, titulada «Epilegómenos» deberían ser, en su opinión y con mi convencimiento, un catecismo no solo para cualquier historiador sino para cualquier aficionado a la historia o cualquier persona que quiera acercarse con propiedad a hechos del pasado.

Voy a tratar de hacer —hacerme— un resumen rápido con las ideas principales que nos transmitió este magnífico profesor del que a buen seguro estarán disfrutando nuestros hermanos colombianos. Es preciso distinguir dos cuestiones diferentes, aunque complementarias: MEMORIA e HISTORIA. Y para hacer un trío añadiremos la ARQUEOLOGÍA/RELIQUIAS.

MEMORIA son las verdades que cada sociedad o persona ha recordado. Hay tantas memorias como personas, incluso más, porque una misma persona puede tener varias en diferentes momentos de su vida.

ARQUEOLOGÍA/RELIQUIAS huellas tangibles que van apareciendo como vestigios. Tengamos en cuenta que pueden no haber aparecido todas y nuevos hallazgos pondrán en cuestión lo que hayamos decidido hasta entones. Un ejemplo fácil de entender: la vida cotidiana romana tiene un antes y un después tras el descubrimiento y excavaciones en Pompeya. No solo esto, sino que el progreso de la tecnología puede arrojar nuevas luces sobre objetos ya tratados con anterioridad.

HISTORIA pero teniendo siempre en cuenta la MEMORIA y la ARQUEOLOGÍA, construir nuestro relato pero sin creernos a pies juntillas sus aportaciones. Un buen científico será una persona inmersa hasta las profundidades en la DUDA, en todo momento, cuestionándose sin desmayo todo lo aprendido y no dando nada por definitivo.

Somos muy dados en la actualidad a aproximarnos a momentos del pasado con lo que se ha dado en llamar «presentismo», esto es,  «proyección de los valores del presente en el pasado», un concepto al que ya me he asomado en este blog en enero de 2023 en la entrada «PRESENTISMO». Mi querido profesor Eduardo Juárez Valero nos recuerda que «… no nos damos cuenta de que la historia es una acumulación de experiencias humanas» y «El ayer nos grita su sordo saber sin que encuentre respuesta en las mentes corroídas por el presentismo más falaz».

Está muy requetebién que los historiadores tengan una vastísima imaginación, para ponerse en las situaciones más estrambóticas que se les puedan ocurrir, pero siempre serán proyectos que deberán corroborar con la memoria y la arqueología —y fuentes primarias— a su disposición. Luego… tras verificaciones exhaustivas, a equivocarse tocan, como buenos humanos. Pero la revisión debe ser continua y permanente para alcanzar aproximaciones plausibles cercanas a la verdad. 

Retornando al párrafo inicial de esta entrada… ¿Fueron tan malos los Julio-Claudios? Pues… según. Tengamos en cuenta que la historia la escriben por lo general los vencedores y poderosos, no habiendo lugar en ciertas épocas para disidentes. Si en lugar de los clásicos Tácito o Suetonio nos acercamos al historiador romano del siglo I Gayo Veleyo Patérculo y su historia dedicada al emperador Tiberio quedaremos sumidos en la desazón y cuando menos cada uno, tras haberse preocupado, tendrá su propio «Tiberio». Aclaro que Tiberio como personaje, no con la acepción muy utilizada de «montar o armar un tiberio» cuya negatividad es por todos conocida. ¡No hay verdades! ¡Viva la incertidumbre! Y esto es solo un ejemplo.

Cómo bien saben y constatan los historiadores, los medios en general hacen flaco favor a la Historia. Y a sabiendas, en aras de «vender». Novelas históricas, series de televisión, películas cinematográficas y artículos periodísticos caen en tópicos que son absorbidos sin cuestionamiento por el público en general. Tras el curso y cómo manifestó el profesor… ¡Nerón no es tan malo! Aunque matara a su madre —no sabemos a ciencia cierta las razones— o quemara la ciudad de Roma cuando ni siquiera estaba allí. Y tras su muerte aparecieron tres posibles Nerones en Oriente… ¡no sería tan malo!

Dudemos, dudemos, dudemos… siempre en la duda. Muchas gracias, profesor.


 


domingo, 22 de junio de 2025

eBAHORRINA

 
Comencé a utilizar el correo electrónico a mediados de los años 90 del siglo pasado, en entornos empresariales. Una maravilla que dejó atrás el correo convencional con sus sobres y sellos y de paso y por añadidura el temido y odiado FAX. A principios de este siglo empecé a utilizar el correo electrónico en entorno personal por las facilidades que nos daban los proveedores de internet en nuestros domicilios. Al final, por cambios de proveedor e inconvenientes, acabé cayendo en las redes de Google y de Gmail en 2007. He tratado de liberarme de ellas contratando un correo de pago, pero es imposible. Desisto.
 
Son ya, pues, una treintena de años lidiando con las formas electrónicas del correo. El vocablo que enseguida nos viene a la mente relacionado con este tema es «SPAM», alojado ya con pleno derecho en el diccionario oficial, significando «correo basura», es decir, «correo electrónico de distribución masiva y contenido normalmente publicitario o malicioso, que se recibe sin haberlo solicitado». Fundamental lo de «no deseado» y con remitentes desconocidos o, lo que es peor, suplantados, tratando no solo de ofrecer publicidad sino de engañar con consecuencias por lo general negativas para los incautos.
 
Según se puede leer en la página web de ESET, el término se acuñó en los años 70 en la serie británica «Monty Python»: en un sketch titulado Spam de esta serie de 1970, dos clientes están haciendo un pedido en un local de comida basura y advierten que casi todos los platos del menú contienen SPAM, a la sazón y época, un tipo de carne enlatada. Aunque uno de ellos no quiere SPAM en su comida, pronto queda claro que el ingrediente es casi imposible de evitar... 
 
También ESET nos comenta que…
La primera campaña conocida de correo no deseado se llevó a cabo en el año 1978, y entregó mensajes en las bandejas de entrada de casi 400 (o el 15% de la totalidad) de los usuarios conectados a la red predecesora de Internet: Advanced Research Projects Agency Network (ARPANET). El mensaje promocionaba un anuncio de un producto de la empresa, pero tras recibir una gran cantidad de comentarios negativos, esta forma de marketing fue abandonada, al menos por un tiempo. 
La primera vez que este blog, con entradas desde 2007, me referí a este tipo de correo indeseado decía que… «…en lugar o además de tanta basurilla como circula por ahí, mientras el correo electrónico sea más o menos gratuito y no genere costes añadidos. Cuando haya que abonar algo, ya no circularan tantos correos, muchos de ellos spam y basura y el personal se cuidará muy mucho de enviar cosas de forma masiva».
 
La cosa no ha mejorado, sino todo lo contrario: ha empeorado hasta cotas inadmisibles. Y lo que menos llega son anuncios publicitarios no solicitados. Por el contrario, enlaces de xxxhing —fishing, pishing, smishing…— y otros contenidos fraudulentos, así como también peligrosas familias de malware — virus, gusanos, troyanos…— convirtiéndolo en una grave amenaza a la seguridad por la que todos estamos preocupados y que debería ser abordada por quién proceda porque el número de casos es alarmante.
 
Es verdad que los filtros antispam de las compañías de servicios y de antivirus han mejorado mucho y detectan una gran cantidad de ellos, pero eso no evita su llegada a nuestras carpetas, con el consiguiente gasto de red y espacio. Los «malos» también encuentran normas de burlar los filtros en una escalada sin fin. Además, nos obliga a una revisión concienzuda para su eliminación porque deberemos detectar si entre todos existe alguno que sí queremos recibir y nos podemos perder si optamos por una eliminación general. 
 
¿Recibe Vd. muchos correos spam? No sé en su caso, pero en el mío es frustrante, a diario, una montonera de correos —también, aunque menos, llamadas y SMS’s— que impactan en mi seguridad, privacidad e incluso, según los días, en mi bienestar emocional. Algunos de ellos contienen enlaces para un eufemístico «darse de baja», pero ¿quién se atreve a abrir los correos y hacer clic en esos enlaces? Pocas medidas podemos tomar a nivel individual cuando nuestra dirección de correo ha pasado a engrosar las listas que circulan por la red. Oímos filtraciones de todo tipo, accesos no autorizados a los ficheros de compañías tanto oficiales como privadas…
 
No hace falta que nosotros hagamos público nuestro correo electrónico o nuestro número de teléfono móvil. Lo son, por activa o por pasiva, sin que podamos hacer nada por evitarlo, solo por el hecho de estar más o menos activos en los mundos electrónicos. Si yo no facilito mi teléfono o correo, pero un amigo mío me tiene en su agenda y es un poco digamos descuidadillo… blanco y en botella.
 
Para aquellos más interesados en el asunto, remito a una entrada específica de este blog de septiembre de 2017 titulada «SPAM» donde hay algunas referencias a mecanismos que yo utilizo para defenderme de alguna manera de esta invasión diaria que, lejos de amainar, va in crescendo a medida que pasan los días.
 
Fiel a la costumbre, decir que «bahorrina» es sinónimo de suciedad, basura, desperdicio, excremento o porquería entre otros. Con la «e» minúscula delante lo mismo, pero en entornos digitales. Un fastidio diario además de un peligro.
 



 

domingo, 15 de junio de 2025

INSCRIPCIONES

Muchas de las cuestiones con las que tenemos que lidiar a diario se han desmadrado o están en vías de ello. La informatización de todo está llegando a unos niveles preocupantes que derivan en muchas ocasiones en una indefensión completa ante lo que «digan» las máquinas. Mencionaré aquí, como base de esta entrada, que todo lo que es electrónico es susceptible de ser modificado: no creo que tengamos duda alguna en estos momentos en los que la Inteligencia Artificial modula nuestras vidas.

Llevo en contacto con los programas Senior de la Universidad Carlos III de Madrid desde 2011. Aparte de cursos regulares anuales, tengo en mis archivos las notas y apuntes de más de cuarenta cursos realizados, entre monográficos, seminarios, interuniversitarios y similares. A lo largo de los años los sistemas de inscripción —matriculación— han ido variando hasta llegar al esperpento —en mi opinión— actual.

Haciendo memoria me retrotraigo a los años 60 del siglo pasado. La primera que vez que me tocó acudir a un centro de inscripción fue a solicitar las antiguas Becas del denominado en aquella época «Principio de Igualdad de Oportunidades». Contaba doce años, pero eran otros tiempos. Bajar a Madrid, ir a la calle Amaniel, esperar una generosa cola con mi instancia rellena, hasta llegar al mostrador donde un funcionario del Ministerio de Educación la sellaba y te daba un resguardo del Registro con la fecha y la hora de la presentación y aceptación. ¿Sería posible este sistema hogaño? Parece impensable y por otro lado hasta poco recomendable a la luz de los avances tecnológicos.

A lo largo de estos años, las inscripciones telemáticas a través de internet se han generalizado. Cada academia o en este caso universidad utiliza las suyas, que no voy a comentar aquí, y que serán mejores o peores en función de las características. Si voy a comentar mi visión de las actualmente utilizadas por la Universidad Carlos III de Madrid para los monográficos de su programa senior.

Dos veces por año, junio y enero, la UC3M oferta una variedad de cursos monográficos destinados a público en general pero que, por sus horarios y características, están enfocados a público senior, vamos, mayor, con disponibilidades horarias y ganas de aprender. Las anunciadas en estas fechas para el cuatrimestre sep-2025 a ene-2026 se pueden ver (en estos momentos) en este enlace. Una oferta variada e interesante en donde predominan las clases presenciales que son las más valoradas por los alumnos, insisto y repito, generalmente mayores o muy mayores. El hecho de ser presenciales en diferentes campus de esta universidad, implica un número finito de plazas en función del aula en que se impartan las clases.

A lo largo de los años, los alumnos mayores han ido decantándose no solo por el atractivo de los cursos ofertados sino por los profesores que los imparten. Lo que voy a mencionar a continuación es una opinión estrictamente personal y que no menosprecia ni descuida a nadie. Hay profesores a los que el seguimiento de alumnos es masivo, hablen de lo que hablen y oferten el curso que oferten. A modo de ejemplo y advirtiendo que hay muchos más, mencionaré a dos: Ángel Bahamonde Magro y Eduardo Juárez Valero. Insisto, hay más profesores, pero estos dos tienen el marchamo previo de que sus cursos se van a llenar y las plazas ofertadas van a ser insuficientes, especialmente en el campus de Getafe, pero también en el de Colmenarejo o en el de Puerta de Toledo. Y sobre esta base viene el comentario o crítica de esta entrada.

El sistema ideado por la universidad para la inscripción en estos cursos es bellaco. Hay que hacerlo a través de la página web. Lo del año pasado reventó la web y yo en mi caso me quedé sin un curso que había solicitado por que Google, san Google, no registró debidamente mi petición. Este año, al parecer por campus, han habilitado un día y una hora en que «se pone disponible» un formulario Google de inscripción. El miércoles de esta semana de junio de 2025 había que estar a las 13:00 horas ante el ordenador, refrescando la página, hasta que en la misma apareciera habilitado el enlace para poder rellenar el formulario de inscripción. Y hacerlo rapidito, por aquello de la aplicación de «mar… el último» no vaya a ser que dado el número de plazas te quedes a verlas venir.

Yo tuve la suerte de tener ese día y hora libre para poder ponerme en modo estrés y cumplimentar el formulario. Como yo, y lo sé porque estábamos en contacto a la vez por wasap, otros compañeros. El formulario tardó en aparecer varios minutos, todos nerviosos, a la espera de poder rellenar… ¿Y si a esa hora tenías una consulta médica o estabas en un sitio sin posibilidades de internet? ¿Le encargabas a alguien que lo hiciera por ti?

Al final, esta operación estresante acaba en teoría, si todo va bien, no se cuelga internet o se te va la luz en casa, en un registro con fecha y hora que (san) Google va construyendo y que será el utilizado por los servicios administrativos de la universidad para asignar las plazas, eso sí, «en riguroso orden de inscripción» que está garantizado por… jajaja, el todopoderos y omnisciente (san) Google. Los servicios administrativos de la universidad no quieren o no pueden hacer nada, lo que diga Google va a misa y todos tan felices, aquí paz y después gloria.

Un proceso cuando menos opaco y oscuro a los solicitantes de plaza. La lista generada por (san) Google se puede modificar, alterando la hora para favorecer a un determinado alumno a instancias de alguna «autoridad». Ojo, no digo que esto se haga, pero se puede hacer y además de forma impune y sin control.

No es de recibo la tensión a la que se somete al futuro alumno, por lo general mayor y con pocas habilidades en los mundos electrónicos y no es de recibo, en suma, el «sistemita» empleado. No es cuestión de proponer alternativas aquí, que las hay y de hecho esta misma universidad, en el pasado, utilizó otros mecanismos mucho más claros y sin posibilidad de trueques. Pero claro, hay que mojarse, hacer las cosas bien y de esta forma actual todo es rápido y sin preocupaciones: lo que diga (san) Google, directamente o modificando lo que haga falta. ¿Quién controla? Desde luego el alumno solicitante no.

En este caso, yo he tenido suerte. Estaba preparado, con los datos que me iban a pedir cargados en el ratón del ordenador para copiar-pegar e ir más deprisa en el envío de los dos formularios para los dos cursos en los que estaba interesado. Ha habido suerte y he conseguido plaza en ambos. En enero del año que viene tendré que decidir si asumo un día y hora de estrés galopante o me busco otra universidad o academia con mecanismos más claros, si es que existen. También me puedo dedicar a criar canarios.



 

domingo, 8 de junio de 2025

BURUJÓN

El turismo está desmedido hasta decir basta. Como una forma de progreso de las sociedades, el tiempo libre del que disponemos lo empleamos en salir y ver mundo, cuestión muy loable. Las posibilidades y el abaratamiento de las diferentes formas de transporte facilitan nuestros traslados a otras zonas diferentes a las de nuestra residencia.

El pasado domingo por la mañana intentaba dar un paseo por la siempre hermosa ciudad de Toledo. Lo ideal hubiera sido encontrarme con una cierta soledad en el ambiente para disfrutar del entorno, pero fue imposible: no se podía transitar por las calles, repletas de personas con maletas, grupos guiados, turistas. Terrazas llenas, aparcamientos completos… todo abarrotado, ni andar se podía y no digamos ya entrar en monumentos como por ejemplo las sinagogas con una cierta tranquilidad para poder disfrutar de sus maravillas.

En los años 80 del siglo pasado (XX) se empezaron a poner de moda los denominados Parques Temáticos. Recuerdo mi primera visita a Disneyland París en el año 1993. Fue una experiencia maravillosa, dos familias con niños pequeños que disfrutamos, a pesar de las colas para las atracciones que recuerdo estaban perfectamente organizadas y eran soportables, o es que la memoria me falla. Luego he vuelto en dos ocasiones más allí y aunque la afluencia de público era más numerosa se podía sobrellevar.

Otros parques parecidos tanto fuera de España como en España no me han dado la sensación de agobio y aglomeración de gente. Visitados varios de los famosos de Orlando, en EE.UU. en varias ocasiones entre los años 2000 y 2017, Futuroscope en Francia o españoles como PortAventura en Tarragona, Loro Parque en Tenerife, Warner en Madrid o el más coqueto «El Bosque Encantado» en San Martín de Valdeiglesias me traen recuerdos más o menos nítidos de un cierto disfrute sin sufrir aglomeraciones. Es verdad que los años pasan y los recuerdos se van mediatizando, pero lo del fin de semana pasado en «PuydeFou» cerca de Toledo es para tomar nota.

Procuro leer y enterarme con anterioridad a cualquier viaje de aspectos que me pueden mejorar la visita y estar preparado ante eventualidades que puedan surgir y que anteriores viajeros hayan puesto de manifiesto a través de la red. El hecho de que en las ofertas de adquisición de entradas existan pases especiales para las atracciones, ubicaciones preferentes en el espectáculo de noche o aparcamiento prioritario ya es un índice que pueda dar una idea de lo que uno se va a encontrar. Si la gente paga por mejoras es indicativo para los más avezados de que puede ser conveniente su adquisición. Esto ya existía en París en los años 90 para el acceso a ciertas atracciones, aunque se podía vivir sin ello y disfrutar del entorno.

Este parque, PuyduFou, abrió sus puertas en 2021, con lo que podemos considerar que es relativamente joven. Preguntada gente conocida que lo ha visto, incluso en más de una ocasión, las respuestas siempre han sido de recomendación sin paliativos. Vaya por adelantado de posteriores comentarios que las atracciones son maravillosas, muy cuidadas, con recreaciones históricas que, sin escatimar medios humanos y técnicos, hacen la delicia de los asistentes. Si nos asalta la pregunta de siempre… ¿vale la pena?, la respuesta es, rotundamente, SÍ, pero… no está de más ir avisados de lo que nos espera y lo que tendremos que soportar para disfrutar de las atracciones. Precisamente el formato y duración de los espectáculos, realizados en grandes escenarios bien al aire libre o cubiertos, condicionan la cantidad de público que puede o debe acceder a ellos para hacerlos, digamos, rentables.

Varias cosillas a tener en cuenta. El aparcamiento, una explanada descomunal, a ambos lados de una avenida central implica inevitables atascos en las horas de entrada y salida, por lo que hemos de ir dispuestos a soportar la cola de coches intentado entrar o salir a las carreteras exteriores. Decir también que no hay ninguna sombra y es todo de tierra, lo cual es muy natural, pero conlleva su cuota de polvo y calor en función de la temporada en la que accedamos al parque.

Conseguido aparcar el coche, tendremos un paseo no desdeñable hasta la puerta de entrada al parque, con poquitas o ninguna sombra: imprescindible llevar un buen gorro protector o incluso paraguas como algunos, aunque esto del paraguas tiene sus inconvenientes pues no podremos utilizarlo en las gradas so pena de obstaculizar la visión al resto de asistentes.

La «juventud» del parque implica que los árboles sean todavía pequeños y sin capacidad de aportar sombras. Hay instalaciones con techados de cañas o pasajes con toldos, pero a mi modo de ver muy insuficientes: el sol, según la época ataca de forma inmisericorde. En esta época y a medida que avanza la jornada, hay que estar dispuesto a soportar estoicamente colas de 45 minutos al menos para acceder a los espectáculos. Y una vez acabados, tratar de salir corriendo a la cola del siguiente. En mi caso, a pesar de carreras y estudio de posibilidades, no pudimos ver en un día todos ellos.

Y una cuestión no baladí es el parón entre el fin de las atracciones y el comienzo del espectáculo nocturno, cuyas entradas son numeradas y se venden por separado. La parte superior de la imagen que ilustra esta entrada son las gradas repletas de gente hasta dónde llega la vista y más allá. No he conseguido saber el aforo, pero es de nota. Claro, con toda lógica, eso implica que te dicen que debes estar ocupando tu asiento con quince minutos de antelación al menos. Y cuando acaba el espectáculo, hay que salir lo más aprisa posible, recorrer algo más de un kilómetro con el gentío hasta el aparcamiento y tener suerte de salir con el coche antes de que se forme el tapón del siglo.

En suma, previsión y provisión de agua, gorros, crema solar, paciencia… Me hubiera gustado dedicar más a tiempo a bucear más por la red y encontrar antes de ir esta entrada (enlace) cuya lectura recomiendo para saber a lo que vamos.

Hoy, pido disculpas por ello, he sucumbido a consignar como título de esta entrada un vocablo utilizado coloquialmente en Cuba, presente en nuestro diccionario: «burujón», es decir, «multitud de personas o cosas aglomeradas en un lugar». Serían sinónimos «multitud, aglomeración, gentío, tropel, oleada, tropa, tumulto, caterva…». Por cierto, y como mera curiosidad, Burujón es también el nombre de una localidad de la provincia del «bolo» (como se conoce popularmente a Toledo) en donde existe un paraje muy recomendable de visitar conocido como «Las barrancas del Burujón».




domingo, 1 de junio de 2025

NESCIENCIA


 Voy a comenzar esta entrada con la reproducción del cuento de Gibrán Jalil Gibrán titulado «El rey sabio».

Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.

Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:

—Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:

—El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.

Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
Por recomendación hace ya muchos años de mi maestro y amigo Antonio Rodríguez de las Heras, fallecido hace ya cinco años por COVID, estoy suscrito de forma gratuita a THE CONVERSATION ( https://theconversation.com ), lo que supone recibir a diario en mi correo electrónico una serie de artículos seleccionados de actualidad. En uno de los días de esta semana he recibido uno que me ha dado pie a esta entrada.

Como en el cuento del rey sabio, todo en esta vida es muy relativo. Muchas veces me surge la pregunta de ¿comparado con quién o con qué? El concepto de loco aplicado a una persona indica que realiza acciones que, comparadas con una persona normal, difieren de lo que se pudiera considerar normalidad. Pero en el cuento, todos los habitantes del reino, todos menos el rey y el chambelán, seguían con sus vidas de forma normal, iban, venían, trabajaban, hablaban… Se pudiera colegir que los dos cuerdos eran los que realmente estaban fuera de lugar en el reino.

Me encuentro últimamente con gente que elige no conocer, no saber. Es una manera de alcanzar una cierta felicidad: «ojos que no ven, corazón que no siente»: no dejar que situaciones no confirmadas en experiencias propias nos amarguen la vida, aunque siempre hay quién da una vuelta de tuerca al dicho transformándolo en «ojos que no ven, tortazo que te pegas». 

La ignorancia es, pues, una forma de protección personal. Evita posicionarse ante situaciones desconocidas sobre las que no tenemos ninguna información. Podríamos preguntar a otros, indagar en libros, revistas o medios, en la red… pero es mejor no ponerse a ello por si acaso, no vaya a ser que tengamos que ocuparnos de solventar la situación. Si no me entero de los problemas que me rodean… vivo feliz.

El artículo de The Conversation, en español y para personas interesadas, se titula «Ignorancia y nesciencia: lo que no sabemos y lo que no podemos permitirnos no saber» y está accesible en este enlace.

Ya he comentado muchas veces a lo largo de estos años en este blog que soy un forofo de la curiosidad, un verdadero antídoto contra la vejez. Intentar saber o conocer, especialmente sobre temas que te afectan, puede llevarte a una mejor organización de tu vida en todos los aspectos, aunque, claro, suponga tener que enfrentarte a algunos problemas.

Ignorancia y conocimiento están enfrentados. Es mucho más placentero ver series en televisión que escuchar podcasts sobre temas de actualidad, leer artículos o indagar sobre temas en aras a buscar un conocimiento sobre asuntos que desconocemos o sobre los que queremos profundizar para conocer más. Es como relacionarse con amigos en el bar para hablar de fútbol o asistir a conferencias interesantes. Buscar refugio en la ignorancia para ser felices.

Yo elijo conocer. Me mantiene activo, me permite tomar decisiones sobre muchos aspectos con mayor criterio, aunque también ese conocimiento puede provocar sentimientos encontrados y llevarme a tener que realizar acciones tendentes a reordenar mis pensamientos y mi vida.

Ignorancia es no saber. Es natural, incluso inevitable. No todos sabemos de astronomía, derecho romano, física cuántica o historia del arte. Nadie nos lo exige. Un capitán de la marina mercante puede no saber recitar un poema de memoria y no pasa nada. Pero si ese mismo capitán desconoce los protocolos de seguridad en caso de una avería crítica en alta mar, estamos ante un problema grave: eso ya no es ignorancia, es nesciencia. No saber lo que uno debería saber dadas sus funciones y responsabilidades.
Y es que nesciencia, según el diccionario es «ignorancia, necedad, falta de ciencia».



domingo, 25 de mayo de 2025

MAQUIAVELO


 Ayer precisamente asistí a una interesante conferencia titulada «Fernando e Isabel: los protagonistas de la primera nación moderna del mundo». Esos Fernando e Isabel no son otros, como el lector habrá imaginado, que nuestros Reyes Católicos. También en las clases de historia en la Universidad salen a relucir con cierta frecuencia por diferentes motivos. Una cuestión que siempre llama la atención es la conexión —no declarada— de Fernando el Católico, todo un pájaro como diría coloquialmente un presidente de gobierno actual, con el protagonista de la famosa obra titulada «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo.

No es la intención en esta entrada de hablar de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, conocido como Nicolás Maquiavelo, un diplomático, filósofo y político del Renacimiento italiano nacido en Florencia en 1469 y fallecido en 1527. Se le considera el padre de la filosofía política moderna y de la ciencia política. Se ha acuñado la expresión «ser un Maquiavelo» para designar a los que, inspirados en sus ideas, adoptan una perspectiva pragmática y estratégica en asuntos de la política o de la vida diaria.

«Nací pobre, y aprendí primero a luchar que a disfrutar»
Siempre me ha gustado el asunto de la fraseología, esas sentencias que incitan a reflexionar personalmente. Hace algunos años, en la entrada de este blog titulada «FRASEOLOGÍA» accesible desde este enlace  daba cuenta de mi debilidad confesa por este asunto. En esta ocasión me ha dado por asomarme a las muchas frases con enjundia que brotaron de la mente de este filósofo que hoy nos ocupa y que quiero dejar aquí para constancia y que puedan servirme de reflexión personal o de aquellos que puedan estar interesados. Tiene muchas frases perfectamente reflejadas en numerosos sitios en la web a poco que utilicemos el buscador. Al parecer, se le atribuye erróneamente una frase que sería el resumen de su pensamiento: «el fin justifica los medios». He aquí unas cuantas:

Cuanta más arena ha escapado del reloj de arena de nuestra vida, más claramente deberíamos ver a través de él.
Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
Es doblemente placentero mentir al impostor.
La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
Un signo de inteligencia es la conciencia de la propia ignorancia.
No hay otra forma de protegerte a ti mismo de la adulación, que hacer entender a los demás qué decirte la verdad no te ofenderá.
Nunca intentes ganar por la fuerza lo que se puede ganar mediante el engaño.
Nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.
Si hay que hacer un daño a un hombre, debe ser tan grave que no haya que temer su venganza.
Los hombres ofenden más a quién aman que a quién temen.
El líder debe saber entrar en el mal cuando la necesidad lo ordena.
Una batalla que ganas anula todos tus errores.
Nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira.
Es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse.
El sabio hace enseguida lo que el necio hace al final.
A la gente hay que acariciarla o aplastarla. Si les haces un daño menor, se vengarán; pero si les dejas lisiados, no podrán hacer nada.

Si necesitas herir a alguien, hazlo de forma que no tengas que temer su venganza.
El hombre olvida antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.
Deseo ir al Infierno y no al Cielo. En el primero gozaré de la compañía de papas, reyes y príncipes, mientras que en el segundo sólo hay mendigos, monjes y apóstoles...
El odio se gana tanto por las buenas obras como por las malas.
No estoy interesado en preservar el status quo; quiero derrocarlo.
Ante todo, ármate.
Un cambio siempre deja el camino abierto para el establecimiento de otros.
Los hombres son tan simples, y tan inclinados a obedecer las necesidades del momento, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
No hay nada más importante que aparentar ser religioso.
La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
Los hombres rara vez tienen el valor suficiente para ser, o extremadamente buenos, o extremadamente malos.
El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos.
La naturaleza crea pocos hombres valientes; la industria y el entrenamiento hacen muchos.
Nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.
Los hombres que no obran bien siempre andan temiendo que otros les respondan con aquellas acciones que las suyas se merecen.
De los seres humanos en general, se puede decir que son hipócritas y codiciosos.
El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
No puede haber grandes dificultades donde abunda la buena voluntad.
En todas las cosas humanas, cuando se examinan de cerca, se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros.
El príncipe prudente debe preferir rodearse de hombres de buen juicio a los que dará la libertad de decirle la verdad.
Guerra justa es aquella que es necesaria.
Los hombres en general juzgan más por las apariencias que por la realidad. Todos los hombres tienen ojos, pero pocos tienen el don de la penetración.
No son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos.
Los pueblos rara vez, si acaso alguna vez, se rebelan por causas razonables.
Todo el mundo ve lo que aparentas ser, pero pocas personas saben lo que realmente eres.
Las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse.
Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los favores deben hacerse poco a poco con el objetivo de que se aprecien mejor.
Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y aquella parte de la gloria que nos corresponde.
Los hombres que no obran bien siempre andan temiendo que otros les respondan con aquellas acciones que las suyas se merecen.
Los hombres intrínsecamente no confían en nuevas cosas que no han experimentado por sí mismos.
Quien desee éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos.
La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.
Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.
La clemencia mal empleada es más dañina que la severidad bien empleada.
No se puede evitar que un enemigo intente ofenderte, pero sí puedes asegurarte de que no lo consiga.
Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio.
Es un fallo común en los hombres no preocuparse por la tormenta durante la bonanza
Un hombre que quiere ser bueno entre tanta gente que no lo es, acabará provocando su propia ruina.
No hay nada más difícil de gestionar, de éxito más dudoso o más incierto, que el gestionar personas.
Si no puedes ser ambas cosas a la vez, es mejor ser temido que ser amado.
La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y elegir el mal menor.
Las leyes no deben mirar hacia cosa ya pasada, sino proveer para las futuras.
Un ejército de ovejas dirigido por un león es más formidable que un ejército de leones dirigido por una oveja.
La política no tiene nada que ver con la moral.
En asuntos de Estado, cuando hay que tomar una decisión, nunca está todo en claro; quien espera a despejar todas las dudas, actúa demasiado tarde.
Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; o por amor o por miedo.
La prudencia consiste en saber reconocer la calidad de los inconvenientes, y escoger el menor.
Hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí, el segundo entiende lo que los otros disciernen y el tercero no entiende ni discierne lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil.
Los hombres son desagradecidos, inconstantes, fingen lo que no son y ocultan lo que son.
El hombre prudente no lamenta las cosas que no puede cambiar, sino que se esfuerza por mejorar las que sí puede.
La virtud es lo que hace que un hombre sea amado y respetado por otros y la astucia es lo que hace que un hombre sea temido y respetado.
El que desea ser obedecido debe saber cómo mandar.
La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos.
Unas más acertadas que otras según el juicio de cada uno, pero todas ellas dan para pensar. Y hasta algunas son de rabiosa actualidad para entender el presente.




domingo, 18 de mayo de 2025

PERSONALIDAD


La tarde del 8 de mayo de 2025, a las 18:08, el humo blanco ascendía a los cielos romanos desde la Capilla Sixtina… ¡Fumata blanca! ¡Habemus papam! El cardenal estadounidense de nacimiento y peruano de adopción Robert Francis Prevost, de sesenta y nueve años, resultó elegido como nuevo Papa que ejercerá su pontificado bajo el nombre de León XIV.

A lo largo de mi dilata vida laboral, que se ha extendido por algo más de cincuenta años, nunca he tenido responsabilidades que incluyeran la gestión de personas. Aunque he tenido varias oportunidades de ascender a puestos directivos, siempre he renunciado a ellos, algunas veces con el acarreo de serios problemas porque nunca está bien visto por tus jefes que no te quieras implicar en cuestiones para las que ellos piensan que estás capacitado.

Una vez que estuve a puntito de aceptar un cargo, pero ocurrió una cosa mientras lo estaba pensando que me hizo desistir. Un compañero de trabajo, relativamente reciente en el departamento, había sido un alto cargo en otra empresa. Llegó un momento en que no aguantaba más y pidió una excedencia para alejarse de aquella maldición y recuperar su vida y su alegría, recalando en el mismo departamento en el que yo laboraba, como empleado de base, al igual que yo. Llegamos a intimar bastante y cuando se enteró de que estaba sopesando el aceptar un ascenso, me hizo una terrible confidencia: «si finalmente decides aceptar el puesto, dado tu carácter, te recomiendo muy encarecidamente que hagas uno o varios cursillos acelerados de, vamos a ser educados, cabroncete». Lo que realmente me dijo, lo recuerdo bien, fue de HDP.

Al final renuncié. Ello propició que otro compañero del departamento, con el que llevaba ya varios años trabajando y con amistad fuera del trabajo, fuera ascendido al puesto. No voy a entrar en comentarios detallados, pero la complicidad y camaradería que habíamos compartido en lo profesional y lo personal quedó truncada de raíz. El cambio fue radical, lo que me hizo pensar en que quizá él si había seguido un cursillo acelerado de HDP.

La personalidad es uno de los constructos más importantes empleado en el mundo de la psicología. Si bien los estudios de personalidad no se prodigan, sus resultados son muy interesantes. Lo de no prodigarse quizá sea debido a su complejidad: una acción muy empleada es empezar por estudiar los resultados del test MMPI —siglas en inglés del Inventario multifásico de personalidad de Minnesota—. No es el único, aclaro: 16FP, Millon, Salamanca… son otros sobre este asunto de la personalidad. EL MMPI, test completísimo y el más utilizado, contiene más de quinientas cuestiones —567 preguntas con respuestas de [V]erdadero o [F]also— y por lo general se necesita alrededor de una hora y media para su relleno. Pero las respuestas que normalmente la gente facilita se basan más en la llamada «deseabilidad social» —lo que quiero que piensen de mí— que en la realidad, por lo que son necesarias comprobaciones exhaustivas a posteriori mediante entrevistas. Como digo, costoso, complicado y muy laborioso.

Como todo en esta vida, las actitudes pueden derivar en trastornos. La personalidad no está exenta de ellos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, histriónico, límite, narcisista, dependiente, obsesivo-compulsivo, pasivo-agresivo, bipolar, de evitación… La lista nunca se acaba porque a medida que pasa el tiempo se van añadiendo más y más. Pero sin tener que llegar al trastorno, la personalidad y el carácter se ven afectados por el entorno y las experiencias a lo largo de la vida. Aunque no nos lo parezca, cambiamos, sí, cambiamos, y mucho. Es probable que a nosotros mismos no nos dé esa impresión, que somos los mismos, pero los que nos rodean e interactúan con nosotros observarán nuestros cambios, especialmente en los ambientes familiares y laborales. Tendríamos que hacernos un estudio de la personalidad de vez en cuando…

¿Qué tiene que ver todo esto con el reciente nombramiento del Papa? En el libro de Eric Frattini titulado «Cónclave. La Iglesia después de Francisco» y publicado en estos días de mayo de 2025 tras la muerte del Papa Francisco, se puede leer el siguiente párrafo, atribuido al Papa Pablo VI tras su elección como tal en un ya lejano 1963: «La sensación de soledad se vuelve completa y abrumadora. Mi deber consiste en trazar planes: decidir, asumir toda la responsabilidad de guiar a los demás, incluso cuando esto parezca algo ilógico y puede que hasta absurdo. Y sufrir a solas… Solo estamos Dios y yo».

A la persona Robert Francis Prevost le ha cambiado la vida, radicalmente, una tarde de mayo de 2025 cuando aceptó resignado su nombramiento. Su personalidad y su carácter forjado a lo largo de sus sesenta y nueve años por sus experiencias en la vida ya no son iguales. No dormirá en la misma cama, no tendrá sus rutinas a diario, no hablará con las mismas personas, tendrá que tener mucho cuidado con sus palabras y sus acciones, le lloverán los problemas porque no olvidemos que es el jefe de Estado del Vaticano, no solo para aspectos meramente religiosos sino también civiles. El mundo que le rodeaba hasta hace unos días ha desaparecido como por arte de magia para dar paso a otro muy distinto que afectará a su personalidad y a su carácter. No hay ninguna garantía de que siga siendo el mismo que antaño. Y por mucho que él lo intente, lo más probable es que le resulte imposible.

El mencionado libro de Eric Frattini es un compendio de la vida en el Vaticano del papa Francisco tras su nombramiento en 2013. Maremía… las situaciones que en él se describen y que parecen tan verosímiles como escalofriantes. Y seguirán repitiéndose con el nuevo Papa que tendrá que adaptarse y lidiar con ellas o, esperemos que no, renunciar. Es muy joven.