Buscar este blog

sábado, 30 de julio de 2016

WIFI




Pocas son las personas, incluso desde muy jóvenes, que no llevan ya un smartphone en el bolsillo. Lo de «phone» es un derivado de su función original, que es una de las cosas que menos se utiliza hoy en día; la de hablar por teléfono. Se trata de potentes ordenadores, cada vez más, capaces de hacer muchas cosas pero que por lo general dependen para un uso completo de su conexión, de lo que todo el mundo llama «los datos». Tener un teléfono hoy en día sin posibilidad de conexión lo deja capitidisminuido en sus prestaciones y pocas personas son proclives a renunciar a esto.

Una alternativa a «los datos» es el o la wifi, un término que a todos nos suena y que vamos buscando como agua de mayo, especialmente los más jóvenes, grandes consumidores de información por el envío de fotografías y vídeos cuando no su consulta y visionado en plataformas como Youtube, Vimeo o similares, amén de redes sociales que proliferan con los días en las que la base es la imagen. Un ejemplo: yo dispongo mensualmente en mi contrato de la misma cantidad de datos que mi hija, 1 Gb, pero a mientras a mí me sobran megabytes todos los meses por el contrario a mi hija le faltan; cuando se van acercando los finales de mes, la cantinela de «papá, habilítame la wifi con tu teléfono» es constante. La diferencia está en el uso, esporádico en mi caso para ver el correo o twitter, mandar o recibir guasaps pero siempre con la opción de no descargar fotografías o vídeos salvo que yo lo indique, mientras que mi hija prolifera sus comunicaciones en las redes con mensajes de voz, fotografías y vídeos, con el consiguiente consumo alto de datos. Por ello, muchos jóvenes transitan con el teléfono como antena buscando hasta debajo de las piedras las wifi gratuitas. Ayer, sin ir más lejos, entramos en una cafetería a tomar un refresco y mi hija tardó poco en detectar que disponía de wifi y pedir la clave al camarero.

Pero… ¿Qué es wifi? Lo asociamos a la disponibilidad inalámbrica de conexión a internet susceptible de ser usada por un sinfín de aparatos electrónicos, no solo teléfonos sino también tabletas, ordenadores, e-readers y hasta cámaras fotográficas o navegadores GPS. En sus inicios era una marca, «Wireless Fidelity», aunque Phil Belanger (miembro fundador de la Wi-Fi Alliance que presidió la elección del nombre «Wi-Fi») dice que no significa nada, solo un nombre más utilizable que «IEEE 802.11b».

Cada vez es más común cuando salimos de vacaciones llevar con nosotros el ordenador portátil de forma que podamos seguir teniendo cierta capacidad de realizar ciertas operaciones que se han colado en nuestras vidas. Aún en periodo vacacional es cómodo tener acceso a la red para planificar una excursión o sacar entradas para un espectáculo. Muchas de las operaciones se pueden hacer, con ciertas incomodidades, desde el teléfono, pero seguimos estando más cómodos ante una pantalla y un tecleado, por lo que es normal cada vez más acarrear el portátil y utilizar las wifis de los hoteles en los que nos alojamos. Aunque esto representa algunos inconvenientes en los que no solemos reparar.

Uno de ellos es que por lo general estos accesos inalámbricos no llegan a las habitaciones, con lo que hay que bajarse a los anexos a la recepción para conectarse, en donde nos juntaremos según los horarios con una legión de personas que están haciendo lo mismo que nosotros y en algunos casos con problemas para encontrar un sitio físico donde estar cómodos. Mientras estemos navegando para leer el periódico, ver información de zonas geográficas próximas, atracciones o lugares recomendados, no hay problema. Pero en un momento determinado nos puede ser necesario consultar nuestra cuenta bancaria, nuestro correo electrónico o incluso utilizar nuestra tarjeta de crédito para comprar unos billetes de autobús o unas entradas a un espectáculo al que queremos asistir. En estos casos… ¡peligro! Estamos conectados en una red pública, sin ninguna seguridad y en la que si se encuentra algún hacker puede obtener nuestras claves con mucha facilidad. En algún caso hasta los propios empleados del hotel pueden estar ojo avizor para conseguir la clave de nuestra tarjeta de crédito que en pocos minutos estará siendo utilizada por alguien en un país lejano hasta desplumarnos todo lo posible.

Por ello es necesario tomar conciencia de que tipo de red estamos utilizando y para ciertas operaciones delicadas no utilizar redes públicas en hoteles, cafeterías, estaciones  o aeropuertos. En casos puntuales o esporádicos, la solución es generarnos con nuestro teléfono una red privada y con clave de acceso para esas operaciones. Si necesitamos por razones de trabajo u otras una conexión segura más prolongada, mi recomendación es hacerse con un router inalámbrico y una tarjeta SIM específica para generar esa red que nos permita trabajar cómoda y sobre todo seguramente.

En mi caso y para este verano, he optado por esta última solución y tras mucho investigar el mercado, he adquirido un router transportable, del tamaño de un paquete de tabaco y con una autonomía de alrededor de diez horas en funcionamiento gracias a su batería recargable, para el que he obtenido una SIM específica en modalidad de prepago que voy cargando en función de mis necesidades. Aunque es hacer un poco de propaganda, no me importa porque me está funcionando de maravilla, a una velocidad que despeina y el coste no me parece desproporcionado; todo sea por la seguridad y la fiabilidad, ya que funciona prácticamente en cualquier parte, incluso en el propio coche mientras vamos circulando con lo que nuestros teléfonos, tabletas y ordenadores pueden ignorar su consumo de datos y utilizar la wifi que genera este cacharrito. Al conductor le sirve de poco pero el resto de pasajeros están encantados de poder ir trasteando con conectividad fiable y segura. El router es un TPLINK M7350 en el que utilizo una tarjeta SIM de SIMYO que dispone de unos bonos de datos que me parecen muy asequibles: en estas fechas del verano de 2016, 1 Gb en horario nocturno o en fin de semana cuesta 1,99 euros y hay muchas posibilidades en función de nuestras necesidades.

Aunque yo no lo utilizo –por el momento—este router permite la inserción de una tarjeta microSD donde podemos cargar documentos, fotos e incluso películas para compartir entre todos los dispositivos que se conecten. Obviada la compra del router y de la SIM, añadir unos pocos euros al coste de nuestro viaje de negocios o vacaciones no representa un gasto desproporcionado y la fiabilidad y seguridad no tienen precio. Cuando consigo una conexión 4G, lo que ocurre la mayoría de las veces según los lugares en los que me encuentre, la conexión va como un tiro, casi mejor que en el ADSL de casa. Me tengo que pasar a la fibra, pero por el momento solo me la ofrece Timofónica y yo con ellos no quiero nada. Voy a tener que utilizar este router inalámbrico también en casa…

.





domingo, 24 de julio de 2016

GARGANTA




Por muchos es conocida como «La Garganta Divina». El río Cares, en su fluir a lo largo de millones de años, ha hendido en profundidad los Picos de Europa creando un desfiladero que une las provincias de Asturias y León permitiendo al caminante contemplar uno de los más espléndidos paisajes de montaña que pueden verse. La ruta une los pueblos de Poncebos, cerca de la más conocida población asturiana de Arenas de Cabrales, con el de Caín, ya en la provincia de León. Son doce kilómetros de senda espectacular, grandiosa, que puede recorrerse por la mayoría de las personas con unas exigencias mínimas, pero que no deben desdeñarse. Mis recuerdos me han traicionado y el pasado miércoles veinte de julio de 2016, cuando la realicé completa por última vez, sufrí más de la cuenta, por mi imprevisión.

Allá por 1974 tuve mi primer contacto con esta ruta de leyenda. En la oficina donde trabajaba, además de compañeros de verdad, no como ahora, éramos amigos y organizábamos un sinfín de actividades, bien por las tardes a la salida del trabajo bien en fines de semana, puentes y vacaciones. En uno de ellos, un grupo al que se unieron familiares y amigos nos desplazamos a la zona para realizar la ruta, en dos días. Cargados de comida, sacos de dormir y tiendas de campaña, hicimos la ruta un día en un sentido, dormimos en Caín, y regresamos al día siguiente. Eran otros tiempos y Caín era una población pequeña, de ganaderos, que ni siquiera tenía acceso por carretera, habiendo una pista poco transitable desde la zona de León. Recuerdo que nos llovió todo lo que quiso y más, tanto que incluso un cabrero se apiadó de nosotros al ver que íbamos a montar tiendas de campaña bajo un aguacero inmisericorde y nos cedió un establo, sacando a sus cabras a dormir al raso, limpiando como pudo aquello y extendiendo paja nueva en el suelo. Dormimos a cubierto y seguramente mejor que en las tiendas de campaña, pero el olor a cabra no se me ha olvidado y yo creo que sigue en el saco de dormir que aún conservo. Experiencias inolvidables del pasado, de otros tiempos en los que las cosas eran de otra manera. Hoy Caín es un pueblo pujante, turístico, con multitud de tiendas, restaurantes, bares y hoteles, al que llega una espléndida carretera desde la localidad de Posada de Valdeón, distante nueve kilómetros.

He vuelto varias veces a la ruta, en diferentes formas y condiciones. La vez siguiente, a mediados de los años ochenta fue con un grupo de matrimonios amigos, pero esta vez de forma más cómoda. Teníamos el campamento base en el «Hotel del Oso», en la zona de Potes y Fuente Dé, y contratamos unos 4x4 que nos llevaron por unas pistas maravillosas hasta el comienzo de la ruta en Poncebos y nos recogieron en Caín para devolvernos al hotel. Fue una ruta de ida y como yo digo, con las manos en los bolsillos, un paseo, comiendo en un restaurante y casi sin despeinarnos. De forma parecida volví con mi hijo, esta vez alojados en un hotel familiar en Arenas de Cabrales y utilizando el mismo sistema de taxi 4x4 a la salida y recogida en la llegada.

Volví otra vez con un amigo de la oficina hacia 1994 o 1995, no recuerdo bien la fecha, aunque por ahí estarán las fotos que siempre son una manera de datar los sucesos, aunque no quiero ni mirarlas porque solo de recordarlo se me ponen los pelos de punta; uno de esos hechos inconscientes que uno realiza en la vida y que nunca debiera haber hecho. Estábamos haciendo rutas en bicicleta de montaña por la zona cuando en una de ellas llegamos a media mañana a Caín. Mientras tomábamos un refrigerio a mi amigo se le pasó por la cabeza: hacer la ruta del Cares en bicicleta, una acción absolutamente desaconsejada, pues ya había habido alguna muerte por caída del ciclista al vacío. Hay que tener en cuenta que el camino es lo suficientemente ancho pero irregular y transita de forma continua con un precipicio al lado en el que cualquier caída sería mortal. Nos liamos la manta a la cabeza e hicimos toda la parte llana, unos ocho o nueve kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. No hubo ningún contratiempo y hay que decir que dada la época no nos cruzamos con nadie. Yo le había advertido a mi amigo que si veíamos a alguien deberíamos parar la bicicleta hasta que hubiera pasado, pues una cosa es que nosotros estemos un poco locos y otra es que pongamos en peligro la vida de los demás. Aquello salió bien y es una experiencia en el recuerdo que aún todavía no sé cómo pude realizar.

Y el pasado miércoles ha sido la última vez y en esta ocasión de forma académica, ida y vuelta y nada de taxis 4x4 que te llevan o te recogen. En la zona de Poncebos dos amables guías informaban a los automovilistas que llegaban y les indicaban todo lo necesario así como organizaban el exiguo aparcamiento de los coches. Es una zona muy concurrida, especialmente en verano y se me ocurre que debieran hacer algo como ya vi hace años en la Laguna Negra de Soria: un gran aparcamiento abajo y un autobús que suba y baje a los visitantes. Algo hay desde Arenas de Cabrales pero por lo que pude leer resulta poco práctico tal y como está concebido. Como he dicho al principio, los recuerdos me traicionaron y además menosprecié un poco el paseo, que no fue tal. Veinticuatro kilómetros son veinticuatro kilómetros y aunque el día estuvo delicioso, el sol pegó fuerte en algunos momentos, pero lo peor fue que no llevé calzado adecuado y las piedras se clavan en las plantas. Además no tuve la precaución de cortarme las uñas de los pies, craso error, que me ha costado perder cuatro de ellas. Pero lo peor de todo, que como digo no recordaba pues nunca la había realizado, fue a la vuelta la bajada final hasta Poncebos, un desnivel que está empedrado, con cantos sueltos, escalones y muy irregular. Menos mal que había comprado dos bastones telescópicos en Caín que me fueron de gran ayuda, pues por otro error había dejado los míos en el coche pensando que iban a ser un estorbo más que una necesidad.

A la montaña siempre hay que tenerla respeto pues las condiciones cambian de un momento para otro y lo que parece que va a ser un agradable paseo puede convertirse en un verdadero suplicio: hay que ir preparado y no fiarse de la memoria que te puede jugar una mala pasada.



domingo, 17 de julio de 2016

PERIODICIDAD






Dicen que el ser humano es un animal de costumbres. Tendemos a hacer las mismas cosas de forma repetitiva a lo largo de amplios períodos de tiempo, muchas veces casi sin darnos cuenta. Antaño las cosas eran más duraderas y había personas que mantenían los mismos hábitos a lo largo de toda su vida. Hogaño los cambios son más rápidos y las personas nos vemos sometidos a alteraciones en nuestras actividades que incorporamos para sobrellevarlos de la mejor manera posible.

Pero también tendemos a intentar regularizar todas nuestras actividades, porque en el fondo es una ventaja y una garantía que a nosotros mismos nos viene bien: las costumbres en nuestra vida nos aportan una relativa sensación de seguridad. Ahora tenemos todos cada vez más unas agendas recordatorias que llevamos permanentemente en el bolsillo durante el día y descansan en nuestra mesilla durante la noche bien cerca de nosotros. Complementariamente, nuestras enormes posibilidades de comunicación casi instantánea con cualquiera en cualquier parte del mundo y en cualquier momento nos permiten eso que se conoce como «quedar en el móvil» o «hacer una perdida cuando sea el momento».

A pesar de todo ello, es bueno periodificar nuestras actividades, no solo las personales sino aquellas en las que tenemos que entablar relación con otros, especialmente las que van más allá de una semana. Las semanales quedan muy controladas por su repetitividad: ir a clase de clarinete todos los jueves a las 20:00, asistir a un monográfico en la universidad los miércoles por la mañana o atender las conferencias del Ateneo en la mañana de los sábados son tareas que no se olvidan por repetirse semanalmente a lo largo de varios meses.

Otra cosa son las actividades que tienen lugar de forma mensual o en períodos más amplios. Ahí si es muy recomendable echar mano de tipificarlas. Todo depende también de cuáles sean nuestras actividades, pues hay personas cuya vida social es más bien exigua y no se encuadran en actividades diversificadas y repetitivas. Bien es verdad que un poco de entropía viene bien y dejarse llevar por la sorpresa añade un poco de aliciente a la vida. Por ejemplo, sería bueno comer cuando se tiene hambre en lugar de hacerlo a unas determinadas horas simplemente porque llega la hora, pero hasta los médicos recomiendan que las actividades de comida, aseo, sueño, etc.etc. se hagan de forma regular a las mismas horas para que el organismo «carbure» mejor y tengamos una buena calidad de vida.

Se me ocurren unos ejemplos, algunos de los cuales sigo y otros pudieran ser de aplicación al común de los mortales. Tras el afeitado de los domingos, limpieza de las cuchillas de la maquinilla de afeitar retirando los restos de polvillo de toda la semana. La jarra del agua será objeto de una limpieza a fondo tras la comida del domingo, de forma rutinaria. Los primeros martes de cada mes, excepto en el periodo veraniego, reunión del club de lectura para debatir y poner en común aspectos del libro leído. En los últimos días de cada mes revisión de los movimientos de las cuentas bancarias a ver si se han cargado los recibos y todo está en orden. El segundo lunes de cada mes reunión con los colegas del grupo fotográfico para intercambiar experiencias y opiniones.

Arrancar y mover un poco una moto antigua o cortarse el pelo pueden ser tareas repetitivas a realizar cada dos meses, aunque en este periodo se pueden elegir fórmulas con una ligera complicación pero que también responden a una pauta, como por ejemplo quedar a comer con antiguos compañeros de trabajo los últimos martes de cada mes impar excepto el mes de julio por aquello de las vacaciones. Esta periodicidad da mucho juego aunque bien es verdad que alguno de los participantes tiende a olvidarse y hay que andar con el correo electrónico mandando misivas de recuerdo, que algunos son muy desmemoriados y además se niegan a recurrir a las agendas electrónicas, mientras haya otro que les avise…Y también hay eventos anuales, como es el «San Canfrán» que tiene lugar el miércoles de la semana en la que cae la fiesta de san  Isidro labrador.

Y me he dejado para el final una relacionada con la fotografía que acompaña esta entrada. Quienes hayan seguido de forma regular este blog sabrán que soy amigo de leerme de cabo a rabo los prospectos que acompañan a los cachivaches y archiperres que llenan nuestros hogares. Uno de ellos es la estación de planchado, cuyo calderín es conveniente limpiar cada dos meses. Yo lo hago tras el primer planchado de los meses impares. Me gustaría saber cuántas personas realizan esta tarea de forma regular si es que la realizan.  Basta con hacerlo una vez para darse cuenta de la importancia de la misma, si queremos mantener nuestro aparato en perfecto estado; otra cosa es que nos guste cambiarlo y la mejor manera muchas veces es dejar que se estropee.  En la foto se pueden apreciar los restos en forma de piedrecitas calcificadas que salen en la limpieza. Yo me quedo alucinado y el recuerdo de la imagen hace que no se me olvide esta rutina periódica bimensual.







domingo, 10 de julio de 2016

ASOMBRARSE




En cualquier momento puede surgir una idea que nos posibilite adentrarnos por una vía inexplorada de conocimiento que nos permita ir descubriendo cosas nuevas o diferentes aspectos de otras a las que no habíamos prestado atención. En una comida familiar esta semana, una cuñada me habló de un libro de Catherine L’Ecuyer titulado «Educar en el asombro». El título me pareció sugerente, por lo que tomé nota en mi teléfono móvil –ya pasó la época de llevar bolígrafo y papel– para evitar que la idea quedara relegada al olvido. Posteriormente, con tranquilidad y medios, léase internet, una exploración más a fondo permite descubrir nuevos mundos en los que adentrarse.

Asombrarse es sentir sorpresa, extrañeza o admiración ante algo inesperado. Lo de inesperado está en relación directa con la edad de cada uno; es muy común para las personas mayores el decir que ya no les sorprende nada pero para los niños, con todo un mundo por explorar y descubrir, todas y cada una de las pequeñas cosas que van surgiendo en su vida componen una situación novedosa que motiva su asombro y, lo que es importante, su interés y motivación por aprender.

Investigando sobre la autora antes comentada, tiene además otro segundo libro escrito titulado «Educar en la realidad». Madre de cuatro hijos, ha escrito numerosos artículos, participado en programas y medios sobre temas de educación y ha sido entrevistada en numerosas ocasiones en diarios y televisión. De todo ello tenemos cumplida información en su cuidado blog en el que liga con mucha intención otra palabra fundamental en la formación del niño: el apego.

A medida que vamos cumpliendo años y nuestro conocimiento se va llenando de sensaciones, perdemos progresivamente nuestra capacidad de asombro, lo cual a mi juicio no es bueno, porque ello conlleva una desgana en motivación e ilusión por descubrir cosas nuevas, por fomentar nuestra curiosidad, que como ya he dicho muchas veces, es el mejor antídoto para la vejez. Cualquier situación puede sugerirnos una nueva reflexión que nos permita ponernos en marcha en la búsqueda de nuevos conocimientos y nuevas sensaciones.

Anteayer esperaba pacientemente, más de media hora, la puesta de sol que puede verse en la fotografía que acompaña a esta entrada. Entre un cielo repleto de nubarrones negros y la línea del horizonte del mar solo quedaba un pequeño resquicio por el que podríamos ver el tránsito del astro rey un par de minutos a lo sumo. La espera mereció la pena para poder contemplar y disfrutar de un soberbio espectáculo, aunque la imagen no haga mucho honor a la escena. Un hecho tan cotidiano como este, que se repite machaconamente día tras día, puede ser el origen de mil y un pensamientos nuevos que nos lleven a cuestionarnos cosas que ya sabemos pero sobre las que podemos volver a reflexionar con otros puntos de vista y a la luz de nuevos conocimientos: la redondez de la Tierra, su movimiento rotacional, la distancia al sol, las noches y los días… Una pregunta para el curioso lector que a lo mejor no se ha planteado nunca: ¿Cómo es posible que cuando en el hemisferio norte es verano sea invierno en el hemisferio sur? Para incentivar la motivación y excitar el asombro, solamente recordar que la distancia de la Tierra al Sol es exactamente la misma para ambos hemisferios, con lo cual las radiaciones solares que llegan a la Tierra son idénticas.

Todas estas cuestiones enlazan con el asunto de la educación ¿Cómo puede un maestro o un padre motivar a un niño a aprender matemáticas?, una disciplina ardua y odiosa para la mayoría. El asombro puede venir en nuestra ayuda si encontramos formas de ilusionar que permitan iniciar la búsqueda y el aprendizaje por un convencimiento propio y no por una imposición. Según dice W. Edwards Deming, «las personas serán más creativas cuando se sientan motivadas principalmente por el interés, la satisfacción y el desafío del propio trabajo y no por las presiones externas». La clave está en despertar ese desafío interno que promueva un movimiento continuo hasta ser satisfecho. ¿Cómo me maravillaría yo? ¿Cómo conseguir maravillar a otros? No podemos olvidar que «Enseñar a quién no tiene curiosidad por aprender es como sembrar un campo sin ararlo», como bien nos dice Richard Whately. Y ya que hemos destapado la caja de los truenos de las matemáticas, una recomendación: «El diablo de los números», un libro precioso de Hans Magnus Enzensberger, una historia para amar las matemáticas.

Se pueden proponer muchas ideas acerca de todo este asunto, pero la básica y central podría ser el preguntarse uno mismo de forma continuada porque suceden las cosas, desde las más elementales hasta las más complejas. Le incito de nuevo con un hecho que me maravilla desde mis pasados estudios de biología. Haga la siguiente prueba, muy sencilla: con los ojos cerrados tóquese la punta de la nariz con el dedo índice de la mano derecha. ¿Acertó a la primera? ¿Se tocó un ojo, la frente o una oreja? ¿No le parece maravilloso? Pues si empezamos a pensar en todos los sistemas orgánicos, cerebro, sistema nervioso, músculos, etc. etc. que hemos empleado para culminar con éxito esta prueba nos podemos quedar asombrados y quizá nos dé por leer cuestiones sobre biología humana que ye le anticipo que son tremendamente interesantes. Jon Kabat Zinn, un autor con interesantes libros sobre psicología humana dice que «todo lo que nuestro cuerpo hace normalmente es maravilloso y extraordinario, aunque pocas veces se nos ocurre pensar en ello de esta manera».

Y para terminar, ya que estamos hoy con frases, recordar un par de ellas. De Charles Bukowski, la que dice que «el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas» y de Gilbert Keith Chesterton, «envejezco para todo menos para la capacidad de asombrarme». Asombrémonos, pues, todo lo que podamos y de forma cotidiana.




sábado, 2 de julio de 2016

PUCHERAZO




Demasiados ataques al diccionario en las últimas entradas, eso sí, solo a consultar y aprender, que nunca es tarde. El término elegido como título hoy tiene en el libro de los libros la acepción que iba buscando y que reza lo siguiente: «Fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos». Un tema de actualidad teniendo en cuenta que el pasado domingo 26 de junio de 2016 se han celebrado en España elecciones generales, las segundas en seis meses. Nunca hubiera pensado que en un país supuestamente avanzado en asuntos de democracia se pudiera «dar pucherazo», expresión también recogida en el diccionario y explicada como «computar votos no emitidos en una elección».

El asunto es que actuaciones que parecían inconcebibles salen a la luz día tras día, dando una imagen de la calaña de algunas de las personas que rigen nuestros destinos y que hacen que surjan dudas en cuestiones que antes se juzgaban como imposibles. El problema es que a fecha de hoy a mí me parece que algunos son capaces de eso y de mucho más.

Para muestra vale un botón. En un vídeo de cinco minutos, en inglés pero con subtítulos saltarines en castellano, a disposición de quién esté interesado en la plataforma Youtube y accesible a fecha de hoy mediante este enlace, un informático norteamericano explica ante los jueces como hace años realizó por encargo de su jefe un programa para alterar los resultados de las elecciones en el estado norteamericano de Ohio. Él dice que es muy fácil y yo, que llevo más de cuarenta años trasteando y codificando programas informáticos, digo lo mismo. ¿Quién controla esto?

Es casi imposible en una mesa electoral dar pucherazo. Se tendrían que poner muy de acuerdo el presidente, los vocales, los interventores si existen e incluso el público que puede voluntariamente asistir al escrutinio. Pudiera ocurrir, pero es altamente improbable. Se confecciona el acta, la firma todo el mundo y se lleva al juzgado. ¿Quién o como se garantiza que el papel que recibe el juzgado es físicamente el mismo que se ha generado en la mesa de votación? ¿Se puede dar el cambiazo? En todo caso este proceso tampoco sería muy viable para alterar los resultados, ya que intervienen muchas personas, muchos juzgados y sería difícil hacerlo de una forma generalizada para que surtiera efecto.

A continuación, los datos procedentes de las actas en papel son introducidos por diferentes formas en los ordenadores centrales de… ¡una empresa que se encarga de procesar todos los datos del entramado electoral! Ni siquiera es el propio Ministerio correspondiente sino que se contrata un servicio externo. ¿Qué controles se dan en esta contratación? ¿Se verifica el funcionamiento correcto de la empresa contratada, sus procesos y sus programas informáticos? ¿Existe alguna auditoría que compruebe la exactitud de los procesos y los datos? Realmente desconozco si hay respuesta a estas preguntas o solo se trata de una cuestión de confianza.

Retrotrayéndonos al pasado, en los años setenta del siglo pasado tuvo lugar la explosión de los procesos bancarios; los recibos que antes se pagaban al cobrador que iba casa por casa empezaron a domiciliarse en cuentas y lo que eran tres o cuatro relativos a los servicios básicos, se han convertido en la actualidad en una montonera de pagos mensuales, bimensuales, trimestrales, semestrales o anuales que asusta. Basta con echar un vistazo a los movimientos de la cuenta bancaria de cualquier persona normal para ver el número ingente y creciente de recibos que pagamos a través del banco. En mi caso y en la carpeta donde guardo los justificantes de los cargos, extractos y demás relativa al pasado año 2015 hay 259 justificantes.

A modo de ejemplo que pudiera guardar cierta similitud, ocurrió algunas veces en aquellas épocas que avispados informáticos realizaron triquiñuelas en sus programas para detraer algunos centimillos en ciertas operaciones como por ejemplo los abonos de intereses, antes cuando había, o en función de ciertos condicionantes como la edad de las personas, la inmovilidad de las cuentas u otros para desviar esos céntimos a otras cuentas de forma que muchos pocos hicieran un mucho y conseguir lucrarse de manera ilícita. Algunos casos salieron a la luz y otros no, pues suponían una muy mala imagen para los bancos que preferían lavar los trapos sucios de forma interna y solucionarse sus problemas sin dar que hablar a la opinión pública.

Otro ejemplo que se me ocurre tiene lugar con frecuencia cuando vamos al supermercado. Llenamos el carro de cosas y pasamos por caja, donde nos dan un tique con la cuenta. Mucha gente ni lo mira, paga con la tarjeta y sale zumbando, otros repasamos por encima los artículos y los precios por aquello de detectar errores o falsas ofertas, pero… ¿quién revisa la suma a ver si es correcta? Como está hecha por una máquina, nos fiamos, pero las máquinas y los ordenadores se programan, pueden existir errores sin querer pero también queriendo. Tengo que decir que yo he comprobado en algunas ocasiones estas sumas y están correctas, pero eso no significa nada, porque si el error es intencionado, uno de los requisitos que todo malhechor sabe es que sea intermitente para hacer más difícil su detección. Por ejemplo, en los minutos 17, 35 y 55 de cada hora, el ordenador añade 10, 20 o 30 céntimos «de clavo» a la cuenta, lo que seguramente pase desapercibido.

Nos fiamos mucho de las personas y de las máquinas, demasiado en algunos casos, porque la realidad nos demuestra día a día que ciertos cargos, ciertos uniformes, ciertas empresas y ciertos programas informáticos no son de fiar e incluso pueden estar ejecutando acciones intencionadamente erróneas en su propio beneficio.

Volviendo al tema que nos ocupa, hay cierta actividad sobre este asunto en estos días, pero evidentemente fuera de los canales oficiales. Los grandes medios no se ocupan de esta posibilidad, que es descabellada para el común de los mortales: somos un país serio y estas cosas no pasan. En todo caso, el problema sería como verificar si todo está correcto, como hacer una mínima auditoría. Hay alrededor de 66.000 mesas electorales en España, lo que supone otras tantas actas que estarán depositadas unos meses en los juzgados. Comprobar que las actas son las correctas y que sus datos están correctamente reflejados en el «ordenador» de la empresa que se ha encargado del asunto es harina de otro costal y tarea más que ardua.

Si quiere Vd. seguir adentrándose en este tema de ciencia ficción, le propongo un par de vías a explorar. Una, que es la primera vez que las encuestas realizadas a pie de urna presentan una desviación tan grande y desproporcionada como la que ha tenido lugar. Otra, que la empresa que se ha encargado del escrutinio en junio de 2016 no ha sido la misma que lo hizo en las elecciones del pasado diciembre de 2015 y además parece que el cambio se ha decidido sin muchos controles tan sólo un mes antes de las elecciones. Lo malo de todo este asunto es que, probablemente sin razón, a mí me entra la duda.
.