El propio uso de las cosas que nos son novedosas se va conformando poco, pasando en muchos casos del blanco al negro y volviendo poco a poco al gris.
Hace un tiempo, nos recomendaron a los usuarios de teléfonos móviles que diéramos de alta en nuestra agenda dos o tres entradas que comenzaran por el prefijo “ICE”. ICE es un acrónimo inglés confeccionado a base de iniciales que se traduce en “in case of emergency”, es decir, “en caso de emergencia”. Su función está muy clara: en caso de tengamos un accidente, como puede ser un desvanecimiento en un lugar público, alguien podría utilizar nuestro teléfono móvil, buscar una entrada en la agenda que pusiera ICE-ESPOSA, ICE-MARIDO, ICE-HIJO o ICE-LO-QUE-SEA, y llamar para dar la noticia y que pudieran venir a socorrernos. Con el tiempo, los puristas del lenguaje buscaron alternativas y se les ocurrió que sería mejor que las entradas comenzaran por AAA, en lugar de “ECE” que sería lo traducible. “AAA” tiene la ventaja de que se
colocaría en las primeras posiciones de la agenda con lo que sería más fácil su localización, máxime en momentos de nerviosismo y prisas dependiendo de la gravedad y consecuencias del supuesto accidente.
Todo esto está muy bien, y algunos de nosotros llevamos en nuestros teléfonos móviles ambas entradas, las “AAA” por si nos atiende un español y las “ICE”, más internacionales, por si nos atiende un no-español, que con esto de la globalización nunca se sabe.
Pero con el tiempo, disfrutando de las ventajas, se descubren los inconvenientes. No sé que tendrá de cierto pero he recibido un mensaje por correo electrónico donde se comenta que una persona recibió un mensaje desde el móvil de su pareja solicitando la clave de acceso a la común cuenta bancaria.. Esta persona, ni corta ni perezosa, pero con pocos dedos de frente pienso yo, contestó al mensaje enviando la clave…. que fue rápida y convenientemente empleada por el ladrón que había sustraído el bolso y utilizado las entradas “AAA” o “ICE” para una finalidad bien distinta de la que tenía prediseñada. Tal y como funcionamos hoy, sería buena una estadística de cuantas personas contestarían con la clave real a un mensaje de este tipo proveniente del teléfono móvil de su pareja o familia. Seguramente nos sorprenderíamos.
Y es que tenemos la manía de considerar como auténticos los mensajes, o correos electrónicos que nos llegan porque identificamos, o creemos identificar, su procedencia y con ello nos pensamos que está todo correcto. Teniendo los conocimientos suficientes, no es muy complicado mandar un correo electrónico a una persona suplantando la identidad del remitente. Es una prueba que hice hace algunos años en que esto todavía era más fácil. Unos días antes de una cena entre amiguetes, utilizando un tono algo ofensivo, mandé un correo electrónico a uno de ellos como si hubiera sido procedente de otro de los que iban a asistir a la cena. Me dediqué a observar a ambos y sí creeí notar una cierta tensión entre ellos. A mitad de la cena saqué el tema y me identifiqué como autor de ese correo con lo que se deshizo el entuerto entre ambos y todo quedó aclarado. Hoy en día han mejorado, no mucho, los sistemas de correo electrónico y los servidores suelen requerir autenticación no solo para recibir tu correo sino para emitirle, con lo que este tipo de correos falsos ha quedado ligeramente limitado. La palabra autenticación figura en el diccionario y significa identificación o acreditación por el medio que sea, generalmente con usuario y clave.
Pero la facilidad con que hoy en día se puede crear una cuenta anónima de correo en servidores gratuitos del tipo “gmail”, “yahoo”, “hotmail” o similares puede dar lugar a equívocos. Por ejemplo, supongamos que tengo un amigo que se llama Angel Miguel García López, cuyo correo oficial y que emplea normalmente es a.m.garcia.lopez@yahoo.es. En este caso trataría de abrirme una cuenta parecida en otro servidor e incluso en el mismo cambiando algo. Podría ser, por ejemplo, a.n.garcia.lopez@yahoo.es o a.m.garcia.loqez@yahoo.es o a.m.garcia.lopez.@yahoo.es que son muy similares, dado que en la mayoría de los casos nos vamos a leer el texto casi sin mirar detenidamente el remitente, además de no tener activo algún tipo de filtro que en nuestro correo nos mande los mensajes entrantes cuyos remitentes no tenemos en nuestra agenda a un buzón especial que ya nos prevenga a mirarlos con un poquito más de detenimiento.
Volviendo al tema inicial…. ¿enviaría Vd. la clave a su pareja ante un requerimiento de la misma a través de un mensaje procedente de su móvil? Estas claves no se deberían mandar nunca, pero en caso de que sea absolutamente necesario, lo que procede en este tipo de situaciones es una llamada con voz para verificar que todo está correcto. Además sería bueno tener un mecanismo oculto entre la pareja para poder hablar libremente de este tipo de cosas. Por ejemplo, si yo tuviera que facilitar a mi pareja una clave de este tipo, porque ya lo hemos acordado antes, se la facilitaría por parejas al revés, esto es, si la clave real es 126754 yo le diría o escribiría 546712. Ya se encargaría la otra parte, si es realmente quién debe ser, de darle la vuelta.
Hace un tiempo, nos recomendaron a los usuarios de teléfonos móviles que diéramos de alta en nuestra agenda dos o tres entradas que comenzaran por el prefijo “ICE”. ICE es un acrónimo inglés confeccionado a base de iniciales que se traduce en “in case of emergency”, es decir, “en caso de emergencia”. Su función está muy clara: en caso de tengamos un accidente, como puede ser un desvanecimiento en un lugar público, alguien podría utilizar nuestro teléfono móvil, buscar una entrada en la agenda que pusiera ICE-ESPOSA, ICE-MARIDO, ICE-HIJO o ICE-LO-QUE-SEA, y llamar para dar la noticia y que pudieran venir a socorrernos. Con el tiempo, los puristas del lenguaje buscaron alternativas y se les ocurrió que sería mejor que las entradas comenzaran por AAA, en lugar de “ECE” que sería lo traducible. “AAA” tiene la ventaja de que se
colocaría en las primeras posiciones de la agenda con lo que sería más fácil su localización, máxime en momentos de nerviosismo y prisas dependiendo de la gravedad y consecuencias del supuesto accidente.
Todo esto está muy bien, y algunos de nosotros llevamos en nuestros teléfonos móviles ambas entradas, las “AAA” por si nos atiende un español y las “ICE”, más internacionales, por si nos atiende un no-español, que con esto de la globalización nunca se sabe.
Pero con el tiempo, disfrutando de las ventajas, se descubren los inconvenientes. No sé que tendrá de cierto pero he recibido un mensaje por correo electrónico donde se comenta que una persona recibió un mensaje desde el móvil de su pareja solicitando la clave de acceso a la común cuenta bancaria.. Esta persona, ni corta ni perezosa, pero con pocos dedos de frente pienso yo, contestó al mensaje enviando la clave…. que fue rápida y convenientemente empleada por el ladrón que había sustraído el bolso y utilizado las entradas “AAA” o “ICE” para una finalidad bien distinta de la que tenía prediseñada. Tal y como funcionamos hoy, sería buena una estadística de cuantas personas contestarían con la clave real a un mensaje de este tipo proveniente del teléfono móvil de su pareja o familia. Seguramente nos sorprenderíamos.
Y es que tenemos la manía de considerar como auténticos los mensajes, o correos electrónicos que nos llegan porque identificamos, o creemos identificar, su procedencia y con ello nos pensamos que está todo correcto. Teniendo los conocimientos suficientes, no es muy complicado mandar un correo electrónico a una persona suplantando la identidad del remitente. Es una prueba que hice hace algunos años en que esto todavía era más fácil. Unos días antes de una cena entre amiguetes, utilizando un tono algo ofensivo, mandé un correo electrónico a uno de ellos como si hubiera sido procedente de otro de los que iban a asistir a la cena. Me dediqué a observar a ambos y sí creeí notar una cierta tensión entre ellos. A mitad de la cena saqué el tema y me identifiqué como autor de ese correo con lo que se deshizo el entuerto entre ambos y todo quedó aclarado. Hoy en día han mejorado, no mucho, los sistemas de correo electrónico y los servidores suelen requerir autenticación no solo para recibir tu correo sino para emitirle, con lo que este tipo de correos falsos ha quedado ligeramente limitado. La palabra autenticación figura en el diccionario y significa identificación o acreditación por el medio que sea, generalmente con usuario y clave.
Pero la facilidad con que hoy en día se puede crear una cuenta anónima de correo en servidores gratuitos del tipo “gmail”, “yahoo”, “hotmail” o similares puede dar lugar a equívocos. Por ejemplo, supongamos que tengo un amigo que se llama Angel Miguel García López, cuyo correo oficial y que emplea normalmente es a.m.garcia.lopez@yahoo.es. En este caso trataría de abrirme una cuenta parecida en otro servidor e incluso en el mismo cambiando algo. Podría ser, por ejemplo, a.n.garcia.lopez@yahoo.es o a.m.garcia.loqez@yahoo.es o a.m.garcia.lopez.@yahoo.es que son muy similares, dado que en la mayoría de los casos nos vamos a leer el texto casi sin mirar detenidamente el remitente, además de no tener activo algún tipo de filtro que en nuestro correo nos mande los mensajes entrantes cuyos remitentes no tenemos en nuestra agenda a un buzón especial que ya nos prevenga a mirarlos con un poquito más de detenimiento.
Volviendo al tema inicial…. ¿enviaría Vd. la clave a su pareja ante un requerimiento de la misma a través de un mensaje procedente de su móvil? Estas claves no se deberían mandar nunca, pero en caso de que sea absolutamente necesario, lo que procede en este tipo de situaciones es una llamada con voz para verificar que todo está correcto. Además sería bueno tener un mecanismo oculto entre la pareja para poder hablar libremente de este tipo de cosas. Por ejemplo, si yo tuviera que facilitar a mi pareja una clave de este tipo, porque ya lo hemos acordado antes, se la facilitaría por parejas al revés, esto es, si la clave real es 126754 yo le diría o escribiría 546712. Ya se encargaría la otra parte, si es realmente quién debe ser, de darle la vuelta.