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Que nos hemos vuelto cómodos últimamente es un hecho. Tanto en lo físico como en lo mental. Y yo diría que inmediatos también, todo lo queremos cuanto antes mejor, en el momento si es posible. Y es que es muy difícil sustraerse a los adelantos tecnológicos cuando se tienen disponibles. Ayer en una visita domiciliaria, un cuñado me recomendó un libro que está muy bien. Había acabado de leer el que tenía entre manos y me estaba planteando uno nuevo cuando surge este. A la vuelta a casa, búsqueda por la red, descarga que no comentaré si legal o gratis para dejar la duda, y tras la cena ya estaba atacando el nuevo título que por cierto está muy bien y del que devoré en un primer ataque el diez por ciento. Esto del “por ciento” es consecuencia de los nuevos lectores electrónicos, algunos de los cuales ya no numeran en páginas sino en porcentaje, lo que es más indicativo de nuestro progreso y avance.
Hay muchos y variados ejemplos de las comodidades a las que vamos sucumbiendo debido a los adelantos tecnológicos que esta sociedad moderna no solo nos brinda, sino que casi nos exige utilizar. Uno de ellos es el coche. Bien es verdad que la vida ha cambiado mucho y ya es raro quién puede desplazarse al trabajo andando, principalmente en grandes ciudades y núcleos de población. A modo de ejemplo ciertamente común, los que van en coche bajan en ascensor desde su piso al garaje, llegan al aparcamiento de la oficina y suben en ascensor hasta su planta. Actividad física cercana a cero. Coincido en que esto es una exageración porque siempre hay quién se desplaza en transporte público, lo que obliga a caminar ciertos tramos por muy cerca que lo tengamos de casa o nos deje del trabajo. La recomendación es aparcar un poco lejos o bajarse un par de paradas de metro y autobús antes para caminar por lo menos algo.
Otro ejemplo que me llama la atención son las cajas registradoras en los comercios y la dependencia de las mismas a la persona encargada de cobrarnos. Los lectores de código de barras evitan toda actividad mental, y cuando finaliza la cuenta, la cajera o cajero incluso introduce el dinero que le facilitamos para que la maquinita muestre el cambio exacto que nos debe retornar. Bien es verdad que hay gente que lo sigue haciendo a la antigua usanza, como mi carnicero, que utiliza el mecanismo de siempre de ir contando hacia arriba a medida que te entrega las monedas. Sigue unas elementales medidas que evitan malentendidos. Lo primero que hace es dejar bien visible el billete que le hemos entregado, supongamos para el ejemplo de cincuenta euros. La cuenta ha sido de treinta y dos con sesenta y siete, con lo que nos va dando el cambio y sumando…. estos tres hacen setenta, con treinta hacen treinta y tres, y dos más treinta y cinco, con cinco cuarenta y con diez cincuenta. Esta elemental forma de funcionamiento, que ejercita la mente en una actividad diaria y común, es absolutamente impensable en una gran mayoría de las personas que ejercen de cajeras y si lo quiere Vd. comprobar, le ofrezco una prueba. Sobre el ejemplo anterior, damos un billete de cincuenta y esperamos a que lo teclee en la registradora. Cuando ya lo ha hecho, le damos los dos con setenta en monedas, con lo cual, en un cálculo rápido y sencillo, nos tendrían que devolver un billete de veinte euros y tres céntimos sueltos. Se podrá comprobar que en la gran mayoría rechazan esto, se hacen un lío, y recurren a devolvernos lo que les hemos dado suelto y añadir lo que les dice la caja. Todo lo más lo dejan junto, lo suman, ven que cuadra con un billete y entonces lo cambian, pero en pasos sencillos y unitarios. Lo otro es un lío descomunal, más que nada porque obliga a ejercitar un poco la mente.
Otro ejemplo de atrofia mental son los navegadores de mapas utilizables andando o en los coches, basados en la tecnología GPS. Recuerdo a principios de los ochenta en mis viajes por carretera por Europa como una de las tareas de preparación del viaje era el recopilar mapas de carreteras y ciudades. Siempre estaba la posibilidad de perderte, lo que tenía su aliciente, pero recuerdo haber hecho miles de kilómetros y haber entrado y salido de ciudades grandes sin mayores problemas. Hace unos años me pasó un caso curioso. Circulaba por Francia y el mapa que llevaba estaba desactualizado. Paré en un área de servicio y mapa en mano me dirigí a un francés a preguntarle por la dirección en la que íbamos. Miró el mapa un instante encima del capó de su coche y a continuación entró en el mismo a coger su “tomtom”. Con lo que nos decía el aparato, ambos nos situamos en el mapa, nos dimos cuenta de la desactualización y vimos la ruta a seguir. Tecnología al poder. Hace un par de meses que me he comprado un teléfono móvil de esos superinteligentes con un sistema operativo android en su interior que permite ser usado como navegador, con lo que estoy haciendo mis pinitos en eso de dejarme llevar, aunque iré atento para no seguir a pies juntillas las indicaciones no vaya a perecer ahogado en un pantano de nueva construcción como ya ha ocurrido en el mundo real. También puede ocurrir que se quede sin batería, no localice el GPS, el mapa esté desactualizado, no localice el destino, haga mal la ruta, etc. etc. Con lo cual si no hemos sido un poco previsores nos quedaremos bloqueados hasta que la cosa funcione si es que lo hace.
Así, cuando médicos y psicólogos nos recomiendan la realización diaria de actividades físicas y mentales para prevenir atrofia muscular y enfermedades degenerativas, nosotros nos empeñamos en no utilizar las oportunidades que nos brinda nuestro devenir diario de realizarlas. Luego, al llegar a casa, nos apuntamos al gimnasio o cogemos la Nintendo de nuestros hijos, o nuestra, para hacer ejercicios de “brain” con numeritos y colores. Paradojas de la vida.
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El QUIZOTE
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