En un estudio realizado en 2003 por la OIT-Organización Internacional del Trabajo se ponía de manifiesto que la estabilidad en el empleo en los países industrializados se mantenía constante en los últimos años, a pesar de la creencia extendida de que las personas cambiaban de trabajo con relativa frecuencia. Al menos en España y en esa época, la decisión sobre un cambio de cometido estaba en manos del propio trabajador y no tanto del empleador salvo que mediara alguna falta grave en el desempeño de las funciones laborales. El temible despido siempre ha estado sobre la cabeza del trabajador, cual espada de Damocles, pero cierta “protección” de la que disponían los trabajadores hacía esta figura ciertamente onerosa lo cual en muchas ocasiones dilataba la decisión del empresario. Digamos que el despido era relativamente libre aunque no precisamente barato.
En ese mismo estudio, recordemos de 2003, se señalaba que
“esto puede sonar extraño, en una época de crisis económica, de anuncios de recortes de plantilla y de creciente desempleo, pero los mercados de trabajo en la mayoría de los países industrializados siguen mostrando una considerable núcleo de puestos de trabajo estables. Por término medio, más del 60 por ciento de todas las personas empleadas en Europa permanecían en su empleo más de 5 años”. Dice el estudio que
“alrededor del 40 por ciento permanece en el mismo empleo durante más de 10 años. Estos porcentajes son muy similares a los de comienzos de la década de los 90”. También se recoge en ese informe que
“Ciertamente, mientras que la media de permanencia en el puesto de trabajo en Europa es de 10,6 años y de 10,9 en Japón, en Estados Unidos es sólo de 6,6 años.”
Habría que revisar a ver si se han realizado estudios más actuales sobre el tema. Las condiciones laborales y de empleabilidad han variado mucho en los últimos meses. La tendencia más en boga es que no se precisan empleados especialistas que dominen su trabajo a base de adquirir más y más experiencia sino empleados generalistas que sean “todoterreno” y que valgan lo mismo para un roto que para un descosido. Los tiempos cambian y las tendencias también. Pero los empresarios no renuncian a contratar gente con experiencia. Lo que no quieren es pagarla. El mercado laboral está en unos parámetros que permiten y potencian el abuso. ¿Porqué un empleador va a pagar 40 a un empleado si, como la cosa está tan mal, puede conseguir que ese mismo empleado desempeñe por 30? Sería del género tonto.
No se debe de confundir estabilidad con seguridad. Ninguna de las dos cosas está garantizada hoy día. Una de las cosas que recuerdo pensé cuando empecé a trabajar de muy joven en lo que hoy es Bankia fue que había tenido la suerte de acceder a un puesto de trabajo “para toda la vida”, pues la historia y las características de la empresa, por aquel entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, así lo hacían parecer. Una empresa estable, con futuro, con posibilidades de progresar dentro de ella, con alicientes laborales y con un sinfín de cualidades que la hacían apetecible para cualquier trabajador. Lo que son las cosas, veinte años después decidí marcharme por mi propia voluntad a ver nuevos mundos. Esta semana he tenido contacto con algunos de mis compañeros en esa empresa que eran jóvenes cuando yo me marché, hace veinte años, y que siguen en ella. Uno de ellos, en un puesto de cierta relevancia, me contaba como se percibe en el ambiente el miedo de cara al futuro. Con ciertos años a sus espaldas, un cambio en el puesto de trabajo no se antoja fácil y personas muy preparadas y con muchos años de experiencia se pueden encontrar de patitas en la calle y sin mucha cobertura, pues las condiciones en el tema de despidos y EREs, expedientes de regulación de empleo son de lo más dañinas para el trabajador, que ha visto esfumarse a golpe de decreto ley todos sus derechos acumulados a lo largo de muchos años de trabajo. Y es que se comenta que en la actual Bankia, producto de la fusión de varias cajas de ahorro que han sido expoliadas por tejemanejes políticos en los últimos años, sobran 6.000 empleados de los 19.000 actuales. Y lo que planea sobre sus cabezas no son precisamente prejubilaciones doradas sino “veinte días” por año trabajado con un tope de una anualidad y a “buscarte la vida”. Son las nuevas tendencias.
Desde hace algunos años viajamos varias veces a Cantabria cuando la ocasión lo permite y disponemos de algunos días libres. El viaje se lleva alrededor de cuatro horas. Para no hacerlo de un tirón, procuramos incluir la comida en el desplazamiento y así hacerlo más llevadero. Hay un restaurante de carretera que está a tres horas de Madrid y una de Santander y en el que paramos con cierta frecuencia. Ya he comentado en alguna ocasión que mi hija es celíaca, intolerante al gluten, lo cual es un pequeño problema a la hora de entrar en un restaurante donde hay que tener mucho cuidado con lo que come y sobre todo fiarte de como y donde está cocinado. Todos sabemos que las cocinas de los restaurantes no son siempre un dechado de virtud, lo que nos comemos está bueno pero si viéramos como se hace…. Retomando el tema, el comercio y las industrias de “catering” y turismo se caracterizan por permanencias cortas de sus empleados, que cambian con mucha facilidad al ser puestos de trabajo por lo general mal remunerados y con horarios intempestivos y concentrados en los días festivos.
Cuando entramos en el restaurante y encontramos a las dos camareras de toda la vida se nos ilumina el rostro. Saludan a mi hija por su nombre y la dicen que ya han avisado a la cocina que viene y que vaya preparando una sartén limpia con aceite limpio para hacerla “sus” patatas fritas. Haya lo que haya en el menú o en la carta, conocen el tema de mi hija y se desviven por atenderla. Algún día después de tantos años entraremos allí y no nos encontraremos con Vanessa y Pilar que habrán sido sustituidas por un camarero cualquiera que no conocerá ni sabrá nada de mi hija. Y vuelta a empezar y seguramente a buscar otro sitio donde parar a comer.
La estabilidad y permanencia en el empleo es buena para las empresas y también para sus clientes, que se encuentran cómodos cuando son recibidos de forma amable y conocida y ello facilita que vuelvan una y otra vez.