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martes, 31 de marzo de 2009

DNI


Hablando de españolitos y españolitas, todos sabemos el significado de este acrónimo ya que lo tenemos que utilizar muchas veces a lo largo de nuestra vida. En teoría y en la práctica la mayoría de las veces es el documento que acredita nuestra personalidad de cara a los trámites que tanto con empresas oficiales como particulares nos vemos obligados a hacer o hacemos motu proprio.
El DNI se “inventó” al parecer en un decreto de 1944, pero no se emitió el primero hasta 1951. Llevaba el número 1 y no haría falta decir a quién perteneció. Francisco Franco. Desde esa fecha se generalizó y todo español mayor de una cierta edad, que creo que son 14 años tiene la obligación de obtenerlo, aunque se le puede hacer, cosa muy recomendable, a un niño recién nacido. Ya que vamos a estar fichados, cuanto antes mejor.
A lo largo de los años ha sido un objeto codiciado por enemigos de lo ajeno y personas que se dedicaban a hacer negocios muy limpios. A pesar de estar impreso con papeles especiales emitidos por la Fábrica de Moneda y Timbre y tratado con toda clase de miramientos, era fácil falsificar el modelo antiguo plastificado. Hoy en día se emite ya el modelo electrónico, con su chip, y presentando más dificultades para su duplicación, pero como se sabe ya por experiencia, todo es cuestión de tiempo.
Siempre se ha dicho que tenemos la obligación de llevarlo siempre encima, para mostrarlo cuando nos sea requerido por una Autoridad Competente o en multitud de ocasiones. Por ejemplo, cuando queremos acceder a un Centro Oficial o Privado de un cierto tamaño, de esos que tiene vigilante de seguridad, se nos insta a mostrar el DNI o algún documento equivalente como el pasaporte o el carnet de conducir. Incluso en algunos sitios hacen una fotocopia del mismo, cuestión que no parece muy legal ni mucho menos ética, pero lo hacen.
Hay algunos mitos alrededor del DNI, que al parecer no son ciertos. Uno de ellos es el que dice que cuando a uno que lo obtiene por primera vez le corresponde un número bajo es debido a que anteriormente esa numeración pertenecía a una persona fallecida. Según parece esto no puede ocurrir ya que un número tiene que pertenecer a una única persona por motivos legales. Eso puede chocar con la lógica, dado que en casi sesenta años emitiendo DNI’s y con una población actual rondando los cuarenta millones de españoles, deberían de aparecer carnets con numeraciones cercanas a los 100 millones.
Toda esta pequeña investigación ha venido por dos situaciones que se dan con cierta frecuencia en el devenir diario y que devalúan el valor del DNI. Obtener un número de DNI y el nombre de su titular es una cosa relativamente fácil hoy en día: pruebe a invocar a Mr. Google con su carnet de identidad, yo me he llevado una sorpresa de las veces que aparezco por diferentes motivos. Otra forma es darse una vuelta por una Universidad o Edificio Público y echar un vistazo a los tablones de anuncios, donde están sujetos todo tipo de documentos de nombramientos, enlaces sindicales, estudiantes o personal admitido a una determinada prueba.
Una de las situaciones viene deriva de la tremenda locura que supone hoy en día que hayan desaparecido las oficinas donde hacer los trámites cara a cara y con papeles. Las empresas dicen que esto ha mejorado los trámites pero ellas no lo han hecho por eso, sino por ahorrar costes. Un ejemplo: yo me sé el nombre de una persona, su teléfono y su DNI. Llamo al servicio de atención telefónica de una determinada empresa de telefonía y solicito un cambio en el contrato. Lo único que se limitan a verificar es que si tienes un nombre masculino y una voz masculina, con que facilites el DNI parece que ya estás habilitado para hacer cualquier trámite.
Propongo una pequeña prueba. Dirigirse con un amigo del mismo sexo y parecida edad a efectuar una compra en un supermercado o poner gasolina. Uno de ellos podrá casi con toda seguridad utilizar la tarjeta de crédito del otro siempre y cuando le preste también su carnet de identidad. No hace falta ni siquiera imitar la firma. El empleado verifica generalmente el nombre de la tarjeta con el nombre del carnet de identidad, pasará la tarjeta por el lector y nos la devolverá antes siquiera de que se haya impreso el papel que nos va a poner para firmar. ¿Cómo va a comprobar siquiera un poco por encima la firma si el carnet y la tarjeta de crédito ya están en nuestra cartera?.
No pasan más cosas porque no nos ponemos a ello. Por si acaso, es muy conveniente tener a buen recaudo nuestro DNI y nuestras tarjetas. Y eso que generalmente los llevamos juntos en la misma cartera.
Ya lo he comentado anteriormente en este blog: llevo más de un año y medio sin firmar con mi nombre en los papeles que me presentan con motivo de la utilización de la tarjeta de crédito. No pasa nada. ¿Para qué sirve entonces la firma?

jueves, 19 de marzo de 2009

CARTEROS


Durante toda su vida laboral mi padre fue cartero. Cartero “urbano” le gustaba decir a él. Y además Cartero Mayor, una especie de encargado, creo que sin cobrar más, de organizar el reparto y al resto de sus compañeros. Nunca me había parado a pensar si habría otra clase de carteros, que no fueran urbanos. Se me ocurre que otro tipo pudiera ser “rural” pero no le veo mucho fondo al asunto.
En los veranos, cuando el colegio me dejaba multitud de días libres, le acompañaba en sus repartos y le ayudaba a llevar su pesada cartera llena de cartas y periódicos, principalmente ABC, que pesaban lo suyo.
Existían bastantes diferencias con el reparto tal y como se realiza hoy en día. Los portales de las casas estaban abiertos y no había buzones. Mi padre llevaba consigo, permanentemente colgado al cuello, un silbato metálico con hueso de aceituna, que hacía sonar con un soniquete especial.
Cada cartero había desarrollado el suyo a base de usarlo multitud de veces cada día y durante años. Tras el toque inicial, canturreaba a pleno pulmón los nombres de los vecinos que tenían correspondencia. Otra diferencia es que normalmente siempre había alguien en las casas, principalmente las mujeres, que acudían solícitas a recibir las cartas, postales, paquetes o, las menos de las veces, giros postales. Si alguna vecina no estaba, o bien había dejado encargada a otra que le recogiera sus cartas o ya tradicionalmente se encargaban unas y otras de ayudarse. Había confianza y nadie se molestaba, todo lo contrario, porque temporalmente el cartero entregara la correspondencia a otro. Y había “inviolabilidad de correspondencia” igual que la hay ahora. ¿De verdad que la hay?
En alguna ocasión mi padre llegó a llevar casi medio millón de las antiguas pesetas encima para ir pagando los giros postales. Un día perdió esa cantidad, con lo que tuvo que reponerla de su peculio particular. Sus compañeros organizaron una campaña a nivel nacional y con aportaciones de muchos puntos de España recuperó la cantidad, con un superávit que fue donado al Asilo de Ancianos de la localidad. Yo no sé si hoy día, con el desarrollo de las transacciones electrónicas bancarias, sigue existiendo el giro postal. Probablemente sí, pero muy reducido y para cosas más bien oficiales.
En la actualidad, las cosas han cambiado. Los portales de las viviendas están cerrados a cal y canto. El cartero tiene que ir llamando a los porteros automáticos hasta conseguir que algún vecino que esté en casa, que son los menos, le abra para poder acceder a la ristra de buzones e ir depositando las cartas y avisos en el buzón de cada uno. De todo hay en la viña del señor, hay carteros y carteros. Como ya he comentado con profusión en entradas anteriores en este blog, vivo en una urbanización con varios portales, escaleras y pisos, positivos y negativos que dificultan y añaden complejidad al reparto. Normalmente tenemos una cartera que se conoce los entresijos de la urbanización y coloca en su justo sitio envíos que dejan mucho que desear en cuanto a la exactitud de los datos, pero es porque esta cartera arroja profesionalidad y ganas de hacerlo bien, cuestiones que no tienen y no sé si se le pueden exigir a otros compañeros suyos cuando ella está de vacaciones o es suplida por la razón que sea. En este caso llega el caos, cartas devueltas por direcciones erróneas, cartas encima de los buzones que los vecinos nos encargamos de hacer llegar a otro portal, etc. etc..
Quería acabar esta entrada comentando algunas cosillas que ocurren y que quiero pensar que son producto de la prisa y no de una mala práctica. Una de ellas es el que aún estando en tu casa toda la mañana, al recoger la correspondencia del buzón te encuentres un aviso de certificado o paquete. El cartero debería de haber llamado a tu telefonillo para entregarte el envío en cuestión y recoger tu firma. De lo contrario, te obliga a ir a la Oficina de Correos, personalmente o autorizando a otra persona, con el aviso en cuestión, pero a partir del día siguiente, lo que supone un trastorno y una dilación en recibir algo que quizá estabas esperando con ahínco. No hay vuelta de hoja, hasta el día siguiente no está disponible en la oficina.
Y otra cosa a comentar es producto de una forma de trabajo o de una dejadez, que a mí me pone de los nervios. Y es que en muchas ocasiones no acaban de meter completamente la carta en el buzón, dejando los sobres asomando lo suficiente como para que un vecino o visitante del portal, curioso o malintencionado, se haga con una o varias cartas que no son suyas sin ninguna dificultad. Algunas de esas cartas pueden contener datos sensibles, como por ejemplo voy a mencionar dos: la factura de Timofónica o la comunicación de movimientos bancarios del banco AVBB. Si bien de las facturas han retirado los datos de las cuentas, en la de Timofónica figura con letra y todo el DNI del titular de la línea. En la comunicación del banco figura completa la cuenta. Hoy en día no quiero dar pistas de lo fácil que es, a través de internet, disponiendo de todos los datos de domicilio, número de teléfono, documento nacional de identidad, con letra y todo, y cuenta bancaria hacerse con algo y luego que quién proceda deshaga el entuerto.
No nos damos cuenta de los peligros y los riesgos que vamos asumiendo hasta que los sufrimos nosotros mismos en nuestras propias carnes. Una carta asomando por un buzón es uno de esos peligros.

Teodoro, Agustín, Tomás, Víctor, Mariano y Anastasio

jueves, 12 de marzo de 2009

TREINTA

Anteayer disfruté a la hora de la comida de uno de esos momentos felices que no se producen con toda la frecuencia que debieran. Quizá por eso son más felices, al ser más intensos por estar más distanciados. Fue una comida con antiguos compañeros de trabajo a los que, a pesar de ser compañeros de trabajo durante años, me une una gran amistad. Establecimos hace tiempo una periodicidad bimensual, excepto en el verano, y vaya que vaya lo vamos casi cumpliendo.

Uno de ellos, Manolo, nos comentó a los demás que se había fijado la intención anual de “treinta”, o lo que es lo mismo, “diez+diez+diez”. Aquello de “oír, ver y callar” pero actualizado en positivo a “oír, ver y leer”: oír diez discos de música clásica, ver diez películas y leer diez libros.

Pero no cualesquiera, sino “clásicos”. Habría cada uno que auto definirse lo que entiende por clásicos para confeccionar su lista y ahí surgió la duda, en el caso de la música, si The Beatles o Simon&Garfunkel son igual, más o menos clásicos que Grieg o Mahler.

El fondo de la cuestión no es ese. Esas treinta obras deberían ser escogidas a principios de año y devoradas a lo largo del mismo. Más o menos, quitando las vacaciones estivales supondría ver, oír y leer una obra al mes. Manolo ha confeccionado su lista para el presente año y anda tras la consecución de los objetivos. Como a pesar de que estamos entrados en años nos hemos subido al carro tecnológico, del que intentamos no caernos a pesar de su velocidad de vértigo, ha quedado en enviarnos a los demás un correo electrónico, un e-mail de esos, para informarnos de sus “treinta principales” para este año.

Dado que mencionó algunos de memoria, me quedé con un libro de Gabriel García Márquez titulado “Del Amor y otros Demonios”. He hecho la intención, siempre que me sea posible, de girar una visita diaria a la biblioteca pública, con la intención de dar un vistazo al periódico pero con el trasfondo de que el paseo de ida y vuelta hasta la misma, unos cuarenta minutos, veinte de ida y veinte de vuelta, me sirvan de ejercicio diario. En la visita de ayer miércoles, el citado tomo, aunque es ligerito, se avino a acompañarme de regreso a casa para hacerme compañía unos días, máximo quince si no se prorroga el préstamo, y deleitarme con su lectura.

Me va acompañar pocos días, realmente solo uno, porque ayer mismo por la noche, no menciono a qué hora, finalicé su lectura, con lo que en la prevista visita de hoy a la biblioteca lo devolveré. Supongo que la bibliotecaria al ver que solo lo he tenido un día pensará que no lo he leído.

Un librito fácil de leer, con una historia curiosa pero que me ha planteado serios problemas de entendimiento, de entendimiento del lenguaje me refiero. No sé si es castellano, español…. o colombiano, a tenor de la nacionalidad de su contrastado autor. Algunas, bastantes o pocas, según cada cual, de las palabras que van apareciendo a lo largo de su lectura no sé lo que significan. Lo puedo atisbar aunque en alguna ocasión yo mismo me doy cuenta que intuyo el significado pero no sabría explicarlo si alguien me lo requiriera. Así que ante semejante diatriba, que ya se me ha planteado con algunos otros libros, como por ejemplo “El Hereje” de Miguel Delibes, solo tengo dos posicionamientos: o bien dejo que mi intuición me presente un significado adecuado al contexto donde aparece un determinada palabra o bien me armo de diccionario y voy buscando.

En mi experiencia, leer un libro con un diccionario al lado es muy pesado, así que lo que hago es armarme de lápiz e ir apuntando en las tapas posteriores del libro, que suelen estar en blanco si otro no ha hecho lo que yo con anterioridad, el número de página donde se encuentra cada palabra y la propia palabra que posteriormente intentaré localizar en el diccionario. Y digo bien, localizar, porque no siempre se encuentran. En el caso que nos ocupa, determinados giros serán propios del castellano o español hablado en Colombia y no necesariamente estarán reflejados en el diccionario oficial de la Real Academia de la Lengua Española, ese que se conoce como DRAE en el argot de internet.

Sería mucho más edificante buscar en el ejemplar de papel pero la tecnología facilita la labor realizando las mismas búsquedas a través de los navegadores de internet. Quiero aprovechar aquí para mencionar una cosa que es obvia, y es que no es necesario saberse el abecedario para consultar el diccionario de forma electrónica. Se “ingresa” la palabra en cuestión, como dirían en otros castellanos o españoles, y el ordenador te devuelve el significado si existe, te hace referencia a un sinónimo más comúnmente empleado o te dice que la palabra buscada no se encuentra. Hago esta salvedad para reclamar la atención de que los padres obliguen a sus hijos en sus primeros escarceos con el diccionario a utilizar el ejemplar en papel, salvo que quieran ver como olvidan, si lo han aprendido, el abecedario.

Aún a riesgo de alargar demasiado esta entrada en el blog, como documentación personal y para satisfacer la curiosidad de algún lector despistado que haya conseguido llegar hasta aquí, consigno a continuación la lista de las setenta y ocho palabras que o bien no conocía o bien me ha apetecido buscar en el diccionario seguidas de su o sus significados en el contexto del libro.
El formato no es muy allá porque no manejo los entresijos del blog como debiera. Las páginas están referidas a la Tercera Edición Barcelona 1994 de Editorial Mondadori

ACETRE
Caldero pequeño en que se lleva el agua bendita para las aspersiones litúrgicas
ACEZAR
Sentir anhelo, deseo vehemente o codicia de algo
ALBAÑALES
Canal o conducto que da salida a las aguas inmundas
ALMOJÁBANA
Torta de queso y harina o Especie de bollo, buñuelo o fruta de sartén, que se hace de masa con manteca, huevo y azúcar.
ARTESA
Cajón cuadrilongo, por lo común de madera, que por sus cuatro lados va angostando hacia el fondo. Sirve para amasar el pan y para otros usos.
ASPERJAR
Hisopear, rociar, esparcir en menudas gotas un líquido
ATANOR
Hornillo del atanor, usado por los alquimistas.
ATESADA
Tirante. “La piel atesada por el salitre”Pág.171”
AVERAGUADO
No encontrada en el diccionario ”Un vestido averuguado y percudido”Pág.80
AZOGADO
Varios significados. Aquí Turbarse y agitarse mucho
BALANDRAN
Prenda tipo túnica muy holgada, utilizada por los ecleciásticos
BALANDRÁN
Vestidura talar ancha y con esclavina que suelen usar los eclesiásticos o reclusos.
BARATERO
Comerciante que suele tratar de engañar.
BASQUIÑA
Saya que usaban las mujeres sobre la ropa para salir a la calle, y que actualmente se utiliza como complemento de algunos trajes regionales
BEQUE
En este libro orinal
BOCARRIBA
No encontrada en el diccionario Licencia del escritor. Dormir boca arriba.
BORBORITABA
Borbotar “La marmita borboritaba a fuego lento …”Pág 177
BREÑA
Tierra quebrada entre peñas y poblada de maleza
CALCAÑAR
Parte posterior de la planta del Pie
CARÁNGANO
Piojo
CARCAVERA
Ramera que ejercía la prostitución en las cárcavas.
CATRE
Cama ligera para una sola persona
CAZABE
Algún tipo de bebida
COCOTÓLOGA
No encontrada en el diccionario ·”Ella, cocotóloga insigne, le mandaba mensajes en palomitas de papel”Pág.50
COMEJÉN
Especies de termitas en America del Sur
CORDOBÁN
Piel curtida de cabra
CORDOBANA
En cueros. Andar a la cordobana.
COSITEO
No encontrada en el diccionario . “Cositeo del comején en el artesonado”Pág.170
CUMBIAMBA
Danza popular de Colombia y Panamá, una de cuyas figuras se caracteriza por llevar los danzantes una vela encendida en la mano
DESTAZAR
Hacer piezas o pedazos
ÉGLOGA
Composición poética de género bucólico, generalmente sobre pastores.
ENDIJA
“hendija” Hendidura, generalmente pequeña.
ENDRIAGO
Monstruo fabuloso, con facciones humanas y miembros de varias fieras
ENSOPADA
Empapada
ERGÁSTULAS
Lugar en que vivían hacinados los trabajadores esclavos o en que se encerraba a los esclavos sujetos a condena.
ESTAMEÑA
Tejido de lana, sencillo y ordinario, que tiene la urdimbre y la trama de estambre.
FIEMO
Estiércol
FLORESTA
Terreno frondoso y ameno poblado de árboles
FRAGOROSO
Estrepitoso, estruendoso
FRICAR
Frotar, refregar
GALPÓN
Departamento destinado a los esclavos en las haciendas de Ámerica
HEDENTINA
Olor malo y penetrante, hediondo.
HICOS
Cada una de las cuerdas que sostienen la hamaca.
HISOPO
Utensilio usado en las iglesias para esparcir agua bendita. En Colombia, escobilla usada para pintar o encalar las paredes.
HORCÓN
Horca grande de los labradores. En Colombia, Madero vertical que en las casas rústicas sirve, a modo de columna, para sostener las vigas o los aleros del tejado.
JÍCARA
Vasija pequeña de loza o de madera.
LAMPAZO
Pipo de tela de lana.
LÁUDANO
Extracto de opio, Preparación compuesta de vino blanco, opio, azafrán y otras sustancias.
LAVAZAS
Agua sucia o mezclada con las impurezas de lo que se lavó con ella
LAYA
Calidad especie o clase. “Negros de toda laya”Pág.133
LUIDOS
No encontrada en el diccionario ”Luidos por el jabón”Pág.73
MACILENTO
Flaco y descolorido
MALATOS
No encontrada en el diccionario. “Malbaratarlo fricando malatos” Pág. 158.
MALBARATAR
Vender la hacienda a bajo precio
MANAJÚ
No encontrada en el diccionario “Emplasto de manajú”Pág.46
MANGLARES
Terreno que en la zona tropical cubren de agua las grandes mareas, lleno de esteros que lo cortan formando muchas islas bajas, donde crecen los árboles que viven en el agua salada
MARITORNES
Moza de servicio, ordinaria, fea y hombruna
MONTARAZ
Genio y propiedades agrestes, groseras y feroces. De andar por los montes.
MÚCURAS
Ánfora de barro que se usa para conservar el agua o monedas..
NIGROMANTE
Magia negra que pretende adivinar el futuro preguntando a los muertos.
PASAMANOS
Género de galón o trencilla, cordones, borlas, flecos y demás adornos de oro, plata, seda, algodón o lana, que se hace y sirve para guarnecer y adornar los vestidos y otras cosas.
PERCUDIDO
Penetrado por la suciedad.
REMIENDAVIRGOS
No encontrada en el diccionario
RÍSPIDAS
Ásperas, violentas, intratables.
SALTABANCO
Vendedor o artista ambulante
SILENTE
Silencioso, tranquilo, sosegado.
TALABARTERO
Guarnicionero que hace talabartes y otros correajes. Talabarte, Pretina o cinturón, ordinariamente de cuero, que lleva pendientes los tiros de que cuelga la espada o el sable
TANTALEANDO
No encontrada en el diccionario “Tantaleando en el tremedal de la memoria”Pág.180
TARABILLA
Soltar a alguien la tarabilla Hablarle mucho y muy deprisa
TIORBA
Instrumento musical semejante al laúd, pero algo mayor, con dos mangos y con ocho cuerdas más para los bajos.
TOTUMOS
No encontrada en el diccionario “Los totumos de un pozo”Pág.181
TRÁPALOS
No encontrada en el diccionario
TREMEDAL
Terreno pantanoso, abundante en turba, cubierto de césped, y que por su escasa consistencia retiembla cuando se anda sobre él.
TUNDIRLE
Cortar o igualar con tijera los pelos, o Castigar con golpes y azotes.
VENTURO
Que ha de venir o suceder
VULNERARIA
Dicho de un remedio o de una medicina: Que cura las llagas y heridas
YERMO
Terreno inhabitado o incultivado.
ZURULLOS
Pedazo rollizo de materia blanda o porción compacta de excremento humano

domingo, 8 de marzo de 2009

PRECIOS-2


No sé si le ocurrirá a todo el mundo igual, o solo a algunos pocos, pero a mí algunas veces me ocurre, y es la tendencia a pensar que los objetos de consumo comprados en grandes almacenes o grandes superficies tienen un coste inferior al que presenta el mismo artículo en la tienda del barrio, la de toda la vida. También podemos caer en el error de pensar que un artículo comprado a través de internet, por el ahorro de costes y todo eso, es más barato. Ambos conceptos suelen resultar erróneos con demasiada frecuencia.
Por suerte, internet pone al alcance de quién se moleste un poco en hurgar en sus entresijos, un mundo de posibilidades a la hora de disponer información desde el sillón de su casa. Esa información es relativa no solo a los precios, sino a las características y prestaciones de los productos, comparativas, comercios donde disponen de ellos, con sus teléfonos y direcciones, y un sinfín de datos que podemos manejar a la hora de decidir nuestra compra. Bien es verdad que tanto dato puede llegar a marear y en lugar de facilitarnos la labor de tomar una decisión, la complica. Pero la información está ahí y podemos usarla y manejarla a nuestro antojo.
No hay nada como un par de ejemplos para ilustrar esto. Hace unos días necesitaba un disco duro para sacar copia de la cantidad ingente de datos que voy albergando en mi ordenador. Antes de tomar una decisión, decidí hacer una investigación para obtener información acerca de tamaños, modelos, prestaciones, opiniones de los usuarios, averías, servicio técnico, etc. etc. Tras investigar, me decidí por un disco duro marca Western Digital, de 1 Terabyte. Los precios rondaban los 130 euros en la mayoría de los comercios. Pregunté en la tienda del barrio y se disparaba, además de no tenerlo disponible y tenerlo que encargar. Como no me importa hacer propaganda gratuita, vi que en la FNAC tenían una oferta en la que el disco costaba 119 euros. Con estas, me dirigí allí para proceder a su adquisición. Mi sorpresa fue grande cuando el precio que rezaba en las estanterías era de 129 euros, igual que en todos los demás sitios. Pregunté a uno de los empleados y me dijo que el precio que se anuncia por internet es para las compras realizadas directamente por ese medio, que en la tienda esos precios no valían y que el de ese disco eran 129 euros.
Parece que no me quedaba más remedio que “invertir” los 129 euros a tenor de los precios en otras tiendas. Lo más cómodo hubiera sido adquirirlo allí mismo, pero uno tiene su corazoncito y en el fondo me rebelaba contra haberme dejado engañar por el precio en la web. Total que decidí castigar un poquito a la FNAC, cruzar la calle y comprar el disco en El Corte Inglés. Me costó lo mismo pero me fui con el sabor de ese pequeño castigo por la publicidad en internet de la FNAC sin especificar claramente las cosas.
Pero insisto en lo del encabezamiento: ojo con los precios en las grandes superficies. Como me han acabado recientemente de pintar la casa, necesitaba una docena de unos protectores de metacrilato, feos como demonios pero prácticos si hay niños o mayores con poco cuidado, que se colocan alrededor de los pulsadores de las llaves de la luz para evitar manchar las paredes con los dedos sucios cuando no se atina a la primera. Me dirigí al conocido Leroy Merlin, donde tuve la suerte de que estaban agotados. Luego verán porqué digo suerte. Pude ver el precio de cada uno de ellos establecido en 5,40 euros. ¡Ni que fueran de oro transparente! Cuando volvía a casa, con las manos vacías, pasé a preguntar por la tienda del barrio, esa que tienen un poco de todo y me lleve una sorpresa de campeonato: el mismo objeto estaba al precio de 2,50 euros, menos de la mitad. De un plumazo me había ahorrado cerca de treinta euros en la compra que iba a hacer.
Así pues, ojo a esas creencias que tenemos por ahí dentro que nos llevan a tomar decisiones equivocadas, partiendo de bases que no son correctas y que hemos alojado en nuestro cerebro, sin tener mucho cuidado a la hora de darlas por buenas. Eso por un lado y por otro, pensemos que el tendero del barrio probablemente nos pueda aconsejar más y mejor que el dependiente del gran almacén, donde, salvo honrosas excepciones, cambian de ellos como de camisa y probablemente el que esté atendiendo de cosas de la luz sepa de pintura y el de pintura de jardinería. Los tiempos modernos traen estas cosas, pero seguro que el fontanero que despacha y aconseja en la tienda del barrio, y que lleva un porrón de años detrás de su propio negocio, entiende muy mucho de lo que se trae entre manos. En otra ocasión les contaré un hecho que me ocurrió, no con el fontanero, sino con su mujer que estaba atendiendo porque el había tenido que salir.

domingo, 1 de marzo de 2009

LORTAD-2


Las modas van y vienen, sufren sus ciclos. Hace años se utilizaba el envío masivo de correspondencia con propaganda de forma directa al domicilio particular de las personas para convencerles de las bondades de unas ofertas acerca de artículos de consumo que probablemente no necesitaban o ni siquiera eran de su interés. Como ya he comentado en otra entrada anterior, existían empresas que se dedicaban a la caza de direcciones y datos particulares para ofrecérselos en forma de etiquetas autoadhesivas para las campañas de propaganda.

Aquello cesó casi por completo pues otros medios vinieron a sustituir una forma de publicidad que tenía poco eco, algún coste y problemas de dirigir a las personas diana adecuadas. Pero hay ciclos y la moda parece que vuelve, eso sí, con menor virulencia.

Recibo en el buzón de mi casa una carta extraña, de esas de sobre de ventanilla bajo la cual se puede leer mi dirección perfectamente escrita, por ordenador claro. Hoy todo se hace por y solo por ordenador. Un rápido vistazo al remite, donde figura “Grupo T.H. 2000 S.L. en un apartado postal me hace ver que es una carta “no deseada” ni “esperada”. Habría que ver si existe siquiera esa persona jurídica, pero no es ese el caso. Por la dirección que figura conozco de donde ha sido cedida mi dirección a esta empresa, aunque en letra muy pequeña, casi ilegible, se esfuerzan por comunicarme que “procede de fuentes accesibles al público” y me indica el nombre de otra empresa, con su dirección y teléfono donde puedo ejercer mi derecho a que sea retirada mi dirección.

Sin mucha confianza en la existencia de la empresa, adoptando mecanismos de ocultación de mi número de teléfono marcando “067” por delante, llamo y ejerzo mi derecho de que no se utilice más mi dirección. La señorita que me responde me asegura que me da de baja en ese mismo momento pero que es posible que haya otras campañas en marcha e incluso que otras empresas hayan tomado mi dirección. Pues si que estamos bien, solo me queda el recurso del pataleo.

La carta no tiene desperdicio. La empresa que figura en el logotipo de la carta no es la misma que rezaba en el remite: otro nombre raro con un aditamento que dice “Menaje & Diseño” . Empieza dirigiéndose a mí como “Estimado Cliente Amigo”. Que yo recuerde nunca he sido cliente de una empresa desconocida que me manda cartas bajo un remite desconocido y mucho menos voy a poder ser amigo suyo.

Continua con un “Usted ya conoce la calidad y prestigio de nuestra empresa”. Supongo que para la generalidad de la gente esto puede suponer un halago indirecto pero a mí se me pone una cara de haba que para qué: No les conozco de nada, ni por estos mecanismos que emplean me parece que vayan a poder tener calidad y prestigio. El siguiente párrafo no tiene desperdicio: “Hace unos meses que con el motivo de nuestro 48 aniversario estuvimos en Madrid, entregando unos premios a nuestros mejores clientes, entre los premiados se encontraba Vd. que por la razón que sea no acudió a recoger su premio”. Impresionante, una empresa de solvencia y prestigio conocido, con una antigüedad de cerca de cincuenta años que me regaló hace meses algo que yo no acudí a recoger. Empresa buena, prestigiosa y conocida, yo malo.

Me instan a pasar de nuevo a recoger mi regalo, un estupendo cepillo de vapor que, como no podía ser de otra manera, “es anunciado en TV” o un robot de cocina con cinco funciones “también anunciado en TV” y que hace de todo, incluida la función de “esprimir”, cito textualmente esta falta de ortografía que no es la única.

Ojo, este regalo que me ha correspondido por ser un cliente y amigo me lo entregaran al finalizar el acto al que me convocan donde tengo que acudir como requisito indispensable “en compañía de mi pareja y con mi documento nacional de identidad”. Supongo que “pareja” será un concepto global para designar que vaya con otra persona, sea mujer, novia o novio, amiga, etc. De paso me ofrecen hacer extensivo el regalo que me van a dar a mí si me hago acompañar por un “MATRIMONIO AMIGO de mi misma edad”. Aquí lo de pareja ya no vale, tiene que ser matrimonio y de mi misma edad.

Lo demás es lo de siempre, un hotel, unos horarios de pase de sesiones y a presionar a los asistentes para que compren algo que seguramente no les interesaba antes de entrar a la reunión, que cuesta una “pasta gansa” y que ellos ya se encargan de tramitar el préstamo en el banco o entidad financiera para que se haga todo en el momento, con la anuencia y firma de la “pareja” para que no haya después discusiones y también para que el asistente no argumente su negativa diciendo “lo tengo que consultar con mi pareja o “parejo”.

Me ponen triste estas cosas. Seguramente muchos incautos acompañados de sus parejas de hecho o de derecho acudirán a este tipo de eventos sin saber a lo que van, solo por un regalo que antiguamente si que es verdad que daban y era bueno pero que ahora en la mayoría de las ocasiones o es una castaña pilonga o para conseguirlo tienes que hacer muchas más cosas que asistir y tragarte la charla.

Recomiendo muy encarecidamente a todo el mundo asistir a tres o cuatro de estos eventos, pero con la mente y la determinación bien clara de que, oigamos lo que oigamos, no vamos a tomar ninguna decisión en el acto. Aunque nos regalen duros a pesetas. El truco está en la inmediatez, el acoso y la presión para tomar una decisión grave, sobre todo costosa, en un ambiente que no es el nuestro, bajo una presión de grupos de personas a las que no conocemos y que entran al trapo como los toros de lidia, sin pensar.

Yo he asistido a varios de estos eventos, para conocer como son. Como de antemano sabía a lo que iba hasta me he divertido al ver las formas y los trucos que se emplean. Otro día les contaré con pelos y señales uno de ellos y como al final el regalo no fue tal, era como un dardo envenenado que acabó en la papelera enfrente justo de la puerta de salida.