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viernes, 24 de noviembre de 2017

blackFRAUDE



Como es de bien nacidos ser agradecido, empezaré por decir que el título de esta entrada no se me ha ocurrido a mí, sino que lo he visto en una campaña de FACUA sobre el día de hoy, viernes, el día del consumismo por excelencia y que en realidad se conoce como el «blackFRIDAY», que equivaldría en su traducción al español a «viernesNEGRO». Adelanto la publicación de mi entrada semanal que normalmente se produce los domingos para hacerla coincidir en el día apropiado.

En un tuit emitido esta semana por el conocido escritor Arturo Pérez Reverte se decía lo siguiente: «Hay colegios donde ya se celebra el Día de Acción de Gracias gringo y los niños dibujan pavos. Como dije alguna vez, los españoles estamos siendo gilipollas por encima de nuestras posibilidades». Sin comentarios. Este día muy especial, quizá tanto o más que la propia Navidad, se celebra en Estados Unidos el último jueves de noviembre.

Parece que el comercio estadounidense no podía esperar a materializar las compras navideñas hasta dentro de un mes y se han inventado esto del blackFRIDAY al día siguiente de Acción de Gracias para incitar a los ciudadanos al consumo desaforado y, lo que es peor, muchas veces incontrolado. Y claro, aquí, que no podemos resistirnos, lo hemos importado corregido y aumentado, por si teníamos pocos días del padre, de la madre, de San Valentín… Ya no es un día, llevan toda la semana bombardeando al personal con anuncios, mensajes, correos electrónicos… ¿Queda alguien en este país que no sepa que hoy es el viernesNEGRO? Y por si fuera poco ya se ha acuñado y puesto en marcha la continuación el próximo lunes con el nombre de «cyberMONDAY».

Palabras tales como rebajas, descuentos, ofertas o gangas son mágicas y parecen que disparan las neuronas cerebrales y nos impulsan a comprar sin control, aunque no lo necesitemos, simplemente porque nos creemos que está rebajado. Desde hoy a las cero horas e incluso ayer a las 22:00 se podían ver colas en los centros comerciales de compradores deseosos de hacerse con mercancías en las que están ilusionados y les van a salir mucho más baratas que si las hubieran comprado hace una semana o las comprasen dentro de quince días. Algunos amigos me han dicho que aprovechan este día para hacer todas las compras de Navidad. Yo les sugeriría que comprasen también las del año que viene, así ahorrarían más.

Inicialmente este evento estaba dedicado primordialmente a la tecnología, focalizándose en los ciudadanos conocidos como «GEEKS» a los que ya dediqué una entrada en este blog que puede verse en este enlace . Pero ahora ya todo el comercio se apunta, sea cual sea la mercancía que venda. Como digo, he sido bombardeado por todos lados con sugerencias de lo más estrambótico. Una de ellas ha sido de una agencia de viajes ofreciéndome grandes descuentos por adquirir en firme un viaje para el verano de 2018. Otra ha sido de un par de supermercados de alimentación. 

Al mismo tiempo que toda esta parafernalia de anuncios, se han podido ver en prensa y en las redes sociales todo tipo de recomendaciones alertando de los peligros que supone dejarse llevar por la fiebre del día y lanzarse a un consumo descontrolado. Muchas de las indicaciones son de sentido común y habríamos de tenerlas en cuenta todos los días del año tanto si compramos presencialmente en una tienda como si lo hacemos a golpe de ratón a través de internet.

Por ejemplo, en la red social Twitter, la GDT —no confundir con DGT— de la Guardia Civil (Grupo de Delitos Telemáticos) ha lanzado estos días numerosas recomendaciones sobre el particular. No hacer clic en direcciones que nos lleguen por correo o wasap que pueden ser lo que no parecen (phising), intentar recabar datos sobre el vendedor, desconfiar si está en el extranjero, si la redacción presenta giros sospechosos en español, especial atención si los precios son extraordinariamente bajos, si podemos comprar presencialmente en lugar de por internet, si conocemos el portal y es de confianza, si los plazos y condiciones de devolución o cambio están claras, si conocemos el precio con anterioridad y está realmente rebajado, si el producto es actual o son saldos a los que se quiere dar salida… En fin, lo de siempre, más de lo mismo, pero que por mucho que se recuerde no es suficiente. La clave está en si necesitamos realmente lo que vamos a comprar y si lo vamos a utilizar y en los refranes: «las apariencias engañan» y «no es oro todo lo que reluce». 

Y para muestra un botón que me ha ocurrido a mí personalmente hace unos instantes. En la imagen que acompaña a esta entrada puede verse una oferta de un portal contrastado, que he glosado en varias ocasiones en este blog y del que no tengo queja alguna en las numerosas transacciones que he realizado con ellos desde hace varios años. El precio para un disco duro SSD de 2 Tb en 10,99€ era imbatible. ¿Quién se puede resistir a comprar tres o cuatro? Pero casi cuando estaba decidido a la compra, reparé en «cartucho de externo para tarjeta», un texto mal redactado que podía ser un error pero que llamó mi atención. Me fui a ver la opinión de un cliente y ahí estaba claro que se trata de una simple carcasa, vacía, sin disco que valga. 

Me gustaría saber cuántos clientes han picado en esta oferta, que diría que es involuntaria por parte del vendedor porque su política de devoluciones está contrastada y es fiable. Lo que seguramente ocurrirá es que los que caigan en esta oferta no se molestarán en devolver el producto cuando lo reciban por el engorro que suponen los trámites.


domingo, 19 de noviembre de 2017

peroCIERTO



No podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Tantas horas de trabajo, documentación, correcciones, reuniones con su agente y la editorial… todo un mundo para tenerlo todo a punto y al final, el acabose. Él, que era un autor consagrado, con decenas de libros publicados, con experiencia, bajo el paraguas de una de las mejores editoriales internacionales… no podía estar pasando, no podía estar ocurriendo, no podía estar ocurriéndole a él. 

Tenía multitud de seguidores en la red social Twitter, que atendía a diario empleando mucho tiempo, pero le compensaba. Un escueto tweet, que quería ser cercano, le sacó de sus casillas: un tuitero identificado con el usuario @xxxxxx le citaba en uno de sus trinos y le felicitaba por el libro. Ver para creer.

La editorial se había empeñado, en contra de su voluntad, en anunciar la publicación con meses de antelación. Antes del verano ya andaba insertando publicidad en los medios, cuando la aparición estaba prevista para finales de noviembre; mucho tiempo, demasiado. El libro tendría tirón pues no en vano era uno más de una larga serie que los lectores devoraban y que incluso había llegado a convertirse en película en un par de ocasiones.

Conteniendo la rabia y antes de cualquier acción, procedió a responder a su interlocutor de forma escueta y elegante, a través de la misma red.

Cita de libro aún no publicado. Uhum.

El texto de libro se había filtrado y había llegado a ese lector que le felicitaba, tras haberlo leído supuestamente, estaría bueno. Cabía la posibilidad de que fuera un hecho aislado y la filtración solo hubiera llegado a esa persona, pero su experiencia en el mundo de los ceros y los unos le decía que la cosa iba más allá. Ya hace unos años ocurrió lo mismo con otro autor de renombre, que tuvo que lidiar con el hecho de que su libro, completo y correcto, se filtrara a unas páginas ilegales que permitieron la descarga del mismo con una semana de antelación a la fecha anunciada de su publicación. Ahora le estaba ocurriendo a él. Mala suerte. Poco podía hacer él aunque de cara al futuro intentaría algún movimiento.

Lo primero, una llamada rápida y concisa a su agente para comunicarle lo que estaba ocurriendo y a continuación una reunión urgente con la editorial para poner en su conocimiento el hecho y llegar a determinar lo que podía haber ocurrido. Mil ideas pasaron por su cabeza, porque el manuscrito, ahora una pieza de ordenador, lo había hecho llegar fuera del mundo editorial a unos cuantos amigos de confianza para que le dieran su opinión. Confiaba en todos ellos, pero quién sabe, antaño con las fotocopias era un poco más complicado, pero hogaño los ficheros vuelan y en un instante pueden estar replicados en la otra parte del mundo y caer en lectores electrónicos indeseables.

Algunas veces lo había pensado, pero su desconfianza no llegaba a tanto. Variar algún párrafo en todas y cada una de las copias que facilitaba a amistades y a la propia editorial, de forma que si alguna de ellas llegaba a ser puesta en circulación, al menos sabría de donde había venido la filtración. Se conjuró a hacerlo la próxima vez y eso le llevó a llamar a un amigo experto en informática para que fuera dando una pensada a la forma de hacer esto para ocasiones venideras. Su amigo no se sorprendió de la consulta y le dijo a bote pronto que eso era muy fácil, que había antecedentes de ese tipo de acciones en los años setenta del siglo pasado cuando IBM ganó una querella a FUJITSU por copia ilegal de sus programas, demostrándolo ante el juez al aplicar una plantilla en un texto que dejaba claro quién era el propietario. Una victoria más moral que económica, el daño estaba hecho, pero que dejó constancia de la profesionalidad de IBM y la chapucería de los japoneses, expertos por otro lado y en aquellas épocas en hacer este tipo de enjuagues tecnológicos.

Pero el amigo informático le sugirió que se daría una vuelta por la red a ver si la cosa era individual o había llegado a mayores. Él le agradeció su ofrecimiento y quedó a la espera de la comunicación de sus pesquisas. No tardó ni media hora en recibir la llamada con la información de que ese libro llevaba colgado y disponible en la red desde hacía varios días en un portal ilegal y que cualquier usuario podía hacerse con él de forma anónima, dejando solo el rastro de su dirección IP. Pero lo más seguro es que hubiera accedido a otros muchos contenidos y probablemente no se podría certificar si había obtenido su libro en concreto. Para ello sería necesaria la colaboración de los gestores de ese portal, que utilizaba un sistema llamado de CloudFlare que permitía irle moviendo por varias ubicaciones a lo largo del día y que con toda seguridad estarían lejos del alcance de las autoridades españolas e incluso europeas. En la última hora el portal había estado en Luxemburgo, Bulgaria y Singapur.

La globalización, pensó, muy buena para unas cosas y tremendamente perniciosa para otras. Poco podía hacer. Él, que era un acérrimo defensor desde sus comienzos del libro electrónico, ya estaba cansado de anteriores escaramuzas en la red con los amigos de lo ajeno. Era inútil, un caso perdido, al menos por el momento. Ajo, agua y resina, no quedaba otra. Bueno, sí, esperar al día señalado para la publicación oficial, tanto en papel como en formato electrónico, a ver cómo marchaba la venta de ejemplares, aunque había tenido grandes diferencias por la gestión de los precios con la editorial: mientras que el clásico en papel se vendería al asequible precio de 17,50 euros, el precio del ebook había sido fijado en contra de su voluntad en 12,80, una cantidad que sobrepasaba esos límites no escritos de los 10 euros que otros autores y editoriales manejaban en sus lanzamientos.

Con pocas esperanzas, cuatro días antes de la salida al mercado accedió de nuevo a un conocido portal de venta de libros para comprobar  si sus peticiones de rebaja del precio del libro electrónico habían sido escuchadas. Comprobó con satisfacción que sí al ver el precio establecido en 9,99 euros. Menos excusas para los amigos de lo ajeno.




domingo, 12 de noviembre de 2017

ENVASES



Con los cambios en los usos y costumbres que han sido vertiginosos en los últimos años, nos hemos acostumbrado a que la gran mayoría de productos que adquirimos vengan envasados. Esto facilita el comercio, especialmente en las grandes superficies donde el comprador puede ver y tocar casi todo antes de echarlo al carrito y llevárselo para casa. Atrás quedaron otros tiempos en los que la gran mayoría de las cosas se vendían a granel, como se comentaba en la entrada «ENVOLTORIOS» de este blog hace ya casi una década.

Todo este asunto de los envases trae un mundo a su alrededor. No se trata de empaquetar las cosas en cualquier embalaje, porque la imagen lo es todo hoy en día. Por ello las empresas se esfuerzan e invierten enormes sumas de dinero en hacer llegar sus productos a los compradores en envoltorios atrayentes. Todo un mundo para el marketing y los diseñadores. Todo esto tiene un coste no solo económico sino en una enorme cantidad de desechos que producimos y que van a la basura; los esfuerzos por reciclar esta montonera de residuos son arduos pero probablemente se requeriría mucho menos esfuerzo si se incidiera en la no producción de los mismos.

Con todo este asunto y si no estamos ojo avizor podemos estar perdiendo más dinero del que nos cuesta, no olvidemos que lo pagamos nosotros, el envasado. Hay muchos casos y cada persona habrá anotado los suyos, pero yo me quiero referir a modo de ejemplo a dos concretos.

La foto que acompaña a esta entrada muestra un bote de plástico que contiene crema para la dureza de los pies. No importa la marca porque este sistema boca-abajo se está imponiendo como una comodidad en numerosas cremas y productos, no solo de aseo como pastas de dientes sino también en alimentación como las mahonesas. Una pregunta que me hago es por qué los envases, por lo general, no son transparentes. Hay excepciones, a las que otorgo mi reconocimiento, como por ejemplo una conocida marca de kétchup a la que cito por su transparencia: Heinz. La justificación en el uso de envases opacos está basada en la conservación de los productos, especialmente en alimentación.

Pero volvamos a la crema de pie. Me he molestado en cortar con un cúter el envase de un producto nuevo y he podido comprobar que en este caso y en esta marca el interior está lleno de crema, pero con mucha probabilidad sea debido a que te «regalan» 50 ml. En esta promoción, no creo que fabriquen envases de tamaño diferente para su venta normalizada, por lo que deduzco que cuando el contenido es el normal vendrá una porción llena de aire en lugar de crema. Aunque esto no es lo peor: cuando utilizamos normalmente el producto, llega un momento en que por mucho que apretemos no sale más, solo aire o pequeñas gotas. Me imagino que la gran mayoría de los usuarios arrojarán el continente a la basura sin saber que, en este caso, al menos una quinta parte, un veinte por ciento, de contenido utilizable sigue en su interior. Ventajas o realmente inconvenientes de este tipo de envases. Yo corto con un cúter el envase y sigo disponiendo de crema hasta su completa finalización. No es ni mucho menos una cantidad despreciable esa quinta parte.

Otro ejemplo es el de una conocida marca de chocolate en polvo que lleva entre nosotros decenas de años y que cito como propaganda negativa en este caso: Cola-Cao. Envases enormes, opacos, que cuando son abiertos y nos asomamos a su interior constatamos que casi la mitad está vacío, bueno, lleno de aire. A lo mejor es un poco exagerado hablar de la mitad, pero casi, casi.

Podemos darnos un paseo por nuestras neveras y despensas, mirando los envases con otros ojos. Y aunque no podremos asomarnos al interior de muchos, si podemos hacerlo al abrirlos y ver cuánto de aire y cuanto de contenido real hay en su interior.



domingo, 5 de noviembre de 2017

SEPULTURA



En esta semana se ha celebrado un día dedicado a la muerte y los muertos. Cada cultura o cada religión lo enfoca de una manera diferente pero el trasfondo de la cuestión es recordar de alguna manera que la parca anda siempre alerta y tarde o temprano vendrá a saludarnos y llevarnos con ella. ¿Dónde? He ahí un verdadero dilema que nadie sabe y que ha dado lugar a un montón de especulaciones sobre el destino final de lo que hemos dado en llamar alma, porque el cuerpo se queda aquí en la Tierra para ser pasto de los gusanos o últimamente en nuestro entorno de las llamas, que en otras culturas y lugares, el fuego lleva mucho tiempo haciéndose cargo de la parte material de los que dan por finalizada su estancia aquí.

Hace veinte años por estas fechas, me encontraba yo en Nueva York a la espera de participar en el maratón que tiene lugar anualmente en esa ciudad el primer domingo de noviembre. La tarde noche del 31 de octubre nos desplazamos a la zona conocida como «Village», concretamente en Washington Square, para presenciar un imponente desfile de carrozas, lo que fue mi primer contacto con esa fiesta que ahora ya se ha afincado en nuestra cultura española, sobre todo en los jóvenes, y que es conocida como «Halloween», noche de brujas, noche de muertos o noche de víspera de difuntos. Se trata de una fiesta muy arraigada en el mundo anglosajón y que se ha extendido últimamente a otros países como España como contrapunto a la religiosa fiesta de «Todos los Santos», de amplia tradición española y dedicada más a recordar a familiares y amigos que nos dejaron y no tanto al concepto de la muerte.

El problema fundamental es ese no conocer lo que hay detrás. Hace muchos años me desplazaba yo a mi trabajo en Madrid en el autobús 28 de la E.M.T.-Empresa Municipal de Transportes de Madrid que transitaba por delante del cementerio de la Almudena. Durante varios años veía una pintada en sus muros que rezaba: «Detrás de la muerte no hay nada». Un día, ya digo que al cabo de varios años, alguien contestó: «Y tú qué sabes». Al poco tiempo desaparecieron ambas frases del muro del cementerio.

Culturas muy antiguas como la egipcia tenían una especial sensibilidad por el cuerpo y lo que pudiera haber en el más allá, que al ser desconocido solo admitía especulaciones. Otras culturas posteriores no han incidido de forma tan categórica en la conservación del cuerpo y simplemente ha sido cedido de alguna manera de nuevo a la Tierra sin más consideraciones. También las piras funerarias han formado parte de las formas de acabar con los cuerpos ya sin vida.

Lugares de enterramiento han existido siempre pero de forma comunitaria y con reutilización de las sepulturas por diferentes miembros de la comunidad. Cuevas y fosas naturales, véase Atapuerca, han sido utilizadas también para depositar los cadáveres pero siempre en una solución de temporalidad hasta que la naturaleza diera cuenta de ellos. Los cementerios permanentes, camposantos si son católicos, son un invento relativamente reciente que en España tiene poco más de doscientos años, y que surgieron para evitar la insalubridad que suponía los enterramientos en las iglesias o zonas adyacentes. Ahora se sigue enterrando en iglesias o panteones pero a personas señaladas, de forma muy especial y con todas las garantías higiénico sanitarias. Los cementerios se ubicaron alejados de las poblaciones, pero en la actualidad y dado el crecimiento de las zonas urbanas, muchos han tenido que ser movidos o simplemente han quedado en el interior de las mismas, lo que deja un regusto macabro al asunto. El que un vecino al asomarse a su balcón vea enfrente un cementerio no deja de ser un poco extraño y por lo demás poco agradable, como ocurre por ejemplo en el pueblo madrileño de Galapagar.

Según las estadísticas, en España, dos de cada cinco personas que fallecen optan por la incineración. Los familiares recogen en una urna las cenizas del deudo y decide qué hacer con ellas, desde arrojarlas en una zona de especial significado como puede ser el mar o una montaña, tenerlas en una repisa en el salón o incluso depositarlas en los llamados columbarios que empiezan a aparecer en los cementerios. La Iglesia se ha pronunciado en el sentido de recomendar que los cuerpos sean enterrados mejor que incinerados, pero en caso de optar por la cremación recomienda que las cenizas sean depositadas en sitio sagrado como puede ser un cementerio o iglesia, como una forma de respeto al cuerpo del difunto.

Hay mundos curiosos alrededor de todo esto. Por lo general las personas manifiestan a sus allegados sus preferencias de cómo y dónde ser enterrado o quemado. Es muy corriente querer ser enterrado en el cementerio del pueblo donde se ha nacido y donde ya has comprado tu plaza y tienes todo preparado, incluso habiendo contratado un seguro de deceso de forma que la compañía aseguradora se encargue de todo, incluso el traslado al lugar designado. Pensemos, y conozco casos concretos, que personas que viven a cientos de kilómetros de su localidad de origen quieren ser enterrados en ella, lo que supone un desplazamiento especial, papeleo y unos gastos cuantiosos.

Pero otra cosa que llama la atención y es a la que responden las imágenes de esta entrada es que algunos prefieran ser enterrados lejos de su lugar de nacimiento. Dice una frase, a la que muchos se resisten, que «no se es de donde se nace, sino de donde se pace». Supongo que será por eso que algunos como el general inglés William Wheatley, hace siglos, o el embajador alemán Guido Brunner, más recientemente, decidieron quedarse para siempre en los lugares donde habían vivido los últimos años de sus vidas. Para gustos, incluso después de muertos, hay colores.