Hay semanas que pasan volando —no llego a entender que haya
gente que se aburra sin nada que hacer— y otras que no es que vuelen, sino que
transcurren a velocidad estratosférica, como es el caso de la que hoy finaliza.
Y uno se encuentra en la mañana del domingo, momento elegido para publicar mi
entrada semanal en este blog desde hace casi trece años sin nada que llevarse a
la pluma. Realmente no es una obligación que me imponga nadie y quizá por ello,
hasta el momento de dejarlo, la auto imposición en esta tarea es lo peor que
hay.
La imagen que ilustra esta entrada me ha llegado hace unos días
en la vorágine de noticias a través de algún medio, probablemente Twitter o WhatsApp
sin que sea capaz de determinarlo: simplemente la guardé porque me pareció
interesante y podría ser la base de un debate bastante peliagudo sobre educación.
Pido disculpas por no poder mencionar al autor —o autora, no se me enfaden las
féminas—. La reproduzco en texto a continuación por si no se puede leer bien en
la imagen y para archivarla entre mis documentos, que van a acabar reventando
el disco duro de mi ordenador:
ESTIMADOS PADRES:
El trimestre de sus hijos está por terminar,
y las notas finales están por ser
reveladas. Sabemos que están ansiosos por saber su desempeño, pero recuerden que entre todos nuestros alumnos, hay
algunos artistas que no necesitarán
comprender mucho las matemáticas, empresarios
que no se preocuparán por la historia y la filosofía, músicos cuyas calificaciones en química tal vez no sean las
mejores, deportistas que sus
aptitudes físicas serán muy importantes para su disciplina. Si su hijo no
consigue las mejores notas, no le quite
la confianza en sí mismo, ni su dignidad. Dígale que está bien, que sólo
son notas, que aun así, están hechos
para cosas grandes en la vida. No les quiten los sueños y talentos: «Hagan esto y vean a sus hijos conquistar
el mundo».
El debate está servido. El mundo de la educación atraviesa
en esta época tremendas convulsiones entre los que son partidarios de una
educación integral básica al modo tradicional y los que son partidarios de una
educación altamente especializada de forma que el alumno aprenda muy bien
únicamente aquella especialidad con la que va a orientar su vida y «no pierda
el tiempo» estudiando otras materias complementarias que no le servirán de nada.
El plan de bachillerato que yo hice en los años sesenta del
siglo pasado llevaba vigente en España, con muy ligeras modificaciones, desde
1938. Si alguien me preguntara lo que recuerdo de una asignatura que se cursaba
en tercero de bachiller, latín, tendría que responder que poco o nada más allá
de aquello de las declinaciones y del rosa,
rosae… Pero añadiría a continuación que a pesar de no recordar nada, de no
haberme servido de forma directa en mi desempeño laboral a lo largo de toda mi
vida, ME ALEGRO profundamente de haber estudiado y superado esa asignatura, que es
solo un ejemplo, al que podrían añadirse otras como filosofía (sexto de
bachiller), historia (cuarto de bachiller), física (quinto de bachiller), química (sexto de bachiller) …
La formación en el bachillerato era igual para todos, con lo
que a los dieciséis años se llegaba con una formación integral en muchas
materias que si bien no iban a tener una aplicación directa en el desempeño
laboral de la persona daban una pátina general de conocimientos en diferentes
disciplinas. Luego, los que tuvieron la suerte de poder hacer una carrera universitaria
—que no fue mi caso en aquella época por imperativos económicos familiares— ya
se especializaron en algún tema concreto si bien para luego trabajar toda su
vida en otro mundo muy diferente. Conozco geógrafos e historiadores trabajando
como informáticos o periodistas como administrativos, por poner un ejemplo.
Insisto, el debate está servido. Estoy (básicamente) de
acuerdo con el tramo final «Si su hijo no
consigue las mejores notas…», pero que un empresario no se tenga que
preocupar por la historia o la filosofía o que un artista no se tenga que
preocupar por las matemáticas… Por poner un ejemplo que no aparece en el texto,
a muchos (de nuestros) políticos les vendría muy bien un baño de historia para
que se pensaran las cosas dos veces antes de actuar.