Andar desprevenidos y no poniendo los cinco sentidos en lo que hacemos nos puede costar caro según el contexto en el que nos desenvolvamos. Por poner dos ejemplos extremos, sería muy riesgoso si vamos conduciendo —con peligro para nuestra vida y la de los demás— o simplemente costoso —en dinero— si estamos haciendo la compra en un supermercado físico o por internet.
Hace ya algunos años que mi podóloga, para evitar durezas (en las plantas de los pies y talones), me recomendó una friega diaria con alguna crema que tuviera un índice alto de urea. Ella me dijo, lo recuerdo bien, que un 30% sería lo ideal, pero estuve buscando mucho tiempo y lo más que encontré por entonces es del 20%. Si bien he venido utilizado varias marcas comerciales, al final te acabas acostumbrando a una por facilidad de adquisición y precio. Es la que puede verse en la imagen: Urea, crema reparadora de Instituto Español.
En su día, —hoy me ha vuelto a ocurrir— cuando la podóloga me dijo lo de la urea mi mente se colocó directamente en la figura de Azarías, papel de una persona límite interpretado de forma magistral por Francisco «Paco» Rabal en la película «Los Santos Inocentes», dirigida por Mario Camús en 1984. Basada en el libro publicado en 1981 con el mismo título, de nuestro eterno Miguel Delibes que me apunto para leer de nuevo antes de volver a ver la película. En una de las escenas, Azarías, «un niño encerrado en el cuerpo de un hombre, que se mueve por instintos primarios y rutinas automatizadas» se orina directamente en sus manos para que no se le agrietasen, una cochinada sí, pero es un poco lo mismo que se trata de conseguir en la planta de los pies al aplicar la crema.
Soy devoto de algunas cuestiones, pero nada es para siempre. Una de ellas es —parcialmente era— Rafael Nadal en todos sus aspectos, el deportista y el personal. Lo seguiré siendo en el mundo del deporte, pero en lo personal siento haber sufrido un revés con su reciente nombramiento como embajador de Arabia Saudí. Sus razones tendrá, y al parecer la has explicitado en una entrevista muy personal que ha tenido lugar esta semana en televisión con Ana Pastor y que no he visto. Ni tengo interés alguno, bien que lo siento. Me quedo con el Rafa deportista.
Otra devoción era por la marca de la crema que tenemos en candelero. Pero tras lo ocurrido esta semana… veremos. Normalmente adquiero los paquetes a través de esa empresa que lo vende todo por internet a un precio de 2,44€ euros la última vez. Deambulando por los pasillos de uno de los grandes hipermercados actuales, vi la crema en una estantería al precio 2,09€, sensiblemente inferior al que yo recordaba. Al coger una de ellas me pareció que era más pequeña, pero lo interpreté como una sensación incierta y cargué con cuatro. Al llegar a casa y comparar ambos tubos, la diferencia de precio quedó explicada por la diferencia de tamaño y de contenido: 2,44€ para 150 ml. Y 2,09€ para 75 ml.
Lo que decía al principio, no anduve prevenido y a pesar de la diferencia significativa de tamaño, peso y contenido, lo pagué con unos euros, cosa no tan grave y que me sirve para ir aprendiendo: no hay mal que por bien no venga.
El primer título que se me había ocurrido para esta entrada era «Marketing», una palabra muy inglesa ella a priori, pero que está incorporada en nuestro diccionario desde hace muchos años. Su significado, al igual que el del sinónimo «mercadotecnia» al que nos dirige, es el «conjunto de principios y prácticas que buscan el aumento del comercio…». No puedo discernir si en el caso que nos ocupa, precios aparte, se trataba de engaño o simplemente de una facilidad al usuario para poder disponer de tubos más pequeños para llevar en un neceser de viaje, por ejemplo. Me quedo con la duda para otras situaciones similares por las que sin duda me harán transitar.
Por si no teníamos bastante con las argucias diseñadas por las empresas, ahora nos llega de golpe la incursión de la IA —Inteligencia Artificial— en nuestras vidas con lo que las empresas tendrán más herramientas ya que el área de marketing empresarial dispondrá de una potencia extra para automatizar procesos, analizar datos, predecir tendencias y generar contenidos destinados al sufrido consumidor que tendrá que extremar sus precauciones un bastante más.
Por cierto, el título de esta entrada es un poco fuerte, casi de insulto, pero nada más lejos de mi intención. Es una palabra que me ha gustado y que se aplica a personas que emplean trapazas, es decir, que son estafadoras, timadoras, tramposas, embaucadoras, marrulleras, que con astucias, falsedades y mentiras procuran engañar a alguien en un asunto. No digo que esta sea la intención del Instituto Español al poner en el mercado dos envases pero en mi caso algo de ello he sufrido en propias carnes.