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domingo, 28 de junio de 2020

¿REPARAR?




Dudo mucho que la obsolescencia pueda considerarse una enfermedad y que exista alguna medicación para su cura. En los comienzos de este blog, allá por enero de 2011, una entrada titulada precisamente «OBSOLESCENCIA» aportaba algunas reflexiones sobre este fenómeno al que nos vemos abocados por el progreso tecnológico y por una sociedad eminentemente mercantilista que necesita consumir más y más para no pararse y llegar al caos. Sin ir muy lejos, nuestros padres se echarían las manos a la cabeza al vernos prescindir de aparatos nuevos por haber salido al mercado otros más avanzados. 

No puedo dejar de referenciar en este asunto —una vez más— a mi admirado y recientemente desaparecido maestro Antonio Rodríguez de las Heras que decía que los arqueólogos del futuro, cuando pasados algunos cientos o miles de años vengan a escarbar en nuestros sedimentos, quedarán asombrados de la cantidad de cachivaches completamente nuevos y en perfecto funcionamiento que han sido desechados. Sería interesante conocer cuántos aparatos de vídeo o reproductores de CD se quedaron anticuados y desaparecieron de las casas sustituidos por discos duros o «Alexas», «Siris» o similares.

Como todo en la vida, hay grados: aunque sea difícil resistirse, aunque no nos lo pongan fácil, se puede cuando menos intentar. Un ordenador con cuatro o cinco años podría considerarse una antigualla. Mientras funcione podemos resistir, pero si tiene alguna avería, algún mal funcionamiento, pocas personas piensan en su reparación y empiezan a buscar uno nuevo.

En estos meses de confinamiento pasados, los ordenadores, tabletas y teléfonos han echado humo, usándose muchas más horas de lo normal. En casa tenemos la suerte de tener cada uno su ordenador, de forma que no ha habido peleas por su uso como ha ocurrido en otras casas donde hasta los niños de infantil tenían clase telemática con su profesora, lo que obligaba a la madre o al padre a dejar de teletrabajar durante un rato para que su hija pudiera recibir la clase de la o el «seño».

En uno de esos frecuentes usos, mientras mi hija atendía una de sus clases de universidad en la mesa de su habitación al tiempo que se tomaba su desayuno de tazón de leche… Sí, lo que se imagina Vd., un despiste, un mal movimiento y el líquido aterrizó en el teclado de su casi reliquia de ordenador portátil, un MAC con siete años de antigüedad y funcionamiento pero que iba a las mil maravillas y hacía el servicio. Unas operaciones rápidas de desmontaje y limpieza evitaron mayores estragos y se tuvo la tremenda suerte de que lo único que (al parecer) quedó afectado fue la batería, que se hinchó y se sulfató. Por lo menos el ordenador, enchufado a la corriente, seguía funcionando a las mil maravillas.

Acabadas las clases de la universidad se imponía tomar una resolución, siempre con la espada de Damocles encima de la antigüedad del aparato. Personados en el servicio técnico oficial de Apple dieron un presupuesto inicial de 300 euros por el cambio de batería y de un disyuntor que controlaba el proceso de carga. Pero ya nos avisaron que el servicio técnico haría una revisión a fondo y caso de necesitar una reparación de mayor cuantía nos avisarían telefónicamente para su aceptación.

El jueves de esta semana mi hija recibe la llamada: 1.300 euros. Inviable, no merece la pena, por la antigüedad del aparato y porque con ese dinero se compra uno nuevo casi similar y actualizado. Y yo entiendo que Apple tenga sus estándares y repare con sus procedimientos, pero a mi hija se le cayó el alma al suelo y empezó a pensar como esquilmar sus alcancías para comprar uno nuevo incluso asumiento con dolor renunciar a su MAC y pasarse a uno convencional con Windows que son más baratos, mucho más baratos, que ya sabemos lo que cuesta exhibir el logotipo de la manzanita. En ningún momento mi hija, con sus plantamientos actuales, pensó en hacer otra cosa.

Pero hay más opciones. El mismo jueves por la tarde, tras la llamada, la planteé el comprar una batería compatible y cambiársela nosotros. Estábamos hablando de «invertir a fondo perdido» 59,99 euros que podían devolver a la vida al ordenador o quedarnos en la misma situación en la que estábamos. Aunque no estaba muy convencida, admitió esa solución y aquí entró en juego la modernidad esa que nos obsoleta pero que a la vez nos da alas: pedida la batería por internet en ese sitio en el que todos estamos pensando, recibida el viernes por la tarde, cambiada sin mucha dificultad y…¡voilá!, el ordenador vivito y coleando, funcionando de nuevo. Un ordenador muerto y para el arrastre que a las 24 horas estaba dando servicio… ¿Por cuánto tiempo?


En la foto incial de esta entrada vemos el ordenador descuajaringado —descuajeringado también se admite—, con los seis elementos que componen la batería arrancados en el proceso de su sustitución. Y justo encima de este párrafo la foto con el proceso a punto de terminar y cerrar la tapa antes de cruzar los dedos y rezar para que todo funcionase como así ocurrió.

Justo es reconocer que hay infinidad de vídeos en Youtube y en páginas web que cuentan cómo realizar este cambio y que no es un proceso complicado. Aunque Apple complica un poco la cosa por la cabeza de los tornillos utilizados, la batería comprada viene con dos destornilladores, imantados, además, que obvian este posible contratiempo.

Veremos lo que dura, pero por el momento el portátil de mi hija ha escapado a esa enfermedad de la obsolescencia y parece que va a tener cuerda para un tiempo más.



domingo, 21 de junio de 2020

VALIDANDO




Con esto de la inmediatez que nos rodea por mor de las nuevas tecnologías, estamos sometidos a sobresaltos que surgen por arte de magia y que nos afectan sin comerlo ni beberlo. De ello hablaba en la entrada «eSOBRESALTO» en octubre de 2019. Hay múltiples historias que todos habremos oído en estos últimos años, derivadas de malas prácticas por las empresas por procedimientos inadecuados en sus procesos que llevan a las personas a situaciones sin solución. Ejemplos, todos los que queramos. Hace años, una compañera, Carmen, empezó a recibir SMS en su teléfono móvil de operaciones bancarias —no eran suyas por fortuna— que concernían a otra persona que seguramente habría facilitado mal su teléfono, o el empleado se había confundido. Sea como fuere, mi compañera llamaba al banco en cuestión y como no era cliente… no se podía hacer nada. Siguió tiempo y tiempo recibiendo estos SMS, supongo que hasta que el verdadero destinatario los echó en falta y subsanó el asunto.

A mí también me ha ocurrido… me sigue ocurriendo… Y lo peor es que es con empresas que se suponen solventes en sus quehaceres pero que deberían revisar sus procedimientos informáticos, especialmente en los momentos de alta de clientes, para evitar errores que pueden ser cuando menos peligrosos y que afectan a la seguridad de las personas e incluso a procedimientos legales por aquello de las leyes de protección de datos. A mí este momento y con diferentes niveles me están ocurriendo casos con UBER, NIKON, APPLE, SEUR, IBERDROLA DISTRIBUCIÓN y…MAPFRE por citar los que me tocan las narices en estos días.

El más flagrante y delicado es el de MAPFRE que relataré en esta entrada para conocimiento general.

Hace ya casi un año, en septiembre de 2019, empecé a recibir correos electrónicos en mi correo personal, un correo que llevo utilizando desde 2007. Como es de esos públicos y gratuitos, de Gmail concretamente, no puedo justificar que sea mío y no de Google, pero sí que tengo justificación documental de un uso continuado desde 2007. Evidentemente y como ocurre en esto del correo electrónico, cualquiera que lo conozca me puede mandar lo que le dé la real gana y yo lo único que podré hacer es marcarlo como no deseado, como spam, o mandarlo a la papelera.

Una posible solución es tratar de arreglar el problema y evitar que me sigan mandando esos correos. Eso he tratado de hacer con los de MAPFRE hasta llegar a puntos kafkianos que ya me provocan risa.

En los momentos iniciales recibí correos con toda clase de datos personales de un tocayo mío de nombre y primer apellido, que no de segundo, residente en la provincia de Ónuba por más señas. Me fueron enviando papeles y contratos con nombre, dirección personal, dirección laboral, cuantía de sus ingresos mensuales, teléfono móvil, DNI, cuenta bancaria, coche y su matrícula… Yo no hice ni he hecho uso de ellos, pero MAPFRE se debería de haber cuidado de no hacer constar un correo electrónico inexacto, el mío, antes de mandar por ese procedimiento nada seguro tamaña cantidad de información. Eso a pesar de lo que reza en todos los correos que parece que con esa literatura hacen la de Pilatos…
Este mensaje y, en su caso, los ficheros anexos son confidenciales, especialmente en lo que respecta a los datos personales, y se dirigen exclusivamente al destinatario referenciado. Si no lo eres y lo has recibido por error, o tienes conocimiento del mismo por cualquier motivo, te rogamos que nos lo comuniques a través de https://www.mapfre.es/seguros/contacto/ y procedas a destruirlo o borrarlo, y que en todo caso te abstengas de utilizar, reproducir, alterar, archivar o comunicar a terceros el presente mensaje y ficheros anexos, todo ello bajo pena de incurrir en responsabilidades legales.
Cuando envían algún documento «sensible» añaden la siguiente coletilla…

Con el fin de proteger los datos de nuestros clientes, dicho documento se encuentra cifrado. Para poder acceder a la información, será necesario que introduzcas tu número de NIF/CIF/NIE (9 caracteres sin espacios, incluyendo letra/s en mayúsculas). Para mayor seguridad, la disponibilidad de este documento será de 90 días.

Pero… berzotas, si ya me habéis dado todo, si tengo entre otras cosas el DNI… ¿De qué sirven estos subterfugios? Algo es, pero tampoco mucho. Por otro lado, es bastante frecuente, más de lo que sería de desear, obtener con una búsqueda en Google el DNI de una persona, pues al final casi siempre hay un boletín municipal, una multa o algo en el que figura. En este caso, figura explícitamente el DNI de mi tocayo en un boletín de la provincia de Huelva por motivo de una multa de tráfico.

No voy a entrar en detalles de lo que ocurre si intentas hacer algo a través de la página web que mencionan, o incluso de un teléfono que aparece por algún lado de atención al cliente donde te graban la conversación, te piden datos que no puedes dar (aunque los tengas como en este caso) y te marean más y más, hasta que cuelgas harto de aguantar por un tema que ni te va ni te viene. ¿Algún directivo de MAPFRE tendrá la ocurrencia de llamar con cualquier excusa para verificar cómo funciona su empresa?

Harto de estar harto, me dio por llamar telefónicamente a mi tocayo, que en el fondo supuse que era el interesado: craso error. Hablé con él, varias veces, por teléfono, ocultando el mío en las llamadas y me dijo que se ocuparía de ir a la oficina y arreglarlo. Debió tardar algunos días, no recuerdo, quizá semanas. Pero algo debió de hacer, porque recibí el siguiente y escueto que parecía que pudiera deberse al tema, pero no, era producto de un recibo devuelto 

Rogamos se ponga en contacto con nosotros en el telf. 918366315 o 954289141 indicando la referencia en el asunto indicada en plazo máximo de siete días.
Gracias

Los correos me llegaban con remitentes personales, no de esos automatizados a los que no se puede contestar, donde figuran nombres reales — María del Pilar, Cristina, Beatriz…—, con teléfonos de oficinas de Huelva, Sevilla o Madrid. Con todo tipo de documentos adjuntos: renovación de pólizas del hogar o del automóvil, recibos pagados, recibos impagados, arreglo de partes de accidentes del vehículo… En algunas ocasiones he contestado con textos parecidos a los que figuran a continuación, pero si alguien los ha leído se ha llamado a andanas…

Estoy hasta las «narices» de estos correos, que no son míos y que ya en su día tanto Vds. como su cliente dijeron que iban a solucionar.
     
Solo falta que sea yo, encima, el que tenga que ponerme en contacto con Vds. Olviden mi correo y subsanen el error.
Sigan, sigan, mandando estos correos. Lo que tenían que hacer era verificar los correos que les facilitan sus clientes antes de empezar a mandar documentación, por cierto, con datos, MUY sensibles.
     
Les pido por favor, UNA VEZ Más, me dejen en paz. YO NO SOY CLIENTE SUYO.
     
Parece mentira que una compañía de esa solvencia tenga unos procedimientos tan obsoletos de verificación de datos, y den por buenos los que les facilitan sus clientes SIN VERIFICARLOS.
     
Yo no soy su cliente XXXX XXXX XXXX y este es mi correo electrónico desde HACE TRECE AÑOS.
     
No solo no son para mí, sino que contienen datos personales sensibles de otra persona, su cliente, que no sé cómo sigue con Vds.
     
Estoy hasta la CORONILLA de Vds. Les pido por favor, UNA VEZ Más que me dejen en paz. YO NO SOY CLIENTE SUYO. Parece mentira que una compañía de esa solvencia tenga unos procedimientos tan obsoletos de verificación de datos.
     
Váyanse a freír gárgaras.
Estas y otras contestaciones por el estilo han caído en saco roto. A lo mejor María del Pilar, Cristina o Beatriz son nombres ficticios utilizados para hacernos creer que nos atienden personas que se preocupan por los clientes. Si no es así, me gustaría preguntarlas que han pensado o hecho con este tipo de correos que he dirigido como contestación a los suyos y que han obtenido la callada por respuesta y, lo que es peor, ninguna acción por su parte para reparar el desaguisado, al menos de cara a su cliente que no recibe todas estas comunicaciones y al que no se le nota muy preocupado.

Por si alguien de MAPFRE lee esto, tiene alguna afición pesquisidora y le da por ocuparse del asunto, ahí va una imagen con un código en claro del último documento que he recibido:


En el «saco» en el que guarda Google los miles de correos emitidos o recibidos por mí a lo largo de estos trece años y los que vengan, seguirán cayendo estos de MAPFRE, con todos sus documentos adjuntos, guardados hasta la eternidad por lo que parece, induciendo a alguien no enterado a pensar que soy cliente de MAPFRE, nada más lejos de la realidad al menos por ahora. Yo los seguiré echando a la papelera, y vaciándola con frecuencia. Ahora bien, a ver quién da razón de lo que Google —o algún hacker que se los pille— pueda hacer con ellos y con todos los datos sensibles de mi tocayo onubense, al que estaba pensando en llamar por teléfono de nuevo pero… para qué.

Así que, señores de MAPFRE, hagan el favor, validando… que es gerundio.

Algún día habrá que hablar de la función del desaparecido correo electrónico oficial de CORREOS.ES o de algún otro organismo del Estado que debiera ocuparse de este tema, un correo oficial que deberíamos tener derecho todos los españoles con unas ciertas garantías de identificación y custodia, para no vernos casi obligados a poner en manos —sacos— nada fiables de multinacionales todas nuestras entretelas electrónicas.