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jueves, 30 de diciembre de 2010

SEXOS

En anteriores ocasiones se han publicado en este blog comentarios no realizados por mí, sino remitidos por amigos y seguidores del mismo. En este caso le ha tocado el turno a Miguel Angel, que me ha remitido el siguiente escrito para su inclusión que realizo con sumo gusto. El hecho comentado es de la vida misma y a mí me ocurrió, hasta las últimas consecuencias, hace algunos años. Esta es su aportación sobre el tema.

Me ha ocurrido muchas veces de estar en un restaurante o bar y tener que ir al servicio (o al WC, o al baño, o al aseo) y preguntarme por las indicaciones a cual tengo que entrar. Existen en muchos casos en los que simplemente indican ‘Caballeros’ o ‘Señoras’ y la cosa está perfectamente clara, pero en otros casos hay dibujos llamativos e incluso algunos muy originales para señalar al apropiado y acorde al sexo, pero otros como el último con el que me topado rezaba ‘M’ o ‘H’ y naturalmente existen dos vertientes clarísimas para cada letra: ‘M’ son Macho o Masculino y Mujeres y ‘H’ Hombres y Hembras.

Y mi duda era existencial, si me equivoco y llega alguien del otro sexo supongo que me diría: "hombre, ha entrado Vd. donde pone M de Mujeres", o bien, "ha entrado Vd. donde pone H de Hembras", y yo me callaría porque quiero llegar a viejo y no discuto por tonterías como esas.

Pero evidentemente me corroe mi interior el que las personas no piensen un poco en los demás, y en este caso, completen el letrero de la M con ujeres o achos y el de la H con ombres o embras para que los mortales que de vez en cuando nos da por pensar, no tengamos esas dudas tan existenciales.

Después de eso, recordé que en el DNI figuraba el sexo y miré mi DNI, esto es lo que figura en el actual:








mientras que el anterior figuraba







Antes era un Varón del sexo masculino y ahora mi sexo es simplemente Masculino por lo que ¿debería haber entrado en la ‘M’?.

Para completar el experimento he visto lo que pone el DNI de mi mujer, en el actual (DNI Electrónico) pone ‘F’ y en el anterior M-F (entiendo que Mujer-Femenino).

Resumen de la historia, para aquellos establecimientos públicos con servicios, aseos, baños, WC, o como queramos denominarlo, que por favor cuiden que la señalización de ambos sexos no nos lleve a confusiones, que suelen ser desagradables, y en ningún caso pongan M o H como máxima distinción, y tampoco C o S que, aunque claramente parece significar Caballeros y Señoras, ya escuché yo algún comentario de alguna jovencita que para ella significaba Chicas y Señores.

Entiendo que el ‘Ellos’ y Ellas’ también es admisible, incluso ‘Gentlemen’ y ‘Ladies’, dado que estamos ya muy internacionalizados, pero por favor, nunca H y M.

Pensando en transmitir mis sensaciones inciertas, en alguna otra ocasión, intentaré mostrar gráficamente algunos de estos casos que me surjan.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

TECNOLOGIA


Algunas veces me he parado a pensar el grado alto en el que la tecnología está entrando en nuestros hogares. Voy a entender por tecnología el uso de aparatos más o menos sofisticados, con componentes electrónicos y con un grado variable de complejidad en su uso. Unas tijeras serían un aparato mecánico mientras que un molinillo de café sencillo sería un aparato mecánico-eléctrico que no necesita de instrucciones para ser manejado. Pero los aparatos que inundan nuestras casas hoy en día distan mucho de esta pretendida sencillez. Ya no se trata de una inundación, sino de una invasión a la que difícilmente podemos resistirnos.

Recuerdo una viñeta del genial Forges en la que aparecía una persona sentada en el sillón y a su alrededor empezaban a sonar un montón de pitidos que le volvían loco. ¿Nos ha pasado esto alguna vez? No he conseguido encontrarla y he encargado a mi hija que haga una, está en ello, aquí un adelanto, pero no quería retrasar más esta entrega.

Si me retrotraigo a las estancias de la casa en mi niñez, recuerdo pocos elementos o ninguno que se salieran del ámbito de la mecánica. La casa ni estaba en la capital ni tampoco en un pueblo perdido, pongámosla como término medio de aquella época, a mediados del siglo pasado. En un piso pequeño vivíamos siete personas, ya se sabe, a base de literas en las habitaciones. Por no haber no había ni frigorífico, cumpliendo su función un cajón con alambrera denominado fresquera que daba al patio en la parte más fría de la casa. La cocina se alimentaba a base de carbón y astillas compradas en la carbonería del barrio. El resto de componentes eran la vajilla, los cubiertos, los vasos y los utensilios de cocina guardados en la alacena. Todo estático o como mucho mecánico, pues si queríamos machacar unos ajos el sistema era ponerlos en el almirez y atizarlos una y otra vez hasta deshacerlos. Cuando al cabo de algunos años apareció por la cocina la famosa bombona de butano, surgió un elemento un poco más sofisticado cual era el calentador que suministraba agua caliente para fregadero y ducha, un gran invento situado en el cuarto de baño. La sofisticación de aquellos calentadores se reducía a su encendido y apagado y poco más. Hay cachivaches en la casa que llevan con nosotros un tiempo, como el frigorífico pero cada vez es menos un cajón que se dedica a enfriar y conservar los alimentos. Ya están dotados de programas, zona de congelación, evaporación automática y no será extraño ver en el futuro eso que nos anuncian de que ellos solitos van a ser capaces de conectarse a Internet y encargar directamente al supermercado los alimentos que vayan faltando.

Y si pasáramos a otra de las dependencias de la casa, el cuarto de estar o comedor, que no salón, para que vamos a contar. Lo único que recuerdo es una radio, de aquellas de válvulas, donde oíamos los seriales de “Los Porreta”, “Matilde Conesa, Perico y Periquín” o “Ustedes son formidables”. Poca enjundia tenía manejar la radio. Al poco apareció la televisión, en blanco y negro, con dos canales y también poco que aprender para manejarla. Y en las habitaciones o dormitorios de la casa, nada de nada, todo lo más un reloj mecánico de esos con dos campanas encima que te hacían dar un brinco en cuanto llegaba la hora estimada.

Lentamente, de forma continua, los cambios han sido vertiginosos. Y tenemos la casa llena de aparatos que manejamos como podemos, usando muchas veces pocas de sus funciones y posibilidades, si bien de alguna manera cada persona de la casa hace una utilización diferente según sus necesidades y en caso de necesitar algo llama a quién entiende, se supone, algo más. Volviendo a la cocina encontramos allí un sinfín de cacharros llenos de electrónica y mandos incluso a distancia que nos hacen la vida más agradable pero que nos obligan al esfuerzo de aprender a manejarlos. Poner la lavadora no es tan sencillo, no digamos el lavavajillas o el horno microondas o convencional. Pero esto no es todo, ya que por allí puede haber un robot de cocina, una aspiradora que recorre solita la casa, una heladera, una báscula electrónica de pesado de alimentos o un avisador que solo programarle te echa para atrás. No nos olvidemos de la licuadora, picadora, peladora automática de patatas o incluso una freidora eléctrica, además de que el fuego de la cocina se ha transformado en una placa eléctrica de calor por inducción en la que podemos poner la mano encima sin quemarnos aunque esté encendida y las planchas ya se han convertido en centros de planchado. Y por si fuera poco quizá pueda haber algún animal doméstico, como un conejito, cuya jaula pudiera estar dotada de un alimentador automático programable para no tener que acordarse todos los días de ponerle de comer.

Si nos vamos al salón, los aparatos que lo pueblan componen un grupo que solo de pensarlo da mareos. Y cada aparato es un mundo a la hora de manejarlo. Los libros de instrucciones, que leemos por encima en el momento de la compra, llegaron antaño a ser bastante voluminosos y hogaño ni siquiera acompañan a los aparatos y los tenemos que consultar en un CD en el ordenador o en Internet. Una “sencilla” televisión actual requiere todo un curso para ponerla en marcha y algo más si se la quiere sacar partido. No digamos ya un disco duro multimedia o una cadena de sonido. Imposible de conocer cómo funcionan a fondo además de tener un carrito de mandos a distancia que no atinamos a coger cuando nos hace falta.

Dejo para el final el rey de los aparatos de la casa: el ordenador personal. Nacido en 1980, es ya compañero y en más de una unidad en muchos de los hogares, cuyos miembros dedican varias horas al día a interaccionar con él viendo correos, consultando el saldo de las cuentas o simplemente escribiendo en un blog como este. ¿Dónde quedaron las máquinas de escribir, mecánicas, y su papel carbón para hacer copias? Manejar un ordenador, a nivel usuario, puede ser relativamente fácil, pero es un mundo complejo al que alguien de la casa, o algún vecino, tiene que dedicarle muchas horas para saber instalar programas, adaptarlos, configurar el “router” o el correo electrónico o simplemente arreglar algo que no funciona como debiera. En este terreno se han generado, lo digo por mi caso, no pocas enemistades, de amigos que me llaman para que vaya a tomar una cerveza por su casa y de paso ….. le “eche” un “ojo” al ordenador que no funciona. Un amigo mío cuenta un hecho real en relación con esto. Le insistía a este amigo su mujer de que bajara a echar un vistazo al PC de la vecina del 5º porque no le funcionaba el correo electrónico. Tras muchas reticencias, bajó y le apañó como pudo el gestor de correo. A la semana siguiente el mensaje y la petición eran otras: “que dice la vecina que desde que la tocaste el ordenador ….

Como seres pensantes, evolucionamos y adaptamos los avances a nuestra mejora en la calidad de vida. Pero en todo tiene que haber una mesura y nuestra casa debe ser un remanso de paz donde no nos sobresalte un pitido por aquí y otro por allá, donde no nos cree angustia y ansiedad el poner a grabar un determinado programa de televisión, donde asumamos las averías de los aparatos como situaciones lógicas y normales. Cada vez es más necesario buscar el equilibrio entre lo natural y lo tecnológico y no olvidemos que fregar la vajilla a mano es un momento que podemos utilizar para la reflexión.

sábado, 18 de diciembre de 2010

COSECHA


Se recoge lo que se siembra, aunque es imposible saber a ciencia cierta lo que obtendremos en el futuro pues, por mucho que nos esforcemos, tendrán lugar situaciones ajenas a nuestra voluntad que nos pueden arruinar la recolección. Esto va de niños y niñas, futuros hombres y mujeres, y son tres pequeñas historias de situaciones observadas que me dan que pensar.

La primera historia tuvo lugar esta misma semana. Ocurrió en un colegio profesional en el que se celebraba una fiesta de entrega de premios y regalos para niños de 0 a 12 que habían participado en un concurso de felicitaciones de navidad. Aclaro lo de colegio profesional para que se deduzca que los padres de los niños, o al menos uno de ellos, tenían formación universitaria. Pero el conocimiento no lleva consigo educación. En una pared de la sala estaban preparadas unas mesas con un aperitivo para el final de la fiesta. Comenzó la fiesta con la actuación de un payaso. Los niños estaban sentados en el suelo y los padres en sillas alrededor de la sala. Instantes después de empezar la actuación, una niña de las más mayores se levantó, se dirigió hacia una mesa, abrió una servilleta y la “cargó” de patatas fritas y cortezas. Volvió a sentarse y se dedicó a comer su “botín” mientras seguía atendiendo la actuación. Nadie dijo nada. Pero como era de esperar, cuando acabó se levantó de nuevo y fue a por más. Nadie dijo nada, pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. El resto de los niños aunque no todos, primero en forma de goteo y luego en masa se levantaron también. No solo los niños sino algún padre debía tener hambre y se hizo su viaje a por sándwiches. El revuelo era continuo y el pobre payaso se desesperaba por continuar con su actuación. Aunque se puede suponer, no dejé que mi hija se levantara a hacer su recolección. Finalizada la actuación tuvo lugar la entrega de los premios y a continuación…. ya no había nada que comer, solo la bebida. Los reproches de mi hija no se hicieron esperar y me costó no poco trabajo convencerla de que había hecho lo correcto, por respeto al payaso que estaba actuando y a los demás, aunque se quedara sin su parte.  

La segunda historia es en cierto modo parecida. Mi hija ha participado en un concurso de relatos titulado “Sucedió en el metro” patrocinado por Metro de Madrid que consistía en una historia real o inventada que hubiera tenido lugar en el metro. Aunque había utilizado el metro en algunas ocasiones, la llevamos de nuevo para ambientarla y luego, también en metro, para entregar la historia. La niña se quedó, y lo apuntó, con la copla de que el día 15 de diciembre publicarían los resultados en la web del metro. Estamos a 18 y todos los días desde el 15 me ha preguntado y hemos buscado sin éxito esos resultados. La niña está un poco decepcionada porque no entiende que si han dicho una cosa, y más a un niño, no la cumplan. Mandé una petición al servicio de atención al cliente y me han contestado por correo electrónico dándome un teléfono de información para que llame y pregunte. Por supuesto ni me he molestado.

La tercera historia es más de lo mismo. Un concurso de cuentos infantiles patrocinado por la biblioteca de un pueblo. Las bases estaban claras y decían que los cuentos deberían ocupar como máximo ocho caras de cuatro folios doblados por la mitad, un tamaño que más o menos conocemos por cuartilla, que debían estar escritos a mano por los niños, que el tema era libre, etc. etc. Preparé a mi hija el cuadernillo y se esforzó en escribir una historia de piratas y princesas titulada “Historia de un rapto” que presentó personalmente a concurso. Cuando llegó el acto de la entrega de premios no pudimos quedar más decepcionados al ver que el premio de su categoría de edad se había concedido a un cuento rimbombante que desde la distancia se podía ver que no cumplía ni por asomo las bases, al tratarse de un tamaño folio o más grande, enmarcado en una cartulina cosida con lacitos y, aunque no lo puedo asegurar ya que lo vi en la distancia, al menos la portada impresa con ordenador. Inmediatamente mi hija me hizo la pregunta correspondiente: ¿no había que presentarlo a tamaño cuartilla?. Los mayores tenemos otro sentido y lo único que se ocurrió en ese momento es marcharme de allí inmediatamente para no ceder a la tentación de montar un numerito, que por otra parte se habían merecido. A los pocos días pasé por la biblioteca, hablé con la directora, y me contó cincuenta mil excusas, que si la culpa había sido de una profesora que no había leído bien las bases, que si esto que si lo otro. La hice ver el impacto negativo que había causado en mi hija al observar que no se habían cumplido las normas. Al año siguiente vamos a llevar un cuento no a tamaño folio sino a tamaño camión, a ver qué pasa y con qué cuajo rechazan su admisión. Evidentemente se va a notar el tufillo de protesta y no le darán el premio pero al menos mi hija y yo nos daremos el gustazo de ver la cara que ponen y escuchar sus argumentos. Quién siembra vientos solo puede esperar recoger tempestades.

La educación de los niños es un tema delicado y no baladí. Pero situaciones como estas, y otras muchas que se pueden observar a poco que nos fijemos, no auguran un futuro en el que la educación y las buenas formas sean lo normal y no la excepción. 

sábado, 11 de diciembre de 2010

PAPYRE


Las relaciones de amor entre las personas y las cosas suelen tener sus altibajos a lo largo de su devenir en el tiempo. Lo que generalmente ocurre a su finalización, si esta es relativamente violenta, es que pasan de ser de odio intenso.

Hace un año por estas fechas yo contemplaba el mundo de los libros electrónicos, e-books, desde la lejanía. Ávido lector de siempre, no creía que hubiera llegado el momento de aventurarse por esos derroteros. Una de las cosas que he aprendido ya de muy mayor es a saber utilizar de forma comedida las experiencias de los demás. Cuando niños, por mucho que nos digan las cosas, hasta que no las experimentamos y sufrimos en propias carnes no aprendemos de verdad. No hay nada como tener a una persona de la que fiarse que te cuente su experiencia en un determinado tema para empezar tú en ese tema casi desde el punto en que tu amigo te ha dejado.

Mi buen amigo Miguel Angel había realizado un estudio del mundo de los lectores digitales existentes en el mercado y atendiendo a una serie de consideraciones tenía en sus manos y me mostró el PAPYRE 6.1. Todos estos estudios se pueden consultar en los inicios del blog  http://alqs2d.blogspot.com/  que Miguel Angel creó hace un año y en el que se han comentado a lo largo de todo este tiempo las excelencias y bondades de los lectores digitales en general y de este modelo en particular. Por otro lado, cuando he sido preguntado por amigos, familiares e incluso gente que viajaba en el metro a mi lado y que no conocía de nada, no he tenido por menos que contar las bondades y lo mucho que ha cambiado mi vida este nueva forma de poder leer. Como decía al principio, una relación de amor intensa, porque el 6 de  enero de este año, los Reyes Magos me dejaban en mi zapato este aparato.

Sigo teniendo relación de amor con los libros digitales en general, pero con este modelo, Papyre 6.1 en particular, se ha vuelto de odio. Como ya he comentado con anterioridad, este blog me sirve a mí como documentación, por lo que voy a consignar aquí a continuación una serie de hechos ocurridos en relación con este tema. Luego las consideraciones. Como dice otro buen amigo, Félix, los hechos son contundentes, han sucedido y no son discutibles en sí. Pueden tener interpretación, pero eso es otra cosa.

06-ENE-2010
Los Reyes Magos me dejan un Papyre 6.1. Pongo mi primer libro “Juliano el Apóstata” de Gore Vidal al que seguirá “Aurora Boreal” de  Assa Larson
11-ENE-2010
Tras haber leído la noche anterior, dejo el Papyre encima de mi mesa de trabajo. A la mañana siguiente aparece con la pantalla a rayas y no funciona. Le llevo a El Corte Inglés, donde los Reyes Magos lo habían adquirido junto con su ticket de compra.
23-ENE-2010
Me avisan de El Corte Inglés que pase a recoger un Papyre nuevo. Lo único es que no le tienen en color negro y me dan el único que tienen, color rosa. Están esperando que lleguen nuevos pero yo decido no esperar y me llevo el rosa.
ENE a OCT
Leo y disfruto leyendo un total de 37 libros en el lector. Son miles y miles de páginas, muchas más en papel que en el lector, donde según el tipo de letra que empleemos el número de páginas varía. Por ejemplo, en el último libro Ken Follet, 1027 páginas impresas se convertían en cerca de 1700 en el lector electrónico.
29-OCT-2010
Acabo de leer, bloqueo el PAPYRE y lo dejo encima de la mesilla.
30-OCT-2010
Al levantarme, la pantalla está con rayas, tal y como se puede ver en la imagen que acompaña a esta entrada.
02-NOV-2010
GRAMMATA, empresa ubicada en Granada  que comercializa el Papyre  me informa del procedimiento de envío a su servicio técnico a través de un servicio de mensajería (NACEX).
03-NOV-2010
Confirmo telefónicamente que se ha recibido el aparato en GRAMMATA.
09-NOV-2010
Me informan de que el aparato ha sido remitido a un “Técnico Externo”
15-NOV-2010
Está en proceso, sigue en el técnico externo, sin contestación de este. Les hago ver que no me cuenten historias de técnicos externos, son temas internos suyos que a mí no me interesan, yo hablo con Grammata.
18-NOV-2010
NO SABEN NO CONTESTAN. Posible falta de repuestos hasta la semana que viene.  “PREVEN” que la  reparación esté finalizada  LA SEMANA QUE VIENE
24-NOV-2010
Sigue igual. No me pueden decir nada. Quedan en contactar con el Dpto Técnico y llamar.
Siempre me dicen que no me preocupe, pero no me llaman.
25-NOV-2010
Hablo con la misma persona que hablé ayer, se disculpa 20 veces por no haberme llamado y me insinúa QUE ES POSIBLE QUE LA AVERIA NO LA CUBRA LA GARANTIA  INAUDITO. Vaya funcionamiento de un Servicio Técnico, decirme esto 22 días después de recibir el aparato.
Recibo llamada y me dice que todo está en manos del técnico externo. Ha reclamado que le den una contestación que espera recibir mañana. Llamar el lunes
29-NOV-2010
Hay “algo raro” y quedan en devolverme la llamada en cuanto contacten con su servicio técnico, pero por supuesto NO ME DEVUELVEN LA LLAMADA a lo largo del día.
30-NOV-2010
Me dicen que no me llamaron ayer  porque no pudieron hacer la gestión por la tarde. Me dejan en espera para consultar con Soporte Técnico. Tras un rato de espera me informan que sigue retrasado POR FALTA DE PIEZAS. No me dicen CUANDO, NO HAY PLAZO.
02-DIC-2011
Me comunican de forma oficial que se trata de ROTURA DE PANTALLA que no AVERIA  y por lo tanto NO ESTA CUBIERTA POR LA GARANTIA  y que debo aceptar el presupuesto de 98 euros para arreglarlo. Les he dicho QUE NO y que me devuelvan el aparato como esté, estropeado. Mando un burofax a la empresa manifestando mi disconformidad con estos procedimientos.
11-DIC-2010
Todavía no me ha llegado el Papyre. Llamaré el lunes a ver qué pasa, menos mal que no es un “902-todos-nuestros-operadores-están-ocupados”, pero realmente no me corre prisa tener el aparato estropeado en mis manos.
He vuelto al papel. Me noto que leo menos, mucho menos. En papel tengo menos oportunidades de leer e incluso yo mismo me noto que me cuesta acarrear los libros, sobre todo el voluminoso de cerca de 900 páginas que estoy leyendo. Mi relación de amor sigue con los libros electrónicos pero tras este primer divorcio forzoso, me he vuelto una persona cautelosa y sobre todo DESCONFIADA. Si dejando el libro encima de una mesa al día siguiente aparece roto …… ¿Cómo sé que no me va a volver a pasar mañana otra vez.? ¿es cosa del Papyre que es malo o de todos en general? ¿está la tecnología de la tinta electrónica lo suficientemente desarrollada o todavía le queda un hervor? ¿de tanto leer he quemado el dispositivo? ¿hay que esperar todavía un tiempo? ¿sería mejor derivarse a un “tablet” a pesar de su pantalla retroiluminada pero con más tiempo en el mercado?

Estas preguntas quedan en el aire así como la interpretación de la “bondad” o “maldad” del servicio técnico de Papyre. Cada cual puede sacar sus conclusiones y obrar en consecuencia. 
Yo tengo que hacerme de nuevo con un lector pero tengo mis serias dudas sobre cual elegir y lo que me temo es que estas dudas no las voy a resolver fácilmente tras esta experiencia amorosa truncada.

martes, 30 de noviembre de 2010

PUBLICIDAD

Tengo que reconocer que últimamente me estoy aficionando demasiado a los dichos y refranes populares, que por lo general suelen tener detrás unas grandes dosis de razón y sabiduría. Hoy me viene al pelo aquel de  “Donde no hay publicidad, resplandece la verdad”.

Esta frase era característica de una revista que se llamaba “La Codorniz” y que las personas con cierto número de años cumplidos recordarán. Se caracterizaba por su mordacidad y por su independencia. A medida que ha ido pasando el tiempo y el abanico publicitario se ha ido abriendo a numerosos medios, no solo prensa, radio y televisión, este dicho se nos muestra como tremendamente veraz.

La mejor publicidad es la que no existe, la que se experimenta en propias carnes o se pasa de boca en boca de unos a otros a base de experiencias personales. Bien es verdad que tendemos a comentar y maximizar los fallos y las cosas negativas y no tanto a hablar y comentar lo bueno, porque muchas veces queda sobreentendido que es lo normal y lo que tenía que ser. Por lo general suelo hacer bastante poco caso de la publicidad porque tengo la sensación, mas cierta que incierta, que las dosis de engaño y tergiversación están aumentando como la espuma.

Lo mejor es un ejemplo. No he ido a nadie hablar bien de los servicios de atención telefónica, ahora todos son vía teléfono, a usuarios de la mayor compañía de comunicaciones de este país. Por circunstancias que no vienen al caso hace tiempo no tuve más remedio que caer en sus redes en mi contrato de telefonía móvil. Nunca me acostumbré a los innumerables rollos publicitarios en cuanto a los horarios, los números frecuentes, los favoritos, el consumo mínimo y ciento cincuenta mil zarandajas que continuamente me comunicaban. Tenía más o menos claro en aquella época que con mi tarifa debería llamar a partir de las cuatro de la tarde y eso hacía. Ya lo he comentado anteriormente en este blog: un día llegó una letra pequeña en la factura comunicándome que me cambiaban drásticamente las condiciones. Menos mal que lo ví y llamé inmediatamente para darme de baja, a lo que me contraofertaron diciéndome, engañándome, que me mantenían mis condiciones anteriores durante un año, cosa que no cumplieron como pude comprobar a toro pasado al recibir la siguiente factura. “No consta nada de esa prórroga” me decía y repetía la operadora del departamento ese “todos nuestros operadores están ocupados”...

La letra pequeña es importante porque hoy día las cosas no son como parecen. Especialmente las grandes compañías como bancos, aseguradoras, eléctricas, suministradoras de gas, automovilísticas, etc. etc., esas que tienen una gran proyección nacional e internacional y que son las que debían de jugar limpio, no siempre lo hacen bordeando  la legalidad en la letra pequeña, y abundante, de sus contratos. Las comisiones no son como parecerían, las tarifas no son lo que uno pensaba, las garantías no cubren lo que parece que debe cubrir una garantía “normal”, las lecturas de los contadores pueden ser “estimadas” y “reales” y en función  de ello las facturas son diferentes y casi siempre a favor de ya-se-sabe-quién, etc.. etc.

La publicidad trata de engancharte y que tomes decisiones anticipadas aún sin tu saberlo. Hermosa fotografía de un coche en la prensa donde aparece debajo un precio fantástico. Lo ves y ya tomas la decisión de comprarte el coche, por ese dinero que dice que cuesta incluso te comprarías dos o dos y medio. Pero luego hay que leer con detenimiento: el precio lleva un “asterisco” que debajo en letra casi ilegible indica que ese es un precio “desde”, que poco más o menos se aplica al modelo que viene sin ruedas, sin asientos y que solo quedan dos unidades en un pueblo perdido de Ciudad Real. Además, se explica también que el coche que aparece en la fotografía no tiene nada que ver con el modelo ofertado y que las llantas de aleación no son posibles en la gama inferior.

Esto en modelos de automóvil pero parecido o similar ocurre en el mundo de los viajes. Desde poderte ir casi gratis a Egipto o San Petersburgo a la cruda realidad que constatas cuando ya tienes la boca hecha agua y te diriges a la agencia donde te hacen comprobar que “no es oro todo lo que reluce” y ese viaje por el que suspirabas existe pero a un coste y a unas condiciones tremendamente diferentes de las que tu habías imaginado.

Mi tendencia es a no creerme lo que en principio parece que me transmite el anuncio. Leerlo con cuidado y al final no hacerme ilusiones antes de intentar llevar a cabo una apetencia. Así  se consiguen menos desilusiones. Afortunadamente el mundo de Internet nos permite, dedicando tiempo, acceder a información que hay que saber escoger y contrastar pero que está al alcance de la mano, así como desarrollar una cierta intuición a la hora de tomar decisiones. Por poner un ejemplo, hace muchos años me tuve que preparar un viaje por Escocia y no quería hacerlo por agencia de viajes, con lo que tuve que sufrir las conversaciones telefónicas directas con las casas de «Bed and Breakfast», enviar talones conformados de pago por correo, comprar los billetes del ferry vía teléfono ….Hoy día todo eso y mucho más se puede hacer a golpe de ratón sentado ante una pantalla y conectado a Internet. Las agencias de viaje tienen que moverse y ofertar verdaderos servicios interesantes, fiables y comprometidos porque si no los clientes, a medida que pase el tiempo, se abstendrán de acudir a ellas y se lo harán todo por su cuenta. Cada vez conozco a más gente que se lo hace todo desde casita y a través de canales informativos más o menos fiables y que van ganado adeptos con el tiempo a base de poca publicidad y mucha efectividad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

POLITICOS

Nunca han estado más en el punto de mira las miríadas de personas que han hecho de la política una profesión, bien remunerada pero últimamente mal considerada por los líos y tejemanejes que se van descubriendo y los que se atisba que pueden existir aunque no lleguen nunca a ver la luz. No me han gustado y siempre me he mantenido alejado de estos entresijos. Solo recuerdo un pequeño acercamiento hace muchos años cuando ....  

No es uno de mis sitios preferidos este blog para comentar los libros, que ya hay otros afines, como http://alqs2d.blogspot.com/ donde se hará el comentario cuando se termine de leer. Pero este blog es también una especie de base de datos de mis vivencias, eso sí, compartidas con no se sabe quién que puede estar leyendo esto en cualquier parte del mundo. Por y pese a ello me voy a conceder la licencia de incluir aquí, para mi recuerdo, un par de textos extraídos del libro titulado “Un Hombre” de Oriana Fallaci, publicado a finales de los años setenta pero que se me antoja de rabiosa actualidad ahora y para siempre.

Narra la vida de un griego de nombre impronunciable, Alexandros “Alekos” Panagulis, comenzando en su etapa de activista con atentado, su paso por las peores cárceles de Grecia en la época de los coroneles donde no fue fusilado de forma milagrosa, hasta convertirse en político “de partido” y morir pronto…asesinado. Un relato arduo, intenso, profundo, de temor, terror y resistencia, que parece tan lejano pero a la vez puede estar a la vuelta de la esquina en cualquier parte de este mundo inestable en el que vivimos y pasamos de la gloria a la miseria de un día para otro.

En el primer relato, Alekos está permanentemente esposado e incomunicado en una celda desde hace mucho tiempo. De vez en cuando, un escarabajo, de nombre “Dalí”, le visitaba. Luego resultaría aplastado bajo la bota de un carcelero.

“Sin embargo, no eran estas cosas las que te exasperaban, sino la soledad, el aislamiento. No tenías la menor idea de lo que sucedía más allá del recinto amurallado, y en cuanto a la misma prisión, ni siquiera sabías cuantos detenidos albergaba y quienes ocupaban las celdas adyacentes. Las únicas personas en las que posabas los ojos eran los centinelas que acudían con la comida o a vaciar el orinal y tanto si los saludabas como si los insultabas, no abrían la boca para hablar contigo. Les había sido prohibido, y para oir el sonido de una voz que no fuera la tuya, debías perseguir el eco de un altercado o de una canción. Aquel silencio obstinado te destrozaba los nervios y, a veces, te hacía añorar el interrogatorio y Egina. La muerte se afronta, te decías, las torturas se sufren; el silencio , no. De momento, parece que no sea un mal, que incluso sirva para pensar mejor y más, pero pronto te das cuenta que con él piensas menos y peor porque el cerebro, trabajando exclusivamente con la memoria, se empobrece. Un hombre que no habla con nadie y a quién nadie habla es como un pozo al que no alimenta ningún manantial; poco a poco el agua que se estanca en él se pudre y se evapora. De vez en cuando hablabas a una mancha en la pared. Puede ser una gran compañía un mancha en la pared, porque se mueve, sus contornos no son nunca los mismos, de continuo se apartan y ora te regalan un objeto, ora un cuerpo, tal vez el rostro de un amigo o el cuerpo de una mujer deseada, Y hablas con esa mancha como con el escarabajo. Pero hay una gran diferencia, admitámoslo, entre una mancha en la pared y un escarabajo; cuando establecías la comparación, sufrías. ¡Echabas tanto de menos a Dalí, el escarabajo!. Lo echabas de menos hasta el punto de inducirte a dudar de tu salud psíquica: un hombre puede llorar la muerte de un perro, de un gato, pero no la muerte de un escarabajo. ¡Y cuanto anhelaste ver aparecer otro!. Durante días …

En el segundo relato de habla comparativamente de políticos y directivos de empresa.

Un partido funciona como una empresa, como una industria donde el director general (el líder) y el consejo de administración (el comité central) detentan un poder inalcanzable e indivisible. Para detentarlo precisan solo de “managers” obedientes, empleados serviles, “yes-men” o sea, los hombres que no son hombres, los autómatas que dicen siempre que sí, En una empresa, en una industria, el director general y el consejo de administración no saben qué hacer con las personas inteligentes y provistas de iniciativa, con los hombres y las mujeres que dicen no, y ello por un motivo que supera incluso su arrogancia; en efecto, pensando y actuando, los hombres y las mujeres que dicen no, constituyen un elemento molesto y de sabotaje, echan arena en los engranajes de la máquina, se convierten en piedras que rompen los huevos del cesto. En una palabra, la estructura de un partido y de una empresa es la de un ejército donde el soldado obedece al cabo, que a su vez obedece al sargento, que a su vez obedece al capitán, que a su vez obedece al coronel, que a su vez obedece al general que a su vez obedece al estado mayor que a su vez obedece al ministro de defensa; curas, monseñores, obispos, arzobispos, cardenales, curia, papa. Ay del iluso que cree aportar una contribución personal con la discusión o el intercambio de puntos de vista: termina expulsado o lapidado, como corresponde a quién no es capaz de comprender o finge no comprender que en un partido, en una empresa, sólo se permite discutir sobre órdenes ya dadas, sobre opiniones ya decididas. Con tal de que, se sobreentiende que la discusión no ignore los dos sagrados principios: obediencia y personalidad.

Aquí quedan estos textos para que cada uno reflexione. Al menos en nuestra esfera personal no necesitamos que nadie nos autorice a pensar de determinada manera.



lunes, 15 de noviembre de 2010

NEPOTISMO


En las pocas ocasiones en que leo, o más bien ojeo, la prensa diaria, una de las secciones que más llama mi atención es la de “Cartas al Director. Sin bien se publican pocas y estas son escogidas según los criterios editoriales del diario en cuestión, las opiniones vertidas por la gente de a pié siempre aportan nuevos puntos de vista sobre temas de actualidad. En uno de los diarios gratuitos de hoy aparece una carta titulada “El favoritismo del progenitor” en la que se alude al caso de haber sido nombrada directora general de un banco en otro país a la hija del director general del banco matriz en este. A tenor de lo indicado en el diccionario, a este caso no le sería de aplicación estricta el concepto de nepotismo, ya que no se refiere a la “cosa” pública, al tratarse de una empresa privada. Apostillaría yo que privada para unas cosas y para otras no tanto, aunque en este caso el banco objeto de la noticia ha demostrado su solvencia y buena salud y no ha tenido que acudir a las ubres de mamá estado, como han hecho otros y siguen haciendo con uniones, fusiones u otras operaciones de cirugía financiera que consiguen que la cosa siga igual o parecida, hasta la próxima crisis.


Nepotismo o asimilado, la carta acaba con una frase que me ha hecho recordar mis inicios laborales en una caja de ahorros. La frase en cuestión es “Es una pena comprobar que en temas como este seguimos en la España de los setenta”.

Por la primavera de 1972 estaba acabando mis estudios de COU y no tenía muy claro si iba a poder seguir estudios universitarios, pues la situación familiar, en su aspecto económico, no era la más adecuada. Si bien yo laboraba compaginando con mis estudios de bachillerato desde hacía cuatro años y aportaba algo al sustento familiar, el esfuerzo que hubiera supuesto mi formación universitaria hubiera sido excesivo. Me enteré de que estaban convocadas para después de verano sendas oposiciones para auxiliar administrativo de banca y caja de ahorros. Decidí ponerme al día a toda prisa en los programas de esas oposiciones, entre los que recuerdo haber estudiado contabilidad, métodos bancarios, matemática bancaria, geografía, política y cosas tan curiosas como aprenderme de memoria los “Veintisiete puntos de la Falange de Jose Antonio”. Creo recordar que eran veintisiete o un número similar y entraban el programa de oposición de la caja de ahorros. Era otra época.

Tras un verano intenso aprobé las dos oposiciones a las que me presenté: una era para el Banco Español de Crédito, a la que renuncié y la otra era para una caja de ahorros, que aprobé aunque nunca lo hubiera creído si en esa empresa o entidad hubiera imperado el favoritismo al que alude la carta al director en su último párrafo. Más bien fue todo lo contrario.

Ni yo ni mis familiares conocíamos a nadie en la dirección de la caja que nos pudiera “enchufar” según el vulgo decía y sigue diciendo. La única plaza ofertada era para la oficina de un pueblo y nos presentamos veinte candidatos al concurso oposición. La primera decepción fue el comprobar que seis de los aspirantes ya eran empleados de la caja de ahorros, dos de ellos botones y los otros cuatro auxiliares administrativos. Al preguntarles poco más o menos acerca de qué hacían allí, me contestaron que la caja, su empresa, les obligaba a presentarse a la oposición, y sin ninguna mejora de puntos, simplemente para trasladarse de oficina. Es decir, ya eran auxiliares administrativos de oficina pero la plaza ofertada les venía mejor por distancia o por otras consideraciones. La verdad es que aún con la perspectiva de hoy día, esto parecía un poco extraño, cuando menos, exagerado.

Más extrañado quedé cuando obtuve el primer lugar en la oposición y por tanto la plaza fue para mí, empezando a prestar mis servicios con fecha 2 de octubre de 1972 en una oficina en la que estábamos tres personas: el jefe, un botones y el que suscribe. Como puede deducirse, todos estos hechos son lo más alejado a lo que pudiéramos llamar favoritismo en la concesión de la plaza. Fue un examen legal y o bien tuve más suerte o bien me había preparado mejor que el resto.

Pero aquí no quedan mis recuerdos ni mi extrañeza. Cuando fui avisado y me presenté en el departamento de personal, que ahora sería de recursos humanos, a pasar el reconocimiento médico y firmar el contrato, la sorpresa fue mayúscula. Han pasado casi cuarenta años pero lo recuerdo con una viveza tal que parece que estuviera ocurriendo ahora mismo. Me recibió personalmente el jefe de personal que era Dn. Eloy Rivas Fresnedo, me dio la enhorabuena y me dijo que las recomendaciones y enchufes estaban fuera de lugar en esa entidad y que por ello me felicitaba en la confianza de que había ganado la plaza en buena y limpia lid. Más adelante supe que los empleados le conocían con el sobrenombre de “el zorro plateado” por su abundante pelo ya canoso y su astucia sin par.

Un año después los métodos seguían igual. Se convocó una oposición interna de nueve plazas para acceso al servicio electrónico que así se llamaba lo que hoy son departamentos de informática o centros de cálculo. Otra vez fue un examen limpio al que se presentaron más de seiscientos empleados. A finales de esa década, con un nuevo director general y un nuevo jefe de personal, las cosas empezaron a cambiar y ya tuvieron lugar las contrataciones personales a dedo y los traslados sin oposición por medio. Con esto contradigo un poco esa frase final ya que al menos en mi caso y mi experiencia, el enchufe hubiera sido contraproducente.

La imagen que acompaña a esta entrada es una curiosidad: mi primera nómina en aquella caja de ahorros correspondiente a los meses de octubre y noviembre de 1972. Era una tira alargada y estrecha de unos ochenta centímetros de largo que recibías junto con el dinero contante y sonante. Se podían hacer sisas, otro día hablaremos de ello.

martes, 9 de noviembre de 2010

CARESTÍA

Una de las ventajas que tiene el haber incorporado el ordenador personal a nuestras casas y nuestras vidas es que podemos guardar gran cantidad de información que estará accesible con facilidad, eso siempre que tengamos un método y una organización en nuestros archivos.

Yo particularmente soy un enemigo declarado y acérrimo de los papeles en un doble sentido: no tener sitio para guardarlos y dificultad de encontrarlos cuando se necesitan.

Por ello, los papeles cuando entran en casa van directos al escáner y de ahí en la mayoría de los casos al archivo general en forma de papelera o basura, salvo los que no se pueden “archivar” y que se encuentran en una carpeta en el fondo del armario a la espera de que algún día hagan falta. Un ejemplo de estos últimos son las escrituras de la casa que harán falta físicamente cuando se produzca la venta de la misma. Mientras tanto el hecho de tenerlas disponibles en el ordenador permite su impresión, lo que sería el equivalente a una fotocopia, para presentarlas donde nos requieran.

En estos días he recibido un encargo de un buen amigo del que ya me he ocupado en anteriores ocasiones. Se trata de la fabricación de unos baberos, para lo cual tengo que dirigirme a la tienda de mercería, donde adquiero unas servilletas blancas de hostelería y a continuación las llevo a una tienda de estampados donde graban el emblema de una asociación. Esta vez yo no tenía guardados en mi ordenador los justificantes de los costes de esta operación, realizada a primeros del año pasado, pero sí los tenía mi amigo. A lo que vamos, las servilletas que costaban en dos mil nueve uno con sesenta y cinco céntimos de euro han pasado a costar ahora 2,20 euros. Para no hacer cálculos parciales, el estampado que costaba 2 euros ha subido con el cambio de año, y de IVA, a costar 3 euros. Si entrar en parciales, cada babero salía en dos mil nueve por 3,65 euros y en dos mil diez su coste ha alcanzado 5,00 euros, números redondos.

Ya pocos recuerdan cuando hace unos años se implantó el euro como la moneda de cien pesetas pasó a ser equivalente a la moneda de un euro, a pesar de que nos habían dicho que el cambio oficial era de 161 pesetas y pico cada euro. Mucha gente hizo su agosto aunque era enero. La subida del IVA del 16% al 18% que se ha producido a primeros del pasado mes de julio ha sido el acicate para que algunos comerciantes hayan revisado sus precios y, ya que nos ponemos, consideraciones, redondeos y demás, puestos a revisar, pues vamos a revisar.

Vamos, que si la calculadora no falla, los baberos han subido en el transcurso de un año un 37%. Cuando se lo mencioné al tendero y al grabador manifestaron no recordar los precios de los años anteriores pero creían que costaban lo mismo, que no habían subido. Era una buena ocasión para pedir los tickets a mi amigo y llevárselos junto con el cálculo de los porcentajes de incremento que habían tenido lugar.

El problema es que esto no es un caso aislado. Ha habido casos contrarios como podemos mencionar en el caso de la leche. No tengo datos concretos pero tengo la sensación de que el litro de leche rondaba el año pasado un euro y ahora está por los ochenta céntimos, según que marcas. Puestos a ser mal pensados, es que si ahopra cobran lo justo el año pasado se pasaron unos pueblos.

Un caso especial son los impuestos que tienen una doble influencia. Suben por un lado como meteoros pero no está claro que los servicios que los municipios, comunidades y estado nos dan a cambio suban o mejoren, sino todo lo contrario. Alcaldes como el de Madrid recuperan impuestos olvidados o incluidos en otros, como el de la basura, pero la recogida no mejora e incluso empeora según a quién preguntemos. Eso sin hablar de otros anacrónicos y que permanecen un año tras otro como el del alcantarillado o el del impuesto de circulación de vehículos. A riesgo de dar ideas, esperemos que no se inventen el impuesto de respirar por la calle aplicable a todo ser viviente o a su dueño.

Ya hemos comentado que antes los bandoleros estaban escondidos en las sierras y se tenían jugaban la vida para asaltar a los caminantes. Ahora están detrás de un mostrador o en un despacho de oficina tomando decisiones basadas en los datos. A la hora de decidir una subida pueden incluso asumir que se marchen unos cuantos, incluso un montón de clientes a raíz de una subida desmesurada, ya que a fin de ejercicio habrá beneficio.

Otra muestra de subida desmesurada reciente es la cuota mensual del seguro médico, una de esas cosas que se empezaron a pagar hace años, se paga mes tras mes y mes tras mes se piensa de dejar de hacerlo pero no se toma la decisión. Y eso además de que tenemos la Seguridad Social. En este caso la póliza familiar está contratada con Sanitas y lo que el año pasado importaba 141,17 me anuncian que a primero del próximo año pasa a 166,16. Solo un 17,70% de aumento, un poco más que la subida del coste de la vida que nos anunciará el INE a final de año.

domingo, 31 de octubre de 2010

GARANTÍAS


Parece premonitorio. Si antes hablo de las bondades de mi lector de libros electrónico en una entrada en este blog justamente la semana, pasada, antes se me estropea. De alguna forma este es uno de los inconvenientes, que por otra parte no le pasa a un libro convencional.
Esta mañana, sin nada aparente que haya ocurrido, la pantalla ha aparecido “a rayas”, con lo que cual a mí me ha dejado “a cuadros”. La pantalla mostraba una serie de rayas y aunque parecía que los controles y mandos del aparato funcionaban, la muestra en pantalla estaba formada por las mencionadas líneas y manchas. Ha dado la casualidad de que el libro que finalmente empecé a leer el domingo pasado, por un cambio de intención, fue Los Pilares de la Tierra, un libro que había leído hace veinte años y que lo conservaba en papel. Un poco de búsqueda adelante y atrás y he logrado posicionarme en la página 404, que no tiene nada que ver con la que figuraba en el libro electrónico, y seguir leyendo, aunque más incómodo, pues es un formato de bolsillo, con más de mil páginas y una letra diminuta que no tiene ninguna posibilidad de ampliarse.
Por las últimas leyes publicadas en nuestro país, los aparatos tienen un período de garantía oficial de dos años, aunque algunas casas, sobre todo multinacionales, se hacen oídos sordos a esto y mantienen que el período es de solo un año. La verdad es que lo normal es que los aparatos se estropeen, caso de estropearse, a los dos años y un día, justo cuando ha acabado el período de garantía. Y lo que también ocurre, y lo digo por experiencia propia, es que el servicio técnico o no existe o más te vale comprar uno nuevo porque en muchos casos los inconvenientes y el precio de la reparación no la justifican. A mí me ocurrió hace algún tiempo con una pantalla de ordenador y me dijeron tranquilamente que el servicio técnico para España estaba en Portugal y que tenía que mandarlo allí por mensajero a mi coste y a la vuelta pagar el coste de la reparación y el envío. Me disuadieron de hacerlo y me compré otra pantalla, por supuesto que de otra marca, aunque no averigüé si tenía servicio técnico aquí o estaba en Pernambuco.
Y con esto entramos en el tema de las garantías. Antaño, cuando comprábamos un aparato que tenía garantía, nos sellaban en la tienda un cupón dedicado para ella junto con la fecha de compra, que había que mandar por correo ordinario a una dirección para que la garantía empezara a tener validez. Hogaño, con las nuevas tecnologías, existe el concepto de registro a través de internet, pero no nos quita de que es absolutamente necesario guardar el ticket o la factura de compra para demostrar la fecha de adquisición de nuestro aparato para tener derecho a una reparación en caso de avería.
Esto tiene ahora su truco, porque si sabemos de algún familiar o amigo que se ha comprado un aparato como el nuestro recientemente, siempre podemos pedirle su justificante para usarlo nosotros. Esto resulta válido si bien las casas utilizan los números de serie y los períodos de envío a los comerciantes para determinar la concordancia a grandes rasgos.
Pero aquí viene lo bueno. Nos queda claro que debemos conservar el ticket de compra. Una pregunta que me surge es porque no emplear un poco de tiempo en pedir una factura, máxime cuando los aparatos cuestan unos cuantos euros. Generalmente no lo hacemos salvo que seamos empresarios o autónomos y tengamos la posibilidad de colar el aparato como necesario para nuestro negocio y poder descontarnos el IVA y algunos gastos en nuestra declaración. Supongamos que no pedimos factura y supongamos también que guardamos con esmero nuestros tickets. Pues aun así nos pueden pasar dos cosas al menos: una, que el ticket no haga referencia clara al aparato. En mi caso y hablando del lector de libros electrónico, el ticket de la tienda en la que fue adquirido, Hipercor, nuestra como concepto un genérico como “consumibles”. El precio coincide en lo que costaba en aquella época de primeros de año pero esperemos que el servicio técnico de Grammata-Papyre no me ponga pegas. Y otra cosa que puede ocurrir y que no ha sido el caso, pero me he dado cuenta al buscar este justificante, es que el ticket esté borrado. Si, borrado, completamente en blanco. Me ha pasado con varios, de los que están realizados en papel térmico, que o bien están completamente borrados o estaban empezando a borrarse. Contra esto solo se me ocurre una solución y no es otra que pasarlos por el escáner para por lo menos tener una prueba que poder mostrar en caso de que sea necesario y nos la soliciten. Me he dado esta mañana una paliza a escanear todos aquellos tickets que tenían menos de dos años de antigüedad, por si las moscas.
A partir de ahora, y además de recomendarlo yo así lo haré, debemos invertir algo de tiempo cuando compremos un aparato que pueda estar sujeto a garantía. Comprobar el ticket para que se especifique claramente el aparato y el modelo, pedir aunque no nos haga falta una factura y al llegar a casa, ticket y factura, o los dos, escanearlos junto con los datos técnicos como puedan ser el modelo, color, número de serie y aquellos que puedan resultar de interés ante una eventual visita al servicio técnico.

sábado, 23 de octubre de 2010

E-books


Hace menos de un año y dado mi carácter de lector intenso de libros, uno de los principales problemas que me surgían mientras estaba leyendo uno, y más según me aproximaba al final, era determinar el siguiente libro a leer y empezar a buscarlo. Básicamente disponía de tres formas de hacerme con el ejemplar que iba a ser devorado en el siguiente turno: adquirirlo si lo encontraba en una librería, acercarme a la biblioteca a ver si estaba en catálogo y disponible y por último pedirlo prestado a alguien que lo tuviera si era capaz de encontrarlo. Realmente había una cuarta pero desechada por mí de antemano, que era leerlo en la pantalla del ordenador, aunque esta última tenía una alternativa mucho más peligrosa: imprimirlo en papel. A finales de dos mil nueve existían ya varias webs, muchas de ellas argentinas y de países latinoamericanos, donde estaban disponibles multitud de libros electrónicos, en los archiconocidos formatos “doc” y “pdf”, pero leerlos en el ordenador es muy pesado, al menos para mí. Si uno estaba dispuesto a gastar tinta de impresora y papel, o bien disponía de alguna impresora utilizable en el trabajo a cargo de la empresa o del estado, el truco era imprimir páginas, leerlas y “archivarlas”.

Pero en el mes de diciembre del año pasado, mi buen amigo Miguel Angel, a quién debo muchos favores y este es uno más, me subió sin pedirme permiso a la locomotora de los libros electrónicos. Una locomotora de velocidad alta, más que alta, altísima. Había visto pasar el tren y estaba pensando subirme a él, pero todavía no consideraba que era el momento. No hay nada como que alguien te dé un empujoncito y más si es una persona de total confianza. Con ello, los Reyes Magos del 2010 dieron un vuelco a mi faceta de lector de libros y me dispuse a disfrutar de los contenidos alejándome de los continentes en papel.

Como ya ha ocurrido con otras tantas cosas, la sociedad avanza mucho en unos aspectos y en otros, cada vez en menos, marcha más lentamente. Por poner un ejemplo, la industria discográfica ha sufrido esto en propias carnes al revolucionarse el mundo de la música con los soportes digitales y la descarga por internet. Al mundo de los libros, sobre todo de las novelas, le ha llegado la hora, pero hay ciertos matices que hacen que la industria editorial lo tenga mucho más complicado. De un lado hay mucha más experiencia en el mundo de la red, pues quedaron atrás sistemas lentos de compartición de archivos que han sido sustituídos por otros más rápidos de descarga directa que permiten obtener, lícita o ilícitamente, un CD completo en apenas unos minutos. De otro, y esto es clave, los libros ocupan muy poco si nos atenemos a la parte de texto y desechamos portadas e imágenes.

Sirva un ejemplo. Por hablar en términos que han quedado obsoletos con los “pen-drives”, en un DVD pueden caber del orden de los ocho mil libros del tipo que estamos comentando, sin imágenes. Eso que hace que en una tarjeta de las pequeñas utilizadas en los lectores y cámaras fotográficas, de 2 Gb, nos quepan cerca de cuatro mil libros. Una pasada.

El último libro que he leído ha sido el recientemente publicado “Los Gigantes de la Tierra”, de Ken Follet. No voy a decir aquí si lo he leído en papel o en electrónico, eso queda en el secreto, pues en ambos formatos se pueden adquirir en las librerías. Este hace el número cincuenta y dos de los leídos en el presente año, de los cuales treinta y uno han sido electrónicos. Algunos no ha sido posibles encontrarlos en electrónico, otros pienso que nunca existirán y otros los tenía en mi biblioteca particular en papel.

Teniendo en cuenta mi velocidad media de lectura anual, estimada alrededor de sesenta o setenta libros y siempre y cuando el lector no se me estropee y aguante, tengo libros para leer todo lo que me queda de vida y parte de la siguiente si es que existe y me los puedo llevar, aunque espero que no haga falta. El problema que planteaba al principio de esta entrada ha desaparecido y queda sustituido simplemente por elegir uno de los que están guardados en la tarjeta.

Los libros electrónicos tienen muchas ventajas sobre los de papel, sobre todo si lo que nos interesa es su contenido y no tanto su continente. Una de ellas es su poco peso y la posibilidad de manejarlos y sujetarlos con una sola mano, o con ninguna si nos inventamos alguna forma de sujetarlos como puede verse en la imagen. Pero también tienen algún inconveniente, como cuando vemos en el transporte público a una persona leyendo y no podemos enterarnos de que libro se trata. También es verdad que algunas personas los llevan forrados y nos pasa lo mismo, pero en ambos casos siempre tenemos la posibilidad de, con educación, preguntarlo. La gente por lo general suele responder amablemente.

Hace un par de días mientras estaba finalizando el libro en curso, un lector compañero y desconocido del Metro me dio la pista del libro siguiente a leer: “El Día D-La Batalla de Normandía” de Antony Beevor.

lunes, 18 de octubre de 2010

PRECINTOS


Quién más quién menos cuando va a comprar o le regalan algo le gusta recibirlo precintado. Es una agradable sensación la percibida cuando sabemos o creemos que lo que hemos adquirido no ha sido usado ni manipulado por otros, salvo unas pruebas de funcionamiento indispensables que deberían haber sido realizadas en la fábrica o donde se haya montado el producto. Es parte de la magia de una nueva posesión.
Hay una diferencia grande entre vender y despachar. Bien es verdad que hoy en día cada vez más lo que se hace es despachar y el vendedor se limita a entregarte aquello que le has pedido sin más. Los consumidores cada vez acuden o acudimos más preparados a comprar las cosas y no es infrecuente que en muchos casos sepamos más de los productos que el propio dependiente de la tienda que nos los vende, eso si existe tienda y no estamos comprando por Internet.
Dado que muchos sabemos cómo se trabaja hoy, el precinto no es ninguna garantía de que lo que venga dentro esté correcto. Las grandes cadenas de montaje y el estrés al que están sometidos los trabajadores, con salarios de unos cuantos yenes o pesetas por semana, no garantizan una calidad de lo envasado ni certifican que todo lo que tiene que estar esté realmente.
La semana pasada acudí a unos grandes almacenes a comprar un “notebook”, un pequeño ordenador ultraportátil. La empleada que me lo entregó, en este caso me lo despachó, se mostró muy sorprendida cuando, con toda tranquilidad, abrí el precinto y desparramé el contenido de la caja por encima del mostrador, para comprobar que el ordenador, la batería, el cargador, el CD con los manuales, el libro de instrucciones, la garantía y demás "achiperres" que deberían estar realmente estaban.
Lo normal es que esté todo y esté bien, pero no siempre ocurre así y el hecho de que uno se muestre cauto, quizá hasta desconfiado, en estos temas es debido a experiencias personales sufridas en el pasado y que acabaron felizmente, pero no sin cierta desazón.
La primera de ellas fue hace casi veinte años. Debido a cambios personales en mi vida que me hicieron casi partir de cero en muchos aspectos, acudí a unos grandes almacenes, concretamente El Corte Inglés, a comprar una colección de diez discos de música clásica que aún conservo y escucho, eso sí, digitalizados en un disco duro, que los soportes en CD se van quedando un poco obsoletos. A lo que íbamos, el paquete de diez discos venía debidamente precintado con su celofán. AL llegar a casa me hice el propósito firme de escucharlos que ya sabemos lo que pasa cuando se compran colecciones de este tipo, que al cabo de los años siguen en las estanterías sin haber sido usados ni siquiera una vez. Intentaba cada día oír un disco completo y cual fue mi sorpresa, pasados unos días, que al abrir la caja del quinto disco estaba vacío. Vivía solo, había desprecintado yo mismo el paquete de diez, no había usado ese disco con anterioridad……. ¿Dónde estaba el disco? Se me quedó la cara a cuadros. La única explicación posible es que no hubiera sido metido en la caja en donde hubieran preparado y precintado el paquete.
No sabiendo como acometer el tema, ya que como digo habían pasado varios días desde la compra, volví a El Corte Ingles y conté el problema al dependiente encargado de esa sección. No daba crédito a lo que le contaba y cualquiera hubiera pensado que era un caradura que quería disponer de un segundo disco gratis. La colección era buena y como no vendían los discos sueltos la única posibilidad era adquirir otra colección entera, a lo que yo incluso estaba dispuesto. Debí ser convincente o ser mi día de suerte porque el dependiente se avino a cambiarme mi colección mutilada por una nueva, la única que les quedaba en stock. ¿Imaginan lo que ocurrió? Tanto yo como él procedimos a desprecintar in situ el paquete y para mi credibilidad también faltaba el CD número cinco. Tuve que volver al cabo de unos días ya a por ese disco solo que tuvieron que pedir a la discográfica. Menos mal que era El Corte Inglés, que el dependiente era un vendedor y no un “despachante” y que supongo que cuando hablaran con el proveedor y les contaran el caso la retirada y/o revisión de los paquetes en el resto de tiendas y comercios sería inmediata.
El segundo “sucedido” de este estilo fue hace tres o cuatro años con motivo de adquirir un disco multimedia en “Menaje del Hogar”. Tras comprar el disco me marché al metro y allí mientras volvía a casa abrí el paquete, que no estaba precintado, para extraer el folleto con las características y el modo de ponerlo en marcha. Cúal fue mi sorpresa cuando el disco no estaba. Estaba todo lo demás, entre otras cosas un transformador que pesaba y sigue pesando lo suyo y que pudo despistar la ausencia del disco en el peso general del paquete. Me bajé en la siguiente estación, retrocedí por mis pasos y volví a la tienda. Cuando le conté el caso al dependiente que me había atendido instantes antes, noté que su reacción no era todo lo buena que cabía esperar y pensé que iba a tener problemas. Menos mal que un directivo, de un nivel superior, con calma y tiento, llegó a averiguar que el número de serie que venía impreso en la caja se correspondía con el aparato que estaba en la exposición. Me recogieron la caja, me pidieron disculpas y allí por primera vez procedí a desprecintar el paquete, este sí lo traía, y revisar el contenido, cosa que vengo haciendo desde entonces. Por si acaso. Parece que tuve que tropezar dos veces en la misma piedra para aprender la lección.
Los precintos son importantes. En temas como alimentación o medicamentos a nadie se le ocurriría beber de una botella que hemos comprado en el supermercado y que estuviera abierta o lo mismo en un tema de medicamentos. En aparatos electrónicos la cosa no es tan grave pero si nos pusiéramos a pensar en CSI o cualquier tipo de novela fantástica de estas que pululan por ahí, el asesino habría metido una bomba dentro del aparato que se activaría al ponerlo en marcha ….

sábado, 9 de octubre de 2010

INDEROGABLE


¡¡Y un cuerno!! Llevo ya varios días oyendo una serie de comentarios en diferentes ámbitos que me sacan de quicio. Ya días antes de la huelga general que tuvo lugar la semana pasada, muchas de las razones esgrimidas para no hacerla se basaban en que la ley que regulaba la pérdida masiva de derechos de los trabajadores ya había sido aprobada y que no había nada que hacer, la huelga era una pérdida de tiempo. Argumentando esta “poderosa razón” se aprovechaba para atacar a los convocantes de la misma diciendo que debían de haberla convocado antes.
Quizá hubiera que ponerse a pensar si sería bueno engrasar los mecanismos que permitieran convocar una acción de este tipo y envergadura de un día para otro. En vivo y en caliente, que luego pasa el tiempo y se enfría la cuestión. Pero en lo que quiero centrarme es en la idea que nos quieren grabar a sangre y fuego de que “esa” ley va a misa y por los siglos de los siglos, amén.
Y que este argumento se sigue repitiendo machaconamente por todos lados. En la radio, en tertulias en televisión, en periódicos y revistas… como digo, por todos lados. Y parece que tenemos tendencia a aceptar lo que nos dicen como un dogma, como su fuera verdad de la buena, sin cuestionarnos nada y actuando como borregos dejándonos llevar. Y así nos luce el pelo.
Porque digo yo que esta ley, que ya incluso antes de aprobarse muchos han experimentado en propias carnes a través del decreto previo, se ha cargado otra ley anterior, y el Estatuto de los Trabajadores, y muchos logros conseguidos a lo largo de los años a base de lucha, sufrimiento y penalidades. Me vienen a la memoria recuerdos casi olvidados cuando, entre otras, un día participé en una manifestación en la que se cortó el tráfico en la Castellana de Madrid, y cuando estábamos sentados en el asfalto llegaron unidades de la policía nacional, los famosos “grises” de aquella época, montados a caballo. Debíamos ser pocos y estar muy esparcidos porque los caballos pasaron varias veces muy despacito entre nosotros, haciéndonos muy pequeñitos, como hundidos bajo la mirada amenazadora de sus jinetes que, porra en mano, parecían decirnos que no nos moviéramos ni un milímetro, que se podría armar y gorda y podíamos acabar malparados, bien por un porrazo, bien por un pisotón de caballo.
Estas cosas ya no se hacen, están mal vistas y salvo algunos sectores que ya les han tocado suficientemente sus narices y sus bolsillos, las manifestaciones son ordenadas, pacíficas, un paseíto por la calle, una arenga final por un orador de turno y todos a casita.
Y es que donde dije digo, digo Diego según me convenga. Historias las hay para todos los gustos. Hace años, cuando en el gobierno estaban otros que no están ahora, se aprobó una ley denominada LOPS que regulaba las profesiones que podían ser consideradas sanitarias. Aquella ley dejó a muchos psicólogos, que estaban dentro, fuera del sistema sanitario pues la psicología no era considerada una cuestión de salud. No sé de qué otra cosa se puede considerar. Pero bien que llaman sin dilación a un equipo de psicólogos para atender a los heridos y familiares de las víctimas cuando se produce alguna catástrofe de cierto tamaño. Pues bien, los que ahora están en el gobierno y que en aquella época lógicamente estaban en la oposición, que aquí solo tenemos dos, de quita y pon, apoyaron a los psicólogos en contra del gobierno para conseguir la derogación de la ley. Pasó el tiempo y ahora que están en el gobierno y podían hacerlo, según pedían antes, no lo hacen mientras que los que la aprobaron, ahora en la oposición, exigen al gobierno que la cambie. ¿Se entiende algo? Sí, que cada uno va a lo suyo y se aprovecha de los demás según le conviene.
Y volviendo al tema, pongamos nombres. El PP pide que se derogue esta nefasta ley que sirve para despedir y no para crear puestos de trabajo, como estamos viendo y seguiremos viendo por mucho tiempo, porque el trabajo se crea cuando la economía marcha y la gente sin trabajo no mueve la economía y los que lo tienen, por miedo y previsión, tampoco. Cuando en un tajo ponen en la calle a unos cuantos trabajadores, los comerciantes y empresas adyacentes en la zona pierden sus clientes. Esto es una bola y ahora más gorda con esto de la economía global. Pero si da la casualidad que dentro de unos años el PP llega al poder, no tengan ninguna duda de que no tocaran para nada esta ley y en ese preciso momento, los que la aprobaron, es decir, el PSOE, empezará a exigir que se derogue.
Una ley no es para siempre, como ha quedado demostrado y cabe por tanto la posibilidad de hacer otra que modifique la anterior. Así pues, que no nos quiten esta pero que hagan otra con seso y mesura que rescate los derechos ganados a lo largo de muchos años y perdidos de un plumazo por el poco cerebro y la poca imaginación de los que gobiernan nuestros destinos.

domingo, 3 de octubre de 2010

PPPP-o-PPPP


El estrambótico titulo que da lugar a esta entrada en el blog se deriva de una frase que vi hace unos días en un anuncio colocado en las marquesinas de las paradas de autobús. Puesto en román paladino se expandiría en “Personas que Prefieren Pedir Permiso o Personas que Prefieren Pedir Perdón”.
No creo que esto llegue a ser una característica de personalidad pero todos tenemos una tendencia en uno u otro sentido, aunque yo apostillaría que depende mucho de la situación y del contexto en el que nos encontremos. Por poner un ejemplo no es lo mismo pedir permiso para entrar en un campo militar acotado que pedir perdón. Si no pedimos permiso a lo mejor no podemos llegar a pedir perdón por habernos colado sin llamar.
Como siempre al hacer la pregunta a nuestro inseparable compañero diario “Google”, el número de entradas devueltas es una cifra de mareo. En el caso de búsqueda con prefieren pedir permiso arroja más de ciento ochenta y cuatro mil entradas y en el caso de perdón tan sólo treinta y siete mil. Aunque todo depende de cómo hagamos la búsqueda. No es una mala idea dedicar un tiempo a aprender cómo hacer las búsquedas en Google. Es todo un mundo, y se sacan enormes beneficios a poco tiempo que le dediquemos. En este ejemplo, si al realizar las búsquedas entrecomillamos el texto, es decir, usamos “prefieren pedir permiso” los resultados se limitan a cuatrocientos sesenta y dos y por el contrario con perdón alcanza quinientos ochenta y nueve. Estos datos son en estos mismos momentos en que escribo esto y tengo que decir que me ha sorprendido son poca cantidad para lo que uno está acostumbrado.
Habríamos bien en poner en cuarentena toda la información que obtengamos en la red. Salvo algunos sitios oficiales a los que podemos dar toda la credibilidad que queramos, el resto puede ser verdad, mentira o todo lo contrario. Encontrada la siguiente frase: "Si tienes una idea, hazla. Es más fácil pedir perdón que pedir permiso" hay quién se la atribuye a Santa Teresa de Jesús y quién lo hace a una informática norteamericana llamada Grace Hopper, si bien esta lo hizo en inglés de forma parecida aunque prescindiendo del principio: “It’s easier to ask forgiveness than it is to get permission”.
En el fondo todos, cuando nos surge una idea que una vez desarrollada hay que poner en acción, analizamos la situación, los “pros” y los “contras”, el esfuerzo que nos va a suponer y sobre todo las consecuencias, positivas y negativas, que la acción va a tener para nosotros en el futuro. El contexto en el que vayamos a pesar a la acción pesa mucho en la toma de decisión.
Uno de los sitios de aplicación práctica es el entorno laboral. Ya he comentado en anteriores entradas mi “teoría del cenicero”: ante la necesidad de cambiar el cenicero de sitio hay quién le da un manotazo y espera consecuencias y quién pide permiso para hacerlo una vez estudiados todos los pormenores. Todo esto está muy directamente relacionado con palabras que son profusamente empleadas en los entornos laborales actuales como “iniciativa” o “proactividad”, palabra esta última que no existe en el diccionario. Hay quién dice que es mejor arriesgarse, que siempre se obtendrán beneficios y que en último caso siempre queda pedir perdón y dar explicaciones que hagan creer a quién nos juzga que lo hicimos por el bien general de la empresa y su proyección futura. Hay algún caso documentado de “meteduras de pata” graves y que han costado dinero y credibilidad a las empresas y que han terminado en un premio en lugar de un castigo, porque el jefe ha sabido valorar la iniciativa de ese empleado y ha deducido que por una que ha estropeado otro montón de ellas han salido bien. Pero para ello hacen falta jefes con la “azotea” bien puesta encima de los hombros y que miren un poco más allá de sus narices o, lo que es peor, de lo que le ordena el de arriba. Hay empresas que llegan a estar paradas porque todos sus niveles de empleados solo hacen lo que les manda el de arriba, ven, oyen y callan y solo hablan cuando se les pregunta. Pero resulta que el de arriba del todo hace tiempo que no manda nada porque ya no sabe ni a que se dedica. Las iniciativas con petición de permiso implican una obligación al superior inmediato de continuar con la situación de permiso a nieveles superiores porque siempre suelen salpicar a otros que no están por la labor.
En fin, cada cual tendrá sus opiniones y pedirá perdón o pedirá permiso según le venga el viento, esperemos que tras un concienzudo análisis de la situación.
Y como colofón, la búsqueda en internet ha traído a la pantalla un libro que se titula “MÁS VALE PEDIR PERDÓN QUE PEDIR PERMISO” de Jordi Évole, presentador de televisión al parecer conocido como “El Follonero”. Ni sé quién es, ni he leído el libro ni creo que lo haga nunca, pero ahí queda el dato.